Argentina:
¡fuera Macri!
23/08/2019
Las recientes elecciones primarias de Argentina
fueron categóricas, contundentes: la población ya no quiere más políticas
neoliberales. Pero en realidad, para ser estrictos, no es que no las quiera: no
las soporta, no puede seguir viviendo bajo ese yugo monumental.
El mensaje enviado por la masa votante fue de claro
y absoluto repudio a las iniciativas de capitalismo salvaje (eufemísticamente
llamado "neoliberalismo"): la gente de a pie, que es la abrumadora
mayoría, vive cada vez peor, con hambre, con enfermedades, sin trabajos dignos,
falta de proyecto a futuro. Mauricio Macri, un acaudalado de Argentina, es un
peón, un operador de esas políticas que hace unos 50 años vienen manejando el
mundo.
El llamado neoliberalismo es una estrategia de
hiper control planetario por el que unos pocos megacapitales fijan el ritmo del
mundo, trazando su obligada arquitectura global. El mismo surge en la década
del 70 del pasado siglo (la dictadura de Pinochet, en Chile, fue el primer
laboratorio de ensayo), como una estrategia económica sin dudas (volver más
ricos a los ya tremendamente ricos), pero definitivamente también como una
política de contención social. Durante toda la primera mitad del siglo XX,
hasta entrada su séptima década, el campo popular y las ideas marxistas
impulsoras de la revolución socialista fueron cobrando fuerza. De esa cuenta, a
lo largo de los años se llegó a procesos revolucionarios en Rusia (1917), China
(1949), Cuba (1959), Nicaragua (1979), y a la paulatina ampliación de
beneficios por parte de la clase trabajadora global (jornada de ocho horas,
importante legislación laboral, derechos de la mujer trabajadora en relación a
la maternidad, organización sindical genuina). Entrada la década de los 70 del
siglo pasado, movimientos guerrilleros de izquierda, procesos populares varios,
iglesia católica con su opción preferencial por los pobres y distintas luchas
sociales (mujeres, estudiantes, diversidad sexual) marcaban el espacio. La
derecha reaccionó.
A partir de esa reacción, para dicha época la
represión (policial y militar) puso fin a toda la referida movilización. Pero
junto a ese parate brutal, descarnado, surgen los planes neoliberales. Los
mismos fueron tan efectivos, o quizá más, que las montañas de cadáveres y ríos
de sangre que enlutaron a los pueblos. Esos planes nacieron de los grandes
capitales. Sus brazos operativos fueron, y siguen siendo al día de hoy, el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (virtuales extensiones del
Sistema de Reserva Federal de Estados Unidos, comúnmente conocido como FED, por
sus siglas en inglés). El supuesto "banco central" del país del norte
en realidad no es una institución gubernamental sino que nuclea a los más
grandes capitales mundiales (bancas Rockefeller, Rotschild, Morgan, Goldman,
Sachs, Lehman, Lazard y otras), estadounidenses en lo fundamental, los cuales
establecen el curso de la política mundial más allá de las soberanías
nacionales.
Esa vuelta brutal al primado del mercado (la famosa
"mano invisible" de Adam Smith que, supuestamente, todo lo arregla)
en contra de las políticas de fortalecimiento del Estado, tuvieron como
principales íconos políticos a Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret
Tatcher en Gran Bretaña, siendo Milton Friedman su intelectual orgánico por
excelencia, junto a una pléyade de economistas de la Universidad de Chicago.
Tales políticas, además de concentrar de un modo
grotesco las riquezas mundiales en muy pocas manos con primacía del capital
financiero, sirvieron para desmovilizar completamente al campo popular y a todo
intento progresista. A tales efectos, se mostraron tan efectivas como los
campos de concentración clandestinos y las salas de tortura, o más.
Achicamiento de los Estados, privatización de absolutamente todo, endeudamiento
forzado de los países con las instituciones crediticias el Norte, precarización
de la fuerza de trabajo, contratos laborales ignominiosos, pérdida de avances
sociales, empobrecimiento y brutalización de las poblaciones, derrota de toda
acción de protesta... la fuerza de los planes fondomonetaristas fue
avasalladora. "No hay alternativa" ante ellos, se permitió decir sin
vergüenza la Dama de Hierro, la Primera Ministra británica Margaret Tatcher. O
capitalismo salvaje y sin anestesia... ¡o capitalismo salvaje y sin anestesia!
La protesta quedó descartada. O, al menos, eso pretendió la clase dominante
global.
Latinoamérica se vio envuelta con todas estas
recetas, endeudándose con los organismos financieros internacionales -los
brazos operativos de esos megacapitales- de un modo infame: deudas técnicamente
impagables que hipotecan las naciones por varias generaciones. La postración de
nuestros pueblos, y también de sus autoridades, fue total. A su turno, todos
los presidentes de la región tuvieron "relaciones carnales" con los
organismos crediticios (el argentino Menem fue uno más de tantos). Y eso fue no
solo en el subcontinente: el neoliberalismo se extendió por todo el globo,
destruyendo los Estados de bienestar socialdemócratas así como cualquier
posición estatista. El dios mercado se entronizó de manera monumental,
aparentemente ¡sin alternativas! Se logró la sumisión de la masa trabajadora
mundial a los dictados de las empresas, cada vez más rapaces, más explotadoras.
¿Dónde habrá quedado el amor cristiano entonces? No lo hay, ni nunca lo hubo.
Lo único que cuenta son las frías cuentas gobernadas por la rentabilidad. El
dios dinero se impuso triunfal, despiadado, brutal. Eso es el capitalismo: el
actual neoliberalismo no es sino su versión corregida y aumentada. Dicho de
otro modo: no hay capitalismo "bueno". No puede haberlo, eso es una
contradicción en sí misma.
Tras décadas de estas estrategias, se cambió
profundamente la dinámica del mundo y de las luchas populares: ya no hubo
revoluciones, ni guerrillas, ni Teología de la Liberación, ni sindicatos
combativos. Hablar de marxismo, de luchas de clases, de revolución o
antiimperialismo pasó a ser rémora de un pasado pretendidamente extinguido para
siempre. "Fin de la historia y de las ideologías" llegó a decir otro
intelectual orgánico de esta derecha triunfal, Francis Fukuyama. El sistema,
sabiamente para mantener su estabilidad, permitió sí luchas parciales,
fragmentarias, sin atacar el todo; surgieron así corrientes centradas solo en
temas de género, o étnicas, o relacionadas a la diversidad sexual, o a
problemas medioambientales. Sin restarle el valor incalculable que tienen estas
luchas -que deberían integrarse todas en propuestas por un mundo mejor donde se
articulen igualmente con el tema de lucha de clases- se las impulsó en la lógica
de cambiar algo para que no cambie nada. Las benditas y ubicuas ONG's
reemplazaron a las organizaciones de base.
Tras esas décadas de este capitalismo salvajemente
brutal, las clases trabajadoras mundiales (obreros industriales urbanos,
proletariado rural, campesinado, amas de casa, estudiantes y jóvenes buscando
ocupación) se empobrecieron de un modo patético. Tener un puesto fijo de
trabajo pasó a ser un lujo, una joya a conservar. Las filas interminables de
desocupados aseguraron, chantaje mediante, salarios cada vez más bajos y
pérdida de derechos adquiridos en luchas históricas. Las esperanzas de cambio
quedaron bastante sepultadas, adormecidas, relegadas. La infinita profusión de
iglesias neo-evangélicas que barrieron la región completa el cuadro de embrutecimiento
y control de la población.
En medio de esa debacle general, por supuesto hubo
reacciones de los pueblos empobrecidos. En Latinoamérica, una de las más
notorias fue el Caracazo, en Venezuela, en el año 1989, que dejó un saldo de
muertos nunca claramente establecido, pero que no bajó de varios miles.
Montándose en ese descontento fenomenal y en esa rebelión de energía popular,
años después aparece la figura de un líder carismático que ejercería como
principal baluarte contra las políticas neoliberales: Hugo Chávez.
Su llegada y lo que ello significó como retorno de
un discurso olvidado -volvió a hablar de socialismo y de antiimperialismo:
"Huele a azufre", dijo refiriéndose al entonces presidente
estadounidense George Bush hijo- junto a la coincidencia de un auge exportador
de materias primas por parte de los países latinoamericanos, en general con
destino a China, permitieron un despertar anti-neoliberal. En ese marco, buena
cantidad de países de la región aparecieron con gobiernos progresistas, de lo
que podría llamarse centro-izquierda: Brasil (Lula y Dilma Roussef), Argentina
(Néstor Kirchner y Cristina Fernández), Ecuador (Rafael Correa), Bolivia (Evo
Morales), Uruguay (Pepe Mujica), Paraguay (Fernando Lugo), El Salvador (el FMLN
ya desmovilizado), Nicaragua (Daniel Ortega).
Todos esos procesos -Bolivia quizá sea la
excepción- no pudieron transitar de modelos capitalistas a esquemas
superadores, socialistas. Por diversos motivos (tal vez porque no estaba en el
ADN de ninguno de ellos), nadie rompió con el capitalismo, pero sí intentaron
planteos socialdemócratas, capitalismo "con rostro humano" (Estado
benefactor de Keynes, o engendros parecidos). "Capitalismo serio"
pudo decir la mandataria argentina Cristina Fernández. Los megacapitales y las
impagables deudas externas, sin embargo (¡más allá de la "seriedad")
siguieron mandando.
Ese ciclo progresista logró importantes avances,
más cupulares que para la gente de carne y hueso de los pueblos hambreados y
sobreexplotados, pero importantes al fin. Surgieron así, en América Latina,
interesantes intentos integracionistas y todo un conjunto de iniciativas
antiimperialistas: ALBA, CELAC, UNASUR, Petrocaribe, Telesur, Radio del Sur,
buscando escapar de la égida de Washington.
El golpe recibido por el campo popular fue tan
terrible (capitalismo salvaje, brutal, sin anestesia, sin Estado regulador) que
hablar de capitalismos suaves y planteos anti neoliberales se pudo sentir como
un bálsamo. Todos esos planteos social-populares trataron de tomar distancia de
las políticas neoliberales, sin conseguirlo de un modo contundente. El cáncer
neoliberal ya había hecho metástasis, y el enfermo seguía muy grave. Sin dudas
con el ciclo progresista hubo mejoras para las clases populares en todos esos
países, pero las deudas externas se siguieron pagando fielmente y las
condiciones laborales no mejoraron en lo sustancial. En otros términos:
capitalismos no tan salvajes…., pero capitalismos al fin.
Pero esa primavera socialdemócrata se esfumó. La
crisis capitalista del 2008, que aún persiste, pasó factura, las exportaciones
bajaron, el precio del petróleo se derrumbó y la muerte de Hugo Chávez (dudosa,
envuelta en la sospecha de un atentado en su contra) contribuyó en mucho a ese
final. En esta última década asistimos a un reposicionamiento de propuestas de
ultra derecha, alineándose enteramente con las políticas de Estados Unidos,
revitalizando los planes neoliberales -que, en realidad, nunca habían
desaparecido-.
Hoy Latinoamérica sigue patéticamente empobrecida,
con algunas islas de esplendor en barrios amurallado alejados de la
"chusma" y gobiernos serviles a los dictados de la Casa Blanca..
Cuba, en solitario, sigue su proceso socialista, buscando las vías más
pertinentes para sobrevivir (¿socialismo con modelo chino quizá?) Bolivia,
también en solitario, profundiza como puede su construcción socialista, no
exenta de dificultades, mientras que Venezuela sobrevive a duras penas en medio
del bloqueo y la continua amenaza de invasión.
Del ciclo progresista queda muy poco. Los intentos
integracionistas languidecen, y las deudas públicas de los Estados constituyen
una sangría imparable que sigue postergado el desarrollo genuino de la región
(cada niño latinoamericano nace teniendo ya una deuda con los organismos
crediticios de Bretton Woods de 2,500 dólares, deuda que no pidió pero que le
marca su destino).
El retorno de las propuestas de derecha fue
terminante, furioso. Ahora ya no son necesarios ejércitos represores, pues ese
"trabajo sucio" está hecho, con consecuencias que aún persisten, y
que seguramente lo seguirán haciendo por algún tiempo más. La desorganización,
la pulverización de la protesta, el retraso de la lucha popular se ha cumplido
a cabalidad. Los actuales mandatarios siguen fielmente las políticas
neoliberales y cumplen disciplinadamente los dictados de Washington. Jair
Bolsonaro, Mauricio Macri, Sebastián Piñera, Iván Duque, son todos neonazis,
derechosos ultraconservadores alineados de un modo vergonzoso con lo que ordena
el presidente Donald Trump, abriendo de par en par las puertas a los capitales
internacionales y a las tropas de Estados Unidos. Su ideología es furiosamente
anticomunista, y no temen en decirlo poniéndolo en práctica. En la Casa Blanca
sin dudas están frotándose las manos con este nuevo reacomodo -del que, por
supuesto, son artífices-. De momento el imperio no ha podido con Venezuela ni
con Bolivia, y Cuba es capítulo aparte, porque sigue intocable con su
revolución. Pero los intentos continúan en forma creciente. ¿Se atreverá a
invadir la Patria de Bolívar? La base militar más grande y equipada en toda la
región se está construyendo en Honduras, con miras a las cuantiosas reservas
petroleras venezolanas. El imperialismo -y sus planteos neoliberales- en modo
alguno están derrotados.
El caso de Argentina es patético: después de haber
estado entre las diez primeras economías mundiales terminada la Segunda Guerra
Mundial en 1945 aportando la mitad del producto bruto de toda Latinoamérica con
una pujante industria nacional, las políticas monetaristas -iniciadas durante
la dictadura de Jorge Rafael Videla con el oligarca ministro plenipotenciario
José Alfredo Martínez de Hoz y continuadas ininterrumpidamente por todos los
mandatarios posteriores- convirtieron al otrora "país de las vacas"
en un árido desierto de desolación, destinado a la monoproducción sojera,
desindustrializado, con niveles de delincuencia antes desconocidos, invadido
por el consumo de drogas y la desesperanza y sin perspectiva de cambio en lo
inmediato (hoy día 1 de cada 4 argentinos vive bajo el nivel de pobreza). La
"primavera" kirchnerista no pudo modificar esa situación.
Mauricio Macri, ufanado de ser un buen perrito
faldero de Estados Unidos, profundizó de un modo monstruoso los niveles de
explotación y sumisión a la banca internacional. "No hay que olvidar
que hasta la dictadura de Onganía los bancos extranjeros sólo podían tener una
sola sucursal en la ciudad de Buenos Aires. Ninguna en el interior. Hoy, la
mayoría de la banca es privada y extranjera, y es la gran autopista de la fuga
de divisas", explica Carlos Larriera. La pobreza que viene
acrecentándose desde 1976, año en que comienzan las iniciativas
fondomonetaristas con el triunfo del golpe de Estado, con el actual presidente
Macri alcanzaron cotas impresionantes. No es infrecuente que pobladores del
alguna vez país próspero coman hoy restos de los tarros de basura. Por
supuesto, la gente ya no aguanta más esta infame situación. Las recientes
elecciones lo dejaron ver de un modo palmario.. No se votó tanto por la
propuesta de Alberto Fernández y Cristina Fernández viuda de Kirchner, sino en
contra de la actual postración, del hambre, de la miseria espantosa.
¿Qué sigue ahora? Seguramente Mauricio Macri se va,
pese a la desazón del imperio que lo apuntaló como uno de sus principales
operadores en la región, y regresa un gobierno peronista. ¿Se termina el
neoliberalismo? ¡En absoluto! Está visto que todas las opciones de capitalismo
"humanizado" no pasan de buenas intenciones. Néstor Kirchner y luego
Cristina Fernández administraron con un sentido algo más social la bancarrota.
Si regresa ahora un gobierno peronista, ¡¡que claramente no es de izquierda, y
mucho menos revolucionario!!, con buena suerte implementará programas
asistenciales, pero las políticas neoliberales seguirán.
¿Por qué no seguirían? Estos esquemas, trazado por
poderosas fuerzas que sobrepasan en mucho a los Estados nacionales, diseñan los
pasos de la arquitectura global, de los que los gobiernos elegidos en las
elecciones democrático-burguesas no pueden (¿ni quieren?) escapar. Sucede que
el campo popular y los ideales de transformación socialista quedaron tan pero
tan golpeados estos pasados años que cualquier movimiento con tinte
medianamente progresista puede sonar a "revolución". Es como para el
hambriento que por días no probó bocado: un pedazo de pan duro le sabe a
pantagruélico festín. Pero ¡cuidado!, la experiencia lo enseña amargamente: las
elecciones en el marco del capitalismo no pueden transformar nada. A lo sumo,
superficial gatopardismo. Y en tal caso, siempre, la reacción de la derecha es
brutal cuando se cobra sus cuentas.
¿Cómo enfrentarse a los planes neoliberales? que,
digámoslo francamente, siguen vigentes, aunque la gente vote contra un gerente
de turno (gerente muy maligno, por cierto) como el millonario Macri. ¡El
Caracazo marca el camino! (alguna vez se leyó en una pinta callejera en algún
sitio de Latinoamérica: "La violencia en manos del pueblo no es
violencia. ¡Es justicia!") Recordemos que el Caracazo fue lo que
posibilitó la llegada de un Chávez, y así se inauguró el ciclo progresista de
la región.
¡Qué bueno que se irá ese indecoroso presidente que
hizo su fortuna a base de estafas, apoyado por el Estado al que tanto critica!,
pero para la mayoría silenciosa eso, a lo sumo, podrá ser el inicio de una
larga lucha que está pendiente. Que quede claro: el problema de fondo no son
las actuales políticas neoliberales; el problema toral sigue siendo el
capitalismo como sistema.
https://www.alainet.org/es/articulo/201748
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