Mariana Mazzucato
27/09/2018
Mariana Mazzucato es catedrática de
Economía de innovación y valor público en la University College London. Es
asesora en el Council of Economic Advisers de la primera ministra escocesa y
asesora de Carlos Moedas, comisario de investigación en la UE. Fue miembro del
equipo asesor de Jeremy Corbin, del que dimitió a causa del Brexit. En la
actualidad participa en el equipo asesor de la OCDE, para la elaboración de un
nuevo relato económico, en Gotcha y en Sitra´s Advisory Panel en Finlandia,
entre otros. Es autora de varios libros, entre ellos El Estado
emprendedor y El valor de todo.
Mazzucato afirma que llegó a la
economía a través de la lectura de algunos economistas entre los que sin duda
se encontraba Karl Marx.
Todos conocemos el relato típico: nuestras
economías serían más dinámicas si el Estado se quitara de en medio. La
economista Mariana Mazzucato sostiene lo contrario: la financiación pública de
la investigación en las etapas iniciales ha permitido en gran parte el
desarrollo de los sectores tecnológico, energético y farmacéutico. Sin embargo,
el Estado se muestra muy poco eficaz a la hora de llevarse los laureles y, lo
que es más grave, a la hora de rentabilizar su inversión. Sin embargo, ¿qué
habría sido de Uber sin la financiación pública para el desarrollo del GPS?
¿Qué sería de Google si no se hubiera producido la financiación pública para el
desarrollo de internet?
¿Qué diría ante afirmaciones como que
el libre mercado es casi siempre bueno y el Estado casi siempre malo?
Es curioso que Adam Smith definiera el
“libre mercado” no como algo libre de la intervención del Estado, sino libre de
prácticas rentistas y de las actividades centradas en la extracción de valor
Lo primero que preguntaría es qué
entendemos por libre mercado. Es curioso que Adam Smith, uno de los primeros
economistas de finales del siglo XVIII, definiera el “libre mercado” no como
algo libre de la intervención del Estado, sino libre de prácticas rentistas y
de las actividades centradas en la extracción de valor. A aquellas personas que
afirman que necesitamos menos intervención del Estado para generar más
innovación y dinamismo les diría que se fijaran en Silicon Valley. ¿Es producto
del libre mercado o de la mano activa y visible del Estado? Lo que yo defiendo
es que el Estado ha intervenido en prácticamente todos los aspectos
relacionados con Silicon Valley. Eso no significa, por supuesto, que no haya
tenido algo que ver en todo ello el sector privado, de hecho, todos conocemos
las importantes empresas asentadas allí. Pero los actores públicos
intervinieron a lo largo de toda la cadena de innovación.
Se refiere a agencias como DARPA, NASA
y los National Institutes of Health por ejemplo, ¿verdad?
Sí, me refiero a organismos encargados
de desarrollar investigación puntera como la National Science Foundation, pero
también a otros dedicados a la investigación aplicada, como DARPA y su
organización hermana en los últimos tiempos, ARPA-E. Estas instituciones
públicas son cocreadoras de valor. Es bastante curioso que nos hayamos
acostumbrado a términos mucho más pasivos para describir al sector público. Hay
que empezar a cambiar el vocabulario que empleamos. En lugar de decir que el
sector público elimina el riesgo del sector privado, hay que decir que se trata
de compartir los riesgos. En lugar de hablar de facilitar y permitir la
actividad empresarial, hay que hablar de liderar la inversión como inversor
preferente.
Uno de los argumentos centrales que
defiende es que las instituciones públicas y cuasi públicas invierten, asumen
riesgos y, sin embargo, apenas participan de los beneficios. ¿Hasta qué punto
es esto problemático?
Es muy problemático y tiene que ver, de
nuevo, con cómo hablamos de las cosas. A menudo recuerdo que ya Platón advirtió
de que los contadores de historias dominan el mundo. De hecho, estos relatos
sobre quién crea valor son los que han creado los relatos que justifican la
extracción de valor. Déjeme que ponga un ejemplo que creo que ilustra la idea:
después de la crisis, el Gobierno de Estados Unidos decidió desarrollar una
serie de medidas de estímulo fiscal de casi 800.000 millones de dólares. Y
parte de esas medidas iban encaminadas realmente a potenciar la economía verde.
Quizá recuerde que Obama financió a algunas compañías como Solyndra a través
del Departamento de Energía, mediante un préstamo garantizado de unos 500
millones. La compañía quebró.
La gente dijo “¡Dios mío, el Gobierno
es un caso perdido! Una panda de burócratas que no saben lo que tienen entre
manos. No deberían apostar a los caballos sino ejercer de mediadores, hacer
carreteras, invertir en educación e infraestructuras y quitarse de en medio”.
Para empezar, este enfoque obvia el hecho de que el Gobierno de Estados Unidos
ha sido el principal financiador en materia de energía solar y eólica –junto
con otros Gobiernos– pero también de la energía nuclear. El propio fracking recibió
financiación pública con anterioridad. De hecho, a la par que financiaba a
Solyndra estaba financiando a Tesla con una cantidad similar de dinero. De modo
que el coche Tesla S obtuvo un préstamo garantizado de 465 millones de dólares.
Y cuando digo garantizado, me refiero garantizado por los contribuyentes.
Contribuyentes a los que no les gustaba en absoluto tener que pagar la factura
de la quiebra de Solyndra. Sin embargo, ¿por qué no sabían que habían
financiado también a Tesla? ¿Acaso eso no habría cambiado el relato y la
percepción de las acciones de aquellos burócratas de Washington? Lo cierto es
que contaban con una cartera, como cualquier otro inversionista de riesgo.
Cualquier inversor de riesgo te dirá que consigue un éxito entre muchos
fracasos. Sin embargo, si realmente quieres dedicarte a esto tienes que
elaborar una cartera que te permita obtener alguna ventaja de tus triunfos, precisamente
para poder cubrir los reveses. El Gobierno de EE.UU. no lo hizo. No solo
fracasaron en materia de marketing, no habían sido capaces de comunicar a la
ciudadanía el éxito de algunas de sus inversiones, como en los componentes de
tu iPhone o smartphone, internet, GPS, las pantallas táctiles, Siri: todos han
recibido financiación pública. Pero en este caso concreto, la gente no sabía
que el propio Elon Musk había recibido financiación para Tesla. Y Elon Musk,
por cierto, ha recibido un total de 5.000 millones, con sus nueve ceros.
Por lo tanto, defiende que, por un
lado, no se le atribuye lo suficiente el éxito al Estado por sus anteriores
inversiones en organismos como DARPA y la NASA, o en el sector farmaceútico,
etc. Y, por otra parte, defiende también que no está rentabilizando sus
inversiones lo suficiente, todo ello bastante verosímil. Sin embargo, tampoco
ayuda nada que el sector empresarial obtenga altos rendimientos y pague pocos
impuestos. Me gustaría que ilustrara esto con algunos ejemplos. Me estoy
refiriendo, como sabe, a EE.UU., porque ¿dónde están los Googles europeos? ¿Qué
distingue a Estados Unidos de Europa, por qué no se dan allí compañías como
Facebook y Google?
En primer lugar, EE.UU. contaba con un
sistema de innovación que no tienen muchos países europeos, con un sector
financiero paciente, y organismos muy activos orientados a cumplir una misión y
preocupados por los grandes problemas. Para ir a la luna es necesaria la
innovación en distintos sectores, incluido el de la ropa, no es solo una
cuestión de aeronáutica. También se requieren otro tipo de instrumentos como
los premios y las políticas de compra que permiten crecer a las startups.
Y lo importante es contar con un sistema, con un ecosistema emprendedor, yo no
creo en los emprendedores, creo en los ecosistemas de emprendimiento, que son
los que permiten escalar a las startups. Es curioso que Europa haya
aprendido lo peor de la experiencia de Silicon Valley. Y eso se debe en parte
al discurso imperante en Estados Unidos, un país que habla como Jefferson pero
actúa como Hamilton. Jefferson hablaba de cómo librarse del Estado y Hamilton,
antes de su duelo con Burr, hablaba más bien de una estrategia industrial
activa. Sin embargo, China sí ha aprendido la lección correcta. China está
haciendo por la economía verde lo que Estados Unidos hizo por la revolución IT.
Al mismo tiempo que sucede esto, Donald Trump desmantela lo que yo llamo el
Estado emprendedor.
Pero la pregunta es: ¿a dónde van a
parar los beneficios dado que todo se construye sobre las espaldas de
infraestructuras financiadas con dinero público?
¿A dónde le gustaría que fueran a
parar? Si pudiera diseñar y poner en marcha un marco de colaboración
público-privada para los próximos 50 años, ¿qué mecanismos elegiría para que el
Estado obtuviera rendimientos, que a su vez revertieran sobre los
contribuyentes, en lugar de ver cómo el beneficio sigue fluyendo a manos
privadas y de los accionistas?
Hay distintos mecanismos, no uno sólo.
Sería absurdo pensar que sirve el mismo mecanismo para todos los sectores o las
distintas fases del ciclo innovador. En el caso de las farmacéuticas, lo lógico
es recurrir a los precios. Los precios que se fijan para los medicinas, los
fármacos que las personas tienen que comprar para poder sobrevivir cuando
contraen esas terribles enfermedades, ya sean diabetes, hepatitis C o cáncer,
deberían reflejar esa aportación pública y así evitar que los contribuyentes
paguen dos veces, por un lado por el gasto en investigación puntera, y por otro
pagando los altísimos precios que fija la industria farmacéutica. Pero volvemos
al tema de los contadores de historias de Platón. Si el relato que circula es
contrario a ti y te convierte en un impedimento intervencionista, regulador y
no te define como un inversor preferente, carecerás de la confianza, la
seguridad y el mandato para poder influir sobre los precios.
¿Y teme un retroceso?
Exactamente. Los precios son un
ejemplo. Otro sería generar las condiciones adecuadas para que los beneficios
se reinviertan en las áreas que han recibido gran cantidad de ayudas y fondos
públicos. Si las empresas quieren un libre mercado total, estupendo, que lo
tengan, pero que no reciban un solo céntimo del Estado. Pero si vas a recibir
esas enormes cantidades de dinero del Estado, entonces habría que imponer
algunas condiciones para la obtención de valor público, porque de lo contrario,
solo se trata de valor privado.
Por muy convincente que resulte su
enfoque desde un punto de vista tanto económico como político, ¿no tiene la
sensación de estar perdiendo la batalla? Porque, hasta dónde yo sé, la mayor
parte de los gobiernos de los grandes países y las mayores industrias están
precisamente empujando en el sentido contrario, ¿no es cierto?
Yo creo más bien que estas ideas están
ganando terreno. Creo que resultaba mucho más difícil hace unos años. Volvamos
al ejemplo de las farmacéuticas. Ya no pueden fingir que los precios elevados
se deben al gasto en I + D porque ya hemos demostrado que eso no es así y que
gastan mucho más en marketing y que su I + D es mucho más downstream que
la del sector público.
Bien, para terminar, una pregunta un
tanto odiosa. Pide que se valore más el gasto público, y que haya una mayor
inversión en gasto público y mayores beneficios, pero a la vez es asesora de
muchos Gobiernos y organismos, incluyendo el Gobierno escocés y la Comisión
Europea. Cuando acusa a la empresa privada de estar plagada de rentistas,
convénzame de que ni usted ni sus aliados gubernamentales lo son.
El Estado tiene que entender cuál es su
papel. No está solo para arreglar los problemas marginales ni para limitarse a
esperar a que las cosas vayan a peor para poner un parche. Tiene que ser un
co-creador y co-artífice activo
En primer lugar, y no quiero que
parezca que estoy a la defensiva, no obtengo un solo céntimo como asesora.
Quisiera matizar mi punto de vista para que se entienda bien. Yo no digo que el
Estado tenga que invertir más. Lo que digo es que el Estado tiene que entender
cuál es su papel. No está solo para arreglar los problemas marginales ni para
limitarse a esperar a que las cosas vayan a peor para poner un parche. Tiene
que ser un co-creador y co-artífice activo. Mi papel ha consistido en mediar
cuando se sientan a hablar el sector privado y el sector público, y que
mantengan una conversación interesante. Y mi papel en el proceso político es
ser la piedra en el zapato, que por desgracia no siempre se consigue sacar, y
la piedra en el zapato de las empresas, para que nos les resulte tan fácil
decir cosas como: “Ah, claro, es que el cortoplacismo se debe a las presiones
del mercado”. A lo que yo respondo, “¿Qué quieres decir? ¿Qué el mercado es un
resultado, el resultado de tus acciones? ¿Qué es el mercado?”. Y recibo palos
por todas partes. En mi función de asesora, intento evitar la complacencia en
torno a una mesa, la petulancia de los colectivos tanto públicos como privados.
Y creo que se avecinan tiempos difíciles a los que solo nos podremos enfrentar
juntos, y eso significa que hay que cambiar las palabras que empleamos, el
relato y la historia hacia la necesidad de compartir los riesgos y las
recompensas, y no de eliminar el riesgo.
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Resumen de la entrevista radiofónica
realizada por Stephen J. Dubner a Mariana Mazzucato el 5 de septiembre en Freakonomics y producida por Zack
Lapinski. El programa llevaba por título ‘¿Es el Estado más emprendedor de lo
que pensamos?’.
Edición y traducción: Olga Abasolo.
Autor: Stephen J. Dubner (Freakonomics)
26 de Septiembre de 2018
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