19/07/2019
Cuando en los años 1960 nos incorporamos a la lucha
gremial y de inmediato a la político-militar en el Movimiento de Liberación
Nacional – Tupamaros (MLN-T) de Uruguay, no sólo parecía evidente que el
capitalismo podía ser superado, sino incluso la militancia que reivindicaba el
socialismo estaba convencida en su gran mayoría de que el mundo ya estaba
superando el capitalismo.
Los comunistas uruguayos, siguiendo las palabras
del Partido Comunista de la URSS, daban por hecho que, por lo menos una sexta
parte de la Humanidad ya vivía en el socialismo y había dejado atrás el
capitalismo.
Los pro-chinos, a pesar de criticar el
“revisionismo” del PCUS, no negaban ese aserto, sino que incluían a China y a
Vietnam como parte de esa porción de la Humanidad que había dejado el
capitalismo en su pasado.
En América Latina los cubanos revolucionarios y
quienes se inspiraban en la Cuba revolucionaria consideraban un hecho que la
Isla construía el socialismo.
Por nuestra parte sólo muchos años después, leyendo
las ideas económicas del Che, y en especial sus propuestas y realizaciones
económicas en su período de dirigente en Cuba (ver Guevara 1964 y 1970) y su
crítica al Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS
(Guevara 2006), escrita en su estadía clandestina en Europa poco antes de ir a
combatir a Bolivia (pero publicada por primera vez sólo en 2006), nos
re-preguntamos a partir de Marx qué caracteriza el capitalismo, y
por ende cuál sería el perfil general de un orden socioambiental que lo
superase.
El capital es la relación social que media entre
los dueños de medios de producción y los que trabajan para ellos como
asalariados en esos medios.
El capitalismo reposa sobre la valorización del
valor que ocurre a través del robo de plusvalía arrancada por los capitalistas
a sus asalariados. El valor es la cantidad de tiempo socialmente necesario para
producir una mercancía.
La mercancía es la entidad de doble faz constituida
por el valor (de cambio, llamado simplemente valor) y el valor de uso, que es
el soporte material del valor. El valor (a través de procedimientos que no
analizamos aquí) se expresa como precio en una determinada suma de dinero.
El dinero es la medida universal de valor, que
facilita el intercambio de todas las mercancías, incluyendo la mercancía fuerza
de trabajo, cuyo valor (que el capitalista paga o debería pagar como salario)
es la suma de los valores de las mercancías necesarias para que el trabajador
reproduzca en él y sus descendientes la fuerza de trabajo (que el capitalista
pondrá a su servicio en las generaciones presente y futuras).
La plusvalía es la suma de valor que supera el
valor de la fuerza de trabajo (el salario) y que el capitalista se embolsa
gratuitamente, a costa del asalariado. Tal remanente deriva del hecho de que el
trabajador trabaja más allá del tiempo que equivale al necesario para “pagarle”
al capitalista el valor de la fuerza de trabajo, recibido como salario
(plusvalía absoluta) y/o del hecho de que disminuye el valor de la fuerza de
trabajo por las innovaciones tecnológicas que hacen posible reducir el valor de
los bienes que conforman su valor, sin que disminuya la jornada laboral del
asalariado (plusvalía relativa).
La ganancia es el remanente de valor de que se
apropia el capitalista (mediante la plusvalía) luego de haber compensado los desembolsos
que hizo por concepto de salarios, materias primas y auxiliares, fracción de
las maquinarias desgastadas en el proceso de producción de una determinada
cantidad de mercancía, y cualquier otro gasto generado por esa producción.
Ahora, como dijo Marx (anticipando la actual
devastación ecológica y la mercantilización de todas las dimensiones de la vida
humana), en la lógica de la ganancia propia al capitalismo, se ven socavadas la
dos fuentes de la riqueza (el ser humano y la Tierra).
En esos conceptos simples (y que presentamos de
forma simplificada) reside la explicación de la esencia del capitalismo. Y así,
como lo señaló el Che en las obras antes citadas, y en especial en la última,
mientras haya aplicación de la ley del valor, mercancía, salario y dinero, el
capitalismo no habrá sido superado (y tampoco eventualmente otras formaciones
económicas que lo precedieron históricamente y pueden convivir con él,
aplicando las categorías mencionadas).
Analizando a la URSS, el Che previó que la sobrevivencia
de esas categorías en su vida económica amenazaba retrotraer a la URSS al
capitalismo puro y duro; y 35 años después la Historia le dio la razón.
Por nuestra parte mostramos la inconsistencia con las propuestas,
críticas y advertencias del Che en relación a la URSS, que tenían los nuevos
“lineamientos económicos” aprobados por el Partido Comunista cubano en 2011
(ver Israel Semino, María y López Velasco S., 2014, anexo 1).
Decíamos que lejos de acercar a Cuba a lo sugerido
por el Che en su oposición a lo que sucedía en la URSS, esos lineamientos se
aproximaban precisamente a lo que criticaba el Che.
Hoy, 5 años después, reafirmamos esa posición. No
tenemos respuesta para la pregunta sobre si es posible que un país o un grupo
de países puede efectivamente ir más allá de la ley del valor, la mercancía, el
salario y el dinero, mientras el resto del mundo permanece capitalista; menos
aún tenemos esa respuesta si ese o esos países son poco desarrollados
tecnológica e industrialmente.
Pero ya sea posible eso o haya que esperar-imaginar
la posible superación del capitalismo sólo cuando la misma ocurra a nivel
planetario (y hay que preguntarse cómo sería posible esa transformación global
simultánea), reiteramos algunas ideas clave sobre el contenido de esa
superación en perspectiva socialista con horizonte ecomunitarista (ver López
Velasco 2009, 2013, 2018).
Para dejar el capitalismo atrás hay que imaginar en
primer lugar que toda la comunidad humana (nacional o planetaria)
participe (por ejemplo a partir de los 11 años, que es la edad que Piaget
caracterizó como la del manejo del razonamiento lógico y del nivel maduro de la
moral) en la definición de las necesidades individuales-comunitarias que deben
ser satisfechas y de la confección del Plan de producción capaz de proveer los
bienes y servicios para satisfacerlas.
Oportunamente aclaramos que esas necesidades
acatadas serán sólo las éticamente legitimadas por las tres normas
fundamentales de la Ética, que nos exigen, respectivamente, luchar para
garantizar nuestra libertad individual de decidir, realizar esa libertad en la
búsqueda de consensos con los otros, y, preservar-regenerar la salud de la
naturaleza humana y no humana; también aclaramos que esta última traza
los límites ecológicos éticamente aceptables para la producción y el consumo
poscapitalista, de tal forma que concebimos el poscapitalismo como el orden
socioambiental ecomunitarista en el que se practican las tres normas básicas de
la Ética y se aplica diariamente el principio que reza “de cada uno según su
capacidad y a cada uno según se necesidad, respetándose los equilibrios
ecológicos”.
Así los productos y bienes generados no son más
mercancías pues carecen de valor de cambio, y se limitan a ser valores de uso
para satisfacer las necesidades legítimas. Así ha sido dejado atrás el salario
y también el dinero.
En segundo lugar, y para respetar la tercera norma
fundamental de la Ética, la economía poscapitalista debe usar sólo energías
limpias y renovables (como la solar y la eólica), reducir, reutilizar y
reciclar los insumos y residuos (de la producción y del consumo), y prescindir,
en la producción, de los agrotóxicos, transgénicos y de cualquier técnica que
degrade gravemente la tierra, el agua y/o el aire, y/o que afecte gravemente la
salud de la naturaleza humana y no humana (contrariando la tercera norma
fundamental de la ética).
En tercer lugar todas las decisiones intra y
extra-económicas (en sentido estricto) deben ser tomadas mediante el ejercicio
de la democracia directa, y los cargos de representación que sea inevitable
mantener deben ser ejercidos en permanente rotación y sus ocupantes deben ser
electos y removibles a cualquier momento por los electores (ver López Velasco
2017); tal democracia directa es hoy enormemente facilitada por los recursos
informáticos y de internet.
La comunicación debe ser horizontal y simétrica,
usando todos los recursos que ya ofrecen la informática e internet, y la
gran prensa será comunitaria y pública, superando e impidiendo la formación de
monopolios u oligopolios mediáticos privados.
La educación formal e informal tendrá siempre un
perfil problematizador (ver Freire 1968) y ambiental-ecomunitarista (ver López
Velasco 2008, 2018, 2019); tal educación incluye una educación sexual promotora
de la erótica del libre y consensuado placer sano para los partners
(según lo exigen las tres normas básicas de la Ética), sean sus nexos de
carácter hetero u homosexual, y la crítica-superación del machismo y del
racismo.
Hay que notar que algunos autores han defendido la
tesis de que el “trabajo productivo” en el capitalismo, a saber aquel que
genera plusvalía, se concentró en el sexo masculino, mientras que los trabajos
“no productivos” (como las tareas domésticas y de cuidados educativos y de
salud) se depositaron en manos de las mujeres, por lo que el modo capitalista
de producción sería intrínsecamente machista. No obstante hay que notar que
algunos de esos autores parecen contradecirse cuando, al constatar la inclusión
masiva de las mujeres al mercado de trabajo capitalista, afirman que esa
inclusión se hace al precio de su masculinización; y decimos que se contradicen
porque naturalizan en la mujer características tales como la dulzura y la
compasión, siendo que, para escapar al machismo, hay que concebir esas virtudes
como propias de lo humano sin más, sin distinción de sexos. En ese punto lo
decisivo es que las mujeres y los hombres (y transexuales, lésbicas, gays,
etc.) se encuadren como iguales en la economía ecológica y sin patrones (sin
vigencia de la ley del valor, sin mercancías, ni salario ni dinero) que antes
reseñamos.
Ahora bien, más de un siglo transcurrió desde
la Revolución rusa, pero se constata que en todo el mundo las voces y acciones
decididamente anti/poscapitalistas son minoritarias, y han sido derrotados no
sólo el “socialismo real “ (URSS y sus países satélites del este
europeo), sino también la socialdemocracia clásica, con el progresivo desmonte
del “Estado (capitalista) de Bienestar” en toda la Europa occidental, un
intento del “socialismo del siglo XXI” (Ecuador), intentos “progresistas” (en
Brasil o Argentina), al tiempo en que el supuesto socialismo maoísta dio lugar
en China a un furioso capitalismo coordinado por el Estado dirigido por un
Partido denominado Comunista (y ese camino parece ser imitado a su escala por
el heroico Vietnam).
Poco sabemos de la República Popular Democrática de
Corea, pero lo que sabemos basta para decir que mucho se aparta del
poscapitalismo caracterizado en las múltiples dimensiones que hemos
esquematizado aquí antes.
Para explicar las derrotas en los países de Europa
y A. Latina se ha esgrimido una y otra vez la tesis de la manipulación
mediática. Sin negar esa posibilidad, a esta altura de los tiempos debemos
plantear la sospecha de una razón más profunda, a saber, la “pulsión de muerte”
invocada por Freud, como un impulso inseparable de lo humano que (contrariando
al “eros”, la pulsión de vida) hace que cada uno de nosotros tienda hacia la autodestrucción
y la destrucción de los otros. No es mala esa hipótesis para explicar el
incomprensible hecho, repetido a la saciedad, de que los pobres (asalariados,
desempleados y marginados) votan en gran proporción a sus verdugos, incluso
cuando éstos anuncian anticipadamente que tomarán más medidas de recortes en
las políticas públicas (educación, salud, y vivienda, por ejemplo) e incluso en
los salarios y jubilaciones.
Tal hecho acaba de repetirse nuevamente en
julio de 2019 en la cuna de la democracia, Grecia. Allí la mayoría de los
votantes, decepcionada con las traiciones de la coalición de supuesta izquierda
Syriza a sus promesas de que se enfrentaría a los recortes antipopulares
impuestos por la Troika (el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y
el FMI), traiciones que incluyeron el desconocimiento del resultado del
plebiscito referente a esa cuestión que la propia Syriza había convocado al
asumir el Gobierno, en vez de apoyar al Partido Comunista que había criticado
esas traiciones y se había negado a integrar el Gobierno, optó en cambio por la
derechista “Nueva Democracia” que ya había gobernado inmediatamente antes de
Syriza y había practicado recortes similares.
Así, la pregunta “¿es posible superar al
capitalismo?” no se limita a las esferas económicas, políticas, militares,
educativas, erótico-sexuales, comunicativas, religiosas (enormemente complejas
de por sí), vigentes en el capitalismo, sino que apuntaría también a la propia
constitución del ser humano, pues hay tres posibilidades: o Freud se equivocó y
no existe tal pulsión de muerte (algunos psicoanalistas la niegan), o existe
pero puede ser compensada-contorneada (habría que ver cómo), o existe y es
incontorneable. A falta de conocimientos e investigaciones personales en la
materia, por ahora nos limitamos a desear, para bien de la Humanidad y del
planeta, que esa tercera posibilidad no sea la correcta.
Bibliografia
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Janeiro, Paz e Terra.
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de financiamiento, publicado originalmente en 1964, in Obras
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ISRAEL SEMINO, María Josefina & LÓPEZ VELASCO,
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LÓPEZ VELASCO, Sirio (2008) Introdução à Educação
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LÓPEZ VELASCO, Sirio (2019). Cuestiones de
Filosofía de la Educación – Diálogo con Vaz Ferreira y otros autores, y otras
cuestiones pedagógicas
Sirio López Velasco
Filósofo (Doctor y Posdoctor en Filosofía);
profesor universitario durante 33 años, autor de una veintena de libros;
E-mail: lopesirio@hotmail.com
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