miércoles, 25 de julio de 2018

INSTITUCIONALIZANDO LA CRISIS


Estimados amigos:
Ante todo un saludo por un año más de ser independientes, aun cuando esa libertad no ha logrado enraizarse, sin embargo no perdemos la esperanza y tenemos fe en todos los peruanos, sin ninguna exclusión, y que al amanecer del 2021 se haya conseguido avances que signifiquen reformas y cambios.
El Perú está en crisis permanente –no es coyuntural-, su crisis es estructural, no tiene instituciones, no tiene una economía dinámica y diversificada, carece de un Estado organizado y soberano. No se observa una perspectiva de progreso que sus dirigentes políticos y empresariales hayan sido capaces de crear. La sociedad peruana no solo es estática, sino retrocede, no hay voluntades para innovar. Todo ello responde a que somos todavía portadores de sendos residuos de comportamientos y procesos económicos y culturales marcados por la colonialidad.
El Perú republicano aun no es tal, a pesar de haber transcurrido 200 años desde la declaración de independencia, todavía sus dirigencias políticas y económicas, así como la ciudadanía en general no se motivan para realizar cambios significativos en la organización del Estado y en su economía.
El resultado de lo que manifestamos lo estamos viendo en estos últimos 50 años con mayor énfasis, porque son muchas las manifestaciones del malestar nacional, golpes de estado, cierres del congreso, intromisión entre los poderes públicos, camarillas mafiosas que muchas veces quedan en la impunidad, evidenciando que la corrupción destruye la institucionalidad y merma la creencia en el andar de una perspectiva democrática.
Hasta hace pocas décadas las crisis aparentemente era superables y hasta se recuperaban gracias a la demanda de los productos de exportación de nuestros recursos naturales, en razón a los altos precios en el mercado mundial; estas recuperaciones de la economía permitían elevar también el ambiente político, para intentar el ejercicio de la democracia y el Estado de Derecho.
Sin embargo, la elevación de los índices de crecimiento de la economía solamente era por períodos que han sido llamados de prosperidad falaz, donde la abundancia terminaba en el derroche y todo era una ilusión.
Estas crisis conllevan a evaluar que la Republica tiene que romper con las amarras de ser una sociedad que sigue sujeta a los grupos de poder en lo político y en lo económico, que más de las veces impera la alternativa conservadora y que ahora se presenta combinada con el neoliberalismo, a fin de reforzar a quienes siguen adueñándose del Estado para servirse del mismo, a la manera de un botín de guerra distribuyendo la riqueza pública en su favor.
La resistencia conservadora viene ganando, y en particular el Estado “no es de todos”, como lo confirma la ultima Constitución Política de 1993 que hace renacer una contrarrevolución de grises signos antidemocráticos y que motivan discusiones tanto de cómo fue aprobada, como por el alcance de su contenido, en dirección a que sirve a intereses de grupos: primero, al favorecer a la autocracia en el poder político; y luego, al submundo de los grupos de poder económico, contrario a la ciudadanía marcada por exclusiones que impiden las oportunidades para el escalamiento social. En consecuencia, no se eleva la calidad de vida, ni se producen cambios en la situación económica de los ciudadanos, situación que se presenta con mayores evidencias en los ámbitos regionales y locales.
En especial no tenemos más que un Estado subsidiario y mínimo, sin capacidad organizativa para ser república y paradójicamente la recaudación de impuestos solamente bordea un poco más del 14% como presión tributaria, una de las razones por la cual no podemos financiar la educación pública y la prestación aceptable de los servicios de salud y sanitaria, a fin de establecer agua y desagüe en especial para los pobres y los ciudadanos distantes de la Lima privilegiada.
Lo más grave es que los ciudadanos de Lima no saben en qué condiciones viven los compatriotas de Puno, Huancavelica o Requena, los de Lima capital siguen de espaldas al Perú de la sierra, la selva y los bohíos de la costa.
El Perú es el caso de un país sin elites, carece de cuadros para el desarrollo, en esas condiciones se requiere, para empezar que dicho Estado sea promocional, se forme institucionalidad, que sea respetado y respetable, por eso necesita que la formación de dichos cuadros asimilen los valores éticos en lo personal, para forjar igualmente la moral de trabajo a nivel de las relaciones entre las entidades públicas y las privadas, dirigidas en su conjunto a lograr los lazos de la sociedad solidaria, teniendo como contraparte el desarrollo de una economía diversificada.
Atentamente,


Fernando Arce Meza                                               

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