La mente abierta y clara del votante recibe del mismo modo todos los mensajes políticos. Los analiza, los considera, los compara, les aplica su razonamiento lógico y finalmente toma una decisión de voto.
Una decisión pensada, elaborada, con
fundamentos.
¿Real?
No. Falso.
La decisión de voto no es racional.
Saludos,
Daniel
Daniel
La racionalidad de la
decisión de voto es una mera ficción teórica
En 1799 Francisco
de Goya y Lucientes ya ha vivido lo suficiente como para saber que la
razón, tan admirable, es apenas una parte del universo psicológico humano.
En una
de sus aguafuertes más conocidas de aquel año, Goya se representa a sí
mismo adormecido sobre una mesa de trabajo mientras una bandada de aves
nocturnas de aspecto siniestro vuelan hacia él.
Su título
es contundente: “El sueño de la razón produce monstruos”.
¿La decisión de voto es producto de la reflexión?
Una de
las batallas perdidas más emocionantes de la historia de la humanidad consiste
en querer ver todas sus decisiones como el producto de la razón.
Uno de
los últimos reductos de esta batalla es la decisión de voto. Es allí que
durante décadas muchos protagonistas, observadores y analistas han insistido en
el papel preponderante de la razón.
Han
identificado la política con la ideología, con la argumentación lógica y con
las decisiones basadas en la razón. Pero la decisión de voto es muy diferente
de ese retrato voluntarista.
Más aún
en tiempos de ocaso
de la reflexión.
En 2017 Ignacio Martín Granados me entrevistó en
relación con estos temas para la Revista de ACOP.
La citada
revista es publicada en Madrid por la Asociación de Comunicación Política de
España y abarca temas profesionales de interés en la comunicación y la
consultoría política.
A
continuación comparto buena parte de la entrevista, considerando que preguntas
y respuestas continúan siendo de mucha actualidad.
¿Cómo definir la psicología política?
La
psicología política es el estudio científico de los aspectos psicológicos de la
vida política. Toda la política pasa por el filtro del cerebro humano, de sus
leyes de funcionamiento, de la dinámica mental y emocional, de la vida psíquica
consciente e inconsciente.
Todo pasa
por allí: la
decisión de voto, las simpatías y antipatías políticas, los liderazgos, las
decisiones de gobierno, la comunicación política…absolutamente todo.
La
psicología como disciplina tiene sus primeros antecedentes 2500 años atrás. Su
constitución como ciencia se produce sobre el último tercio del siglo
diecinueve. Y la psicología política como una de sus ramas específicas, con su
propio objeto de estudio y su propia metodología, surge ya en el siglo veinte.
Autores como Gustave Le
Bon, Charles
Merriam, Harold Lasswell
y Theodor Adorno
marcaron algunos de sus pilares fundacionales.
Hoy en
día ya contamos con una vasta investigación, numerosas publicaciones, una organización internacional de especialistas y
una presencia sólida en programas académicos formales de numerosas
universidades.
De lo que
se trata ahora es de seguir investigando, difundiendo y además aportando a la
práctica política del mismo modo que lo hacen otras ciencias sociales.
¿Somos menos racionales de lo que creemos?
Sí. Somos
mucho menos racionales de lo que creemos. La decisión de voto meramente
racional no pasa de ser pura ficción teórica.
Nadie
decide nada solo con la razón. Nadie. En ningún ámbito. De hecho las decisiones
humanas, incluyendo las decisiones políticas, son esencialmente irracionales y
emocionales. La razón viene luego a justificar y clarificar lo ya decidido.
La
dinámica psicológica es por lo menos 95% inconsciente y no más de 5%
consciente. La paradoja es que la comunicación política prioriza ese 5%
consciente y olvida al
decisivo 95% inconsciente. Considerando esto, entonces, no debería
sorprender que ocurran tantas sorpresas electorales.
¿Con Trump y el Brexit asistimos al triunfo del
cerebro de reptil sobre el cerebro humano?
Lo que
llamamos cerebro
de reptil es una estructura muy primitiva que opera en todos los procesos
políticos y no solo en los mencionados.
Si
consideramos que gobierna, por ejemplo, las conductas territoriales…entonces es
claro que se activa con facilidad cuando están en juego conceptos de fronteras,
de extranjeros, de salidas o entradas al territorio.
Pero en
procesos como la victoria de Trump o del Brexit seguramente estuvieron en juego
por lo menos otros 3 aspectos además de ese:
1. El cerebro necesita mensajes
simples.
2. Las ideas necesitan emociones
para ser más potentes.
3. Amplios segmentos sociales se
sienten desplazados y atemorizados por los cambios sociales, económicos y
tecnológicos que ocurren en nuestro tiempo.
Cuando
todo esto se conjuga surgen resultados que las encuestas no pueden prever
porque básicamente miden la autoconciencia humana pero no las pulsiones
irracionales.
En gran
medida las encuestas miden ese 5% del que te hablaba antes, mientras el
decisivo 95% queda en la sombra porque es inconsciente hasta para los propios
ciudadanos que responden a la encuesta.
¿El avance en neurociencia deja a los ciudadanos en
manos de una manipulación política más sofisticada y sutil?
Es un
riesgo, sí. Casi cualquier avance científico puede ser utilizado de manera
maravillosa para expandir las fronteras humanas y para hacernos cada día más
humanos. Pero también puede ser utilizado de manera devastadora, manipuladora y
destructiva.
Vivimos
tiempos complejos, por cierto.
Internet, los ordenadores, las nuevas tecnologías…son avances extraordinarios que pueden favorecer la vida humana. Pero al mismo tiempo, ¿acaso no nos ponen al alcance de una sofisticada manipulación política?
La
adicción al smartphone, la consulta a su pantalla cada pocos minutos, las apps
coloridas y brillantes que incitan al clic, el culto a la velocidad, la novedad
y la instantaneidad, las respuestas casi automáticas de ‘me gusta’, la
fragilidad de la atención, la fragmentación de los vínculos sociales, el
narcisismo extremo, la frágil construcción de las identidades…y podría seguir.
¿Acaso
todo eso no nos está colocando en una especie de caja
de Skinner, como ratitas en pleno proceso de condicionamiento? Tenemos que
pensar mucho estas cosas.
Hablamos de posverdad pero la mentira y la
manipulación de la realidad no son nuevas en política
La
naturaleza humana continúa siendo la misma, claro está. Tal vez en estos
tiempos la verdad no la tiene fácil. Para nada fácil.
Nunca la
tuvo fácil, nunca.
La ignorancia y la inquisición han sido en todos los tiempos tan ominosas como ahora.
En este
tiempo que vivimos, a veces parece que un tuit o un comentario en Facebook es
más importante que una obra documentada, investigada y pensada. A veces parece
que la elaboración y el pensamiento quieren ser llevados por delante por el
grito o la frase sensacionalista.
Es una
batalla permanente. Una batalla por las verdades, por los hechos, por las
construcciones a largo plazo en todos los órdenes.
¿Cómo se percibe y procesa la información política
en estos tiempos?
Los
partidos políticos emiten mensajes, pero no están solos. Otros mensajes
múltiples y contradictorios surgen desde otros lugares de la sociedad.
El
cerebro del votante recibe solo algunos de estos mensajes. Y los recibe
filtrados por los medios de comunicación, las redes sociales, los vínculos con
otros, la tecnología, la vida cotidiana y muchas otras capas que tamizan esos
mensajes.
Es un
proceso continuo, que no comienza con la campaña electoral ni finaliza el día
de la elección. Y dentro del votante es también un proceso continuo de
elaboración, archivo, evocación y re-elaboración.
Un
proceso donde reinan los mecanismos irracionales, inconscientes y emocionales.
A ese respecto, por ejemplo, investigué (y expliqué luego en la Cumbre Mundial
de Comunicación Política de junio de 2016) cómo es la psicología
del votante de Donald Trump. Y lo que aparece en primer plano es el peso
del miedo y de la ira como motivadores.
Todo ello
se vive, además, mientras existe una verdadera guerra por la atención, porque
la atención es el bien más escaso y más preciado de hoy. Todo se complejiza aún
más porque estamos siendo empujados hacia las percepciones fragmentarias y los
juicios rápidos y superficiales.
Si los
electores se volvieran distraídos, superficiales, impulsivos y apurados…pues
sus decisiones políticas serían de muy baja calidad.
¿Hay una explicación psicológica para comprender el
auge de los populismos?
Simplicidad
extrema. Emociones primarias a flor de piel. Pensamiento rápido. Multitudes
solitarias que necesitan el supuesto amor y la supuesta protección de la masa y
del líder. Pensamiento mágico. Ahí tienes algunos de los ingredientes
psicológicos esenciales para la receta populista.
¿Se necesita la psicología para cambiar la
política?
La
psicología es una herramienta muy potente para ayudar a cambiar la política en
un sentido positivo. Cambiar para mejorar la comunicación política, los
liderazgos políticos, la toma de decisiones, las negociaciones y los acuerdos
políticos.
Esos son
aspectos sobre los que la psicología ha construido mucho conocimiento aplicable.
Pongamos pues a la psicología a trabajar para mejorar la política.
¿Cómo será el próximo tiempo con Trump en la Casa
Blanca y tantos resultados electorales sorprendentes?
Imprevisible,
casi inescrutable. Trump no es solo Trump: es un síntoma.
Algo está
ocurriendo en la sociedad, algo complejo y contradictorio. Tal vez vinculado
con la globalización, las fracturas sociales, la fragmentación de la vida
cotidiana, el paso arrasador de la tecnología, los cambios en los vínculos
humanos.
Eso que
está pasando en las entrañas de las sociedades actuales seguirá emergiendo y
sorprendiendo, seguramente.
¿Qué pueden hacer políticos y consultores en este
contexto?
El mejor
consejo lo dio Aristóteles hace cerca de 2500 años. Es aquello de que “Somos lo
que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto; es un
hábito”. De ahí se desprende todo un programa de vida y de trabajo.
¿Qué
hacer?
Pues estudiar, investigar, escribir, profundizar, pensar. Nada se logra a golpe de tuit.
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