Escenarios. 24 de julio de 2002.
Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez
(Advierto que nos
moveremos en el marco del pensamiento de Nietzsche, aunque lo enmendaremos o lo
encausaremos con el pensamiento de Mao Zedong)
11.
¿De qué depende que el mundo de mañana sea mejor que el de hoy? Contesta
Nietzsche: de la voluntad. Es obvio: el mundo será lo que nosotros queramos que
sea y no será lo que nosotros no queramos que sea. No se trata de lo que
deseamos o imaginamos, sino de lo que queremos. La voluntad es la potencia del
alma que debe dominar sobre las demás, nuestro principal caballo de batalla en
nuestra educación moral. Si quisiéramos educarnos en el amor, serían entonces
los sentimientos y no la voluntad nuestro principal caballo de batalla. Luis
Herrero quiere que seamos duros y Héctor Dama quiere que seamos humanos. En uno
y otro caso es la voluntad la que obra y se abre paso. Al igual que la voluntad
“libre”, no mediada sino por sí misma, es la base del Estado de derecho, del
mismo modo la voluntad de poder, mediada por sí misma y la voluntad de los
otros, es la base de la moral.
22.
¿Es suficiente con la voluntad para que el mundo del mañana sea mejor que el de
hoy? De ninguna manera. La voluntad, para operar sus resultados, necesita de la
conciencia, del conocimiento. Si no conocemos el mundo en todas sus abismales
profundidades, nuestra voluntad será ciega y actuará a tientas. Proponemos, siguiendo
a Nietzsche, la voluntad de poder, pero el poder de la voluntad depende en
buena parte del conocimiento. Sin conocimiento, sin ciencia, nuestra voluntad
no será una voluntad de poder, como nos ha educado Nietzsche, sino tan solo una
buena voluntad, según nos propuso Kant.
33.
¿Es suficiente con la voluntad y con la conciencia para que el mundo del mañana
sea mejor que el de hoy? Pues no. Hacen falta los medios. Para que nuestra
voluntad se imponga al decadente mundo de hoy y cree el hermoso mundo del
mañana necesita de medios. ¿Qué o quiénes son esos medios? Escuchemos la
respuesta de Mao Zedong: las ideas correctas, elaboradas por el reducido grupo de los escogidos, solo se
convertirán en una fuerza material para transformar el mundo si son asumidas
por las grandes masas. Aquí radica el principal error de Nietzsche al elaborar
su concepción moral del mundo: solo percibió los aspectos negativos de las
masas y no su aspecto revolucionario. No se percató que el mundo no cambiará,
por mucha voluntad de poder que tenga el grupo de los elegidos, si las grandes
masas no se hacen con la conciencia de la necesidad de transformar el mundo
para su propio bien y provecho. Los espíritus fuertes se hacen no en lucha
contra las grandes masas, sino poniéndose a su cabeza.
(Las palabras escritas en
negrita no pertenecen al texto de Mao Zedong. En la ideología política marxista
en vez de la palabra “elegidos”, que tiene una alta connotación moral, siempre
se ha preferido emplear la palabra “vanguardia”)
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