Arturo y
Julia antes de la Guerra Civil que truncó sus vidas.- CEDIDA POR LA FAMILIA.
Cuatro
cartas encontradas en la fosa común 127 del cementerio de Paterna han permitido
identificar a un represaliado de la dictadura y contactar con sus
descendientes, que ahora conocen mejor la historia de su abuelo. La
correspondencia en las prisiones entre condenados a muerte y sus familias
muestra cómo eran las últimas horas de vida de las víctimas de la represión
franquista. Recuperamos otros tres casos en los que se conserva la
correspondencia entre fusilados y familias.
publico.es /
Alejandro Torrús / 02-09-2019
Francisco
González era zapatero en Benimàmet (València). Y terrateniente.
Tenía tierras y propiedades. De familia de bien. Tampoco se le conocían
simpatías políticas. No era ni de izquierdas ni de derechas, según cuenta
a Público su nieto, Francisco Sanz. Pero dio
igual. Fue fusilado en Paterna en el verano de 1940, ya terminada la
Guerra Civil, por las fuerzas franquistas. Sus restos fueron tirados a una fosa
común en el cementerio de la localidad valenciana junto a otras 2.238 víctimas de la represión franquista. En su fosa, la
127, había 148 cuerpos. Pero hay un detalle que ha permitido identificar a
Francisco antes que al resto. Cuando este zapatero, y terrateniente, se
enfrentó al pelotón de fusilamiento guardaba un secreto entre los bolsillos de
su chaqueta. Cuatro postales que había recibido durante su estancia en prisión.
Una de ellas era de un amigo, Antonio Pons. Las otras tres llevaban como
remitente a su mujer, Nieves Monzó.
El miércoles
pasado, casi 80 años después de su fusilamiento, el cuerpo de Francisco fue
recuperado por la Asociación de Víctimas del Franquismo de la Fosa 127 y
la Diputación de València. Los investigadores encontraron en ese momento
las cuatro misivas. La enviada por su amigo es prácticamente ilegible. Está
escrita a boli y la tinta ha desaparecido. Las otras tres, las escritas por su
mujer a lápiz, han conservado la letra. Francisco las había envuelto en
un pequeño plástico. No quería perder las cartas de su esposa. Ese
plástico ha permitido que las misivas se conserven a la perfección a pesar de
los 79 años de olvido y sepultura.
“Son las de
una mujer desesperada por sacar a su marido de la cárcel y de
una muerte casi segura. Cuenta que ha contactado con un juez, que ha hablado
con vecinos y que está consiguiendo avances para poder sacarlo. En otra le dice
que le va a llevar una cuchara, un plato y
una manta para que no pase frío. Son cartas que reflejan el
día a día de una mujer y el cariño que le tenía. Hay que tener en cuenta que
son postales, que no son sobres cerrados, por lo que tampoco se podía contar
mucho para poder burlar la censura”, narra a Público Juan
José González, presidente de la Asociación de Víctimas del Franquismo
de la Fosa 127.
Este pasado
fin de semana, el presidente pudo entregar las cartas a los descendientes de
Francisco, quienes han podido ser identificados gracias a estas postales y su difusión en redes sociales.
El hijo de Francisco, de hecho, continúa con vida. Tiene 85 años y un
estado de salud muy frágil. Está ingresado en el hospital y aún no conoce la
noticia. Francisco Sanz, nieto de Francisco González, señala
a Público que encontrar estas cartas ha sido como “volver
a nacer”.
Los nietos
del fusilado encontrado en la fosa 127 de Paterna
“Hemos
vuelto a nacer. Tanto mi abuelo fusilado como todos los demás. Ahora conocemos
más detalles de nuestro pasado. Sabemos del cariño de mi abuela hacia mi abuelo
y cómo luchó por salvar su vida”, cuenta. El nieto apenas sí conocía algunos
detalles de la vida de su abuelo gracias a lo que su padre, que tenía seis años
en 1940, le había podido contar. “Éramos una familia bien posicionada
económicamente. Mataron a mi abuelo por represión económica.
Alguien quería las propiedades que teníamos nosotros. El franquismo mató a mi
abuelo una vez terminada la guerra. Los franquistas actuaban como
terroristas“.
Ahora, la
familia acudirá a Madrid al Archivo Militar en busca de la Causa
General para recuperar el expediente de su padre y comprobar cuál fue “la
excusa oficial”del franquismo para asesinar a este hombre. Ellos inciden en
que no fue por política: “No pertenecíamos a ningún bando”. “Le
daremos un entierro digno, un lugar donde poder ir a dejarlo flores. A recordar
y celebrar su vida”, sentencia Sanz.
Matrimonio el mismo día de tu ejecución
El caso del
zapatero y terrateniente de Benimàmet es especial. No es habitual que junto a
los cuerpos de represaliados aparezca su correspondencia. Sobre todo, cuando el
fusilado ha estado preso en una cárcel franquista. Habitualmente el preso que
es fusilado es despojado previamente de sus
pertenencias. Y es aún menos menos habitual que, como en este caso, esa
correspondencia sea legible.
Habitualmente
el caso es inverso. Es decir, las familias guardan como un tesoro las cartas
que recibían de sus familiares presos. Cartas que salieron de una cárcel
franquista a la espera de una ejecución que tarde o temprano llegaría en forma
de fusilamiento en nombre de dios y de España. Es el caso de Arturo
Lodeiro, cuya historia publicó este medio en 2012. Lodeiro fue
fusilado el mismo día de su boda. De hecho, este hombre y Julia, su mujer,
nunca se vieron presencialmente como marido y mujer. Se casaron en articulo
mortis. Era el 27 de abril de 1940 y Arturo llevaba ya 10 meses encarcelado
por estar afiliado a la CNT. Los dos tenían una hija de dos meses.
En su última
carta, horas antes de ser fusilado, Arturo daba cuenta a Julia de su última
voluntad. “Adorada esposa: En este momento realizo mi voluntad por lo cual
puedo llamarte al final de mi vida, esposa mía, y a mi niña, hija
verdadera. A pesar de que los momentos no son de los más agradables, al
menos me cabe la alegría de haber cumplido contigo como Dios manda. Ya, querida
nenita, puedes llamarme esposo, y cuando hables a nuestra Julina de mí, le
digas que su papaíto la quería mucho por ser hija tuya y por quererte como
jamás quise. Tú, Julia mía, procúrate una relativa y sana felicidad. No
le des a mi nena un padre que sea malo”, escribe Arturo.
Julia guardó
durante toda su vida las cartas que su esposo le escribió en diminutos papeles
de tabaco de liar que le entregaba cosidos en los pantalones como si de
diamantes se tratara. También cumplió con el deseo de Arturo de darle a su hija
un “padre que no sea malo”. Algunas eran de amor, otras trataban la
realidad de la cárcel y otras, regañaban a Julia. “Nena, te tengo dicho
que no me mandes comida. Sé que tú no tienes y no puedo tolerar que tú pases
hambre. No vuelvas a hacerlo”, insiste Arturo a Julia.
“No le
eduques en la venganza hazle saber la necesidad que tiene de querer”
Sin embargo,
gran parte de los diminutos mensajes de Arturo a su mujer iban dirigidos a la
educación de la pequeña recién nacida. “No le eduques en la venganza
hazle saber la necesidad que tiene de querer”, escribe el hombre, cerrajero
de profesión, quien insistió vehemente en que Julia no guardara rencor a nadie
por su ejecución: “Ya sabes que no quiero rencores, acepta esto con la
mayor resignación y considéralo como lo que es, un error“.
Las cartas
fueron recuperadas por la nieta de Arturo y Julia, que también se llama Julia,
que hizo llegar a este periódico las imágenes de sus abuelos antes de la Guerra
Civil, cuando solo eran un par de jóvenes enamorados con planes para
disponer de un futuro en común. Pero el levantamiento militar de 1936 lo
mandó todo al carajo. “Cuando le preguntaba a mi abuela por él, por mi
abuelo, resumía su carácter con una anécdota. Un día de invierno Arturo llegó a
casa sin chaqueta y cuando mi abuela le preguntó que dónde estaba el abrigo él
respondió que se lo había dado a uno que tenía más frío que él”, cuenta Julia,
la nieta, a este medio.
“No se verán nunca hartos de sangre”
El
republicano Florencio Soto utilizó un sistema similar al de
Arturo para hacer llegar sus cartas a su mujer, Modesta. Tal y como
cuenta Toledo Diario, Florencio escribió a su mujer horas
antes de su fusilamiento, el mismo 22 de julio de 1940, desde la cárcel de
Toledo. Dejó el papel escrito en el forro de su propia ropa. El objetivo
era evitar la censura franquista y poder enviar un
sincero adiós a su mujer.
Florencio,
por ejemplo, aprovechó las líneas para pedir a su mujer que no guardara “luto” por
él ni tampoco llorara en público ya que lo único que
conseguiría es que los franquistas “se alegren” cada vez que la vean vestida de
negro o llorando.
“No se verán
nunca hartos de sangre mientras que estén en el poder”
Este hombre,
jornalero de profesión, lamenta en su carta no pasar a ser la última víctima de
la represión franquista: “No se verán nunca hartos de sangre mientras que
estén en el poder. Seguirán con lo mismo. Ya son cuatro años de
inquisición y siguen con la misma táctica, como si hubiera empezado la lucha
ahora mismo”. De hecho, en su última carta, dice que siempre ha habido
vencidos y vencedores pero que jamás había existido un “ensañamiento” como el
de los franquistas contra los republicanos.
También
rechaza que los franquistas se autodenominen como los únicos españoles. “Me
siento tan español como el que más”, escribe en una carta en la que también
espera que su sangre, la de todos los republicanos asesinados, sirva en un
futuro para que las clases trabajadores se levantan contra “el mundo
privilegiado” para exigir justicia.
Xosé Humberto Baena: “Ver la muerte de frente
No le
faltaba razón a Florencio cuando decía que los franquistas “no se verán nunca
hartos de sangre mientras sigan en el poder”. De hecho, los tres casos contados
en este reportaje hasta este párrafo responden a la represión franquista
inmediata a su victoria en la Guerra Civil. Son tres casos que datan de
1940. Pero la represión continuó durante toda la dictadura. Mutó en su forma, evolucionó en sus maneras, pero siguió
existiendo. También, aunque menos extendida, con asesinatos y
ejecuciones. Prueba de ello, es la carta de Xosé Humberto Baena,
uno de los últimos cinco fusilados por el franquismo, envió a su familia.
Baena, de 25
años y militante del FRAP (Frente Revolucionario Antifacista y Patriótico), fue
fusilado la noche del 27 de septiembre de 1975. Aquella fatídica madrugada, que
tiempo después el cantautor Luis Eduardo Aute bautizaría como la noche más
larga, serían fusilados también los miembros del FRAP José Luis
Sánchez-Bravo (21 años); y Ramón García Sanz (27
años), y los miembros de ETA Juan Paredes Manot ‘Txiki’ (21
años) y Ángel Otaegui (33 años).
Durante su
última noche con vida, Baena escribió una carta a su familia. Horas
después, sería fusilado por un pelotón de policías y guardias civiles que se
habían presentado voluntarios a tal efecto en Hoyo de Manzanares. La carta, que
ya es Historia de este país, decía lo siguiente:
“Papá, mamá:
Me ejecutarán mañana. Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero, pero que la
vida sigue. Recuerdo que en tu última visita, papá, me habías dicho que fuese
valiente, como un buen gallego. Lo he sido, te lo aseguro. Cuando me
fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos, para ver la muerte de
frente”.
Portada de
la prensa de la época.
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Fotografía
destacada: Las cuatro postales que fueron encontradas en el
bolsillo de Francisco González, fusilado por el franquismo en 1940.- EUROPA
PRESS
Fuente:https://www.publico.es/politica/cartas-amor-esperanza-carcel-franquista-espera-fusilamiento.html
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