01/05/2018 | Michael Lowy
“Peuchet: vom Selbstmord” [Peuchet: acerca del
suicidio], publicado en el periódico Gesellschaftsspiegel [Espejo de la
sociedad], vol. 2/VII, enero de 1846, es un documento bastante inhabitual entre
los escritos de Marx. Se distingue desde varios pespectivas de sus otros
trabajos:
– La mayor parte del texto no ha sido escrita por
el propio Marx, sino que está compuesta de extractos –traducidos del francés al
alemán– de otro autor. Marx tenía el hábito de llenar cuadernos de notas con
tales extractos, pero jamás los ha publicado.
– El autor elegido no es ni un economista, ni un
historiador, ni un filósofo, ni siquiera un socialista, ¡sino un ex jefe de los
archivos de la policía francesa durante la Restauración!
– La obra en cuestión no es un trabajo científico,
sino una colección laxa de “sucesos de vida”, anécdotas, pequeñas historias,
seguida por algunos comentarios.
– El tema del artículo no pertenece a lo que se
considera generalmente relevante para la economía o la política, sino más bien
a la vida privada: el suicidio.
– La principal cuestión social examinada en el
artículo –en relación con el suicidio– es la opresión de las mujeres en las
sociedades modernas.
Cada uno de sus rasgos es inhabitual en la
bibliografía de Marx, pero su articulación en este texto es única 1/.
Considerando la naturaleza del artículo –extractos
traducidos al alemán del texto de Peuchet Du suicide et ses causes
[Acerca del suicidio y sus causas] (un capítulo de sus Memorias
publicadas en 1838)–, ¿en qué medida puede ser considerado perteneciente a los
escritos de Karl Marx? De hecho, él ha dejado su marca sobre el documento de
varias formas: por la introducción, por los comentarios con los cuales ha
aderezado el texto, y por las modificaciones introducidas por la traducción.
Pero la razón principal por la cual este artículo puede ser considerado como la
expresión de las ideas del propio Marx es que él no introduce distinción alguna
entre esos comentarios propios y los extractos de Peuchet, de modo que el
conjunto del documento aparece como un escrito homogéneo, firmado por Karl
Marx.
La primera pregunta que se debe plantear es, bien
entendida, ¿por qué Marx ha elegido a Peuchet? ¿Qué es lo que tanto le
interesaba en ese texto?
Me temo que no puedo compartir la hipótesis
sugerida por Philippe Bourrinet, el editor de una versión francesa del artículo
de 1992; hipótesis retomada independientemente por Kevin Anderson en su
introducción –por lo demás excelente– a la edición inglesa: el documento sería
una crítica velada a los editores del periódico alemán Gesellschaftsspiegel,
como Moses Hess, adeptos del “socialismo verdadero” alemán 2/.
De hecho, no hay una sola palabra en el artículo que pueda sugerir una tal
conclusión. Es verdad que Marx proclama la superioridad de los pensadores
sociales franceses, pero no los compara con los socialistas alemanes, sino con
los ingleses. Por otro lado, Engels –el otro editor del Gesellschaftsspiegel–
y Marx mantenían excelentes relaciones con Moses Hess durante esos años
–1844-46–, a tal punto que lo invitaron a participar de la redacción de su
polémica común contra el idealismo neohegeliano, La ideología alemana.
Una parte de la explicación es sugerida por el
propio Marx en su introducción a los extractos: el valor de la crítica social
francesa contra las condiciones de vida modernas y, en particular, contra las
relaciones existentes en los dominios de la propiedad y de la familia –en una
palabra, la vida privada (Privatleben)–. Para utilizar una expresión
moderna, una crítica social fundada en la comprensión de que lo privado es
político. Marx está particularmente interesado en una crítica tal cuando
esta se expresa en forma literaria o semiliteraria: novelas y memorias (Memoirenliteratur).
Su entusiasmo por Balzac es muy conocido, así como su afirmación de que con sus
novelas ha aprendido más sobre la sociedad burguesa que con centenares de
tratados de economía. Sin duda, Peuchet no es Balzac, pero sus memorias tenían
una suerte de cualidad literaria: baste con recordar que una de sus historias
ha inspirado el célebre Conde de Montecristo de Alexandre Dumas (cf.
Marx, “Peuchet vom Selbstmord” en: Anderson/Pleut, 1992: 77 y s.).
El interés de Marx por el capítulo de Peuchet no se
deriva de una fascinación “inconsciente” por el suicidio –no puedo compartir
esta hipótesis del otro prologuista de la edición inglesa, Eric Plaut, que
carece de una base fáctica verdadera–, sino antes bien su interés bien conocido
por la crítica social radical de la sociedad burguesa como forma de vida
“no natural” (Unnatur: término que emplea el propio Marx en la
introducción) 3/.
El suicidio, tanto para Marx como para Peuchet, es
significativo sobre todo como síntoma de una sociedad enferma, que necesita una
transformación radical. La sociedad moderna es, escribe Peuchet citando a Rousseau,
“un desierto poblado de bestias feroces”. Cada individuo es aislado de los
demás, y “encuentra la soledad más profunda en el seno de varios millones de
almas”, en una suerte de soledad de masas. Las personas se vuelven mutuamente
extranjeras y hostiles: en esta sociedad de lucha y competencia despiadadas, la
única elección que le queda al individuo es convertirse en víctima o verdugo.
Ese es, entonces, el contexto social que explica la desesperación y el
suicidio. La clasificación de las causas del suicidio es una clasificación de
los vicios de la sociedad burguesa moderna; vicios que no pueden ser suprimidos
sin una transformación íntegra de las estructuras económicas y sociales (aquí
es Marx quien habla).
Esta suerte de crítica social y ética es evidentemente
de inspiración romántica. La simpatía de Peuchet por el Romanticismo está
documentada no solo por sus referencias a Rousseau, sino también por su crítica
feroz del “torpe burgués que pone su alma en el tráfico y a su Dios en el
comercio” y que no tiene más que desprecio por las pobres víctimas del suicidio
y los poemas románticos de la desesperación que dejan como herencia.
Recordemos que el Romanticismo no es solo una
escuela literaria, sino también –como el propio Marx lo ha sugerido a menudo–
una protesta cultural contra la civilización capitalista moderna en nombre de
un pasado idealizado. El joven Marx tenía mucha admiración por las críticas
románticas de la sociedad burguesa –escritores como Balzac o Dickens,
pensadores políticos como Carlyle, economistas como Sismondi– y no ha dudado en
incorporar algunas de sus intuiciones en sus propios escritos.
La mayor parte de los autores, como Peuchet, no son
socialistas. Pero, como lo subraya Marx en su introducción, no es necesario ser
socialista para criticar las condiciones sociales existentes. Tropos románticos
como los que están presentes en los extractos de Peuchet –el carácter inhumano
y bestial de la sociedad burguesa, el egoísmo y la avidez sin alma de los
burgueses– están a menudo presentes en los escritos del joven Marx; pero aquí,
en este texto, asumen un carácter inhabitual.
Mientras menciona los estragos económicos del
capitalismo para explicar muchos suicidios –bajos salarios, desocupación,
miseria–, Peuchet insiste más bien sobre las formas de injusticia social que no
son directamente económicas y que afectan la vida privada de individuos no
proletarios.
¿Se tratará del punto de vista de Peuchet y no del
de Marx? ¡De ningún modo! Marx mismo, en su introducción, se refiere
sarcásticamente a los filántropos burgueses que piensan –como el Dr. Pangloss
de Voltaire– que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que proponen dar
un poco de pan a los trabajadores “como si solamente los trabajadores sufrieran
de las condiciones sociales presentes”.
En otras palabras: para Marx/Peuchet, la crítica de
la sociedad burguesa no puede limitarse a la cuestión de la explotación
económica, incluso si esta es muy importante. Debe asumir un carácter social y
ético amplio, incluyendo todos los múltiples y profundos aspectos siniestros
del orden establecido. El carácter inhumano de la sociedad capitalista lesiona
a individuos de diversos orígenes sociales.
¿Cuáles son entonces esas víctimas no proletarias,
llevadas a la desesperación y al suicidio por la sociedad burguesa? Arribamos
aquí al aspecto más interesante del artículo. Hay una categoría social que
ocupa un lugar central tanto en los extractos como en los comentarios de Marx: las
mujeres.
Este artículo es, de hecho, una de las condenas
más poderosas de la opresión de las mujeres jamás publicadas bajo la firma
de Marx. Tres de los cuatro casos de suicidio conciernen a mujeres, víctimas
del patriarcado o, en palabras de Peuchet/Marx, la tiranía familiar, una
forma de poder arbitrario que no ha sido derribada por la Revolución Francesa.
Dos de ellas son mujeres “burguesas” y la tercera, más bien de origen popular
(hija de un sastre). Pero su destino ha sido determinado por su género más bien
que por su clase.
El primer caso, una muchacha llevada al suicidio
por sus padres, ilustra la brutal autoridad patriarcal del pater (y de
la mater) familias, violentamente denunciada por Marx en su
comentario, como la cobarde venganza de individuos forzados a la sumisión en la
sociedad burguesa, contra aquellos más débiles que ellos mismos.
El segundo ejemplo –una muchacha de Martinica
encerrada puertas adentro por su marido hasta que ella se suicida– es por lejos
el más importante, tanto por su extensión como por los comentarios apasionados
de Marx. Este caso le parece paradigmático del poder patriarcal absoluto de los
hombres sobre sus esposas y de su actitud de poseedores celosos de una
propiedad privada. En las notas indignadas de Marx, el marido tiránico es
comparado a un amo de esclavos. Gracias a las condiciones sociales que ignoran
el amor verdadero y libre, y gracias a la naturaleza patriarcal tanto del
Código Civil como de las leyes de propiedad, el opresor varón ha podido tratar
a su mujer como un avaro trata a su caja fuerte cerrada bajo siete sellos: como
una cosa, un objeto, una “parte de su inventario”. La cosificación capitalista
y la dominación patriarcal son asociadas por Marx en esta radical acusación de
las relaciones familiares en la sociedad burguesa moderna.
El tercer caso concierne a una cuestión que se
convertirá en una de las principales banderas del movimiento feminista después
de 1968: el derecho al aborto. Se trata de una muchacha soltera que quedó
embarazada, contra las reglas sagradas de la familia patriarcal, y que fue
empujada al suicidio por la hipocresía social, por el orden moral reaccionario
y por las leyes burguesas que prohíben la interrupción voluntaria del embarazo.
En su tratamiento de esos tres estudios de casos,
el ensayo de Marx-Peuchet –es decir, tanto los extractos seleccionados como los
comentarios del traductor, inseparablemente (porque no separados por Marx)–
constituye una protesta apasionada contra el patriarcado, la esclavización de
la mujeres –comprendidas aquí las “burguesas”– y la naturaleza opresiva de la
familia burguesa. Hay pocos equivalentes en los escritos posteriores de Marx 4/.
A pesar de sus límites evidentes, este pequeño
artículo olvidado de Marx es una preciosa contribución a una comprensión más
rica de las infamias de la sociedad burguesa moderna, de los sufrimientos que
su estructura familiar inflige a las mujeres y del fin emancipador amplio y
universal del socialismo.
1/03/2002
Michael Löwy es Director de Investigación en Sociología en el
CNRS (Centro Nacional para la Investigación Científica) y fue Profesor invitado
en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, ambos en París. Coautor,
junto con Robert Sayre, de Rebelión y Melancolía, el romanticismo
contracorriente de la modernidad (Nueva visión, 2008).
Sus obras han sido publicadas en 24 idiomas. Entre sus libros más recientes se encuentran Redención y utopía. El judaísmo libertario en Europa central (1988); Rebelión y melancolía. El romanticismo como contracorriente de la modernidad (1992); Walter Benjamin: aviso de incendio (2001); Kafka, soñador insumiso (2004); Sociologías y religión. Aproximaciones insólitas (2009); Ediciones Herramienta y El Colectivo publicaron, en 2010, su libro La teoría de la revolución en el joven Marx y en 2011, Ecosocialismo, la alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista. Es miembro del Consejo Asesor de la Revista Herramienta, donde ha realizado numerosas contribuciones. Está por aparecer por primera vez en castellano, en Ediciones Herramienta, su libro, escrito en colaboración con Olivier Besancenot, Afinidades revolucionarias.
Bibliografía
Anderson, Kevin / Plaut, Eric (eds.), Marx on
suicide. Evanston: Northwestern University, 1999.
Bourrinet, Philippe, “Présentation”. En: Marx, Karl
/ Peuchet, Jacques, A propos du suicide. Castelnau-Le-Lez: Editions
Climats, 1992, pp. 9-27.
Sayre, Robert, Solitude in Society. A
sociological study of French literature. Harvard: Harvard University Press,
1978.
“Un Marx inhabituel”. Traducción del francés:
Miguel Vedda para Herramienta.
Notas:
1/ Algunas –pero no todas– de esas particularidades
han sido constatadas en las introducciones de Kevin Anderson y Eric Plaut
(1999) a la traducción inglesa del artículo.
4/ Mencionemos de todos modos su artículo de 1858
sobre Lady Bulwer-Lytton, encerrada en un asilo por su marido Tory y
patriarcal.
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