Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez
domingo, 20 de mayo de 2018
En 1978 Deng
Xiaoping lideró la reforma económica
china. Uno de los objetivos principales
de esa reforma era acabar con el socialismo pobre. El socialismo pobre, el socialismo basado en la escasez y
en las restricciones, no atrae a nadie y no representa un futuro prometedor.
Antes que el socialismo pobre las mayorías sociales prefieren el capitalismo.
Un rasgo estructural del modelo soviético de socialismo, del que la economía
socialista china era un ejemplo, era el escaso desarrollo de la industria
ligera, esto es, de la industria dedicada a los bienes de consumo. Socialismo
pobre significa salarios bajos.
La riqueza, ya se mire
bajo el punto de vista del valor de uso o bajo el punto de vista del valor, es
fruto del trabajo. Y dentro del trabajo hay que incluir el trabajo de los
empresarios o gestores y también el trabajo de los políticos. Así que lo lógico
es que los creadores de la riqueza disfruten de ella. La teoría marxista del
valor lo único que critica es que en el sistema capitalista haya clases
sociales que por su posición en el sistema económico se apropien de trabajo
ajeno. De modo general podemos decir que todos los trabajadores crean el
trabajo necesario, los salarios, y el plusvalor, que adopta las formas de
beneficio, interés y renta del suelo. He defendido la idea que hay trabajadores
que cobran interés por invertir sus ahorros, por ejemplo, en letras del tesoro.
Pero ese interés del que se apropian representa una parte del plusvalor que
ellos mismos han creado. Luego no representa apropiación de trabajo ajeno. La clave está aquí en el aspecto
cuantitativo, en determinar a partir de qué cuantía el ingreso representa
apropiación de trabajo ajeno. Supongamos de modo provisional que esa cuantía
sea de 50.000 euros mensuales bruto. Supongamos que el dinero líquido
disponible de ese ingreso bruto sea de 30.000 euros. Diremos entonces que todas
las personas que ingresen más allá de esa cantidad se están apropiando de
trabajo ajeno.
El hecho de que Irene
Montero y Pablo Iglesias se compren una vivienda de 600.000 euros que van a
pagar en 30 años es del todo natural y legítimo. La van a pagar con su trabajo.
Nadie se las va a regalar. Montero e
Iglesias son trabajadores ejemplares, son sacrificados y entregan toda su alma
a la causa del bien general, no son vividores, no viven del trabajo ajeno. ¿El
hecho de que vivan en una vivienda de 600.000 euros implica que pierdan
sensibilidad con la causa de los ciudadanos más desfavorecidos? Pues no, y lo
demuestran con creces. Además, no es solo un problema de sensibilidad, es más y
fundamentalmente un problema de conciencia.
Y Montero e Iglesias son personas plenamente conscientes de las causas sociales
que defienden. Eso no se puede cuestionar. Cuando Podemos a través de sus
líderes más destacados han criticado a “la casta” y a “las élites” –categorías
sociológicas que yo no comparto– se refieren justamente a aquellas personas que
están en la cúspide del poder económico y del poder político y que gracias a su
quehacer permiten que haya personas inmensamente ricas y mayorías que viven del
salario base. Así que, y de acuerdo con ese contenido conceptual, Irene
Monteros y Pablo Iglesias no representan a la casta ni son élites.
Creo que este asunto
desagradable en el que se han visto implicado Irene Montero y Pablo Iglesias
debe ser aprovechado para llevar a cabo una lucha ideológica contra el
socialismo reaccionario. Creo igualmente
que se ha visto socavada de forma espuria, por la labor de los medios de
comunicación y por ciertos líderes de las propias filas de Podemos, la dignidad y la honradez de esos dos destacados líderes
de la izquierda. Creo, por último, que algunos políticos y periodistas deberían
pedirles disculpas. Ellos tienen derecho a su vida privada y darle el rumbo que
libremente decidan y no esperar el beneplácito moral de nadie, incluido los
inscritos de Podemos. Por eso me ha
parecido un error político de bulto que los inscritos de Podemos decidan si se les retira la confianza en sus cargos
orgánicos por una decisión que afecta a su vida privada. Irene Montero y Pablo
Iglesias se deben a Podemos, pero no
por entero. Hay un ámbito de su vida, la personal y privada, que nadie,
absolutamente nadie, tiene derecho a inmiscuirse. Ellos también necesitan
sentirse libres y decidir en ese ámbito lo que quieren y lo que no quieren. Si
ese ámbito de libertad no se les permitiera, entonces ellos serían esclavos de Podemos, y nos vendrían los recuerdos de
la experiencia fascista que dominaba la vida y el quehacer de los antiguos PCUS
y PCCh.
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