Mundo, Política
25 julio, 2019 Mark
Aguirre
Cuando empezó la guerra de Yemen dijeron que era
una cuestión de meses; en realidad los generales casi siempre dicen lo mismo
para justificar sus aventuras, pero después de más de cuatro años los saudíes
están atrapados sin poder ganar la guerra y sin poder salir de ella por la
implicación que su retirada tendría en su conflicto mayor con Irán. Se metieron
en un pozo del que no saben cómo salir.
Hace dos semanas su socio más importante, Emiratos
Árabes Unidos (EAU), decidió salir por su cuenta del pozo; al fin y al cabo no
tiene fronteras con Yemen. Su salida es una forma drástica de reconocer el
fracaso militar y la necesidad de llegar a un compromiso político. Arabia Saudí
se ha gastado anualmente entre 50 y 60 mil millones de dólares en la guerra y
se estima que Emiratos no andará muy lejos de la cifra. De cualquier forma es
difícil decir qué les ha llevado a dar este paso, pero posiblemente los nuevos
drones y misiles huzíes han contribuido a que tomara esa decisión. Según
fuentes saudíes los huzíes habrían disparado más de 500 misiles y mandado al
menos 150 explosivos a través de drones, la mayoría en los últimos meses. Estos
drones han llegado a golpear instalaciones militares situadas a 750 kilómetros
de la frontera, incluido el aeropuerto de Abu Dabi. Expertos de Naciones Unidas
han dicho que los drones huzíes tienen un alcance de 1.500 kilómetros. La
supremacía aérea incontestable de la coalición ha terminado.
Los soldados emiratíes, estimados en 5.000, habían
sido el puntal de la ofensiva terrestre contra el gobierno de facto huzí en
Saná. Fueron ellos quienes al inicio de la guerra lideraron la ofensiva por la
costa del Mar Rojo, tomando los puertos de Moja y Joja. El año pasado habían
sido la vanguardia de la ofensiva por tierra para tomar el puerto de Hodeidah,
el principal puerto yemení en el mar Rojo por donde entra el 90% de la ayuda
humanitaria. El fracaso de la ofensiva llevó a las negociaciones de paz en
Suecia, en donde se acordó a principios de este año dejar a Hodeidah bajo
control de efectivos de Naciones Unidas para garantizar la ayuda humanitaria.
Nadie quiere tener la responsabilidad criminal de la muerte de hambre de
cientos de miles de personas.
También ha tenido que pesar en la decisión que, a
pesar de tener 30 frentes de combate abiertos, el avance de la coalición ha
sido mínimo. Los huzíes siguen controlando además de Saná un amplio territorio
donde vive el 80% de la población. Los drones que han atacado los principales
aeropuertos saudíes en sus montañosas provincias fronterizas con Yemen están
consiguiendo desplazar el escenario de la guerra hacia el norte, penetrando
incluso en territorio saudí. El impacto de estas armas ha sido tan poderoso que
Ryad ha tenido que cerrar por la noche el aeropuerto de Abha.
Los soldados emiratíes no dejan buen recuerdo en
Yemen. Amnistía Internacional les acusó de mantener cárceles secretas en las
que se torturó y violó sistemáticamente a prisioneros yemeníes. Ha denunciado
también desapariciones de prisioneros. Emiratos ha dicho que mantendrá una
reducida presencia militar en Adén, la antigua capital del Sur de Yemen (parece
que apoya un Yemen dividido y ha mostrado interés por la Isla de Socotra); y
seguirá pagando los salarios de los 20 mil combatientes que coordinaba, entre
ellos niños sudaneses reclutados por los janjaweed. Ha pasado su mando a los
saudíes, aunque no está clara la capacidad de Ryad para manejar a estas 16
milicias, la mayoría locales, que combatían lideradas por Emiratos. Reuters
denunció que Emiratos reclutó y pagó a militantes de al-Qaeda e ISIS para
incorporarlos a sus milicias.
La retirada es significativa porque el príncipe
Mohammed bin Zayed, el hombre a cargo de Emiratos, había acompañado a Mohamed
bin Salman, el príncipe heredero saudí, en su visita a Washington para obtener
a principios del 2015 la luz verde del Presidente Obama para empezar la guerra.
Emiratos y Arabia Saudí comparten su aversión a Irán y los Hermanos Musulmanes
dentro de una alianza estratégica por controlar los estrechos de Ormuz y Bab al
Mandab, por donde pasan diariamente casi 25 millones de barriles de petróleo.
Washington, su mentor, anunció recientemente que tiene planes militares para
empezar a patrullarlos.
Los drones y misiles balísticos huzíes –fabricados
posiblemente por ingenieros locales con la ayuda de ingenieros de Irán y
Hezbolah– están cambiando el balance de la guerra y Estados Unidos parece estar
dispuesto a compensarlo. En mayo los huzíes fueron capaces de golpear con
éxito, en la provincia de Ryad, el oleoducto que une los pozos petroleros
saudíes en el este, en Abqaiq, con los puertos de embarque en el Mar Rojo. Un
oleoducto estratégico que permitiría al petróleo saudí escapar de los estrechos
de Ormuz y Bab al Mandab para llegar al canal de Suez. El golpe muestra, dado
el tamaño del oleoducto, 1.200 kilómetros, la imposibilidad de protegerlo en su
totalidad. Los sofisticados misiles tierra-aire Hawk que lo custodian no han
podido detener los ataques de los drones, que usan un pequeño radar muy
sofisticado para esquivarlos.
La retirada de Emiratos parecía abrir una
oportunidad para acabar la guerra. Hace una semana hubo negociaciones,
facilitadas por Martin Griffiths, el enviado especial de la ONU en Yemen. Las
conversaciones entre el gobierno de Hadi y el de los huzíes tuvieron lugar en
un barco anclado en el Mar Rojo. Esos mismos días la cadena de televisión
estadounidense CBS emitió imágenes de soldados llegados a la base Príncipe
Sultán a 75 kilómetros al sur de Ryad, desplegando en el desierto sistemas de
misiles antimisiles. Era la primera vez que el Pentágono desplegaba sus tropas
en territorio saudí desde la guerra de Irak.
Lo novedoso de estas tropas en la guerra del Yemen
es que no están integradas en un comando saudí. Operan bajo mando directo del
Ejército de los Estados Unidos. Hasta ahora las tropas de Estados Unidos
estaban interviniendo en la guerra, pero integrada con los militares saudíes.
Los militares estadounidenses ayudaban a elegir objetivos en donde arrojar
bombas de precisión y abastecían de gasolina a aviones de guerra saudíes en
vuelo. Comandos de Boinas Verdes han participado en operaciones en zonas
fronterizas entre Yemen y Arabia Saudí ayudando a localizar y destruir misiles
balísticos. Lo mismo lo han hecho comandos ingleses durante la batalla de
Hodeidah. Pero la llegada la semana pasada de un contingente de 500 soldados de
Estados Unidos a territorio saudí cambiaba la lógica. Estados Unidos siempre ha
caracterizado a los huzíes como agentes de Irán y es notorio, desde que Bolton
está a cargo de la Seguridad Nacional, que la guerra contra Irán ha vuelto a la
agenda de la política de Estados Unidos en Oriente Medio. El riesgo que de lo
que hasta ahora ha sido una guerra local forme parte de una guerra regional
aparecía en el horizonte de la mano de los halcones estadounidenses.
La decisión es polémica porque el Congreso de
Estados Unidos mantiene un rifirrafe con el Presidente Trump por su ayuda
militar a Arabia Saudí. Este mes por segunda vez ha pasado una resolución
condenando la relación de la Administración del Presidente Trump con Arabia
Saudí, tanto por las atrocidades cometidas en la guerra de Yemen como por el
asesinato del periodista Jamal Kashoggi. Una resolución que se espera vuelva a
ser vetada por el Presidente como hizo con la primera. El Pentágono ha
justificado su decisión aduciendo la situación cada vez más crítica en el
estrecho de Ormuz.
Esto ocurre mientras la situación humanitaria sigue
sin mejorar. El último informe humanitario presentado al Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas advierte que el cólera en Yemen sigue en aumento y que
la mayoría de la población sigue sin tener acceso regular a comida. Doce
millones de yemeníes están amenazados de morir de hambre. Las Naciones Unidas
calculan que si sigue la guerra la cifra de muertos alcanzará a finales de este
año los 233.000. La desnutrición, el cólera y la escasez de medicamentos
seguirán matando a más personas que las bombas. No se cansan de repetir que sin
acabar la guerra no se puede acabar con la peor crisis humanitaria de nuestro
tiempo. Es aterrador pensar en la posibilidad de que Yemen sea arrastrado a una
guerra regional viendo su situación humanitaria.
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