Bicentenario
de Marx
30/08/2018 |
Joseba Permach Martin
El
próximo 15 de setiembre se cumplirán diez años desde el inicio de la última
gran crisis económica. Nos dijeron que un tsunami financiero
había provocado un gran terremoto en el panorama bursátil internacional. El gigante financiero Lehman Brothers se derrumbaba y el mercado
libre, pieza fundamental del capitalismo, llegó incluso a ponerse en cuestión.
El propio Nicolas Sarkozy, entre otros dirigentes mundiales, habló de la
necesidad de refundar el capitalismo. Una década después, esa supuesta
refundación del capitalismo se ha limitado a profundizar en sus orígenes y
Sarkozy bastante tiene con hacer frente a las acusaciones de corrupción que le
rodean.
Karl
Marx nos explicó, hace ya tiempo y de forma magistral, que el capitalismo
genera crisis de forma periódica y que, en definitiva, son parte del propio
sistema. En la fase de crecimiento, a los defensores del capitalismo les resulta
relativamente fácil defender el mismo y nos recuerdan que éste genera empleo,
riqueza y bienestar social. ¿Pero cómo puede decirse de un sistema que genera
crisis periódicas con drásticas consecuencias que es eficiente y que es el
único que realmente funciona? ¿Cómo puede una opinión de esa índole estar tan
extendida y formar parte del sentido común de la mayoría de los economistas o
analistas sociales?
Obviamente,
no hay una respuesta única a dichas preguntas, pero, ciertamente, resulta
decisivo presentar los hechos económicos como fenómenos naturales, con dinámica
propia y, por tanto, sin margen de incidir en ellos o hacer variar su
desarrollo. Las metáforas mencionadas anteriormente son un buen ejemplo de lo
que estamos comentando. Los llamados expertos económicos nos presentaron la
crisis como tsunami, terremoto o turbulencia financiera,
esto es, como un fenómeno natural o meteorológico y, por tanto, ocultando y
negando toda responsabilidad personal en los mismos. La utilización de estos
términos va más allá de criterios periodísticos o pretensiones sensacionalistas
de los medios. De hecho, estos conceptos pueden encontrarse, fácilmente, en los
diferentes informes económicos de las entidades económicas más importantes del
planeta.
Karl
Marx en el primer tomo de su obra cumbre, El Capital, nos habla del
papel que cumple la fetichización de la mercancia en el marco del sistema
capitalista. Las mercancias, decía, como productos de la mente humana semejan
seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre
sí y con los hombres. Cuando se cumplen doscientos años del nacimiento de Marx,
la mayoría de los acontecimientos de la realidad económica se nos presentan
fetichizados y con vida propia en las explicaciones que se vierten en la prensa,
en los debates públicos o en las explicaciones que sobre ellos se dan en las
facultades de economía. Seguimos ocultando que la economía es una ciencia
social y que las supuestas leyes de la misma no tienen, absolutamente, nada que
ver con las leyes de las ciencias naturales. El mercado, por ejemplo, se nos
presenta como fenómeno o ser con vida propia y, por tanto, poco se puede hacer
para hacer variar el desarrollo del mismo. Como mucho, lo único que podemos
hacer es cumplir las recetas exigidas por la Troika o el FMI
para ayudar en la recuperación de una economía débil y
con problemas de salud. Más metáforas para esconder las
deficiencias del mercado o legitimar políticas antisociales.
Ni
el mercado ni el sistema funcionan. Ni antes, ni ahora. El capitalismo es un
sistema que genera crisis de forma periódica. En tiempos de crecimiento, el
capital obtiene su beneficio a costa del sudor de los y las trabajadoras (plusvalía en
palabras de Marx) y, visto lo visto, en tiempos de crisis costear las pérdidas también
corre por nuestra cuenta. Claro que siempre se puede vender en forma de rescate
o de inyección de liquidez.
La
explicación del establishment en torno el funcionamiento del
sistema, obviamente, es muy diferente. También sobre esto nos advirtió Karl Marx
en su otra obra La Ideología Alemana. En ella explicaba con
detalle la función que cumple la ideología y cómo, mediante ella, las
relaciones humanas se presentan de forma invertida a la situación que realmente
se produce en el marco del sistema capitalista. Aunque nos pueda parecer
increible, el mercado o la mano invisible que nos arrastra de una crisis a otra
ha de ser quien conduzca la economía. Y, también supuestamente, es la única
capaz de generar riqueza y bienestar común. No importa que la cruda realidad
refute permanentemente dichos supuestos, la ideología del sistema y los
economistas a su servicio seguirán repitiendo esos principios hasta que queden
petrificados en nuestras mentes.
El
actual sistema económico, y más concretamente su versión neoliberal 3.0, está
generando y cronificando la pobreza, el paro y la precariedad para millones de
personas a lo largo de todo el mundo; este sistema capitalista y patriarcal
condena a las mujeres a labores reproductivas no retribuidas y trabajos
precarios pésimamente pagados. Al igual que la mano invisible del mercado, la
mujer y su trabajo, sea productivo o reproductivo, resulta también invisible
para este sistema y sus defensores. El problema no es sólo el techo de
cristal, sino la falta de un suelo para una vida mínimamente
digna.
La
dualización de la sociedad y la brecha social entre unos pocos que siguen
acumulando riqueza y capital y una mayoría condenada a sobrevivir, es cada vez
más grande, más hiriente y más vergonzosa. Todo ello se hace a costa de las
clases populares, pero también a costa de construir el desarrollo del
norte a expensas del subdesarrollo del sur y, cómo no, gracias
a la explotación de unos recursos naturales que nos arrastran al caos
ecológico.
Así
ha sido durante siglos, pero el neoliberalismo y la globalización económica que
cierra fronteras a las personas y las abre para los capitales, no ha hecho otra
cosa que multiplicar precipitadamente todos esos procesos en estas últimas
décadas. Las crisis ya no son sólo económicas. Ahora también son políticas y de
legitimidad, son de los cuidados, son humanitarias, son ecológicas... En
definitiva, el sistema, repetimos, no funciona y no lo hace mírese desde donde
se mire.
Y
no, todo ello no es natural. Digan lo que digan, no tiene porque ocurrir, no es
una realidad per se. Y vestirlo de catástrofe natural, de economía
enferma o de correcciones del mercado no es más que la
versión actual de la realidad invertida denunciada por Marx en su análisis
sobre la ideología. Una vez más, Marx acierta de pleno en su análisis del
sistema capitalista.
Lo
mismo ocurre cuando en el Manifiesto Comunista nos recuerda
que el ejecutivo del estado moderno no es otra cosa que una comisión que
gestiona los intereses comunes de la burguesía. Hoy en día, en plena privatización
de la democracia (Goikoetxea, 2017), cuando la Unión Europea y los estados
cumplen a pies juntillas los mandatos de las grandes transnacionales y
entidades financieras, los mandatarios de la mayoría de los estados no son otra
cosa que marionetas guiadas por la mano invisible del capital. Y la corrupción
no es la excepción, sino el necesario y triste precio de dicha relación al
servicio de los poderosos. Por cierto, poderosos que corrompen, pero que jamás
son juzgados y mucho menos condenados por ello. Para ello también están las
mencionadas marionetas que, además, ayudan a extender la idea de que lo
público, además de ineficaz, es también corrupto.
Han
pasado 200 años desde el nacimiento de Marx. Las publicaciones, actos y
congresos sobre su obra se multiplican y este artículo también pretende ser
parte de dicho homenaje colectivo que hombres y mujeres de todo el mundo
estamos realizando para recordar la validez de su obra.
Marx
realizó aportaciones de un inmenso valor. Las explicaciones, teorías y conceptos
utilizados por él y su compañero de batalla, Friedrich Engels, para comprender
el sistema capitalista resultan hoy en día de rabiosa actualidad. El desarrollo
actual del sistema capitalista puede seguir siendo interpretado gracias a la
mirada de Marx y Engels. La función que ha tenido y tiene la lucha de clases a
lo largo de la historia, la ya mencionada fetichización, la plusvalía, la
realidad invertida o el sometimiento de la política a la economía, todo ello,
nos siguen resultando de gran utilidad para analizar la actual realidad
económica y social.
En
todo caso, también hay entre los seguidores de Marx y ciertos sectores de la
izquierda una incomprensible actitud que, desde luego, no podemos compartir. No
es sólo que no tiene ningún sentido perderse en inzanjables debates sobre la
interpretación de algunos textos de Marx, no, el problema va más allá, es más
grave. El tema es que hay quien quiere interpretar los textos y las
aportaciones de Marx como si el mundo no hubiera cambiado con el paso de casi
dos siglos de transformaciones sociales, económicas y tecnológicas.
Desgraciadamente, esto tampoco sería novedoso para el propio Marx que, a la
vista de algunas interpretaciones que sobre su obra se estaban haciendo, ya
declaró que él no era marxista. Ayer y hoy, algunos más papistas que el papa y
más marxistas que el propio Marx.
Indudablemente
Marx realizó aportaciones fundamentales en el campo de la economía, sociología
y la filosofía. Todas ellas son válidas para seguir comprendiendo y
transformando el mundo, pero afortunadamente no son las únicas.
En
las últimas décadas desde la economía feminista, por ejemplo, se ha puesto de
manifiesto la importancia de los cuidados y el papel que cumple lo reproductivo
como pieza clave del engranaje del sistema. Se nos ha recordado que si bien es
cierto que la plusvalía se debe gracias al sudor de los trabajadores, no
podemos olvidar tampoco el sudor de todas las mujeres que garantizan la
reproducción del sistema y que, normalmente, pasa inadvertido, sin contabilizarse
y sin reconocimiento social y económico alguno. E, incluso, hay quien ya pone
en cuestión los propios conceptos de productivo y reproductivo para poner en el
centro de la economía el buen convivir (Pérez Orozco, 2018) y
no la producción y la generación de una riqueza que jamás es repartida. En
definitiva, a la aguda mirada de Marx hay quien acertamente añade gafas moradas
para ver todo aquello que no habíamos visto o que, casi, había pasado
inadvertido.
Lo
mismo ocurre con las gafas verdes que desde el ecosocialismo nos permiten
detener la mirada en la esquilmación de los recursos naturales, en la
exterminación sistemática de la biodiversidad o en el embate al que están
siendo sometidos el conjunto de los bienes comunes por parte de las grandes
transnacionales. Todo ello desaparece de nuestro entorno físico y natural,
mientras la mano invisible tampoco lo ve, ni lo contabiliza en el marco de la
economía ortodoxa.
¡Y
cómo olvidar las aportaciones que desde planteamientos decoloniales, de las
teorías de centro-periferia o del sistema-mundo se han hecho y se siguen
haciendo para comprender el papel y las relaciones de dependencia entre los
estados y sus respectivas burguesías!, ¡cómo no vamos a tener en cuenta las
reflexiones que desde Europa, África o América se han realizado para comprender
la opresión política, económica y cultural a la que son sometidas también las
naciones, los pueblos y sus clases populares! Efectivamente, resultaría largo
recordar todas aquellas aportaciones teóricas y prácticas que desde muy
diferentes campos están ayudando en la critica y deconstrucción del capitalismo
y de la ideología neoliberal que lo sustenta.
Marx
realizó una aportación imprescindible para todas las personas de izquierda y
todos los movimientos políticos, sociales y económicos que queremos no sólo
interpretar correctamente el capitalismo, sino avanzar hacia otro modelo social
más justo, más igualitario y más libre. Sin embargo y afortunadamente, contamos
ya con gafas de diferentes colores para profundizar en nuestra mirada y
reflexión crítica sobre la sociedad que nos rodea. Contamos con nuevas miradas
para poder llevar a cabo, también, nuevas luchas y nuevas transformaciones.
Tan
importante es interpretar correctamente el mundo, como hacer frente a las
diferentes desigualdades y explotaciones que en el mismo se están produciendo.
Lo importante es ser capaces, entre todos, entre todas, de hacer frente a ese
sistema cruel y salvaje tan correctamente descrito por Marx hace ya casi 200
años. Cada cual desde su pueblo, marco o ámbito de lucha, siendo conscientes de
nuestras contradicciones, pero convencidos de que lo que queremos construir y
nos une, es mucho más importante que lo que nos separa. Además, la teoría es
importante, pero la práctica imprescindible. Sin duda alguna, profundizar en
las prácticas transformadoras es el mejor homenaje que podemos hacer también a
Karl Marx.
Joseba Permach Martin es economista y sociólogo. Es miembro de Iratzar
Fundazioa
Referencias
Goikoetxea,
Jule (2017) Demokraziaren pribatizatzea. Donostia: Elkar.
Lizcano,
Emmánuel (2012) “Investigando cómo se construye/analiza un imaginario. Retórica
e ideología en los discursos expertos sobre la crisis económica”. En Guinea
Martín (Coord.), Trucos del oficio de investigador. Barcelona:
Gedisa.
Marx,
K. y Engels, F. (1974) La ideología alemana. México: Ediciones de
Cultura Popular.
Marx,
K. y Engels, F. (2010) El capital. Madrid: Siglo XXI.
Marx,
K. y Engels, F (2011) “Manifiesto del Partido Comunista”. México: Centro de
Estudios Socialistas Carlos Marx
Pérez
Orozco, Amaia (2017) "Introducción al debate" en Talaia",
03. Donostia. Ipar Hegoa
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