Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez en 0:41
sábado, 23 de junio de 2018
En la
percepción se nos presenta la situación objetiva en toda su plenitud, con todos
sus escorzos y todos sus detalles. Pero la percepción donde todo se da de forma
simultánea es una sucesión de percepciones. Cuando Edmund Husserl en sus Investigaciones
Lógicas, dándole expresión a su percepción, dice “un mirlo echó a
volar”, es obvio que esto es posible solo concibiendo la percepción como una
sucesión de percepciones, concibiendo la percepción no como una fotografía sino
como un vídeo. Luego la percepción también está determinada temporalmente y
refleja el carácter sucesivo de los acontecimientos. Toda historia es una
sucesión de acontecimientos.
Pero hay
más. Cuando le damos expresión verbal a la percepción, todo cambia. En la
expresión verbal no está todo lo que hay en la percepción y hay cosas que no
están en la percepción. Así que la representación, por una parte, resta cosas a
la percepción, y por la otra, las añade. Si bien en la percepción todo se da en
su plenitud, en la significación, en la expresión verbal, todo empieza con un
absoluto vacío, puesto que la significación es un fenómeno temporal.
Dos clases
de representación
Hay dos
clases de representación: una, la representación que proviene de la percepción
y a la que llamaré representación perceptiva, y dos, la representación que es
solicitada por la significación (por el lenguaje) y a la que llamaré
representación significativa. Una fotografía, una pintura basada en la
percepción y cuando recordamos lo que hemos visto son ejemplos de representación
perceptiva. Si atendemos al número de referencias reflejadas, diremos que la
fotografía es la representación que mayor número de referencias refleja,
después le sigue la pintura y por último se encuentran los
recuerdos.
Con
respecto a la representación significativa diremos que la representación no es
creada por la significación, sino que es solicitada por la significación. No
obstante, lo solicitado, qué debemos representarnos, sí es obra de la
significación. Por ejemplo, hay una pieza musical de Tom Jobim donde se dice:
“Para qué tanto cielo, para qué tanto mar, para qué sirve esa ola que se
quiebra por el viento en la tarde…”. Cuando leemos este texto, nos
representamos lo que el autor nos está diciendo: el cielo, el mar, la ola
quebrada, el viento y la tarde. Cada lector tendrá una representación distinta
de cada uno de esos entes, pero siempre serán esos entes. La variación en la
representación no puede afectar a la esencia de los entes representados. A este
respecto Edmund Husserl decía que la significación es una y la misma, mientras
que las representaciones pueden ser muchas y distintas. Pero yo añado que las
diferencias en la representación no afectarán nunca a la esencia de los entes
representados. Así las olas puede haberlas de muchas clases y, en consecuencia,
las representaciones serán variadas, pero siempre serán olas.
Un ejemplo
ilustrativo de representación significativa
Pongamos un
ejemplo para ilustrar algunos contenidos conceptuales de la representación
significativa o cómo se generan las representaciones a partir de las
significaciones. Les transcribo un pequeño extracto de Sueño en el
Pabellón rojo de Cao Xueqin, una de las joyas de la literatura
universal: “La tercera hermana se recogió el pelo en un moño. Su chaqueta
escarlata, entreabierta, dejaba ver su corpiño de color verde puerro y su piel
blanca como la nieve. Llevaba pantalones verdes y pantuflas rojas…A la luz de
la lámpara sus cejas de sauce se curvaban provocativas, sus fragantes labios
rojos como el cinabrio y sus ojos, destellando como estanques otoñales,
relumbraban todavía más seductores con el vino”.
Antes de
que se inicie el texto nuestra representación cubre un espacio vacío donde nada
de momento ha ocurrido. Y cuando el texto se inicia con “la tercera hermana”,
esto no es un hecho de la percepción, es la expresión de una relación de
parentesco, es algo que es introducido en la representación sin origen en la
percepción. Y cuando analizamos la expresión al completo, “la tercera hermana
se recogió el pelo en un moño”, podemos observar varias cosas: una, sabemos que
es una mujer, pero no sabemos cuál es su apariencia, y dos, solo nos
representamos que se recogió el pelo en un moño, esto es, solo tenemos una
representación abstracta. Aquí reside, por una parte, la pobreza de la
representación que proviene de la significación a diferencia de la
representación que proviene de la percepción, donde todo o casi todo se ve, se
oye, se huele, se saborea y se toca; y por otra parte, el enorme poder de la
significación que con pocas medios expresivos permite que el lector se haga una
representación precisa de lo que ocurre. Este poder de la significación en su
simplificación de la representación tiene un efecto determinante para
fortalecer otra de las funciones psicológicas superiores: la atención. También
entendemos así por qué Hegel cataloga a la representación como universal,
puesto que quien quiera que sea la persona que lea la expresión verbal antes
referida, esté en la parte del planeta que sea, puede hacerse una representación
precisa de los que ocurre.
Analicemos
ahora el segundo sintagma: “Su chaqueta escarlata, entreabierta, dejaba ver su
corpiño de color verde puerro y su piel blanca como la nieve. Llevaba
pantalones verdes y pantuflas rojas…”. El lenguaje es una figura temporal y nos
permite ir completando poco a poco la representación. Con este sintagma vemos
más cosas, pero nunca veremos todo lo que existe en la habitación ni todos los
acontecimientos que ocurren en ella, desde los más importantes hasta los menos significativos.
Y observamos que forma parte de la representación cosas que no están en dicha
habitación: el puerro y la nieve. Esta es la magia del lenguaje. Las
representaciones que crean superan con creces los límites de la percepción y
reduce todo lo que ocurre en la representación a su expresión mínima.
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