por Thierry
Meyssan
Aunque la división entre los yihadistas de al-Qaeda
y los yihadistas de Daesh ya no tiene razón de ser, ambos
grupos terroristas siguen existiendo por separado en medio de
la guerra que aún sacude el Medio Oriente. Paradójicamente, ahora es
al-Qaeda el que cuenta con un seudo Estado –en la gobernación siria
de Idlib– mientras que Daesh organiza atentados fuera de los campos
de batalla –en el Congo y en Sri-Lanka.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 30 de abril de 2019
La liberación de la zona que el Emirato Islámico
(Daesh) controlaba y administraba como Estado no significó el fin de esa
organización yihadista. Eso se debe a que, aunque fue creado por los
servicios de inteligencia de la OTAN, Daesh encarna una ideología que
moviliza a los yihadistas y que es por lo tanto capaz de sobrevivir.
Al-Qaeda era un ejército mercenario de
la OTAN, a cuyo lado luchó en Afganistán, en Bosnia-Herzegovina y
más tarde en Irak, Libia y Siria. Sus principales acciones son
actos de guerra (que sus hombres realizaron haciéndose llamar, por ejemplo,
«muyahidines» o «Legión Árabe») y algunas operaciones
terroristas realizadas de forma secundaria, pero mucho más abiertamente
que las acciones de guerra, como los atentados registrados en Londres y
Madrid.
Osama ben Laden, clasificado oficialmente como
enemigo público número 1, en realidad vivía tranquilamente
en Azerbaiyán y bajo la protección de Estados Unidos, detalle
revelado por una ex miembro del FBI [1].
No está de más recordar aquí que al-Qaeda
nunca reclamó la autoría de los atentados perpetrados en
Nueva York el 11 de septiembre de 2001, que Osama ben Laden dijo
no tener nada que ver con esos hechos y que el video donde decía
lo contrario fue autentificada sólo por su empleador –el Pentágono–
mientras que todos los expertos independientes sostenían que era falso.
Según las autoridades pakistaníes, Obama
ben Laden falleció en diciembre de 2001, el MI6 incluso asistió
a su entierro. Pero diferentes individuos hicieron el papel de “Osama
ben Laden” hasta mayo de 2011, cuando las autoridades de
Estados Unidos afirmaron haberlo matado… pero nunca mostraron su
cuerpo [2].
La muerte oficial de Osama ben Laden permitió
rehabilitar a sus seguidores –supuestamente engañados por aquel malvado jefe–
para que la OTAN pudiera utilizarlos contra Libia y Siria, como
había utilizado antes a al-Qaeda en Bosnia-Herzegovina [3].
Daesh es, por el contrario, un proyecto instaurado
para ocupar y administrar un territorio –el Sunnistán o Califato–, como
explicó una investigadora del Pentágono, Robin Wright, quien incluso acompañó
su explicación con mapas, antes de la creación de Daesh [4].
Estados Unidos financió y armó directamente a Daesh a través de la
operación «Timber Sycamore» [5].
Daesh impresionó al mundo al instaurar la charia, una ley que
ni siquiera tuvo que elaborar porque ya existía.
Si los yihadistas de al-Qaeda y Daesh fueron
derrotados en Irak y en Siria fue, en primer lugar, gracias a
la bravura del Ejército Árabe Sirio y, después, gracias al desarrollo técnico
de la fuerza aérea de la Federación Rusa, que utilizó bombas penetrantes
contra las instalaciones subterráneas de los yihadistas, y también gracias a
los aliados de la República Árabe Siria.
En estos momentos, la guerra está prácticamente
terminada en el plano militar [6]
porque el presidente estadounidense Donald Trump impidió que
se mantuviera el flujo de yihadistas provenientes de todas partes del
mundo, principalmente desde la Península Arábiga, el Magreb, China, Rusia y la
Unión Europea.
En resumen, al-Qaeda es una fuerza paramilitar
utilizada como refuerzo de la OTAN mientras que Daesh es un ejército
terrestre aliado.
Paradójicamente, Daesh ha perdido el territorio
para cuyo control había sido formado mientras que al-Qaeda ahora administra un
territorio, a pesar de que su misión consistía en oponerse a la
administración de un territorio. Siria ha logrado cercar los diferentes
núcleos yihadistas y encerrar el mal en la gobernación de Idlib.
Incapaces de romper con sus aliados yihadistas, Alemania y Francia ahora
se encargan de mantenerlos, garantizándoles abastecimientos y servicios de
salud. O sea, cuando los europeos hablan hoy de la ayuda que aportan
a los «refugiados sirios», están hablando del respaldo que garantizan
a los miembros de al-Qaeda… que no son civiles ni sirios.
En todo caso, la retirada de los soldados estadounidenses
presentes en Siria no cambia gran cosa mientras sus mercenarios
de al-Qaeda sigan en Idlib.
Después de haber perdido el territorio que les
había sido asignado, los sobrevivientes de Daesh ya no pueden desempeñar
el papel que las potencias occidentales les habían conferido y quedan,
por ende, relegados a una función comparable a la de al-Qaeda: ser sólo
una milicia terrorista. En todo caso, cuando se hallaba en su apogeo
como “Estado Islámico”, Daesh ya practicaba el terrorismo fuero del campo de
batalla, como pudo verse en Europa desde 2016.
Nadie pudo prever los atentados que Daesh ha perpetrado
recientemente –el 16 de abril en el Congo [7]
y el 21 de abril en Sri Lanka [8].
Tampoco nosotros. Al-Qaeda también habría podido atribuírselos.
Si Daesh ha logrado aparecer súbitamente en la
República Democrática del Congo ha sido poniendo su bandera
en manos de las «Fuerzas Democráticas Aliadas» (ADF-Nalu o ADF,
siglas en inglés.) de Uganda.
Y si ha logrado realizar una serie sangrienta y
espectacular de acciones en Sri Lanka es porque los servicios de
inteligencia estaban totalmente enfocados contra la minoría hindú y
no estaban vigilando a los musulmanes. Pero también puede ser debido a
que esos servicios de inteligencia fueron formados por los británicos y los
israelíes o porque la circulación de los datos de inteligencia se vio
obstaculizada por las disputas entre el presidente de la República,
Maithripala Sirisena, y el primer ministro, Ranil Wickremesinghe.
Sri Lanka es un país particularmente vulnerable
porque se cree demasiado refinado para poder ser la cuna de una
bestialidad como la que allí acaba de perpetrarse. Eso es un error.
Sri Lanka sigue sin haber aclarado cómo fueron ejecutados más de
2 000 miembros de la organización Tigres de Liberación del Eelam Tamil,
que ya habían sido vencidos y se habían rendido en 2009. Cuando
alguien se niega a mirar de frente la verdad sobre sus propios
crímenes, corre el riesgo de provocar otros actos de barbarie creyéndose
más civilizado que los demás.
En todo caso, los dramas registrados en la RDC y
Sri Lanka demuestran que los yihadistas no desaparecerán mientras
las potencias occidentales sigan utilizándolos, ahora fuera del Gran
Medio Oriente.
[1]
Classified Woman: The Sibel Edmonds Story: A Memoir,
Sibel Edmonds, 2012
[2]
«Reflexiones sobre el
anuncio oficial de la muerte de Osama ben Laden», por Thierry
Meyssan, Red Voltaire, 9 de mayo de 2011.
[3]
Comment
le Djihad est arrive en Europe, Jurgen Elsasser, Prefacio de
Jean-Pierre Chevenement, Xénia, 2006.
[4]
“Imagining
a Remapped Middle East”, Robin Wright, The New York
Times Sunday Review, 28 de septiembre de 2013.
[5]
«Armamento por miles de
millones de dólares utilizado contra Siria», por Thierry Meyssan, Red Voltaire,
18 de julio de 2017.
[6]
El autor establece aquí una clara diferencia entre la guerra en el campo
de batalla y la guerra económica desatada contra Siria, que parece
lejos de concluir. NdlR.
[7]
«RDC:
Daesh et les ADF se rapprochent au Nord-Kivu», Christophe Rigaud, Afrikarabia,
21 de abril de 2019.
[8]
«Attacks
carried out by suicide bombers, Govt. Analyst confirms», Ada Derana,
22 de abril de 2019.
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