Emir Sader
ALAI AMLATINA, 05/04/2018.- En los últimos días la derecha
brasileña había entrado en un estado de desesperación. Después de imponer en la
agenda política la posibilidad de la prisión de Lula, descontando una decisión
que creían segura del Supremo Tribunal Federal de Brasil, sus sueños habían
empezado a debilitarse. Un conteo preliminar de los votos del tribunal parecía
favorecer a Lula, sugiriendo una quiebra del consenso de Curitiba que se había
impuesto hasta ese momento. Un consenso jurídicamente absurdo por una condena
sin crimen ni pruebas. Configura claramente una persecución política, basada en
el lawfare –el uso unilateral de leyes para la perseguir a adversarios políticos–.
Nadie tiene dudas de que el juez Sergio Moro es un adversario político feroz de
Lula, que le ha negado todo tipo de recursos, que lo trata de forma racista y
discriminatoria, que frecuenta, de forma amigable, fiestas con dirigentes de
los partidos de derecha, ninguno de los cuales ha sido tan siquiera acusado por
el juez y sus colegas.
El clima era de gran expectativa. Una revista
semanal de la derecha advertía que si Lula recibía el hábeas corpus se
terminaba el caso Lava Jato, confesando que ese operativo anticorrupción
dependía de la violación de la Constitución que dice expresamente que la
prisión de un acusado solo se daría una vez concluidos todos los recursos. Pasa
que el mismo STF, involucrado en el clima de arbitrariedades que la Lava Jato había
impuesto al país, había decidido, en varios casos, por la prisión antes que se
agotaran todos los recursos. Pero, rompiendo con esa práctica, había anticipado
que, en el caso de Lula, volvería a hacer valer el precepto constitucional,
concediendo el hábeas corpus.
En los días previos a la sesión de ayer, los medios
habían usado todos sus recursos para intentar crear un clima de presión sobre
el STF, desde el anuncio de movilizaciones de docenas de personas como si
fueran miles, hasta publicar editoriales exigiendo la prisión de Lula. Quedó
claro que solo por la vía judicial pueden impedir que Lula vuelva a ser
presidente de Brasil.
Como elemento nuevo, oficiales de las FF.AA.
pasaron a manifestarse abiertamente en favor de la prisión de Lula. Hasta el
mismo comandante en jefe del Ejército se sumó al coro, diciendo que la
institución no aceptaría que la Justicia sea tolerante con la corrupción. Esto
representa la repolitización de las FF.AA., que se han otorgado una amnistía,
al final de la dictadura, que representa precisamente la tolerancia total con
todos los crímenes que los militares han cometido en los 20 años de dictadura.
“Intolerancia con la corrupción” debería significar la anulación de esa
amnistía y el pasar a juzgar a todos los crímenes de la dictadura. Pero ahora
es solo una frase que se suma a la persecución política de Lula y nada más.
Las reacciones negativas han venido de varios
lados, incluso de la red Globo. En una editorial, ese medio criticó al
comandante en jefe de la Fuerza Aérea y de otros sectores de la opinión pública
por aceptar la impunidad respecto a políticos de derecha, como Michel Temer y
Aecio Neves, entre otros, mientras que, súbitamente, muestran preocupación por
el caso de Lula.
El clima ha vuelto a ser tenso en Brasil y en todo
el país, fomentado por los medios, en particular por la red Globo, que actuó
como si se estuviera en las vísperas del golpe de 1964. Cerró su principal
noticiero con la amenaza del golpista del comandante en jefe del Ejército –
antes de decir lo contrario al día siguiente.
En ese clima el STF se ha vuelto a reunir. El
voto de Edson Fachin -que fue abogado del MST- recibió el apoyo del movimiento
para su nombramiento -en contra del habeas corpus y el de Gilmar Mendes, a
favor-. Todo trascurrió con normalidad hasta el voto decisivo de la jueza Rosa
Weber, sobre quien habían recaído más fuertemente las presiones de la derecha.
Incluso del mismo Sergio Moro, que no contento en hablar todo el tiempo
fuera – lo cual prohibido por ley – estuvo en un largo programa de
entrevistas en una TV de derecha y centró su discurso en contra de esa jueza.
El efecto terminó siendo decisivo. Ella cambió la
posición que había tenido en la sesión anterior. Votó en contra del habeas
corpus, lo cual permitió que la votación terminara en empate. Con ello la
presidenta del STF, Carmen Lucia, militante en contra de Lula, desempató y así
fue rechazado el habeas corpus a Lula.
Caben todavía recursos y, aun siendo rechazados,
como se espera, queda la decisión política en manos de Sergio Moro, de definir
si decreta la prisión de Lula. Lo cual produciría una inmensa conmoción, por
ser el único líder político nacional en Brasil, por tener 40 por ciento de
apoyo en las encuestas con la perspectiva de triunfar en primera vuelta y el
enorme apoyo popular, como lo han confirmado sus Caravanas por todo el país.
Una fantástica farsa jurídica alrededor de un
departamento que nunca fue de Lula, que acaba de ir a subasta, con lo recaudado
para la empresa que es la real propietaria del inmueble. Con ello se generó un
proceso absurdo, sin pruebas, con una condena en base a las “convicciones” de
quienes lo acusan como enemigo político.
Se entraría en un período todavía más turbulento de
la vida política brasileña si Lula fuese preso. De ahí que, a lo mejor, no se
atrevan, pero mantengan lo que más le importa a la derecha brasileña: tratar de
impedir que Lula sea candidato a la presidencia del país.
- Emir Sader, sociólogo y científico
político brasileño, es coordinador del Laboratorio de
Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
URL de este artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/192036
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