El diplomático franquista Emilio de Navasqüés, tío
abuelo del alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida, eludió la petición del
Consejo de Control Aliado para repatriar a todos los hombres de Hitler que se
escondieron en nuestro país durante la Segunda Guerra Mundial
diario16.com / José Antequera / 08-07-2019
Emilio de Navasqüés y Ruiz de Velasco (1904-1976) fue un
destacado diplomático español al servicio de Franco que dejó
algunas páginas ciertamente interesantes para la historia durante el final de
la Segunda Guerra Mundial. Navasqüés, tío abuelo del actual
alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, fue el responsable
de que un buen puñado de jerarcas y espías nazis consiguieran escaparan de los
aliados, que al término de la contienda exigieron la extradición de todos
aquellos sospechosos de haber pertenecido al Tercer Reich. Y es que
la supuesta neutralidad del Caudillo durante la contienda mundial sirvió, entre
otras cosas, para que España se convirtiera en un tranquilo oasis de paz y
refugio para altos mandatarios del nazismo.
Nacido en Madrid, Emilio de Navasqüés ingresó en
la carrera diplomática española en 1929 y ocupó, entre otros cargos, el de
cónsul general en Tánger (1934-1935) y el de embajador español en Buenos Aires
(1950-1951), Roma (1958-1959) y Lisboa (1972-1974). Entre 1950 y 1972 fue
director de la Escuela Diplomática.
Navasqüés llegó a ejercer como director general de
política económica del Ministerio de Asuntos Exteriores y fue
el encargado de negociar con las potencias aliadas el destino del importante
patrimonio alemán acumulado en nuestro país al término de la Segunda Guerra
Mundial. Desde ese puesto de responsabilidad, el alto funcionario elaboró un
informe confidencial en el que recomendaba no entregar a los aliados a un buen
puñado de contactos y agentes nazis que pululaban por tierras españolas. Fue
así como se sospecha que muchos criminales de guerra lograron huir o permanecer
ocultos en España durante largos años.
La historia del “informe Navasqüés” comenzó
cuando Estados Unidos envió a España un listado de eminentes
cargos del Tercer Reich reclamados por el Consejo de Control
Aliado en 1947. La primera lista fue confeccionada a partir de 1945 y
presentada al Gobierno franquista ese mismo año. Constaba de 11
folios escritos a máquina y en lengua inglesa. El documento, bajo el sencillo
título de Lista de repatriación, fue redactado por los
servicios de espionaje aliados (principalmente agentes de Estados Unidos,
Francia y Reino Unido) y remitido a Franco con el fin de reclamarle la
expulsión de todos ellos y su entrega inmediata a la nueva Alemania.
En aquel listado con más de un centenar de nombres había
jerarcas del nazismo de la talla de Karl Albrecht, amigo
personal de Adolf Hitler y presidente de la Cámara de
Comercio Alemana en Madrid; Hans Becker Wolf, representante
del Nationalsozialistische Volkswohlfahrt (NSV) en
Barcelona; Wilhelm Beisel Heuss, jefe del Partido Nazi en San
Sebastián y delegado de propaganda para el norte de España; y Johannes
E.F. Bernhardt, el gran empresario del grupo Sociedad Financiera
Industrial (Sofindus), general de las SS, contacto
de Hermann Göringen España y uno de los hombres fuertes de las
finanzas del Tercer Reich. Se sabe que Navasqüés llegó a negociar
personalmente con este industrial la entrega de los bienes del grupo Sofindus
ordenada por las potencias ganadoras de la guerra.
El 4 de marzo de 1948, poco después de que el
Gobierno español recibiera el listado del mando aliado, Emilio de Navasqüés
redactó el pertinente informe dirigido a la atención de Alberto Martín
Artajo, ministro de Asuntos Exteriores durante la dictadura franquista, en
el que dividía a los 104 alemanes residentes en España y sospechosos de
pertenecer al Partido Nazi en tres categorías. Además, el
director general formulaba distintas recomendaciones sobre la conveniencia o no
de su entrega a los aliados, según publicó el periodista José María
Irujo en un extenso artículo publicado el 11 de mayo de 1997 en el
diario El País.
En la primera categoría del informe, Navasqüés
incluía a 26 personas bajo el calificativo de “agentes profesionales del
servicio de espionaje alemán o similares”. El funcionario de Franco recomendaba
que todos ellos fuesen entregados a los aliados. En un segundo bloque se
agrupaba a otras 36 personalidades sobre las que Navasqués opinaba que “no
había datos suficientes” de su pertenencia al Gobierno de Hitler,
aunque dio margen de maniobra al ministro Artajo para que él mismo decidiera
las que debían ser entregadas a los norteamericanos.
En la tercera categoría figuraban 39 personas más
que “de ninguna manera” debían ser repatriadas porque su historia interesaba “a
la economía nacional” de España o merecían por parte de las autoridades
españolas “una especial consideración”. En este último grupo se encontraban
directores de grandes empresas alemanas como Merck, IG-Farben y
Sofindus, el importante holding germano formado por 16 firmas y presidido
por el ya citado Johannes Bernhardt, el general de las SS que figuraba en el
número 7 de la lista de perseguidos por los aliados.
Bernhardt, el todopoderoso ejecutivo de Sofindus
−un conglomerado de empresas de la Alemania del Tercer Reich−,
trabajó en España durante toda la Guerra Civil y hasta el final de la Segunda
Guerra Mundial. De hecho, llegó a acumular un gran número de empresas filiales
con las que ayudó a financiar el golpe militar de Franco.
Bernhardt −afincado en el Marruecos español desde
1929− había montado Sofindus en noviembre de 1938 en Lisboa. Para ello se había
servido de un capital valorado en dos millones y medio de pesetas de la época.
Por entonces, el industrial ya había fundado la Sociedad
Hispano-Marroquí de Transportes (Hisma), una empresa fantasma
encargada de servir como tapadera para el tráfico de armas destinadas al bando
franquista. Hisma (en alemán Hispano-Marokkanische
Transport-Aktiengesellschaft) fue constituida el 31 de julio de 1936
en Tetuán, es decir, a los pocos días del alzamiento nacional que
dio paso a la sangrienta Guerra Civil. Controlada por el Partido Nazi gracias a
Johannes Bernhardt, esta compañía iba a desempeñar un papel clave en el
contienda española, ya que pasó toneladas de material bélico al bando nacional.
Con la creación de Hisma se pretendía que el trato
comercial de Bernhardt con Franco fuera lo más discreto posible, aunque a
medida que avanzó la guerra las actividades de la empresa fueron haciéndose
cada vez más oficiales y públicas. Avanzada la guerra, Hisma se integró en la
Sociedad Financiera Industrial (Sofindus), consorcio de empresas alemanas que
acabaría monopolizando el comercio exterior español. La Hisma-Sofindus continuó
con sus operaciones tras estallar la Segunda Guerra Mundial, canalizando el
suministro de materiales hasta el fin de la contienda que terminó con la
derrota de Hitler.
Sofindus, que tuvo su sede central en el número 1
de la avenida del Generalísimo de Madrid, contaba en 1939 con delegaciones en
ocho ciudades españolas y con una plantilla de 260 empleados −la mitad de ellos
españoles−. Para entonces poseía catorce filiales a cargo de diversas actividades
−transportes, minería, maquinaria, cueros, vino y frutas−. La mayor parte del
capital era alemán, aunque los nazis se sirvieron de una red de testaferros
españoles para cumplir con la legislación española de la época, que establecía
un límite del 25% para capitales extranjeros. Si bien este conglomerado
empresarial estuvo controlado parcialmente por la administración franquista,
Sofindus se encontraba subordinada a la dirección de otra compañía, Rowak, y
recibía todos sus fondos económicos de Alemania.
Durante la Segunda Guerra Mundial el grupo Sofindus
registró una intensa actividad en el comercio hispano-alemán, aunque también
desarrolló otro tipo de actividades. Así, en agosto de 1941 creó la
compañía Transcomar −acrónimo de Compañía Marítima de
Transportes−, que mediante mercantes con bandera neutral española lograría
transportar 125.000 toneladas a las fuerzas del Eje en
el Norte de África entre 1941 y 1942. En marzo de 1943 fundó
otra filial, la compañía Somar, encargada de la adquisición de
fluorita y wolframio, minerales de gran valor estratégico para la industria
bélica nazi. Más adelante, en 1944, Sofindus participó en el contrabando de
suministros a las guarniciones alemanas que habían quedado aisladas en la costa
atlántica francesa tras el desembarco de Normandía. Se cree que en
una ocasión Bernhardt intervino en la adquisición de un cargamento médico de
penicilina que los aliados habían enviado a España y que él desvió a Alemania.
El empresario alemán mantuvo unas estrechas relaciones con Francisco Franco,
quien le hizo un buen regalo personal una vez terminada la Guerra Civil: más de
1,4 millones de pesetas.
Las actividades de Bernhardt y Sofindus no solo
supusieron una gran preocupación para los aliados, sino que también provocaron
las protestas de algunas compañías alemanas en España por su posición
monopolística. La historia del jerarca nazi acabó con el final de la Segunda
Guerra Mundial. En octubre de 1945 las autoridades franquistas, apoyadas por el
informe Navasqüés, acordaron con las autoridades británicas, francesas y
estadounidenses que el patrimonio y los activos de Sofindus fueran puestos bajo
control de las potencias aliadas.
Sin embargo, Franco dio orden de proteger a ese
empresario fiel que le había ayudado a ganar la guerra y se mantuvo firme
frente a las presiones de los aliados. Incluso le acabó concediendo la
nacionalidad española en 1946. Bernhardt nunca fue deportado. De nada sirvió el
informe Navasqüés. Durante los años de posguerra el jerarca alemán residió
en Denia, donde pasó casi desapercibido. Fue uno más de los
muchos nazis que gozaron del soleado balneario español franquista. Se sabe que
en 1953 se trasladó a Sudamérica, instalándose en Argentina,
donde siguió manteniendo diversos negocios. Falleció en Múnich en
1980 aunque misteriosamente se ha conservado una lápida con su nombre en
el Cementerio Civil de Madrid. De cualquier forma el jerarca nazi
vivió un retiro dorado. Otro criminal de guerra que se iba de rositas. El
“Informe Navasqüés” había cumplido a la perfección con su cometido: dar cobijo
y amparo a los señores del nazismo.
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Fotografía destacada: Franco con varios jerarcas
nazis. El segundo por la izquierda es Bernhardt.
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