Hugo
Salinas
30/03/2018
En estos momentos
(2017-2018), en el Perú estamos viviendo una crisis generalizada de nuestras
instituciones; pero, al mismo tiempo, es un gran momento para recuperar la
claridad en nuestras ideas y el renacer de un nuevo comportamiento social,
económico, político y jurídico.
El enfrentamiento
por el poder entre los hermanos Fujimori, la vacancia de PPK, y el indulto del
asesino y corrupto Fujimori-padre ha abierto todas las compuertas de la inmunda
Democracia Representativa, que nos sirve como marco institucional desde la
ruptura con la “madre-patria” España. Y en este contexto se ve nuevamente
aparecer los que dicen “¡Fuera todo el mundo!” para, en río revuelto, sacar el
máximo provecho utilizando las mismas armas de los defenestrados. ¿Cómo salir
de esta inmundicia?
Lo primero que
debemos comprender es, ¿cómo hemos llegado a esta triste situación? En el Perú,
la Democracia Representativa nos ha metido en una camisa-fuerza en donde todos
estamos obligados a votar por los candidatos políticos en competición. Y los
argumentos son imparables: en Democracia, un ciudadano, un voto. Y todo aquel
que quiera ser candidato, lo puede ser; la Constitución lo ampara.
Lo que no se dice,
pero que todo el mundo lo sabe, es que para portarse candidato es necesario
contar con una muy buena cantidad de dinero. Por ejemplo, Nadine Heredia nos decía
que para hacer campaña política a la presidencia de la República se requiere
algo así como unos diez millones de soles. No obstante, el monto es superior si
tomamos en consideración que solamente Odebrecht, y en una sola entrega, le
facilitó 3 millones de dólares.
A este tipo de
democracia, en el origen, se le llamó Democracia Censitaria, en donde solamente
los que contaban con grandes cantidades de dinero podían pretender a cargos
políticos de alto rango. Ese fue el caso en la antigua Grecia o en la elección
de los cónsules a inicios de la época romana, en donde sólo un 10 o 15% de la
población participaba en el juego electoral. Y quienes tenían mayor
probabilidad de ganar eran precisamente los que tenían mayores riquezas.
Cuando las polis
se convierten en grandes ciudades; cuando por conquistas, el espacio
territorial abarca inmensas superficies, en donde las vías de comunicación son
rudimentarias; y cuando el centro del Imperio, en donde se toman las decisiones
económicas, políticas y judiciales más importantes, se encuentra bien alejado
de la mayoría de comarcas y súbditos, se impone la necesidad de elegir
“representantes”. Es el inicio de la Democracia Representativa.
Pero ahora, con
todos los adelantos de la información numérica, digital, que se transmite en
tiempo real, ¿tiene sentido seguir eligiendo “representantes”? Más aun sabiendo
que la mayoría de ellos son analfabetos, corruptos, asesinos; y que en su casi
totalidad son simplemente representantes de quienes financiaron su campaña
electoral, o de quienes recibirán prebendas por gestionar leyes con nombre
propio, acuerdos comerciales, etc.
Pero eso no es
todo. En Democracia Representativa, a nuestros representantes, que no son
“nuestros”, le hemos delegado partes importantes de nuestra vida personal y la
casi totalidad de nuestro ser social. Ellos manejan, a través del Ejecutivo,
Legislativo, Poder Judicial y otras instituciones ad hoc como la Contraloría
General de la República, los Defensores del Pueblo, la Sunat, etc., la casi
totalidad de nuestra vida económica, social, política, etc.
Es decir,
eligiendo a nuestros Representantes, dentro de una Democracia Representativa,
nos hemos convertido, por la decisión de nosotros mismos, en menos que nada. A
lo sumo, y con las limitaciones del caso, solamente manejamos en forma directa,
y según nuestro albedrío, nuestros ingresos salariales que, como lo sabemos,
sirven y alcanzan únicamente para, en términos casi literales, no morirnos de
hambre. ¿Cómo salir del atolladero en donde nos hemos metido?
La solución
existe, y ya ha sido practicada durante miles de años por la Humanidad y, en
nuestro caso de América Latina, por los pueblos originarios del Tawantinsuyo,
es que la totalidad de las riquezas creadas vuelva sobre todos las personas,
sin distinción de raza, religión, o lengua, en partes más o menos iguales. Y la
fórmula de ejecución, en tiempos modernos, es bastante simple:
(PBI2 – W2) / N = r
En donde PBI2
representa la totalidad de las riquezas creadas por las empresas-país a partir
de cero, W2 es la masa de salarios que percibirán todas las personas que
trabajen en las empresas-país, N es la totalidad de la población del país y, r,
es la Remuneración de Base que recibirá cada persona desde que nazca hasta que
muera. El tejido social se habrá recreado, y el ser humano, en plena armonía
con la Naturaleza, volverá a ser el objetivo supremo de la actividad económica.
Las empresas-país
se convertirán en la columna vertebral de la nueva economía y sociedad, puesto
están destinadas a crear y desarrollar los rubros los más importantes de la
actividad económica del país, en términos de propiedad colectiva o comunitaria.
Por su parte, las micro y pequeñas empresas seguirán funcionando con su mismo
tipo de repartición y de propiedad.
Este es el
fundamento, sólido como una roca, y totalmente independiente de la decisión de
los políticos, lo que permitirá a cada persona ejercer todo su poder económico,
social, y político, sobre una parte alícuota de la totalidad de la riqueza que
él, sus coterráneos, y las poblaciones pasadas, han contribuido a generar. Un
poder económico, social y político repartido entre todos los habitantes del
país, en partes más o menos iguales. A ello se debe agregar que las
empresas-país contarán con un financiamiento ilimitado por emisión monetaria.
De esta forma
dejaremos de tener organizaciones verticales, centralistas; para dar paso a
organizaciones horizontales y a un solo nivel de decisión. Decisión que
provendrá en un 100% de cada persona, tanto para comprar como para vender,
tanto para realizar obras como para pagar los servicios y bienes que se
consuman. De esta forma, igualmente, la sociedad estará compuesta de millones
de organizaciones simples. Cada una se creará alrededor de un problema
concreto, y existirán el tiempo que demore resolver dicho problema.
Una sociedad, una
economía y una actividad política, manejada directamente por todas y cada una
de las personas que constituyen la sociedad. Así, nuestro futuro lo
construiremos nosotros mismos, a condición que despertemos de cinco siglos de
sumisión y autoflagelamiento.
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