PREVENCIÓN
CONTEXTUAL DEL ARTÍCULO
La
discusión planteada dentro de un sector de izquierda socialista en Perú
respecto a la necesidad o no de la fundación de un partido de clase cuando no
hay situación revolucionaria es importante solo en la medida en que (luego de
que una etapa de hegemonía ultraizquierdista en el interior de la izquierda
revolucionaria ha sido identificada, minimizada y rechazada en parte) se conoce
con mayor difusión después de su larga repetición en años anteriores dentro de
círculos muy cerrados.
No obstante, tal debate es doctrinario en
grado sumo y ahistórico, se realiza solo en base a las experiencias
estrictamente referidas a la revolución Rusa, a la Comuna de París y a otras
referencias teóricas muy antiguas, las cuales tienen validez referencial pero
no necesariamente vigencia absoluta. Sobre todo se utilizan en ambas partes, en
su gran mayoría, argumentos únicamente de autoridad, las citas de obras de los
clásicos, llamados así con cierta
equívoca o negativa atmósfera, pues se evidencia una especie de culto a
los “padres fundadores” del marxismo leninismo y a la vez se perfila una falsa
idea de caducidad de sus doctrinas
o sus posiciones en su totalidad;
los dos extremos se oponen pero a la vez se sugieren de la tónica que le dan
los participantes a sus argumentaciones. Tales se mueven, sin embargo, en un
mismo carril circular: el doctrinarismo al margen del análisis material e
histórico real y actual.
Tal debate
es atemporal: pudo haber acontecido con poquísimos cambios en 1936, 46, 66, 76…pero
sigue en 2018 con una absoluta prescindencia de hechos y cambios históricos en
el mundo y en Perú. Un factor implícito en esa petrificación o círculo vicioso
es la visión estratégica de que la centralización lograda en los 20 del siglo
pasado ya lo dijo todo y lo que falta es
o inducir la fuerza del mito en las masas, o impulsar las organizaciones de
base de éstas; concepción muy en boga y
enraizada profundamente aproximadamente desde 1967; cuando todas, absolutamente
todas, las tendencias latentes del socialismo pequinés de entonces declararon
cerrado el debate con la asunción del marxismo-leninismo pensamiento Mao en lo
internacional y el legado de Mariátegui en lo nacional, estableciendo las
tareas prácticas de organización, propaganda y movilización como las prioridades.
Se confundió la asunción de una base de unidad con la tarea permanente de
análisis concreto de la realidad concreta.
La
distancia de la centralización del 20 con la realidad ya se notaba desde los
años 40, pero un análisis de las posiciones de la izquierda de ese entonces es
competencia de otro artículo y esfuerzo, basta decir en esta prevención
introductoria que la repetición dogmática de consignas y programas, impulsadas
desde fuera en algunos casos, con la mejor intención pero sin investigación
local actualizada, fue la tónica general
en esas épocas; por otro lado, algunos núcleos de socialistas defendían las
centralizaciones del 20, con un sesgo de personalización en Mariátegui, esta
tendencia fue resuelta en 1967 dividiendo “la situación internacional” de la
“situación nacional”, en una yuxtaposición de marxismo leninismo Mao en lo
internacional con legado, camino o sendero de Mariátegui en lo nacional. Fuera
del marxismo otras tendencias, liberales y étnicas, fueron desarrollando sus propias
posiciones.
No he
mencionado un solo nombre ni personaje en apoyo a estas declaraciones de mi
autoría, ni he censurado o motejado ni ridiculizado a nadie en particular. La
idea es ayudar a salir, por lo menos a algunos cuadros, del círculo vicioso de
doctrinarismo extremo, excomuniones mutuas, odios prolongados, sarcasmos,
ridiculizaciones y ataques personales que desde aproximadamente 1981 o 1982
vienen protagonizando los principales protagonistas participantes de este
debate. Tal polémica se realizó primero por cartas, luego por publicaciones,
luego por correo electrónico y ahora en redes y blogs, con una reproducción
literal año tras año de las mismas citas de los fundadores, repetición
litúrgica y prácticamente religiosa, opiniones conexas con perfiles
bizantinistas y con tipificaciones de herejía entre estos intérpretes.
Las
contradicciones siguen vigentes, y agudizándose, ocurrirán nuevas situaciones
revolucionarias, nos parece que más ligadas que antes a factores mundiales y no
solo locales; responsabilidad de los activistas comprometidos es entonces
actualizar sus análisis y activar un programa de lucha que incluya las
propuestas en forma creativa, completa y con línea de masas adecuada a las
nuevas generaciones de clases oprimidas que insurgen muy circunstancialmente,
muy economicistamente, a la lucha contra la burguesía intermediaria, los
neofeudalismos y la injerencia imperialista y corporativa dentro del ámbito del
trabajo de los campesinos obreros, comerciantes y trabajadores dependientes en
general. (Max Denier, 25/05/2018)
PRIMERO; EL
MUNDO, LA VISIÓN DEBE SER GLOBAL
¿Por qué la oleada revolucionaria en el
mundo (nacionalista y democrático-popular pero muy poco socialista) de los 60
se diluyó? A largo plazo, el factor más
importante fue el desarrollo en los países capitalistas adelantados de una
diversificación de la producción, de la promoción de bienes de consumo y de
entretenimiento1 y, en los países atrasados dependientes y
semicoloniales sobre todo, el
crecimiento de una población “informal” de trabajadores aparentemente independientes,
pero realmente oprimidos indirectamente por el gran capital. Sin embargo, esta dispersión de la clase obrera, proceso
mundial desde 1960, destruyó los vínculos de solidaridad que traía el trabajo
en una fábrica o en un solo local, estos factores objetivos son de vital
importancia para explicar la atenuación o falta de situaciones revolucionarias;
el crecimiento del capitalismo se hizo a costa de la sobreexplotación de la
naturaleza, la dispersión de los trabajadores, el crecimiento de una economía
de servicios adjunta y la precariedad de los puestos de trabajo, todo lo cual
logró dividir y aislar a los núcleos de trabajadores más conscientes y activos.
Además, lentamente (con mayor fuerza desde 1973 y 1979) se fue configurando un
perfil de intervención y de hegemonismo político y económico en los países
dependientes y semicoloniales del campo occidental: la cancelación de las
políticas desarrollistas y de keynesianismo y la puesta a punto y aplicación
del neoliberalismo y su complemento económico cultural e ideológico, la
globalización.
Por otro lado, aunque la teoría dice que los
factores subjetivos no hacen parte de una situación revolucionaria, el agudo
enfrentamiento que protagonizaron los soviéticos revisionistas y los dirigentes
chinos, enfrentamiento a nivel de Estado y públicamente propalado hasta llegar
a los extremos de apoyar los complots e intrigas de los Estados Unidos contra
la URSS (aunque la deriva de ésta hacia el capitalismo era evidente, eso no
justificaba que se hiciesen pasar los motines y asonadas de Hungría, Berlín y
Checoeslovaquia como “una resistencia de los pueblos contra el
socialimperialismo soviético”), además de lanzar la confusa y equívoca tesis de
los tres mundos2, con la incongruencia del acercamiento diplomático
a Estados Unidos y a los gobiernos reaccionarios de América Latina; todos estos
aspectos y fenómenos, por su extensión y profundidad, influyeron en las
consciencias y en los activismos en todo el mundo, bien diluyendo la iniciativa
de los sectores populares básicos de la producción, bien radicalizando a las
comunidades de estudiantes universitarios; todos estos factores, sumando los de
naturaleza objetiva fundamental, crearon las aventuras putchistas, el
ultraizquierdismo sectario y dogmático y, sobre todo, el electorerismo
parlamentario y acomodaticio que impregnó a las dirigencias gremiales y
sindicales y a los partidos de izquierda progresista, los cuales devinieron en
un sector republicanista liberal con tintes rosados (el ciudadanismo y toda su
agenda diversionista de movimientos de minorías y de reforma civil) o en nuevas
versiones de socialdemocracia.
Dicho de otro modo, se atenuaron las
condiciones de situación revolucionaria en una de sus características “las
masas ya no quieren vivir como antes, el extremo pauperismo y opresión que
sufren los obreros y los campesinos”. Entiéndase que la historia vivida se
convierte en realidad, aunque sea en la forma de consciencia deformada o
parcializada sobre el reciente pasado, pero consciencia extendida3.
Además, se debe añadir a lo antedicho el impacto producido por la caída de
China socialista, la increíblemente fácil reversión de Albania y la destrucción
de la URSS. Fueron hechos objetivos,
malinterpretados, todo lo que se quiera, pero que crearon el desaliento, el
escepticismo y la conversión reaccionaria en intelectuales y muchas masas que
tenían expectativas en las diferentes versiones de socialismo. No se debe
soslayar este aspecto en la situación de las décadas del 70, 80 y 90 del siglo
pasado y del 00 del siglo actual, pues así como el desarrollo de las
contradicciones agudiza la opresión sobre los sectores trabajadores y
populares, alentando en principio la rebelión; también las derrotas y
retrocesos referidos, objetivamente, impulsan una situación no revolucionaria o
antirevolucionaria; desviándose y dándose el impulso de las masas hacia
movimientos convulsos, meramente nacionalistas, integristas o religiosos o
fascistoides4.
A CONTINUACIÓN; EL PAÍS, EL ANÁLISIS DEBE SER
REAL, CONCRETO E HISTÓRICO
La migración en el Perú (patente desde el 40,
cuantiosa y masiva desde los 60) fue como una válvula de escape para el
estallido social, los primeros migrantes traían una “inercia revolucionaria”,
por ser de origen campesino y urbano provinciano, pero la canalizaron en la
lucha por metas concretas: trabajo independiente y propiedad urbana; los
estudiantes de reciente origen provinciano fueron una sección popular más
radicalizada hacia corrientes revolucionarias, marxistas y populistas o hacia
nuevas versiones de corrientes como el trotskismo y la socialdemocracia. El
país también vivió una paulatina desindustrialización, producto, entre otras
causas, de la crisis económica que se inició con Morales Bermúdez, tal proceso retrotrajo al sector
más consciente y activo de la clase obrera clásica, industrial, concentrada y
organizada. El sector minero fue también protagonista de fuertes luchas, pero
el cambio de matriz tecnológica (de socavón a cielo abierto con gran
mecanización) y la tercerización
contribuyeron a que este sector histórico de la clase obrera se contrajera en
número y en combatividad.
Cuanto más
comenzaba a disminuir la clase obrera clásica, más crecían los sectores
tercerizados y más crecían los sectores “independientes” de comerciantes y
servicios, más radicales e incandescentes se convertían las comunidades
izquierdistas universitarias, fue un periodo positivo, pues se forjó un grado
de unidad entre el movimiento universitario y el movimiento popular y se
promovieron cuadros y organizaciones.
Sin embargo, la direccionalidad de los
movimientos populares comenzó a pasar lentamente a los sectores rosados
liberales, todavía con ropajes socialistas (el PUM, el PCR la fenecida UPP, con
la ayuda de un hipertrofiado cúmulo trotskista), consiguieron extender entre el
pueblo la idea del electorerismo, con la consigna de “recuperar la democracia”;
por otro lado, los sectores izquierdistas más radicales o bien se enquistaban
en nichos sindicales y universitarios, o bien comenzaban
a activar en el seno de las masas con una visión sectaria y dogmática,
promoviendo putchismos, los cuales derivaron luego en ultraizquierdismo
indiscriminado. Este panorama de fines del año 1979 configuró una retracción de
la situación convulsa hacia la expectativa parlamentarista; por otro lado, la
desesperación por no perder vigencia ni actualidad originó el ascenso del
movimiento ultraizquierdista que, primero con una versión formalmente maoísta y
luego con una autoexaltada versión propia, pretendió sustituir a los
movimientos populares, primero, arrinconándolos y luego realmente
disolviéndolos, al coaccionar a los dirigentes para militarizarlos, o reprimirlos5.
LUEGO; LA ACTUALIDAD, LA DETERMINACIÓN GLOBAL
ES CRECIENTE
Todo lo expuesto hasta aquí no quiere decir que en estas condiciones de
dispersión de la clase obrera y de alienación clasemediera en muchos sectores
de trabajadores dependientes y supuestos independientes ya no sea posible la
ocurrencia de situaciones revolucionarias; al respecto, la experiencia
(prefiero no citar personalidades, a las que respeto, pero atosigan las citas,
muchas veces se esgrimen con una intención de falacia de autoridad) de los
movimientos populares, socialistas y comunistas revela y se decanta por la
aparición de situaciones revolucionarias localizadas (que pueden devenir por
falta de partido o de lucidez en los movimientos
populares en fascismo) en los preámbulos de guerras o como resultados de éstas
(“o la revolución detiene la guerra -Revolución rusa del 17- o la guerra desata
la revolución” -revoluciones democrático populares y Revolución china
subsiguientes a la IIGM-), así las
guerras de agresión, las subversiones, los conflictos artificiosos, las
intervenciones imperialistas abiertas, han sido después de la década del 60 del
siglo pasado cosa cotidiana en la situación mundial, con la consiguiente
ocupación de, principalmente, la potencia imperialista USA en sofocar o
utilizar, subvirtiendo e infiltrando las situaciones convulsas producidas,
algunas veces situaciones revolucionarias con los tres aspectos básicos, a su
favor.
Ejemplo de lo anterior son Bahía Cochinos,
Santo Domingo 1965, Jamaica y Panamá (intervención imperialista); Nicaragua, el
Salvador, Panamá de Torrijos, Chile
pre-Pinochet, Perú 74 (subversión imperialista), Perú 77-79 (situación casi
revolucionaria con reversión a situación convulsa); las operaciones Gladio en Europa, la
operación Cóndor en América Latina y las Revoluciones de Colores en diferentes
latitudes del globo; todas combinadas con infiltración de movimientos
ultraizquierdistas y con atentados de falsa bandera.
Esta amplitud de la política imperialista de USA
y de algunos de sus aliados implica la
dispersión de sus fuerzas y por eso
también ocurre que movimientos pequeñoburgueses en América Latina y en África
logren, en medio de crisis económicas provocadas por aplicación de políticas
neoliberales, llegar al gobierno, con resultados internos inciertos,
reformistas y precarios; no obstante, esos gobiernos son objeto de una furiosa
represalia a todo nivel por parte de la potencia hegemónica USA. En otras
partes del mundo también surgen nuevos centros de resistencia nacional a la
expansión furiosa del bloque occidental, se debe considerar que el reparto del
mundo producido en las dos guerras mundiales no significó la aniquilación
absoluta de clases nacionalistas dentro de los países de Oriente y de Asia, así
lo demuestran las reacciones contra las agresiones occidentales y contra
pretensiones rapaces sobre el petróleo en Irak, Irán, Siria y Yemen. Estos son
aspectos nuevos que se han configurado más agudamente después de la
consolidación capitalista en Rusia y China6.
En la
actualidad, la expansión de Estados Unidos y el campo occidental, luego de la
caída de la URSS choca con la emergencia económica de China como potencia y la
reconstrucción de una Rusia independiente y contrapuesta a la OTAN y a Estados
Unidos en particular. Se configura no la repetición del consabido diagnóstico
de las “contradicciones entre imperialismos” y la táctica de “bloque del tercer
mundo contra las superpotencias”, pues la realidad es muy diferente. El gran
poder de USA ha cercado a China, con apoyo de sus aliados Australia, Japón y Corea
del sur y también viene cercando agudamente a Rusia con el despliegue directo
de innumerables emplazamientos coheteriles, radáricos y de concentración de
tropas en todas las fronteras de Rusia. Estos dos países, Rusia y China se han
aliado con una rapidez y un pragmatismo que hubieran sido imposibles en la
época socialista de ambos.
Las acciones para contrarrestar las
operaciones de guerras híbridas, revoluciones coloridas y terrorismo controlado
que han impulsado primero los pueblos de Novorossia, Siria, Irak, Palestina,
Irán y Yemen contra la desaforada ofensiva del “estado profundo” estadounidense
han dado un vuelco con la intervención militar indirecta de Rusia en esos
conflictos, intervención en apoyo a la resistencia contra las invasiones e
intervenciones destinadas a someter a esos países y expoliar sus recursos. En
esos casos se debe tipificar como situación convulsa derivada en guerra de
resistencia nacional la actividad objetiva de esos países; vale decir, no todas
las crisis políticas derivan obligatoriamente en una situación revolucionaria,
pueden prologar, como es el caso, una guerra nacional de frente unido de
salvación o independencia, pues la revolución social no está al orden del día.
Postulan lo contrario, que debe derrocarse al poder, incluso aprovechando el
terrorismo y la intervención imperialista, sectores trotskistas que siempre,
por definición, recrean la situación prerrevolucionaria de Octubre en Rusia para todas las situaciones y
para todas las épocas. Es por eso que esos sectores hacen de agentes,
conscientes o no, no es importante, en las actuales circunstancias.
Por último, en esta sección referirse a los
asuntos de Nicaragua, Cuba y Venezuela, es posible que haya situaciones muy criticables
desde una perspectiva de principio teórica, desde los requisitos de clase y de
programa en relación con un verdadero socialismo, al interior de esos estados
por las políticas internas de sus clases gobernantes (vale para Venezuela y
Nicaragua, no para Cuba), pero es incorrecto atacar y descalificar como
negativos a los movimientos antiimperialistas que representan las iniciativas
de esas naciones; pues, a nivel de nuestra situación de desorganización y ánimo
todavía adverso hacia una línea más radical en el plano del socialismo y del
comunismo, es necesario unir fuerzas contra el enemigo principal, el estado
imperialista de Estados Unidos, matriz de toda la sistemática neoliberal y
globalizadora que supone el intervencionismo, la desarticulación y la
persecución de cualquier movimiento centrífugo y nacional, por tibio que sea.
AUTOR: Max
Denier
NOTAS
1
No se está planteando aquí ningún capitalismo postindustrial, sociedad de la
información, o posmodernismo; la visión que nos orienta es que la lucha por el
socialismo y el comunismo futuro está vigente desde la época de Marx, época que
no debe reducirse al simplista punto de vista de “capitalismo de libre
competencia”, no solo porque tal libre competencia no existió totalmente,
debido a la expansión imperial previa en ultramar por parte de Inglaterra y
otros países colonialistas, a costa de India, Suramérica, Portugal y otras
regiones (base que les dio oportunidad también para su política de libertad de
mercados tutelada por su marina de guerra), sino, fundamentalmente porque el
socialismo no está automáticamente en función de las etapas del capitalismo
(somos conscientes de que esta idea contradice el análisis de Lenin del año
1916, se asume el compromiso de probarla o de desecharla), sino de la lucha
programada y decidida del proletariado primero y luego de las clases obreras
actuales con los aliados necesarios: es una lucha política, pues el núcleo del
marxismo no es el análisis sino la transformación revolucionaria de la sociedad
en base al poder planificado, organizado
y consolidado. Se tiene en cuenta principalmente la correlación de fuerzas
políticas tanto a nivel global como a nivel nacional o local; por supuesto que
los movimientos económicos internos del capitalismo determinan en última
instancia, las contradicciones particulares, en etapas históricas, no
económicas mecánicamente, debido a la combinación de avance de fuerzas
productivas con sobreproducción, disminución de tasa de ganancia, cambios
tecnológicos y creación de consumos, además de expoliación de nuevos sectores
naturales, determinan claro, las situaciones políticas; sean estables,
convulsas, fascistizantes, democratistas , revolucionarias, antirevolucionarias,
progresistas, nacionalistas o disputas interimperialistas.
Entonces, el inevitable desarrollo de las
fuerzas productivas, la electrónica, la energética, la biotecnología, (que
llaman algunos, quizá pomposamente, “tercera, cuarta y quinta revolución
tecno-científica”) y el consiguiente descenso de la tasa media de ganancia
hicieron que el capital buscase nuevas fronteras y campos donde expandirse, así
se impulsó la economía de servicios consumista y luego la tercerización de la
producción en base a los métodos de maquila y sucursales, lo que posteriormente
llevó a la deslocalización y la puesta de fábricas en Asia y China
furiosamente, después de la apertura de Teng Siao Ping. Un punto de inflexión
fue la crisis interna de la ciudad de Nueva York en 1971 y luego la crisis del
petróleo de 1973. Esta también es una “etapa” dentro del capitalismo y la
situación mundial, pues la clase obrera se expande, pero se encuentra más dispersa,
el consumismo alienador de modas, música, video y electrónicos se expande a
costa de la anomia y desocupación de amplias masas en los países más
urbanizados, la tercerización, los trabajos “independientes” que dan la falsa
ilusión de emprendurismo o empresa también constituyen otros tantos factores
objetivos que convierten en un mayor reto el lograr la conciencialización de
las nuevas generaciones y la elaboración adecuada de los consiguientes
programas de lucha; además está el reto
de incorporar al programa socialista y comunista la lucha por renovar y
defender el ambiente y de una relación ambiental con la naturaleza compatible
para el soporte del planeta, dimensión nueva del programa que no existía
anteriormente; no es ninguna creación genial, se trata sólo de una necesidad
evidenciada primero por la ciencia y luego por las poblaciones afectadas, sobre
todo el campesinado en todo el mundo.
2
Se debe precisar que fueron los dirigentes
soviéticos los que introdujeron primero la confusión dentro de los sectores
populares y revolucionarios del mundo con su versión de “coexistencia y
competencia pacífica entre los sistemas socialista y capitalista”. Una línea es
el tratado de paz y la negociación diplomática para lograr la estabilidad
interna del Estado socialista y avanzar en la construcción o consolidación, con
centralización de la clase dirigente y productora, y otra diferente fue el reduccionismo a lo
meramente cuantitativo de metas económicas con indicadores de producción, que
no ponen acento en la diferencia abismal y cualitativa de las relaciones de
producción entre el socialismo y el capitalismo. Por otro lado, se hace
necesario resaltar que no solo contendieron y se sabotearon mutuamente China y
Rusia, también pudieron ponerse de acuerdo en el apoyo a ciertas revoluciones
democrático populares o movimientos en ese sentido, son los casos de Vietnam,
Angola, Afganistán en parte, al igual que Kampuchea. Por otro lado, lo que está
mal con la tesis de los tres mundos es que reemplaza con una denominación
metafórica, muy al estilo literario chino, el análisis científico de la
situación internacional –ahora mundial- en base a las contradicciones principal
y secundarias, a las contradicciones interimperialistas o intercapitalistas, a
las contradicciones específicas entre los bloques capitalistas y grupos
particulares de países independientes, dependientes y semicoloniales, o a otras
determinaciones que no sean artificiosamente englobantes, pues la tesis de los
tres mundos justificaba la política particular y conveniente para China de
vinculación diplomática y comercial con toda clase de países, muchos de ellos
con duros regímenes opresores de burguesía intermediaria, como el chile de
Pinochet y muchos otros casos en donde China pretendió otorgar un aura de lucha
independentista a estados realmente alineados con el imperialismo
norteamericano, así se fue revelando lo erróneo de la línea china de considerar
a Estados Unidos casi como país neutral y antagonizar duramente el trato con la
URSS de entonces, táctica inadecuada a nivel de relaciones internacionales, que
fomentó y ayudó posteriormente al surgimiento de Teng y su programa de
capitalismo de estado.
3
Los enfrentamientos entre los países
conocidos como comunistas entre las masas del mundo se internalizaron también
como una realidad objetiva de división, precariedad y debilidad; por supuesto
que la propaganda del campo occidental liderado por Estados Unidos coadyuvó a
esta deformación, pero plantear que se debe considerar solo el extremo
pauperismo como factor objetivo y que la falsa conciencia internalizada no
puede ser incluida entre los factores objetivos es un fatal error de
determinismo económico excluyente que arrastra,
sea consciente o no, gran parte
de la izquierda revolucionaria, es negar la historia, la acumulación de
experiencias y de consciencia reactiva de los pueblos y clases sociales sobre
las posiciones enfrentadas y las opciones de lucha. Es como si los pueblos
fueran entes puramente biológicos, en una especie de reacción meramente refleja
y pavloviana: “hay hambre, luchemos contra el poder”. La reacción ocurre
efectivamente pero desde la auroral y heroica época del socialismo en Europa,
inaugurada por la Revolución de Octubre, tal oleada revolucionaria necesitaba
de masas obreras como mayoría de la población o, en su defecto, de grandes
sectores empobrecidos de campesinos para apoyar a una clase obrera minoritaria.
Pero luego del fracaso de las revoluciones alemana del 18 y húngara del 19,
lentamente el retroceso o la pasividad fueron también objetivándose dentro de
los sectores populares pese a otras circunstancias críticas presentes, luego
vino el fascismo, la crisis del 29, el ascenso del nazismo y la guerra mundial,
donde ya el centro revolucionario se había desplazado desde los países de
mayoría obrera hacia los países de reciente colonización, como China, parte de
Oriente y el sudeste asiático, configurándose una nueva situación.
Por otro lado, no se está postulando aquí un
kautskismo o berteinianismo de atenuación de las condiciones económicas y de la
opresión social; las condiciones de
explotación de las masas trabajadoras han empeorado hasta llegar a niveles
semiesclavistas en muchas zonas; desnutrición, violencia y enfermedad son
situación cotidiana no solo entre los trabajadores congregados clásicos,
sometidos a un cuerpo visible de empresarios y sus agentes, sino también entre
los sectores independientes los cuales permanecen subyugados por deudas y
control de financiamiento, abastecimiento y mercado a sus patrones, pese a su
pretendido estatus medio o autónomo, el trabajo familiar semifeudal y
semiesclavo es muy común.
4
De alguna manera es lo que ocurrió con el movimiento
foquista, salida desesperada ante la derechización de los eurocomunistas, la
poltronería sindicalera y economicista de los anquilosados partidos comunistas
pro-Moscú y luego el confusionismo traído por la pseudo revolución del mayo
francés estudiantil. Posteriormente, la crisis del movimiento socialista influyó
en el surgimiento de posiciones iluminadas y de salvación hacia doctrinas
abiertamente religiosas como varios fundamentalismos islámicos o versiones
adulteradas y farsescas del marxismo como el gonzalianismo guzmanista, el
prachandismo y otras (falta investigar Kampuchea y Norcorea) basadas en la
previa exageración puesta a punto por
Lin Piao en la Revolución Cultural China.
5
Así se fue retrayendo la situación convulsa del
77-79 y se fue creando entre la acción represiva del estado y la de las
acciones armadas (indiscriminadas en sus efectos) del movimiento
ultraizquierdista la falsa consciencia del comunismo como sinónimo de
terrorismo, tipificación que no por ser satanizada y exorcizada con el
eufemismo de conflicto o de guerra interna dejó de ser una realidad, al final
de 15 años o 20 años de vigencia, y un
factor de consciencia negativo en las masas. Durante mucho tiempo en el seno de
las clases populares primó la idea de que el progresismo, el socialismo y el
comunismo eran equivalentes a la caricatura grotesca y fatal que tal movimiento
inculcó o impuso a la fuerza, sustituyendo “el poder nace del fusil” por “el poder se crea gracias a las bombas”. Esta
última situación de rechazo de las masas comenzó a decaer no solo por el
recambio generacional, sino porque la lucha de clases siguió adelante, imponiéndose
a la propaganda del emprendurismo y a las ofensivas del FMI y la burguesía
intermediaria nativa contra los derechos laborales; por ejemplo, la
movilización contra la ley “pulpín”. Por otro lado, otro factor, no
cuantificable ni acondicionable en la anquilosada perspectiva, ahora, por las
circunstancias, de los sectores socialistas y comunistas ordinarios, sean
heroicos o internacionales, es la movilización de comunidades nativas y de
campesinos por la subsistencia de su ambiente y sus medios de vida. Bagua,
Conga, Tambo, Piura y otros hitos pequeños señalan un reto tanto teórico como
práctico de actualización del programa revolucionario de una clase obrera más
ampliada pero dividida, programa que supere ya las omisiones y los defectos de
la centralización lograda en los años 20 del siglo pasado y de la otra centralización de los años 68 del
siglo pasado.
6
Actualmente el poder sin precedentes que ha logrado, en el desarrollo desigual
del capitalismo, el país estadounidense, plantea un serio reto a varias ideas
consolidadas desde los años de la revolución socialista de Octubre, es obvio
que la tesis del capitalismo agonizante fue una perspectiva de coyuntura válida
solo para esa época. Luego de la crisis económica del 29, el capitalismo se
consolidó frente a la amenaza de una revolución socialista mundial, cuyos
avances llegaron hasta la Alemania del 18. Pero la expansión del fascismo frenó
en Europa la revolución basada en una mayoría de población obrera, el
socialismo tuvo que construirse en un baluarte, en consonancia con el
desarrollo desigual de los capitalismos nacionales y la consiguiente fisuras y
contradicciones entre ellos, lo cual fue justamente aprovechado para, con
errores de principiante, el desarrollo del socialismo en la URSS. Pero luego de
la reanimada oleada de revoluciones desatada como consecuencia de la segunda
guerra mundial, el capitalismo recuperó la iniciativa, tanto a nivel político
como económico, según los parámetros que ya hemos especificado sectores nuevos,
bienes de consumo y de entretenimiento, con lo cual logró poco a poco
consolidarse e incluso tentar a las masas de los países socialistas a su estilo
de vida; su apogeo innegable fue en la década del 50 y del 60, simultáneamente
al surgimiento de múltiples revoluciones o movimientos populares nacionalistas
localizados en África, América latina, y Asia.
Estados
Unidos desató la guerra fría achacando todos los movimientos a la URSS, logró
infundir el miedo y la animadversión sobre todo en las nacientes clases
dependientes especializadas en administración, gerencia, servicios y creación
intelectual y teórica, su mayor éxito fue reprimir y degenerar por infiltración
y apoyo a movimientos revisores por dentro a los partidos comunistas antiguos,
los de Europa occidental y hasta varios sectores de la URSS, aunque la historia
oficial no contemple esta situación. Todo esto, luego de la caída de la URSS, condujo a la
difusión de tesis escépticas y acomodaticias como el capitalismo transnacional
de corporaciones, el posmodernismo como complemento a la aceptación tácita, vía
irracionalismo, de la situación de poder económico y político occidental, al
comunitarismo cristiano y también a los chauvinismos neofascistas, como en
Perú, el etnofascismo tawantinsuyano; o conservadores, como en Rusia el
nacionalismo ortodoxo y heideggeriano.
Rusia
capitalista como nación es progresista en el plano internacional, aunque esa
realidad sea incompatible con la idea petrificada de una revolución mundial
(postulada afiebradamente por las versiones actuales del gonzalianismo guzmanista
y sus satélites internacionales, al margen de la dura realidad del retroceso o
enquistamiento de éstas organizaciones) liderada por el proletariado en guerra
popular contra los imperialismos chino, ruso y estadounidense en un solo bloque;
idea que atenuada se acepta o se tolera con la tesis del socialismo heroico y nacional sin calco ni copia; es decir, sin
definición frente a la situación mundial, sin actualización del marxismo, con
un culto doctrinarista al pasado, recalcando las efemérides, sin tener en
cuenta la enorme heterogeneidad de las clases trabajadoras, de los sistemas de
trabajo y las idiosincrasias de la pequeña burguesía, todos factores que no son
considerados desde hace 40 años o más en las discusiones de los cuadros de los
sectores izquierdistas doctrinaristas.
Véase el
siguiente enlace que motiva el comentario de Max Denier:
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