Señor Humes:
Díganos cuál era la situación desde que usted llegó hasta que estalló la
Revolución, y después explíquenos qué situación hubo durante la Revolución y
hasta el momento en que abandonó el país.
Señor Reed: Bien,
el último mes del régimen de Kerensky se caracterizó, primero, por la caída del
suministro de pan de dos libras diarias a una libra, después a media libra, más
tarde a un cuarto de libra y, la semana final, no hubo pan en absoluto. Los
asaltos y crímenes aumentaron en tal grado que apenas se podía andar por las
calles. Los diarios estaban llenos de ese tipo de noticias. No sólo se había
desintegrado el gobierno central, sino que el municipal se había derrumbado por
completo.
La milicia se
hallaba sumamente desorganizada e indecisa, y el aparato de limpieza de calles
y todo ese tipo de trabajo había finalizado. La distribución de la comida, la
leche y artículos de esa índole estaba deteriorándose.
Las primeras cinco
noches de la revolución bolchevique se caracterizaron por una ausencia total de
delitos de toda especie. Tal vez haya sido la época en que reinó mayor orden en
Petrogrado, porque las calles eran recorridas por patrullas de guardias rojos y
soldados que estaban unidos por cierto tipo de idealismo.
Señor Humes: ¿Vio
usted hambre en Petrogrado mientras es tuvo allí?
Señor Reed: Bueno,
no resultaba fácil conseguir comida.
Señor Humes: ¿Y
casos de inanición?
Señor Reed: Nunca
vi casos de inanición real. Vi gente muy hambrienta. No cabe duda. Yo mismo
padecí hambre.
Señor Humes: Pero
cuando usted abandonó la ciudad, ¿no había cambiado ya esa situación y reinaba
el desorden?
Señor Reed: No.
Señor Humes:
Cuando usted se marchó, ¿no se producían actos de ratería y asaltos en las
calles?
Señor Reed: Había
muy pocos en comparación con la última semana del gobierno de Kerensky. También
podría decirse que la ciudad estaba tan tranquila como antes. En realidad, en
ese tiempo, en Petrogrado, había una vigilancia policíaca muy rigurosa. Por
supuesto, sería demasiado decir que en la ciudad no se cometían delitos.
Señor Humes: Bien,
señor Reed. ¿hay algo más que usted quisiera decir en relación con lo que vio
en Petrogrado, respecto a la situación allí? Si es así, expréselo.
Señor Reed: Me
gustaría decir algo acerca de la forma en que se dirige una fábrica, ya que
considero que muy poca gente lo comprende. Pero primero quiero referirme, sólo
por unos instantes, a esta expresión: “la necesidad que tuviesen de
alimentarse”. En la mayoría de los países, cuando se produce un tiempo de
hambruna —y esto sucedió en Europa durante la guerra—, las personas que más
sufren son las familias de los trabajadores; sin embargo, en Petrogrado, la
situación era totalmente distinta. Los trabajadores en sus sindicatos tenían
preferencia para recibir alimentos, y éstos eran distribuidos entre los
trabajadores, entre las personas que trabajaban de verdad —y no me refiero sólo
a la labor manual, sino a todo tipo de labor— de acuerdo por entero con esta
expresión: la necesidad que tuviesen de alimentarse.
Es decir, las
personas que realizaban una labor manual pesada necesitaban más comida, y
recibían más, y los que necesitaban me nos recibían menos, y los empleados estatales,
que trabajaban con el cerebro, como suele decir se, recibían muy poco en
comparación con los obreros.
Todo el aparato
industrial de Rusia está controlado por lo que recibe el nombre de Consejo de
Control, y ese Consejo de Control Obrero está integrado por delegados de los
sindicatos de todas las Rusias, que determinan los salarios, horas de trabajo,
condiciones de cada industria; y por el Consejo de Comités de Fábricas de todas
las Rusias, que vela por la producción en la base.
He visto dos o tres
ejemplos muy interesantes de fábricas administradas por los obreros. Una fue en
Sestroretzk, la fábrica estatal de armas. Tal vez aquí no lo crean cuando diga
las cifras. Pueden verificarse. Por supuesto, era una fábrica propiedad del
gobierno bajo el antiguo régimen y, por tanto, llena de malversadores y muy
ineficiente; pero los trabajadores han disminuido los gastos administrativos de
la misma en un cincuenta por ciento, han reducido la jornada laboral de once y
doce horas a ocho y han aumentado la producción en un cuarenta y cinco por
ciento. No sólo han hecho eso, sino que han tomado las riendas de la ciudad y
han construido el primer sistema de alcantarillado, así como una escuela de
tres plantas y un hospital. Garantizaría que se trataba de una fábrica y una
ciudad modelos, y que la gente al frente del soviet tenía una gran experiencia
de organización.
Senador Walcott:
En el curso de sus viajes por nuestro país, ¿ha propugnado usted la
nacionalización de la industria y la tierra en este territorio tal y como lo ha
hecho el soviet ruso?
Señor Reed: No. He
dicho que, a mi juicio, era una cosa muy buena, y señalo el resultado de la
misma en Rusia. No creo, sabe, que esos cambios se produzcan en todos los
países en una forma exactamente igual. Tendrán lugar de acuerdo con las
distintas condiciones que existan en esos países, pero sí creo que habrán de
acontecer en todos. Por eso es que, cuando hablo del Gobierno soviético ruso,
aunque considere que es una gran cosa, y que lo que estén haciendo sea una gran
cosa, no quiere decir que crea que en Alemania vaya a suceder lo mismo que allí
y se produzca de la misma forma. Probablemente tendrá lugar de la forma que el
pueblo quiera. Lo que yo no puedo es profetizar cuál habrá de ser esa forma. Lo
único que puedo decir es que me gustaría ver organizada a la clase obrera; me
gustaría que el pueblo estuviese educado sobre una verdadera economía y en la
comprensión de sus intereses e intereses de clase, que se enseñase a la clase
obrera a trabajar unida.
Señor Humes: ¿Participó
usted, o no, en actividades políticas cuando estuvo en Rusia?
Señor Reed: Sí,
señor.
Señor Humes:
¿Participó usted en actividades políticas?
Señor Reed: Sí,
supongo que usted las llamaría actividades políticas.
Señor Humes:
¿Pronunció usted discursos allí, o no?
Señor Reed:
Pronuncié unos cuantos discursos, pero no en un sentido político. No los hice
como político ni como representante de alguien o alguna organización política.
Señor Humes:
¿Pronunció usted un discurso ante el Tercer Congreso…
Señor Reed: De los
Soviets.
Señor Humes:
(continuando) del Consejo de Diputados de Soldados y Obreros, ¿o no?
Señor Reed: Sí.
Señor Humes:
¿Usted, el señor Willians y el señor Reinstein hablaron todos en esa ocasión?
Señor Reed: Sí.
Señor Humes: ¿En
qué otras actividades políticas participó usted allí?
Señor Reed: Era
miembro del buró de propaganda revolucionaria internacional
adjunto al Comisariado de Asuntos Exteriores.
Señor Humes: ¿Por
cuánto tiempo estuvo usted vinculado a esa actividad?
Señor Reed: Cerca
de dos meses (…)
Señor Humes: ¿A
qué se dedicaba esa organización: a publicar periódicos, o literatura, o…
Señor Reed:
Colaborábamos en la publicación de periódicos; mi trabajo consistía —es decir,
en cuanto a lo que al idioma inglés se refiere—, consistía en velar porque los
decretos y medidas del Gobierno soviético fueran traducidos al inglés.
Mi trabajo no era
traducirlos, sino revisarlos desde el punto de vista del inglés. También
colaboraba en la recopilación de materiales y datos y la distribución de
publicaciones a las trincheras alemanas (…)
Señor Humes: ¿En
cuántos periódicos publicaba o colaboraba usted en esa época?
Señor Reed: Yo no
era más que una pequeña pieza de la maquinaria. Única y exclusivamente conseguía
el material y lo entregaba a los diversos grupos. Aquí tengo un artículo que
habla de ello, del buró de prensa cuyo jefe era Rádeck y que publicaba esos
periódicos. El buró de prensa editaba los periódicos.
Publicaba uno en
alemán que cambió de nombre, de Die Fackel a Der Volkfriede, del que
distribuíamos medio millón de ejemplares diarios; sacábamos medio millón de
ejemplares de un periódico húngaro; un cuarto de millón de otro en rumano, y un
cuarto de millón en turco; traducíamos todos los decretos, etcétera…
Señor Humes: Y,
entonces, ¿ese es uno de los periódicos en los que usted colaboró?
Señor Reed: Sí.
Puedo mostrarle dos, aquí, que contienen violentos ataques al militarismo
alemán y le dicen al pueblo alemán que se rebele, etcétera, etcétera.
1919
No hay comentarios:
Publicar un comentario