Considero el matrimonio como una
aventura galante que debe perdurar; aunque sabemos que en toda aventura hay un
riesgo, un riesgo calculado y tomamos la decisión de aventurarnos.
Sin embargo, el matrimonio es una
aventura excepcional. Y tratándose del
AMOR el cálculo y la razón poco ayudan, están fuera de contexto. Simplemente, la pareja está enamorada. Y eso es lo que cuenta. Nuestra participación es desearles: rumbo firme, velas desplegadas y buen viento.
Decir que estoy triste o alegre con el
matrimonio de mi hija sería muy simple.
Yo estoy emocionado. Tengo una
sensación indescriptible. Ya que,
algunas veces, la tristeza o la alegría conducen a las lágrimas.
Recuerdo algunas actitudes o
características de la infancia de Adriana, mi Puchito. Fue precoz en su
desarrollo físico e intelectual.
Adquirió el hábito de la lectura espontáneamente. Su novela favorita: Los
miserables de Víctor Hugo. La leyó no solo una vez, sino
varias. La llevaba a todas partes. Tal es así que desvencijó los dos tomos. Los que fueron empastados por la mamá de una
compañera de colegio, admirada por la precocidad de Adriana.
Aunque ocupó los primeros puestos,
nunca quiso ir al colegio. Cierta vez,
la camioneta del colegio la estaba esperando, pero se resistía a salir y no
había manera de persuadirla. Así es que
la cargué con firmeza y cuando estaba saliendo a la calle se prendió
sorpresivamente de la reja, llorando inconsolablemente.
Así como hay niños, en la realidad y en
la literatura, que no quieren ser adultos; Adriana, por el contrario, no se
aceptaba como niña. Decía que quería ser
grande. En un super market la escuchó la cajera y le dijo que cuando sea grande
iba desear ser niña. Su deseo de ser
adulta se expresaba en su conducta, arreglo personal y conversación; por lo que
concitaba la atención. Y es así que fue
la delicia de mi madre y durante un tiempo su fiel compañera.
Termino de hablar de mi hija señalando
lo principal de ella. Su autonomía de
criterio, fuerza de voluntad e ingenio para superar las limitaciones y los
problemas que se nos presentan en la vida.
Sabe formular un objetivo y planificar su logro. Sin embargo, le advierto sobre la asechanza
del pragmatismo, dominante en nuestra época.
En cuanto a Jorge, considero que mi
hija ha elegido como esposo al hombre ideal, son complementarios. En él su vitalidad es manifiesta. Le gusta el fútbol, las bromas, hacer parrilladas,
tomarse unas cervezas y escuchar música tropical. Tiene una sonrisa fresca y atractica; emite su
opinión en forma directa y sin tratar de complacer, oportunistamente, a quiénes
lo escucha. Qué agradable es esa
trasparencia!. Vaticino que su carácter
jovial lo conservará hasta la senectud.
Ojalá que mi pronóstico se cumpla.
Considero que la vida hay que hacerla
vivible y disfrutarla. Y en ese
disfrute, según mi parecer, ocupa un lugar importante el placer sexual. Ojalá ambos tengan el mismo temperamento y
realicen todas las fantasías que el vuelo de su imaginación se lo permita.
Les recomiendo que pongan más emoción
que razón a todos los actos de su desenvolvimiento personal, pues la emoción y
la alegría son el condimento de la vida, el sazonador natural…
Y la alegría no debe perderse ni siquiera
en situaciones de emergencia. Estas
situaciones constituyen una puesta a prueba de lo que realmente somos. Si se les presentase, deseo que estén más
unidos que en otras circunstancias.
Les hago una invocación que quizá está
de más, pues son médicos por vocación.
Atiendan con igual gentileza y eficiencia en una clínica para ricos y en
un hospital de salud pública. Acordarse
que quien acude es una persona tan igual a ustedes, y está afligida por una
dolencia. Curar a un hombre enfermo o
salvar una vida debe otorgar una satisfacción enorme.
Finalizo con unas palabras sobre la
convivencia. Aunque considero que el
gran problema de la humanidad es la convivencia y que una de las
características constitutivas de lo que nos hace humanos es la diferencia
existente entre todos nosotros; también considero -a la vez- que ahí donde
aflora un conflicto o un problema, hay una solución.
El matrimonio
es la unión de dos personas para convivir armoniosamente y en pie de
igualdad. Igualdad significa compartir
gastos y valores morales; igualdad significa tolerar las creencias y opiniones
diferentes; y en caso de discrepar, hacerlo con respeto y firmeza. Evitar el peligro de rozar con la soberbia;
el pecado más horrendo de todos, según la Biblia.
Para convivir
armoniosamente, aunque no lo parezca, cada uno debe tener su espacio propio
para que la unión no asfixie ni el amor se convierta en prisión. Como dijo el poeta: permanezcan
juntos, pero no demasiado juntos: porque
los pilares sostienen el templo, pero están separados. Y ni el roble ni el ciprés crecen el uno a la
sombra del otro. (Khalil Gibrán)
Lima, sábado 3 de Enero del 2004.
Antonio Rengifo Balarezo
rengifoantonio@gmail.com
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