Ensayos sobre las izquierdas desde América Latina y el Caribe
05-02-2019
1. El
portentoso trabajo de Marx
Cuando vemos con más de 150 años de distancia la
obra de Carlos Marx (1818-1883) reconocemos el trabajo de un portento de las
ciencias sociales, quien realizó uno de los más importantes esfuerzos por conocer
y comunicar la dominación, la explotación del hombre por el hombre, la
constitución del capitalismo y la conformación de las clases sociales en el
nuevo periodo histórico en el que le correspondió vivir. Marx es un gigante de
su tiempo cuya producción intelectual continúa contribuyendo al estudio de la
lucha de clases.
Marx insistió siempre en la necesidad de vincular
todo pensamiento a las relaciones de producción existentes en una sociedad, en
un tiempo histórico. La mayor potencia de su trabajo está en la construcción de
un método, un camino para comprender la dialéctica relación entre opresores y
oprimidos. Acercarnos a la producción teórica de Marx como textos cerrados e
inamovibles sería un insulto a su trabajo. Es urgente una aproximación al pensamiento
de Marx como trabajo vivo, en permanente actualización.
Un aspecto central del trabajo de Marx es su
definición de clase obrera y el rol protagónico de ésta en la transformación
estructural de la sociedad capitalista de la primera y segunda revolución
industrial. Marx trabajó y redimensionó el trabajo de Hegel (1770-1831)
heredando de este su esperanza en el mañana. Marx valoró la voluntad
para el cambio e insistió hasta la saciedad en la necesidad de vincular la
voluntad con la conciencia y el pensamiento crítico.
Precisamente desde el pensamiento crítico es
necesario y urgente, volver a estudiar no solo la estructura de clases
existente en el capitalismo del siglo XXI, sino la fisonomía y características
que ha adquirido la clase obrera en la actualidad, en el marco de la tercera
revolución industrial y los prolegómenos del cuarto giro tecnológico en el modo
de producción capitalista. Este no puede ser un esfuerzo ocioso, ni meramente
académico, sino profundamente asociado al proyecto histórico de construcción de
otro mundo posible.
2. El concepto de clase. Clase en sí, Clase para sí
El primer dilema es ¿a cuál clase obrera se refería
Marx?, si a la fabril e industrial o a todos los trabajadores que convierten su
fuerza de trabajo en mercancía. Desde de mi punto
de vista, Marx se refería a la clase obrera fabril, industrial, cuando hablaba
del sujeto histórico de la revolución proletaria. La condición de
asalariado o de trabajador (tipo individual, de servicios, empleados públicos,
ocasionales) en el mejor de los casos logra hacer posible, desde el enfoque
marxista, una toma de conciencia sobre su condición en sí, pero difícilmente
lograrían tomar conciencia de “clase” para sí. El proceso de toma de conciencia
para sí, no es un acto que se pueda simplificar con el estar juntos, sino todo
un proceso de aprendizaje reflexivo que se genera alrededor de la organización
en el mundo del trabajo en la fábrica, la industria. Los empleados de
Microsoft, en las oficinas del Banco Mundial, la cadena de comida rápida o los
supermercados, un Ministerio e incluso de la universidad, que realizan juntos
su labor y se encuentran en el sitio de trabajo, no por ello adquieren una
conciencia en sí de clase obrera que vende como mercancía su fuerza de trabajo.
Marx elaboró su concepto de trabajo asalariado no solo en la producción, sino
también en la distribución y venta de mercancías, pero considero que su noción
de clase obrera como sujeto revolucionario central, era mucho más restringida
al proceso productivo. El agruparse como masa, no es sinónimo de toma de
conciencia. Respecto a la clase obrera Marx señalaba:
“ esta masa es ya una clase respecto al capital,
pero aún no es una clase para sí” [i] debido a que “los diferentes individuos
sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común
contra otra clase” [ii] , “en la lucha [...] esta masa se une, se constituye
como clase para sí” [iii] . (p.34, )
Los procesos de conformación y constitución de las
clases sociales son aplicables no solo a la clase obrera. Las incomprensiones
al respecto llevaron por ejemplo en Venezuela, a generar reiterados y fallidos
intentos por conformar a gran escala el campesinado como clase social,
disminuida como había ocurrió en el último siglo producto del rentismo
petrolero. Para ello se pensó que, con incentivos crediticios, dotación de
tierras y conformación de asociaciones cooperativas sería suficiente para
construir desde afuera a una renovada clase campesina. Ello se hizo obviando
factores culturales de carácter histórico inherentes a un Estado que había
anidado a la burguesía alrededor de la importancia de mercancías producidas ya
y listas para el consumo. En esta realidad la mayoría de los ciudadanos a
quienes se le pretendía inducir a convertirse en campesinos, valoraban mucho
más las facilidades que giraban alrededor del consumo de lo importado que de lo
sembrado. La relación de los hombres y mujeres que trabajan la tierra y se
constituyen en campesinado demanda unas condiciones de trabajo material
sustantivamente distintas a las citadinas. El campesinado que persiste y
garantiza su aporte en volúmenes de comida al resto de la población, tiene un
conjunto de comportamientos y prácticas asociadas a su relación productiva con
la tierra, propios de una clase que no se adquirieron de la noche a la mañana.
Estos campesinos cuando han ido tomando conciencia de clase, se han movilizado
contra los agro tóxicos o contra la industrialización del agro que los haría
desaparecer.
Algo parecido ocurrió con intentos por conformar
una clase obrera para sí, de manera simplificada o fast track. Las
empresas autogestionadas que fueron puestas en marcha y funcionaron fueron
aquellas que venían de relación pre existente entre capital y trabajo que les
había permitido a sus integrantes ser una clase en sí. Fue a partir de la toma
de conciencia de su condición de clase para sí, en intentos por romper con la
dominación contra la especulación y explotación del capital cuando se
plantearon tomar el control de la producción. Es cuando inician enlazamientos
con cadenas productivas y de circulación de mercancías que le permitieran apropiarse
de todo el circuito de producción. Y entonces entendieron la necesidad de
redistribuir socialmente el plusvalor de estas mercancías. No bastaba con dar
la fábrica para que fuera conducida por hombres y mujeres trabajadoras que no
se habían constituido aún como clase en sí. Esto viene a ser significativo para
comprender dialécticamente los avances y retrocesos en la conformación de la
cultura proletaria. La propia organización autogestionaria de los trabajadores
en el marco de una sociedad capitalista les permitió entender a los
trabajadores la relación entre Estado y supremacía de la ideología burguesa y
saber que la contradicción también escala y hay que prepararse para ello.
Marx insistía que una clase social no está
determinada mecánicamente por su lugar en la estructura social. Una clase
social no es el resultado de una reingeniería social realizada desde un centro
de poder por simple deseo, al mejor estilo de las ciencias sociales
positivistas, sino la consecuencia de cómo se estructura el modo de producción
dominante y las tensiones entre capital y trabajo. Las clases sociales
desarrollan una cultura, un performance, unos rituales e imaginarios que
demandan una temporalidad, es decir, no se hacen de la noche a la mañana. Esa
incomprensión ontológica sobre el ser colectivo obrero, llevó incluso a
organizaciones revolucionarias a considerar que si un profesional militante
hacía unas “pasantías” en la fábrica se proletarizaba y se convertía en
militante obrero mientras estuviera laborando junto a la clase. Esto generaría
serias limitaciones epistemológicas para entender luego las transformaciones
del sujeto revolucionario en el marco de la tercera revolución industrial.
En el tiempo de Marx era precario el desarrollo
tecnológico, en comparación con la aceleración que ha adquirido la innovación
en este campo en los últimos setenta años. La escala de innovaciones
tecnológicas de la primera y segunda revolución industrial construyeron un
imaginario de futuro en el cual era previsible la multiplicación de fábricas
por doquier para poder cubrir las necesidades fundamentales y el consumo
alienado que generaba el capitalismo. Este crecimiento exponencial de las
fábricas e industrias situaría a la clase obrera en todos los lugares y
territorios haciendo posible la revolución proletaria y la sociedad comunista.
Pero ello no ocurrió así.
3. La clase obrera
Al lograr constituirse el capitalismo avanzado a
escala planetaria, el mundo se estructuró en a) lugares orientados a la
extracción de materias primas; b) centros de transformación de las materias
primas en insumos; c) sitios y cordones fabriles donde se producían las
mercancías; d) un universo en expansión de servicios alrededor de la producción
y el consumo. La clase obrera se convirtió en la fuerza de trabajo que producía
las mercancías, generándose plusvalía y la espiral de expansión capitalista.
Como lo pensó Marx la clase obrera por un largo
periodo, construiría una cultura propia que posibilitaba su toma de conciencia
para auto convertirse en sujeto revolucionario. El partido revolucionario como
lo haría la I y II Internacional y un periodo significativo de la III antes de
su burocratización y liquidación cumpliría el papel de síntesis histórica para
garantizar la transición revolucionaria entre períodos de repliegue de la lucha
proletaria a situaciones revolucionarias. En muchos casos la “vanguardia” sería
incapaz de acompañar el emerger de la propia revolución, pero ello no desmerita
la importancia de su rol transicional. La cuarta internacional fundada por León
Trotsky (1879-1940), solo dos años antes de su asesinato, aunque representa hoy
el acumulado histórico de las luchas proletarias del siglo XX, no ha podido
cumplir su rol de Internacional con influencia de masas.
La organización de las rutinas de la fábrica y la
industria iban generó el agenciamiento del nuevo estrato, desterritorializando
a los hombres y mujeres de la fábrica respecto a sus orígenes y creando un
nuevo territorio donde se ejercía el trabajo. El trabajo material concreto requería
la conformación de una máquina ideológica abstracta. Pero ese proceso construía
como lo señaló Marx, una dinámica rizomática en el cual se constituía la clase
obrera en sí. Cada cierto tiempo se quebraban los dispositivos de control
cuando la clase adquiría conciencia para sí y, se daba inicio a formas diversas
de acción revolucionaria.
¿Cuales eran estas rutinas que cohesionaban a la
clase hasta hacerla tomar conciencia de sí? Cronos, el tiempo
como organizador del espacio, del lugar. Para que el sistema funcionara había
un tiempo para todo, para llegar a la fábrica, para saludarse y reconocerse
desde la última presencia. Quien escapaba al rigor del tiempo ponía en peligro
la eficacia, el cumplimiento de la tarea, la seguridad y hasta el salario del otro,
de los otros. La precisión en la rutina, el adecuado manejo del
fragmento que a cada uno le correspondía fusionaba al individuo con lo
colectivo. El uso racional de los grados de libertad que cada uno
conservaba como espejismo de libertad, los cuales se asumían sin que ello
afectara a los demás. La anticipación del error posible, del
fallo catastrófico que afectara el universo de cada uno. La normalización
de los intervalos de trabajo, descanso, alimentación, higiene, diálogo, para
disipar los privilegios entre iguales. La capacidad de actuar en dinámicas
estandarizadas como un mecanismo sincronizado, que a su vez convertía a
toda la clase en una maquinaria abstracta que trabajaba lo concreto. En
ese sentido, el barrio obrero se convertía en una extensión de la fábrica con
tiempos y rutinas cada vez más homologadas. Los problemas
comunes abrían el espacio para compartir las soluciones.
Los lazos de familia extendida se concretaban entre compañeros de
trabajo. La vuelta a la fábrica cada día se convertía más en un nosotros
que en un yo. Lo nuevo en la fábrica, en la industria demandaba
la inteligencia colectiva, el aprender juntos para
evitar que alguien quedara fuera del nuevo territorio. La hora de la comida, el
encuentro en los baños, las conversas breves entre intervalos, se convertían en
espacios para compartir angustias, para hablar de los problemas
individuales que de alguna manera se asumían comunes. La opresión
del trabajo alienante comienza a ser concienciado y
expresado; la plusvalía se convierte en un detonador de aspiraciones para
mejorar las precarias condiciones de vida. Resulta evidente que mientras los
unos (ellos y ellas) trabajan, los otros viven del excedente de venta de las
mercancías. Esto último posibilitó, la toma de conciencia sobre el poder
de la acción colectiva. El sindicato surge como expresión
organizativa, en el campo defensivo, pero también ofensivo. El estallido
rizomático de la rebeldía, la huelga, el conflicto por mejores
condiciones de vida a partir del trabajo que se realiza, permite lograr
victorias que habrían resultado esquivas por otra vía; es el momento del inicio
del movimiento de los engranajes de la conciencia en si en la
conciencia para sí. El conflicto permite descubrir, producto de
la solidaridad que generó, que hay quienes están inconformes con la situación
en la que se trabaja y vive: otros trabajadores, estudiantes, profesoras,
mujeres, sexo diversos, indígenas, afrodescendientes. El partido, los partidos
revolucionarios se visibilizan y se tornan de carne y hueso cuando se encuentra
que uno de los suyos es parte de esa organización. El acumulado,
la experiencia histórica configura una cultura proletaria de
importancia histórica singular. El proceso se repite una y otra vez, pero no
termina de producirse la situación subjetiva revolucionaria que empalme con las
condiciones objetivas para el cambio estructural; pero el pensamiento marxista
seguía apostando y trabajando para ese momento de la revuelta proletaria. Para
el marxismo la constitución de la clase como el sujeto revolucionario no deriva
de un deseo, de ser un pueblo elegido, sino de las condiciones histórico
materiales que crean las condiciones de posibilidad para que ello ocurra.
Una dosis de evolucionismo histórico se apoderó de
una parte importante del pensamiento marxista. Esta dinámica se vigorizó con el
triunfo de la revolución bolchevique y el ciclo de revoluciones en los países
atrasados. Marx no previó, ni tenía por qué hacerlo, el surgimiento del estalinismo
y con ello el inicio de procesos de restauración capitalista que durarían
décadas en eclosionar, aunque aún sus variantes China, Coreana y Vietnamita
mutan sin diluirse. El estalinismo quebró la noción lineal y la visión de la
historia como un proceso de evolución irreversible; mostró que había
“retrocesos” y evidenció a infalibilidad de lo cualitativo como superación de
lo cuantitativo. Muchos marxistas consideran que la precaria comprensión de la
relación entre medios de producción y tecnología aceleró la caída del
socialismo real.
Katz, C (1997) a partir de los estudios de
Aronowitz (1988) considera que las interpretaciones de Bernstein (1850-1932),
Kaustky (1854-1938), Hilferding (1877-1941), Plejanov (1856-1918), Bauer (s/f)
son mecanicistas respecto al papel dinamizador de lo tecnológico en el avance
ininterrumpido del progreso. Considero que el marxismo de esa época era en gran
medida determinista e histórico evolucionista por lo que era natural las
derivaciones mecanicistas de algunas formulaciones. Sin embargo, ello no nos
puede llevar a desestimar el trabajo de conjunto de estos revolucionarios. En
el caso de Plejanov, es necesario retomar sus elaboraciones respecto a la
concepción marxista de las fuerzas productivas como tecnología, porque las
nuevas generaciones de marxistas lo han desestimado y ello resulta fundamental
para entender la situación de la clase obrera en el siglo XXI.
La visión economicista que se hace respecto al
trabajo de Marx desestima la importancia que este le otorgó en su pensamiento a
la cultura, mucho más allá del campo de lo ideológico. Pero Marx fue un hombre
de su tiempo histórico por lo tanto hay desarrollos tecno culturales que no conoció
y por ende no incorporó en sus reflexiones. Marx fue un hombre del mundo de la
prensa. El periódico y el libro impreso constituían el imaginario de última
generación tecnológica en el campo de la reproducción cultural. Sus trabajos
sobre la prensa obrera subrayaban la importancia de este medio para la difusión
de las ideas y las experiencias proletarias. Marx no presenció el impacto en la
cognición humana y de la clase obrera de la comunicación de masas centrada en
lo visual-auditivo, la radio. Marx no conoció ni presenció el impacto
ideológico de una innovación como la televisión que reproducía la ideología
dominante las veinticuatro horas del día, mucho menos la revolución digital, la
web y la virtualidad. Pero fundamentalmente como científico social no tenía
posibilidades concretas de prever el impacto de estas innovaciones en el mundo
del trabajo, en los medios de producción y la organización social.
Lamentablemente buena parte de las nuevas generaciones de marxistas posteriores
a su muerte, tuvieron una aproximación dogmática y cuasi teológica a su
pensamiento, concentrada en la comprobación de sus hipótesis de
trabajo más que en su actualización permanente.
4. La noción de proletariado
Los orígenes italianos y reproducidos en el Derecho
Romano del concepto de proletariado, para referirse a aquellos individuos que
no poseen más propiedad que su fuerza de trabajo, es un término que ha generado
discusiones e interpretaciones diversas en el campo del marxismo. Pareciera que
en Marx la noción de proletariado es más totalizante y referida a todos los
explotados por el capital en el mundo laboral quienes toman conciencia de su
situación y deciden movilizarse en colectivo para cambiar la situación de
injusticia y explotación.
La clase obrera industrial y fabril estaría en el
corazón del proletariado y sería su motor para abrirle paso a la revolución
socialista, al comunismo. De allí la frase del Manifiesto Comunista (1848)
¡¡Proletarios de todos los países uníos!! En este sentido, la condición
proletaria se convierte en un referente estratégico en la labor del partido
revolucionario, de la vanguardia, de los comunistas.
5. El concepto abarcante de trabajador
El desarrollo científico y tecnológico comienza a
vivir una aceleración históricamente inusual en el siglo XX, con redobladas
expresiones en el periodo post guerras mundiales. Aunque es justo decirlo, la
aceleración no disminuyó en los periodos de confrontación bélica, sino que su
uso en la producción y el surgimiento de la cultura de masas fue limitado. La
aceleración de la innovación científico tecnológica fue impactando de manera
precisa al modo de producción y a la estructuración del trabajo fabril e
industrial. La incorporación de las innovaciones científicos tecnológicas en la
producción fabril e industrial aumentó la capacidad productiva de las mismas,
eso sí, requiriendo menos mano de obra y quebrando la idea inicial de fábricas
por doquier.
La nueva realidad del mundo productivo comienza la
tendencia a acoplar al y la trabajadora mucho más a las tecnologías que al
trabajo del otro y la otra. Este es un proceso gradual y casi imperceptible que
genera nuevas resistencias fundamentadas en la memoria histórico-cultural
acumulada por la clase obrera. Pero la rueda comienza a girar en la estructura
del modo de producción y ello comienza a expresarse en el conjunto de la
sociedad.
La organización del creciente número y formas de
mercancías hace necesaria la creación del ciudadano consumidor para poder
concretar el ciclo de apropiación del plusvalor. Mientras la clase obrera ve
estancado y muchas veces disminuido su tamaño porcentual en la población, se
multiplica la creación de nuevos empleos y puestos de trabajo en áreas de los
servicios, la administración y el desarrollo de mercancías inmateriales.
El empleo y el trabajo que se expande contiene unas
condiciones histórico materiales que promueven mucho más la competencia que la
solidaridad, a pesar de ser parte estos trabajadores de quienes no tienen otra
propiedad para vender que su fuerza de trabajo. La expansión de la cobertura
educativa por parte de los sistemas escolares conforma un nuevo trabajador
titulado que solo puede vender lo que sabe hacer para obtener capacidad de
compra de alimentos, vivienda, transporte y ser el soporte económico de los más
chicos.
El estancamiento y disminución numérica de la clase
obrera respecto al universo del mundo del trabajo es nuevamente problematizado
por el campo marxista. Pero además la clase obrera inicia un periodo de baja
presencia política, en contraste con un creciente protagonismo de los
estudiantes trabajadores, los maestros, enfermeras, médicos, pilotos, etc.
Esto se resuelve teóricamente de diversas maneras
en el campo marxista. Mientras la mayoría de marxistas continúan desestimando
el impacto de la innovación científico-tecnológica en la conformación de la
clase obrera como clase en si y para sí, Daniel Bensaid (1946-2010), lo
resuelve asumiendo el concepto de trabajador como abarcante a
todas las formas de explotación y venta de la fuerza de trabajo como mercancía
a los capitalistas y, Guy Standing (1948- ) intenta explorar y actualizar el
horizonte del marxismo hablando de precariado. Más recientemente
ese debate se ha planteado en términos de posibilidad de disolución de la clase
obrera o negación de este enunciado ante el avance de la robótica en el modo de
producción capitalista, para lo cual marxistas como Harvey (1935- ) han
expresado su oposición a esta posibilidad.
En la década de los sesenta del siglo XX se inicia
la tercera revolución industrial, con ciclos internos que se identifican a
nivel de público con determinados productos, pero que tienen múltiples
expresiones en el modo de producción. Hasta ahora las generaciones de la
tercera revolución industrial se conocen a nivel del público como a) era de la
super computadora; b) computadora en casa; c) computadora portátil; d) video
juegos, internet, la web y el mundo digital en casa; e) redes sociales y
capitalismo cognitivo y; e) realidad virtual, inteligencia artificial,
nanotecnología y conexión 4G. Estas innovaciones están reconfigurando el mundo
del trabajo como lo analizaremos en otro artículo con datos cruzados.
Lo cierto es que la mutación y multiplicación de
las formas y expresiones de venta de la fuerza de trabajo como mercancía al
capital, ha generado una expansión sin precedentes de la mentalidad, de la
cultura de la clase media. El problema es que el marxismo ha construido una
narrativa pequeño burguesa de la clase media que limita la comprensión de su
desarrollo en el siglo XXI. Sobre ello volveremos de manera exclusiva en otro
artículo.
Buena parte de la evidencia empírica muestra una
intención de hegemonía de la lógica del consumo y bienestar de la clase media
entre los trabajadores, no de condición proletaria. Los trabajadores comienzan
a ver el estilo de vida de la clase media, el performance cultural de ésta como
su ideal, muy alejado de las previsiones de un mundo altamente planificado y en
asamblea permanente de reorganización social. El ocio creativo y la diversión
ideológicamente pragmática se han instalado en los imaginarios de buena parte
de la clase trabajadora (…. Continuará)
En los próximos artículos de esta serie
trabajaremos: problemas y situaciones novedosas presentes en la fábrica de la
tercera revolución industrial. La pérdida de protagonismo social de la clase
obrera. Mutaciones en las narrativas de las izquierdas. La odiada clase media y
el capitalismo cognitivo del siglo XXI. Los chalecos amarillos ¿un nuevo
despertar de la clase para sí? ¿Qué es esa vaina de la Cuarta revolución
industrial en el mundo del trabajo? Y que pasa si se cumplen los pronósticos
sobre la curta revolución industrial. ¿Desaparece la idea socialista? Volver al
método de Marx. ¿Es suficiente con rescatar el idealismo Hegeliano?
Lista de referencias
Barronco, Oriol (2006). ¿Todavía la clase obrera y
la condición proletaria? En Revista Viento Sur, Nª 86, pag. 42-49
Claudio Katz: Discusiones Marxistas sobre
tecnología, Teoría, en Razón y Revolución nro. 3, invierno de 1997,
reedición electrónica. Disponible en http://www.razonyrevolucion.org/textos/revryr/prodetrab/ryr3Katztecnolo.pdf
Deleuze, Gilles y Guattari, Felix (1997). Mil
Mesetas: capitalismo y Esquizofrenia. Ediciones Pre-Textos. Valencia. España.
Marx, Karl Miseria de la Filosofía, Buenos Aires,
Siglo XXI, 1975, p. 158.
Marx, Karl El Capital, Libro 1, Cap. IV.
Nicolás Iñigo Carrera (Conicet / FCH-UNCPBA /
Pimsa. (2003) El concepto de clase obrera. Disponible en http://www.iisg.nl/labouragain/reconceptualising.php
[i] Marx, K; Miseria de la Filosofía; Buenos Aires,
Siglo XXI, 1975; p. 158.
[ii] Marx, K; La Ideología Alemana; Buenos Aires,
Pueblos Unidos, 1975; pp. 60-61
[iii] Marx, K; Miseria de la Filosofía; Buenos
Aires, Siglo XXI, 1975; p. 158
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