ABP
16-05-2018
Hasta que me reuní con Timochenko en mi último
viaje a Cuba, previo al sorpresivo anuncio del mal llamado Acuerdo de Paz de la
Habana, firmado el 26 de septiembre del 2016, no sospechaba que al interior de
las FARC-EP predominaba una corriente que aceptaría una Pax claudicante.
Previo a ese momento no conocía a ese personaje, ni
su entorno, ni el significado real de su ascenso a la jefatura de las FARC
después de la captura y asesinato del comandante Alfonso Cano.
Mis interlocutores a lo largo de las relaciones
entre nuestras organizaciones revolucionarias habían sido principalmente los
comandantes Manuel Marulanda, Jorge Briceño (Mono Jojoy), Raúl Reyes, Ricardo
Téllez (Rodrigo Granda), Joaquín Gómez, Lucía, Jesús Santrich, Iván Márquez y
otros.
Con Iván Márquez y Jesús Santrich sostuve incontables
conversaciones y forjé una intensa camaradería y una gran amistad. Visité
clandestinamente en muchas ocasiones sus campamentos móviles, como también en
dos oportunidades pasé sendas semanas con comandante Raúl Reyes.
De todos ellos siempre recibí claridad de
propósitos y expresiones de firmeza, en nada compatibles con el desarme y la
desmovilización unilateral de las FARC, la aceptación pura y simple de la
precaria legalidad ofrecida por un Estado Terrorista, la permanencia del
paramilitarismo criminal y de la intervención militar de EEUU con sus 7 bases
militares y la renuncia a una Asamblea Constituyente que ofreciera la
posibilidad de refundar al Estado colombiano y democratizar la sociedad.
Primeras
señales de la claudicación: intercambio con Timochenko
Sin embargo, en el referido intercambio con
Timochenko en Cuba (28 de octubre 2015), que duró casi dos horas, aprecié de su
parte una marcada tendencia a aceptar un acuerdo sin esas garantías, sin esos
“seguros de vida y existencia” bien merecidos; algo que me llenó de
preocupaciones y traté de contrarrestar en el acto sin resultados favorables.
Sospeché y confirmé que tras la aparente férrea
unidad de las FARC-EP se desarrollaban contradicciones de consecuencias impredecibles.
Y a menos de un año de pensarlo y constatarlo, se precipitó ese acuerdo de
cúpulas con la aceptación por el Secretariado de esa organización
político-militar de una especie de Pax chueca, aupada por una tendencia
claudicante que ha metido a sus combatientes desmovilizados y a sus activistas
y líderes sociales en un gran trampa mortal.
Mi reacción crítica de ese desenlace indeseable
-perjudicial para la insurgencia y el pueblo colombiano, para Venezuela
bolivariana asediada por EEUU y las mafias derechistas, y para América Latina y
el Caribe sometida a una feroz contraofensiva imperialista- es bien conocida:
rechacé ese paso y señalé en múltiples formas y oportunidades, con toda
responsabilidad, que no era cierto que en Colombia se iniciaba un real proceso
de paz, sino más bien la rendición de la dirección hegemónica de su principal
fuerza insurgente, que se traduciría en dispersión y pérdida de influencia del
conjunto, en nuevos programas criminales contra sus cuadros más consecuentes, y
en situaciones parecidas a las que se vivieron cuando la salida legal de la
Unión Patriótica, víctima de 4000 asesinatos.
Clamé por qué no se entregaran las armas dejando
intacta la maquinaria de guerra y todo el aparato criminal y para-estatal del
régimen opresor y EEUU, emplazado en territorio colombiano.
Clamé por qué no se abandonara la demanda de la
Asamblea Constituyente Soberana, los reclamos de cambios estructurales, el
rescate de la soberanía y la constitucionalización de los acuerdos.
Apelé al pensamiento del Comandante Manuel
Marulanda, siempre opuesto a disolver en una mesa de negociación el ejército
popular fariano forjado a base enormes sacrificios e intrépidas hazañas.
No lo hice por joder.
No lo hice apegado a un simple radicalismo verbal.
Tampoco por la indignación que me causaba la “orden
de captura del Estado colombiano” y la pérfida “ficha azul de la Interpol-CIA”
que todavía pesan en mi contra.
En mi accionar político no priman las reacciones
y/o intereses personales, sino principios.
Asumimos la solidaridad y alianza estratégica con
las FARC-EP a plena conciencia de los riesgos, como lo hice con el FMLN de El
Salvador, la URNG de Guatemala y el FRENTE SANDINISTA de Nicaragua, entre otros
casos; a plena conciencia de que el tema FARC era más peligroso que los
anteriores.
Por respuesta oficial recibí un ataque despiadado y
mentiroso del entorno de Timochenko, especialmente de uno de sus principales
asesores, un tal Gabriel Angel, el mismo que ahora le exige al comandante
Santrich, vilmente calumniado que “pruebe su inocencia”; mientras Rodrigo
Londoño (Timochenko) guardaba silencio frente a su injusta prisión y su
eventual extradición a EEUU.
Súper-diligentes ante el apresamiento y la
acusación de corrupción a Lula, pese a sus evidentes complicidades con la
corruptela de Odebrecht; y negligentes en extremo ante la agresión ominosa a
uno de sus más dignos compañeros de armas.
La
decorosa rebeldía de Santricht explica esa represalia y el inicio del corte
criminal en las alturas
En esa ocasión, a manera de “reacción no oficial”,
recibí una llamada telefónica del camarada Santrich desde la Habana,
expresándome respeto y solidaridad y asegurándome que lucharía contra quienes
pretendían disolver lo que tanta sangre y sacrificios había costado.
Consideraciones sobre la gravedad de ese viraje
oportunista de la dirección hegemónica de FARC-EP fueron sustentadas
posteriormente por el propio Santrich, así como su rebeldía unilateral en
ocasión huelga de hambre por el incumplimiento de lo relacionado con la liberación
de los presos de guerra de las FARC.
El ELN, por demás, ha dado constancia pública de la
sabia advertencia de Santrich para que esa organización no cometa el grave
error del Secretariado fariano en materia de gestión de paz.
Desde entonces me embargó una gran preocupación por
la vida de ese valioso camarada en medio de la frágil legalidad establecida,
como la que ahora me embarga por las amenazas que se ciernen contra Iván
Márquez y contra todos/as aquellos/as capaces de reaccionar contestariamente
frente a la trampa tendida, cada vez más evidente; que ha sido posible de
instrumentar no solo por la perversidad de Santos, Uribe, CÍA, Mossad y
comparsa, sino también por las traiciones internas y/o abandono definitivo del
compromiso revolucionario de importantes dirigentes de la insurgencia.
En lo más íntimo de mí ser, no quería tener razón
en lo que se derivaría de esa claudicación. Pero los hechos no dan lugar a
equívocos, mientras las traiciones se evidencian y hieden.
Balance
trágico
La comisión fiscalizadora de la ONU ha declarado
que el vulnerable acuerdo pactado, violado en alto grado por el Estado y el
poder oligárquico colombiano y EEUU, solo se ha cumplido en un 18%.
Desde la firma de los “acuerdos de paz” han
aumentado los asesinatos y las agresiones a líderes sociales y defensores de
derechos humanos.
Más de 60 guerrilleros de las FARC-EP han sido
asesinados por el ejército y fuerzas paramilitares.
El resultado de un estudio conjunto del Instituto
de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional
(Iepri), el Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), el Instituto
de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) y la Comisión Colombiana de
Juristas (CCJ), titulado ‘Panorama de violaciones al derecho a la vida, libertad
e integridad de líderes sociales y defensores de derechos humanos en 2016 y
primer semestre del 2017’, da cuenta de que el año pasado hubo en total de 98
homicidios y 3 desapariciones forzadas de luchadores y luchadoras
pertenecientes a Marcha Patriótica y dirigentes y activistas de los movimientos
sociales en lucha.
En este 2018 se han incrementado los crímenes
políticos y se ha estimado que desde la firma de los acuerdos a la fecha las
víctimas del terrorismo de Estado sobrepasan el número de 200.
Y recientemente, con el apresamiento y la acusación
mendaz contra el comandante Jesús Santrich, se ha iniciado la retaliación
contra las principales figuras de las FARC-EP criminalizada por EEUU y el
Gobierno colombiano, muy especialmente contra aquellos/as que no entienden la
paz como renegación o traición.
Influyentes medios de presa estadounidenses y
colombianos lucen estar preparando procesos similares contra los/as dirigentes
calificados de “radicales” y, entre ellos se destacan los señalamientos contra
Iván Márquez derivados del expediente que se le está fabricando a Santrich.
Sería tonto no pensar que los asesinatos, las
extradiciones y otras diabluras del régimen no se extenderán y no se emplearán
contra todos/as los/as que no han traicionado o renegado de sus ideas
originales.
El espacio “legal” concedido a las FARC es una
encerrona que actúa además, generando justas desconfianzas, dispersando sus
fuerzas, reduciendo su influencia y condenándola a la marginalidad electoral
como lo evidenciaron los recientes comicios.
Es, además, un espacio de alto riesgo para la
existencia libre y la vida misma de quienes no abandonen las ideas
revolucionarias.
En ese contexto, con ese cuadro dramático y esas
amenazas por delante, persistir en respectar esa paz signada por la
claudicación, raya en la traición, no solo a lo que por más de medio siglo
representó la FARC de Manuel Marulanda, sino a todo el movimiento
revolucionario colombiano.
Es obvio -y significativas deserciones iniciales
frente al viraje derechoso, junto a la reciente actitud de rebeldía del
comandante Hernán Darío Velásquez Saldarriaga (alias "El paisa",
“Oscar Montero” o “El paisa Oscar”, comandante guerrillero de la FARC y
jefe de la Columna Móvil Teófilo Forero, la que fuera una de las unidades más
eficaces), confirman la tendencia de no pocos efectivos de la insurgencia
fariana a resistirse a la desmovilización y al desarme unilateral en tales
condiciones; mientras otros/as se podrían poner a buen reguardo y deben estar
pensado en salir de la encerrona.
Por su parte para el ELN esta ha sido una gran y
oportuna lección que le permite, como en efecto lo ha estado haciendo, mirarse
en ese espejo para no aceptar una Pax claudicante.
No es que esa paz está en peligro como dice la alta
jerarquía de la Iglesia Católica y ciertos políticos sensatos, es que ella no
existe.
Ese proceso y ese acuerdo de PAX fracasaron y por
esa ilusión inducida se está pagando un alto precio que hay que detener y
revertir.
¿Cómo?
A las fuerzas que protagonizaron esa insurgencia
heroica, por el momento sensiblemente diezmada y dislocada, y a todo el
movimiento anti-imperialista y anticapitalista colombiano, les corresponde
buscar formas y vías para hacerlo hasta lograr la recomposición y relanzamiento
en grande de las luchas transformadoras.
¡Ojalá logren evitar ser masacrados, arrinconados y
dispersados en mayor escala por las bestias al servicio de Santos, Uribe, el
Pentágono, la CÍA y Trump!
¡Ojala!
El pueblo colombiano y Nuestra América se lo
agradecerán.
Fuente original: http://abpnoticias.org/index.php/campna-especial/4596-colombia-pax-claudicante-con-senales-de-traicion
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