Escribe:
Milciades Ruiz
En estos
días, el país está pendiente de la evolución de lo que se ha dado en llamar
crisis política. ¿Cómo es que se ha llegado a esta situación? En la
retrospectiva vemos al nuevo gobierno instalado en el 2016 como resultado de un
proceso fraudulento igual que los anteriores. La voluntad popular fue
distorsionada por el dinero y ese, era el producto obtenido. Develada la
corrupción desde el exterior, se vino la noche para los involucrados y este
hecho, fue clave en el derrumbe político que todavía no acaba.
Las
indagaciones nos hicieron ver la magnitud de la podredumbre y las
ramificaciones de un sistema mafioso que no solo maneja partidos políticos sino
también el poder judicial, y el electoral, contraloría, instituciones públicas
y privadas, ministerios, licitaciones de inversión, festinación de trámites y
requisitos, etc. Toda la estructura de la edificación de la vieja república
está resquebrajada y las rajaduras llegan hasta los distritos más pequeños.
Por suerte,
hay fiscales que todavía no han podido ser anulados y trabajan contra la
tradición institucional. Frente a esta fortaleza, los involucrados han
maniobrado diversos actos de sabotaje, a pesar de lo cual los principales
vienen cayendo sucesivamente después de haber negado sus inmoralidades. El pánico
se apoderó de un rankeado que terminó auto eliminándose. Cayeron varios del
Ejecutivo incluyendo el presidente en ejercicio. Su reemplazante Vizcarra fue
bien recibido por el fujimorismo, aunque su lideresa también fue a prisión.
Pero
Vizcarra, teniendo rabo de paja, entró con ínfulas de luchar contra la
corrupción subiéndose al carro de fiscales y eso, generó distanciamiento con el
fujimorismo que, desde el Parlamento viene saboteando las investigaciones pues
su organización y líderes, están comprometidos. Vizcarra fue más allá de sus
funciones ejecutivas, pasando al ataque político mediante propuestas
legislativas contrarias al sentir fujimorista exigiendo su aprobación bajo la
Espada de Damocles vestida de “cuestión de confianza”.
El
enfrentamiento se ha agudizado y el concepto público es que hay una crisis
política por la confrontación entre el Congreso y el Ejecutivo. Pero
estrictamente, no son todos en ambos lados. De un lado está el presidente en
solitario y del otro, el fujimorismo con mayoría en el Congreso. Pero este no
es el problema de fondo. Es la estructura republicana la que se encuentra
agrietada en situación calamitosa pues la corrupción es sistémica. ¿Esto se
resolverá adelantando elecciones?
El
presidente Vizcarra nos ha cambiado el panorama, haciéndonos olvidar lo
fundamental para hacernos ver que el problema es solo el fujimorismo: “Muerto
el perro, muerta la rabia”. Con esta salida de “borrón y cuenta nueva” se evita
que prospere la demanda nacional de restructurar la república en vista de que
todo está podrido. No es suficiente “que se vayan todos” si todo va a continuar
como antes. La poda de una rama no elimina el mal de un árbol.
Lo que
correspondería es, declarar en reorganización la vieja república y proceder a
su restructuración. Pero claro, esto no conviene a los beneficiarios del
sistema ni a quienes detentan el poder real y el poder político. Ni hablar de
eso. Hay que poner un parche a modo de reforma política y asunto arreglado. Con
maquillaje o sin ella, no hay problema pues los procesos electorales son
manejables mediante el dinero de manera legal y encubierta.
Nada impide
que los familiares y allegados de los corruptos reemplacen a los que se van, ni
que las agrupaciones se cambien de ropaje. Los corruptos del bicentenario solo
esperan que se enfríe el escándalo de la corrupción para volver a las andanzas.
Total, en nuevas elecciones se pueden negociar alianzas y votos a cambio de
amnistía política e indultos para los políticos corruptos. Además, ya están
varios ambiciosos de poder político haciendo cola y el ruido de la campaña
electoral sepultará todo, para volver a tener otro gobierno mal nacido.
Desde la
izquierda se plantea una nueva Constitución como solución al problema. Es lo
deseable, pero tendríamos que analizar si hay condiciones favorables para
lograr una Carta Magna que responda a nuestras expectativas. Si no las tenemos,
la naturaleza de la nueva Constitución sería incierta. El principal obstáculo
que tenemos es el régimen eleccionario que nos discrimina y falsifica la
representatividad social.
La historia
nacional nos dice que todas las constituciones que han regido el país, han sido
promovidas desde el poder y no, desde afuera. Lo mismo ha sucedido en el ámbito
internacional. Esto ya nos da una conclusión contundente. Ningún gobierno
convoca a una constituyente contraria a sus deseos. La constitución vigente fue
implantada por Fujimori porque la del 79 no le servía para sus planes
neoliberales.
Pero no cabe
duda de que tenemos que trabajar para que se den las condiciones requeridas y
es bueno tener una alternativa constitucional propia como referente. Para
nosotros una nueva Constitución significa la refundación de la república con
nuevo diseño de organización social, de administración política, geográfica y económica.
El solo debate de propuestas enriquecerá nuestro acervo político y nos dará
armas para enfrentar al enemigo político.
Entonces
tenemos que pensar ¿Qué clase de sociedad somos y cuál es la sociedad a la que
aspiramos en los términos actuales? ¿Por ahora, cuáles serían los objetivos de
la sociedad bajo las actuales condiciones mundiales? De los objetivos dependerá
la estructura de nuestro diseño constitucional. ¿Cómo nos organizamos para
alcanzar esos objetivos? ¿Cuáles serían los criterios para una nueva
administración política realmente democrática?
¿Cuáles
serían los pilares de nuestro desarrollo económico? ¿Cuál sería el diseño de la
división política geográfica? ¿Cómo asegurar que todos los sectores
socioeconómicos tengan representación equitativa en el gobierno nacional?
¿Tendrán derecho de representación las nacionalidades andinas y amazónicas?
¿Seguiremos con los moldes aristocráticos y privilegios bicentenarios?
¿Seguiremos con el mismo sistema de separación de poderes que tantos conflictos
ocasiona?
Surgen pues,
una serie de temas de derechos de las personas, o derechos humanos y de las
colectividades. También asuntos de soberanía nacional, de relaciones económicas
internacionales, política exterior, desarrollo estratégico, carácter del estado,
la arbitrariedad religiosa, la restructuración completa de instituciones
públicas, etc. Si intercambiamos ideas al respecto será de mucha utilidad.
Podríamos aprovechar las circunstancias para avanzar en un proyecto nacional
propio. ¿No les parece?
Setiembre
2019
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
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