01-06-2018
Según
todos los indicios públicos disponibles Andrés Manuel López Obrador ganará las
elecciones del próximo 1 de julio. Pero eso no quiere decir que se convierta en
Presidente de la República. Vencer en los comicios es condición necesaria pero
no suficiente. El establishment tiene infinitos recursos para torcer la
voluntad ciudadana.
Sobre
esta posibilidad existe mucha y muy dolorosa experiencia. A Cuauhtémoc Cárdenas
le fue robada la elección presidencial de 1988. Y lo mismo le pasó al propio
López Obrador en los comicios presidenciales de 2006 y 2012.
En ambos
casos se trató de fraudes electorales descarados, de evidentes imposiciones.
Pero los recursos del llamado sistema político mexicano no se agotan en el
fraude electoral simple y llano. También acude a la millonaria compra de votos,
al sufragio de los muertos, a la propaganda negra, a las campañas de miedo y
odio, a la calumnia, a las llamadas telefónicas anónimas y, como ahora mismo, a
un mes de las elecciones lo estamos viendo y sufriendo, al asesinato de los
candidatos incómodos.
Para
torcer la voluntad popular el establishment tiene todos los
instrumentos: la autoridad electoral, el presupuesto público, el sistema de
tribunales, tanto los electorales como todos los demás, cual lo estamos
observando en el caso de Nestora Salgado. Y tiene igualmente a su disposición a
las fuerzas represivas: policías, ejército y bandas paramilitares.
También
tiene a su disposición las inmensas fortunas de la oligarquía, la cual no ha
disimulado su toma de posición contra López Obrador y en favor de la dupla
pripanista, como lo estamos viendo ahora mismo en las descaradas actuaciones de
los capitalistas Larrea y Bailleres y de poderosas empresas.
Y ahí
están los grandes medios de comunicación, los que en general, no han ocultado
su preferencia por los dos candidatos, Meade y Anaya, de la oligarquía, y en
contra de López Obrador. En esta toma de postura han mostrado enorme y rabiosa
beligerancia la radio y la televisión.
Habrá
quienes digan que en las últimas semanas radio y televisión han moderado su
fobia anti-López Obrador. Pero eso no quita el efecto que su parcial
participación en política electoral, signada por la desinformación, el
ocultamiento, la tergiversación y las calumnias, ya ha conseguido en algunos
sectores sociales y en muchos ciudadanos.
No debe
olvidarse, además, que la campaña anti-López Obrador de radio, televisión y
algunos importantes medios impresos se ha dado ya en dos tiempos. El primero,
en los largos años en los que el tabasqueño ha sido aspirante presidencial y,
el segundo, durante la precampaña y la campaña electorales.
Hay, sin
embargo, un tercer tiempo. Esos medios del establishment, como lo demuestra la
historia reciente, juegan un papel fundamental en el ocultamiento, disfraz,
racionalización y justificación del fraude. Su tarea es convencer a la sociedad
de que no hubo fraude. Esto ya lo vimos en los procesos electorales de 1988,
2006 y 2012.
En la
historia del último siglo nunca en México un candidato se ha convertido en
presidente sin la voluntad del primer mandatario en turno. ¿Tendrá ya López
Obrador esa voluntad omnímoda en su favor? Recuérdese que la experiencia de más
de un siglo enseña que las puertas de Los Pinos se abren desde adentro.
Blog del
autor: www.economiaypoliticahoy.wordpress.com
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