Dr. Hugo SALINAS
En Francia, el movimiento de los “gilets
jaunes” (chalecos amarillos) está dirigiendo sus dardos al corazón mismo del
Capitalismo, en su exigencia por la creación de una nueva sociedad y de una
nueva economía.
De hecho, es un “movimiento horizontal”,
con lo cual ha tirado por la borda a la lucha sindical, a la de los partidos
políticos, y a la elección de “representantes”, elementos claves de una
Democracia Representativa que no solamente no cuestiona sino que, al contrario,
apoya la existencia de las desigualdades socio-económicas.
Los “gilets jaunes” están señalando, con
toda claridad, que la creación de un nuevo mundo pasa por el cambio de modelo
socio-económico. De lo que se trata es de sentar una nueva base socio-económica
que permita, precisamente, instalar una sociedad con organizaciones
horizontales que remplacen a las actuales organizaciones centralizadas,
verticales y, por consiguiente, corruptas y lejos de los intereses de las
grandes mayorías. En suma, es un enfrentamiento frontal a la Democracia Representativa,
baluarte del Capitalismo.
Como respuesta al movimiento de los gilets
jaunes, los poderes fácticos, a través de los “representantes del pueblo”, de
los medios de comunicación, y del mismo Presidente de la República, tratan de
orientar el accionar de los chalecos amarillos hacia una discusión alrededor de
los impuestos. ¿Por qué pretenden imponer a los gilets jaunes que los problemas
serán resueltos a través de nuevos y mejores impuestos, o de un nuevo sistema
de imposición tributaria?
Para comprender esta nueva forma de
engatusar a la gente, y de desviar el objetivo central de la lucha de los
chalecos amarillos, es necesario comprender, primero, qué significa
“desigualdad socio-económica” y, segundo, cuál es el origen y cuáles son los
límites de la imposición tributaria con relación a las desigualdades
socio-económicas.
La pobreza de muchos y la riqueza de muy
pocos es una de las manifestaciones de la desigualdad socio-económica. Ella es
el resultado de una forma bien precisa de organización socio-económica, en
donde la Repartición Individualista es la pieza clave, la misma que perdura en
el tiempo a través de la propiedad privada y de la herencia.
La Repartición Individualista es un
mecanismo instalado en el corazón de la actividad socio-económica, mediante la
cual, quien detiene el control del acto económico se apodera del 100% del
resultado neto (ganancias) de la actividad económica.
De donde, la desigualdad socio-económica
no es el fruto de un esfuerzo, físico o intelectual, de las personas. Es el
resultado de una decisión de sociedad mediante la cual, de buen grado o a la
fuerza, la sociedad acepta que la totalidad del esfuerzo de un pueblo, presente
y pasado, sea apropiado por quien maneja el acto económico; es decir, por un
puñado de personas.
El ejemplo más claro y reciente lo tenemos
en el año 1532, en donde los invasores españoles se apropiaron, sin que les
cueste un solo centavo, la totalidad de la riqueza de los pueblos originarios
del Tawantinsuyo. Y, desde entonces, son sus descendientes y los nuevos
millonarios, quienes tienen la casi totalidad no solamente del valor agregado
por los pueblos presentes y pasados del Tawantinsuyo, sino también la casi
totalidad de los activos generados en el correr del tiempo, y los recursos
naturales que albergan los predios invadidos.
Como se podrá apreciar, la riqueza de
algunos y la pobreza de muchos es producto de una decisión socio-económica
tomada por todo un pueblo, mientras que el salario más elevado de un trabajador
con respecto a otro, es la expresión de una diferencia socio-profesional, del
mayor o menor número de horas trabajadas, o de las diferentes habilidades y
competencias de cada uno de ellos.
Y el campo de acción de los sindicatos es
solamente ese, el de mejorar los salarios y las condiciones de trabajo de los
asalariados. No tiene por objetivo la eliminación de las desigualdades
socio-económicas, como la pobreza y el desempleo. De facto, la lucha sindical
se convierte en un buen defensor del statu quo; es decir, sin
manifestarlo, la lucha sindical es reformista. Dicho más claramente, acepta sin
discusión la existencia del Capitalismo, expresión de la Repartición
Individualista en una economía de mercado..
Y este no es el sentir de los gilets
jaunes. Y es por ello que no aceptan tener “representantes” ni que los
sindicatos o partidos políticos se conviertan en sus “defensores”. El sentir
profundo del movimiento de los gillets jaunes es el de la eliminación de las
desigualdades socio-económicas. Ellos luchan por instalar un nuevo modelo
socio-económico que apunte a eliminar, en primera instancia, la pobreza y el
desempleo. Buscan una sociedad en igualdad de oportunidades.
Eh ahí por qué, tanto los sindicatos como
los partidos políticos, los medios de comunicación, y el propio Presidente de
la República, realizan esfuerzos por orientar a los chalecos amarillos hacia la
discusión y solución de sus exigencias a través de un manejo tributario. Y para
entender este juego malsano comencemos por comprender el espíritu de la
tributación y hasta dónde pueden llegar sus efectos benéficos.
Recordemos que el Capitalismo, en términos
precisos, es la Repartición Individualista en una economía de mercado. Y la
Repartición Individualista facilita que la totalidad del resultado de la
actividad económica sea apropiada por quien maneja el acto económico. Es decir,
en el Capitalismo, incluso los salarios de los trabajadores le pertenecen. Y si
los salarios se pagan a los trabajadores-asalariados es simplemente porque el
patrón no tendría al día siguiente quien maneje sus máquinas, ya que todos los
asalariados estarán muertos de hambre.
Y es por ello justamente que los patronos
realizan toda clase de triquiñuelas para que la masa salarial sea la más baja
posible, a fin de que la masa de ganancias sea la máxima posible. Una prueba,
la más reciente, la tenemos en la decisión de Emmanuel Macrón, “elegido por el
pueblo francés” que, no bien instalado como Presidente de la República decide
eliminar el impuesto a la fortuna; es decir, se olvidó de quienes lo eligieron
para dar más dinero a los que ya tienen de sobra.
En esta disputa sindical, o simplemente
reformista, entre la supervivencia del trabajador y el enriquecimiento sin
límites de quien detenta el poder económico, y siempre conservando intacta la
Repartición Individualista, los pobres como los ricos han encontrado una
solución de compromiso. Tanto los unos como los otros acuerdan constituir una
masa de dinero que permita ir en socorro de las familias sin ingresos
monetarios, de personas sin trabajo, enfermos y, por qué no, de los que tienen
salarios tan bajos que no les alcanza para cubrir sus gastos vitales de la
semana o del mes.
A esta masa de dinero, fundamentalmente
constituida a partir de impuestos aplicados a los unos y a los otros, se ha
convenido en llamarla Presupuesto Público de la Nación. Una masa de dinero
manejada directamente por el Presidente de la Republica y los “representantes
del pueblo” que no son otros que los representantes de las grandes empresas
multinacionales; es decir, los representantes de quienes financiaron sus
millonarias campañas electorales. En corto, el Presupuesto Público está
administrado por los representantes del Capitalismo.
En estas condiciones, ¿cómo esperar que
las desigualdades socio-económicas sean resueltas por los que viven y disfrutan
de las desigualdades socio-económicas? Más aún, ¿cómo pretender resolver
las desigualdades socio-económicas a partir de impuestos, si ellos no
cuestionan en ningún momento la Repartición Individualista, generadora de las
desigualdades socio-económicas? Al contrario, la pretendida solución de los
problemas a partir de impuestos es, simplemente, aceptar y consolidar la
existencia y perduración de las desigualdades socio-económicas, generadas por
la Repartición Individualista.
A lo sumo, y es esto lo que ha venido
ocurriendo desde el inicio del Capitalismo, se lograrán algunos aumentos
salariales y mejoras en el cuadro de vida, pero el mecanismo que origina la
dicotomía pobreza / riqueza, así como el desempleo, quedará indemne.
En definitiva, el aumento o la disminución
de una tasa impositiva no cuestionan, en lo más mínimo, al mecanismo de la
Repartición Individualista, generadora de las grandes desigualdades
socio-económicas.
Saint-Nazaire, Francia, 26 de enero del
2019
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