“Los barrios, las comunidades, las formas de
convivencia colectiva desaparecen, obligándonos a salir fuera de nuestros
entornos para aislarnos individualmente y así romper toda forma de convivencia
social y compartida, romper todo lazo de comunidad.”
El urbanismo, al calor de la burbuja
inmobiliaria, ha supuesto en el Estado español una serie de
consecuencias que, más allá de otras que analizaremos en este artículo, ha
afectado a nuestra forma de relacionarnos con nuestros/as vecinos/as, nuestra
manera de consumir y/u organizar nuestras vidas y hogares en nuestros pueblos y
ciudades. Si bien es cierto que la precarización del empleo y la explotación
laboral ha condicionado este aspecto también, no hay que obviar que el
planeamiento del urbanismo en nuestros municipios ha servido de acicate para
que grandes empresas se hayan implantado con una normalidad pasmosa en nuestro
entorno sin llegar a cuestionarnos como afecta eso a nuestras vidas y hacia
dónde nos lleva.
Los Planes Generales de Ordenación Urbana son
los instrumentos de los que se dotan las entidades locales para planificar
el urbanismo de nuestros municipios, es decir: donde queremos que vayan
nuestros parques, viviendas, centros educativos, industria…No hay que ser
muy avispado/a para entender la importancia que tiene eso en nuestras vidas,
pero también para constructores, promotores urbanísticos y grandes
empresas que ven en nuestros pueblos y ciudades un gran nicho de negocio.
El desconocimiento, la apatía, los intereses particulares, el pasotismo o un
compendio de todos o de alguno de ellos, ha supuesto que estos planes los
diseñen los representantes en las instituciones de aquellos que sólo ven
beneficios en lugar de espacios donde vivir con los servicios necesarios para
desarrollar nuestras vidas dignamente.
Esto conlleva que nuestras comunidades se hayan
diseñado para avanzar en la pretensión de los capitalistas de que nos
convirtamos en consumidores, totalmente alienados/as, que tengamos a mano todo
tipo de productos y que en muchos casos no sirven para nada, priorizando la
construcción de grandes superficies comerciales en detrimento de los pequeños
comercios de barrio, de nuestros mercados de abastos y, en definitiva, el
comercio local de nuestros pueblos. En todos los casos, la construcción de
estas grandes superficies se ha vendido como una de las grandes soluciones para
la creación de empleo, pero la realidad (que es muy tozuda) nos indica que las
consecuencias son muy diferentes a las que nos venden.
Esto ha desembocado, al margen del desmantelamiento
de los comercios locales, y como decía al principio, en una nueva manera
de relacionarnos con las personas que nos rodean, con nuestros/as
vecinos/as y una manera diferente de estructurar nuestro día a día. Esto,
sumado a la explotación laboral, que nos roba nuestro tiempo y salud
para relacionarnos, para desarrollar nuestras inquietudes o para hacer cosas
tan cotidianas como ir a comprar el pan (probablemente industrial porque los
obradores también pagan las consecuencias de lo que comento), es un combo
perfecto para meternos en una vorágine que elimina la posibilidad de, como
decía anteriormente, desarrollarnos dignamente.
Asimismo, están llenando de franquicias de
multinacionales nuestros municipios que, ayudados por el constante
bombardeo publicitario, están adoptando la cultura yankee basada en el
consumismo que está quitando personalidad e identidad a nuestras ciudades y
pueblos.
Pero no solo estos planes de urbanismo favorecen a
las grandes superficies y cambian nuestro modelo productivo y de consumo, a
nadie escapa que dichos planeamientos han sido el instrumento al servicio de
promotores urbanísticos que han sembrado de hormigón nuestro entorno, nuestras
costas, patrimonio natural y, con el estallido de la burbuja, de estructuras
que “adornarán” nuestros municipios durante años.
Los representantes de la oligarquía empresarial y financiera del Estado español han vendido siempre la creación de empleo como argumento para embaucar a la clase trabajadora y, la verdad sea dicha, les ha funcionado bastante bien. Pero no sólo esa propaganda les ha funcionado, otra de las mentiras que vendieron fue la creación de campos de golf para atraer a lo que políticos y empresarios con intereses inmobiliarios llaman “turismo de calidad”. Estos sólo tenían una finalidad que nada tenía que ver con la creación de empleo: urbanizar los alrededores de los campos.
Así han llenado Andalucía de campos de golf,
hoteles y urbanizaciones de lujo solo al alcance de la clase pudiente,
cargándose en la mayoría de casos nuestro patrimonio natural, sin que haya
habido nada que redunde en el interés de la mayoría social, más bien al
contrario: entornos naturales que jamás recuperaremos, más desempleo y más
precarización del empleo existente. Pero el problema no es sólo este. Muchos
pueblos se han dejado arrastrar por el plan de la unión europea de
convertir al sur del Estado español en el geriátrico de Europa y
han dejado en un sólo sector productivo a sus municipios, eliminando cualquier
posibilidad de que sus ciudadanos se desarrollen más allá del sector
servicios, convirtiendo a estos en la segunda residencia y lugares
vacacionales de la burguesía europea y a la clase trabajadora en sus
mayordomos.
Hace unos años estuve investigando sobre los
índices de desempleo en municipios donde habían avanzado hacia el modelo de
ciudad que hablaba en el párrafo anterior. Al margen de la ubicación de los
campos de golf, del agua que consumen y de lo que eso supone, estos eran los
datos de paro de diciembre de 2014.
Datos de algunos municipios y capital de la
provincia de Málaga, Andalucía.
Los niveles de desempleo son ahora más bajos, pero
es que en las estadísticas se meten cualquier tipo de contratos, la mayoría
temporales y muy precarios, ya que es el fruto de las dos últimas reformas
laborales de PSOE y PP. Pese a ese tipo de contrataciones
esclavistas, los niveles de desempleo son escandalosos. Estos datos se pueden
comprobar en cualquier web oficial.
El desarrollo urbanístico era insostenible y,
claro, terminó por reventar y dejar en la estacada a los de siempre, a la clase
trabajadora. También quebraron empresas, pero eso me la trae al pairo, puesto
que bastante dinero ganaron gracias a la especulación y a la corrupción.
Ahora surge con más fuerza la gentrificación,
algo que padecen más las grandes capitales. Y, aunque algunos ayuntamientos
están intentando ponerle freno, el sector inmobiliario pondrá sus medios de
propaganda a funcionar a pleno rendimiento para que creamos que es bueno para
la mayoría y presionarán a los/as que no les dejen hacer negocio en nuestros
pueblos y ciudades. Mientras, los
alquileres no pararán de subir y los vecinos y vecinas de esos lugares
tendrán que abandonar sus barrios a lugares asequibles donde vivir. Este
planteamiento económico tiene una consecuencia en nuestra forma de vivir y
habitar. Los barrios, las comunidades, las formas de convivencia colectiva
desaparecen, obligándonos a salir fuera de nuestros entornos para aislarnos
individualmente y así romper toda forma de convivencia social y compartida,
romper todo lazo de comunidad. La cuestión no es sólo hacer negocio sino
además seguir eliminando toda forma de conciencia social. Este problema no lo
tienen únicamente las grandes capitales, así que hay que estar vigilantes en el
resto de territorios.
Debemos estar atentos/as en nuestros pueblos y
ciudades a los movimientos del sector inmobiliario, puesto que sus
intereses suelen plasmarse en los planes que comentaba al principio y que, una
vez aprobados, son muy difíciles de parar. La clase trabajadora no puede estar
al margen de la construcción de nuestras comunidades y dejarse engañar por los
argumentos de la creación de empleo a costa de lo que sea; es pan para hoy y
hambre para mañana. Y una vez destrozado nuestro entorno no hay marcha atrás.
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