por Thierry
Meyssan
La
prensa occidental sigue apoyando a las élites financieras transnacionales y
tratando de desacreditar al presidente estadounidense Donald Trump.
Esa actitud obstaculiza la comprensión de los progresos a favor de la
paz en Siria. Thierry Meyssan pasa revista a los acuerdos concluidos en
los últimos 5 meses y los rápidos avances logrados en el terreno.
RED VOLTAIRE | DAMASCO
(SIRIA) | 7 DE AGOSTO DE 2018
Con prudencia y
determinación, la Federación Rusa y el presidente estadounidense Donald
Trump están poniendo fin a la dominación del mundo por parte de los
intereses transnacionales.
Convencido de que el equilibrio entre potencias
no depende de las capacidades económicas de estas sino de sus capacidades
militares, el presidente ruso Vladimir Putin ha logrado ciertamente
restaurar el nivel de vida de sus conciudadanos pero ha tenido que desarrollar
el Ejército Rojo antes de comenzar a enriquecerlos. El 1º de marzo
de 2018, Putin revelaba al mundo las principales armas del nuevo arsenal
ruso e iniciaba su programa de desarrollo económico.
En los días subsiguientes, la guerra en Siria
se concentró en la Ghouta Oriental, o sea la parte este del cinturón
verde de la capital siria. El general Valery Guerasimov, jefe del
estado mayor ruso, se comunicó telefónicamente con su homólogo
estadounidense, el general Joseph Dunford, y le anunció que
en caso de interferencia militar de Estados Unidos, los
53 navíos estadounidenses desplegados en el Mediterráneo y en
el Golfo Pérsico, incluyendo 3 portaviones nucleares, serían blanco
de la respuesta rusa. Lo más importante es que el jefe del
estado mayor ruso invitó encarecidamente al jefe del Estado Mayor
Conjunto de Estados Unidos a que informara al presidente Trump sobre las
nuevas capacidades militares de la Federación Rusa.
En definitiva, Estados Unidos se abstuvo de interferir en
la limpieza de la Ghouta Oriental, lo cual permitió que el Ejército
Árabe Sirio y algunas unidades rusas de infantería completaran la liberación de
los alrededores de la capital siria expulsando de allí a los yihadistas que
ocupaban varias localidades.
Sólo el Reino Unido trató de anticiparse a los acontecimientos,
organizando el llamado «caso Skripal». Según la “lógica”
de Londres, si se derrumba el orden mundial imperante
hay que reinstaurar la retórica de la guerra fría, estimulando
el enfrentamiento entre los “buenos” (los cowboys) y
los “malos” (el oso ruso).
En junio, cuando el Ejército Árabe Sirio, con apoyo aéreo ruso,
comenzó su avance en el sur de Siria, la embajada de
Estados Unidos en Jordania anunció a los yihadistas que,
en lo adelante, tendrían que pelear solos, sin ayuda
ni apoyo del Pentágono y la CIA.
El 16 de julio, en Helsinki, los presidentes Putin y Trump
fueron aún más lejos. Abordaron el tema de la reconstrucción, o sea
de los daños de la guerra. Como ya hemos explicado repetidamente desde la Red Voltaire,
Donald Trump es contrario a la ideología puritana, al capitalismo
financiero y al imperialismo resultante de los dos anteriores. Trump
estima que su país no tiene porqué cargar con las consecuencias
de los crímenes cometidos por los anteriores inquilinos de la Casa Blanca,
crímenes de los que también fue víctima el pueblo estadounidense.
Trump sostiene que esos crímenes fueron perpetrados por instigación –y
en beneficio– de las élites financieras transnacionales y que son
por consiguiente esas élites quienes tienen que pagar por ellos,
aunque nadie sepa aún cómo forzarlas a ello.
El presidente ruso y su homólogo estadounidense también
decidieron facilitar el regreso de los refugiados sirios. Al aprobar
el regreso de los refugiados sirios, Donald Trump invirtió la lógica
de su predecesor, quien afirmaba que los refugiados huían de «la represión
y la dictadura», cuando en realidad huían de la invasión yihadista.
En el sur de Siria, los yihadistas ahora huían de las fuerzas
sirias y rusas, pero –ya completamente desesperados– algunos remanentes
del Emirato Islámico (Daesh) perpetraban atrocidades inimaginables en
esa región en momentos en que el ministro ruso
de Exteriores, Serguei Lavrov, y el general Guerasimov, iniciaban una
serie de visitas en Europa y el Medio Oriente.
En los predios de la Unión Europea, ambos responsables rusos
eran recibidos con la mayor discreción posible ya que, según la
retórica occidental, el general Guerasimov es una especie de conquistador
que invadió y anexó Crimea… y la Unión Europea, defensora autoproclamada del «estado
de derecho», prohibió en su momento que este militar ruso pisara suelo
europeo. Ahora, como no había tiempo para retirar su nombre de la
lista de responsables rusos sancionados, la Unión Europea
no tuvo más remedio que tragarse sus sanciones mientras este héroe de la
reunificación entre Crimea y Rusia se hallaba en suelo europeo.
La vergüenza de los dirigentes europeos ante su propia hipocresía
explica la ausencia total de imágenes oficiales de los encuentros entre los dos
altos responsables rusos y los dirigentes que los recibieron en varias
capitales europeas.
El ministro de Exteriores y el jefe del estado mayor ruso
resumieron a cada uno de sus interlocutores algunas de las decisiones
adoptadas en la cumbre de Helsinki. Muy sabiamente, se abstuvieron de
pedir cuentas sobre el papel de cada Estado en la guerra contra Siria
y prefirieron exhortar a sus interlocutores a ayudar a poner fin al
conflicto retirando sus fuerzas especiales, cesando la guerra secreta,
cancelando toda ayuda a los yihadistas, contribuyendo al regreso de los
refugiados y reabriendo sus embajadas en la capital siria. Los dos
responsables rusos subrayaron además que todos podrían participar en la
reconstrucción.
Inmediatamente después de la partida de la delegación rusa, la
canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron
interrogaron ingenuamente al Pentágono para saber si era cierto que el
presidente Donald Trump tenía intenciones de forzar ciertas transnacionales –el
fondo de inversiones KKR, Lafarge, etc.– a pagar, pero el único objetivo
de esa averiguación era sembrar el caos del otro lado del Atlántico. En el
caso del presidente francés Macron, ex cuadro bancario, se trata de
una actitud particularmente deplorable en la medida en que antes había
pretendido dar una muestra de buena fe con el envío de 44 toneladas
de ayuda humanitaria a la población siria, ayuda distribuida por el ejército
ruso.
En el Medio Oriente se dio mejor cobertura mediática al viaje de
la delegación rusa. El ministro Lavrov y el general Guerasimov
anunciaron allí la creación de 5 comisiones encargadas de facilitar el
regreso de los refugiados sirios desde Egipto, Líbano, Turquía, Irak
y Jordania, donde cada una de esas comisiones incluye
representantes del país donde se hallan los refugiados así como
delegados rusos y sirios. Nadie quiso plantear la pregunta incómoda:
¿Por qué la Unión Europea no participa en esas comisiones?
En cuanto a la reapertura de las embajadas en Siria, los
Emiratos Árabes Unidos se adelantaron a los occidentales y a sus aliados
regionales negociando de inmediato la reapertura de su misión diplomática
en Damasco [1].
Quedaba pendiente la preocupación de los israelíes
por obtener la retirada de los consejeros militares iraníes y de las
milicias proiraníes que llegaron a Siria para luchar contra la agresión
exterior. El primer ministro israelí Benyamin Netanyahu viajó varias veces
a Moscú y Sochi para tratar de alcanzar ese objetivo. El general
Guerasimov incluso llegó a utilizar la ironía al referirse a la
pretensión de los vencidos israelíes de exigir la retirada de los vencedores
iraníes. Por su parte, el diplomático Serguei Lavrov se atrincheró en
el principio ruso que consiste en no inmiscuirse en las cuestiones
vinculadas a la soberanía de Siria.
Rusia resolvió el problema de otra manera. La policía
militar rusa reinstaló a los cascos azules de la ONU
a lo largo de la línea de demarcación que separa a la República Árabe
Siria del Golán ocupado por Israel, en las posiciones de donde los
soldados de las Naciones Unidas habían sido expulsados por los yihadistas de
al-Qaeda, cuando esos terroristas contaban con el apoyo de las fuerzas
armadas de Israel [2].
La policía militar rusa instaló además, del lado sirio, 8 puestos
militares de observación. De esa manera, Moscú logra garantizar
–a Siria y a la ONU– que los yihadistas no volverán a esa zona y
al mismo tiempo garantiza a Israel que Irán no atacará desde
Siria.
Israel, que antes apostaba por la derrota de la República Árabe
Siria y calificaba al presidente Assad de «carnicero», acaba de
reconocer súbitamente, por boca de su ministro de Defensa Avigdor
Liberman, que Siria sale vencedora del conflicto y que el presidente Assad
es su líder legítimo. Como muestra de buena voluntad, Liberman incluso
ordenó un bombardeo contra un grupo del Emirato Islámico (Daesh) al que hasta
ahora Israel había respaldado de múltiples maneras [3].
Poco a poco, la Federación Rusa y la Casa Blanca
–no Estados Unidos– están poniendo orden en las relaciones
internacionales y convenciendo a diversos protagonistas de que
se retiren de la guerra, exhortándolos incluso a que se propongan
como participantes en la reconstrucción.
Por su parte, el Ejército Árabe Sirio prosigue su campaña de
liberación del territorio nacional.
Queda pendiente, por parte del presidente Trump,
implementar la retirada de los militares estadounidenses presentes en el sur
de Siria –en la región de Al-Tanf– y en el norte del país
–concretamente al este del Éufrates– mientras que el presidente turco
Erdogan tendrá que acabar abandonando a su suerte a los yihadistas refugiados
en el noroeste –en la región de Idlib.
[1] «Emiratos
Árabes Unidos se dispone a reabrir su embajada en Damasco», Red Voltaire,
2 de agosto de 2018
[2] «Regresan
los cascos azules a la línea de demarcación del Golán», Red Voltaire,
3 de agosto de 2018.
[3] «Bombardeo
israelí contra elementos de Daesh en Siria», Red Voltaire,
4 de agosto de 2018.
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