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Escribe: Milcíades Ruiz
En el debate parlamentario sobre la supervisión de
las cooperativas de ahorro y crédito, la izquierda no suena ni truena. Que se
sepa, ninguna de las dos bancadas tiene una posición tomada al respecto, ni
sobre el sector cooperativo de nuestro país ni sobre economía solidaria.
Difícil imaginar a un izquierdista ignorante de las luchas de nuestro pueblo
por alternativas distintas al capitalismo individualista. Solo los
izquierdistas de pura pose, ignoran la historia del cooperativismo peruano, de
las entidades comunitarias, de las empresas comunales y de las empresas de
propiedad social. Pero en la historia de las revoluciones socialistas las
granjas comunitarias, cooperativas y otras formas asociativas no estatales, han
estado presentes como formas de mayor pureza socialista.
En el mercado financiero compiten por captar el
dinero de ahorristas, los grandes bancos y financieras de los grupos de poder.
Pero también, las cajas municipales, las cajas rurales y urbanas, mutuales,
entidades de microfinanzas y, cooperativas de ahorro y crédito. Pero mientras
las sociedades anónimas utilizan sus bancos y financieras como negocio
lucrativo como propósito principal, para las cooperativas lo principal es la
ayuda mutua. En términos generales, los bancos utilizan los ahorros de los
oprimidos para financiar los proyectos de negocios de sus opresores. A los
primeros le pagan bajos intereses descontando los gastos de mantenimiento y
otros administrativos y a los segundos le cobran altos intereses y comisiones
adicionales por riesgo, etc.
En una cooperativa en cambio, los ahorristas son
los dueños de la empresa y si necesitan crédito para emprender un negocio se
prestan a sí mismos. Si tiene ahorrado mil soles podría solicitar un préstamo
de cuatro mil y así sucesivamente cuanto más tenga ahorrado podrá solicitar
hasta un múltiplo proporcional. Al final de año, las utilidades obtenidas son
de beneficio comunitario. Muchos vendedores ambulantes son socios de cooperativas
en las que ahorran y solicitan créditos para mercadería, especialmente en las
campañas navideñas, campañas escolares, ferias y otras oportunidades. Con la
cooperativa sostienen a la familia y por ello, devuelven con puntualidad para
tener buena calificación.
Pero lo que sucede con los pequeños ambulantes se
multiplica cuando los cooperativistas son de mayor poder económico y entonces
la cooperativa adquiere una potencialidad inmensa. Millones de migrantes en
Lima, incluido analfabetos, tienen casa propia por su cultura ancestral de
asociarse cooperativamente, lo que no sería posible individualmente. Así se han
fundado miles de urbanizaciones. Pero igualmente podemos encontrar cooperativas
en el sector educación, pesca, agricultura, minería, agricultura, servicios,
etc. A diferencia de las sociedades anónimas donde cada miembro vale por el
dinero que posee en acciones de capital, en la cooperativa hay igualdad de
derechos, cada socio un voto y la administración es democrática, siendo la
asamblea general la que tiene el máximo poder.
En nuestro país, las cooperativas han sido muy
maltratadas políticamente. Derrocado el gobierno de Velasco que las expandió,
la rencilla pudo más que la racionalidad y fue destruido todo el sector
asociativo creado por la Reforma Agraria. El neoliberalismo fujimorista acabó
con las cooperativas agroindustriales azucareras que se resistían a perecer. Se
las obligó a transformarse en sociedades anónimas con el fin de facilitar su
recaptura por la empresa privada de capital individual. La empresa Gloria S.A.,
compró las acciones que poseían los trabajadores cooperativistas a precios
irrisorios y se adueñó de Casa Grande, Chiclín, Cartavio, Chiquitoy y otras
cooperativas colindantes convirtiéndose en un latifundio agroindustrial más
extenso como jamás hubo en la historia del Perú.
Aún los trabajadores de Andahuasi, Tumán y Pucalá
luchan por mantenerse unidos sin tener la solidaridad de quienes dicen estar al
lado de los trabajadores. Por eso pienso que para la izquierda es un deber
apoyar a las empresas cooperativas, que son las más afines a nuestra ideología
en nuestro medio. La derecha odia las sociedades comunitarias y prefieren
apoyar a las pequeñas y medianas empresas de capital individual jugando con la
ilusión de ser ricos a costa de los demás. Las cooperativas no son de su
simpatía y las marginan como hacen los partidos políticos ignorándolas en sus
planes de gobierno.
Hemos tenido en el Perú, la cooperativa más grande
de Sudamérica, un banco cooperativo y una gran central de crédito cooperativo
como banca de segundo piso. Todo lo hemos perdido por políticas de Estado
adversas a la economía solidaria. La quiebra de los más grandes conglomerados
cooperativos en el Perú nos ha dejado muchas lecciones. Por eso es importante la
intervención de la superintendencia de Banca y Seguros para dar seguridad a los
ahorristas de las cooperativas de ahorro y crédito evitando a tiempo los malos
manejos que pudieran surgir. Pero que esta necesidad perentoria no debería ser
aprovechada para imponerles castigos a estas cooperativas que les impida su
desarrollo. Igualdad de condiciones y de oportunidades con todas las empresas
del rubro. O mejor todavía, políticas de fomento para las zonas de pobreza.
Cuando el capitalismo individualista nos impide
desarrollarnos y no disponemos de un marco socialista, entonces el
cooperativismo es una alternativa para la población de bajos ingresos. Aun así,
los socios son propietarios de los medios de producción y de la plusvalía que
ellos generan. En los países desarrollados las cooperativas han alcanzado un
alto poder económico y a nivel mundial existen a la fecha unas 1500
cooperativas que por sí solas facturan por más de 100 millones de dólares
anuales cada una, según reporte institucional de la Alianza Cooperativa
Internacional. Las 300 cooperativas y mutuales más importantes facturan más de
2,16 billones de dólares. El 30% de estas son agrarias. (Fuente: https://www.aciamericas.coop)
En un año electoral en el que se necesita apoyo de
las organizaciones populares, resulta importante enarbolar las banderas de la
asociatividad comunitaria en los planes de gobierno regional, provincial y
distrital. Las municipalidades deben fomentar la ayuda mutua entre vecinos y
lugareños. El empresariado cooperativo puede ser la base de desarrollo en las
zonas de pobreza donde el inversionista especulador no llega. El dinero
generado en la localidad, en el valle o en la región no debe ir a potenciar a
nuestros depredadores. Debe quedarse en nuestra zona para empoderar la economía
local. Salvo mejor parecer.
Mayo 2018
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
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