por Michael
Roberts
En el
momento justo, cuando tenía lugar la cumbre de los líderes de las principales
economías capitalistas (G7) en Biarritz, China anunció una nueva ronda de
aranceles por valor de 75 mil millones de dólares para las mercancías
importadas de Estados Unidos. Una represalia ante la nueva ronda prevista de
aranceles a los productos chinos que los EE.UU. tiene prevista para diciembre.
El presidente de EE.UU. Trump reaccionó con enojo e inmediatamente anunció que
iba a aumentar los aranceles ya existentes en 250 mil millones de dólares para
los productos chinos e imponer más aranceles por valor de 350 mil millones de
dólares a las importaciones de China.
El
presidente de Estados Unidos también dijo que ordenaba a las compañías de
Estados Unidos buscar la manera de abandonar sus operaciones en China. “No
necesitamos a China y, francamente, sería mucho mejor sin ella”, escribió el
Sr. Trump. “Ordeno, por lo tanto, a nuestros grandes empresas estadounidenses
comenzar inmediatamente a buscar una alternativa a China, incluyendo cómo traer
de vuelta a casa sus empresas casa y fabricar sus productos en los EE.UU.”.
Esta
intensificación de la guerra comercial, naturalmente, dañó a los mercados
financieros; el mercado de valores de EE.UU. cayó fuertemente, los precios de
los bonos subieron, con los inversores buscando “refugios seguros» en los
títulos públicos y el precio del crudo cayó mientras China se prepara para una
reducción de las importaciones de petróleo de Estados Unidos.
Estos
acontecimientos se produjeron sólo un día después de que los últimos datos
sobre el estado de las principales economías capitalistas revelaron una
desaceleración significativa. El índice de la actividad manufacturera de
Estados Unidos (PMI) para agosto estuvo por debajo de 50 por primera vez desde
el final de la Gran Recesión en 2009.
De hecho,
los índices de EE.UU., la zona euro y Japón están por debajo de 50, lo que
indica que estamos ya en una recesión manufacturera real. Y los componentes de
los ‘nuevos pedidos’ para cada región ha sido aún peor – así que el índice de
manufacturas caerá aún más. Hasta ahora, los sectores de servicios de las
principales economías han estado aguantando, evitando así índices de una
depresión económica en toda regla. “Este descenso aumenta el riesgo de que la
debilidad del sector manufacturero pueda haber comenzado a extenderse a los
servicios, un riesgo que podría generar un debilitamiento mayor al esperado en
los mercados de trabajo estadounidense y global”. (JPM). En general, JP Morgan
estima que la economía mundial está creciendo a un ritmo anual de apenas un
2,4% – cerca de los niveles considerados como ‘perdida de velocidad’ antes de
una auténtica recesión.
A pesar de
todas sus bravatas acerca de lo bien que va la economía de Estados Unidos,
Trump está preocupado. Además de atacar a China, también se lanzó a criticar al
presidente de la Reserva federal de EE.UU., Jay Powell, por no recortar las
tasas de interés para impulsar la economía, afirmando que Powell es un
“enemigo” de la economía de Estados Unidos tan peligroso ¡como China!
Powell
acababa de hablar en la reunión anual de verano de los banqueros
centrales del mundo en Jackson Hole, Wyoming. En su discurso, básicamente dijo
la política monetaria solo podía hacer lo que podía. Las guerras comerciales y
otros ‘choques’ globales no pueden superarse solo con políticas monetarias. El
comité de política monetaria de Powell está dividido sobre qué hacer. Algunos
quieren mantener las tasas de interés donde están porque tienen miedo de que
tasas de interés demasiado bajas (y en todas partes son negativas) impulsarán
un crecimiento insostenible del crédito y estallará la burbuja. Otros quieren
recortar las tasas, como Trump exige, para resistir las fuerzas recesivas que
descienden sobre en la economía. Powell aseguró que “Estamos examinando los
instrumentos de política monetaria que hemos utilizado tanto en tiempos de
calma como de crisis, y nos preguntamos si debemos ampliar nuestra caja de
herramientas”.
El problema
es que los banqueros centrales en Jackson Hole se están dando cuenta, como ya
se había hecho evidente, de que la
política monetaria, ya sea convencional (reducción de las tasas de interés) o
no convencionales (impresión de dinero o ‘flexibilización cuantitativa’), no
esta funcionando a la hora de para conseguir que las economías salgan de su
bajo crecimiento y poca productividad y eviten una nueva recesión.
Muchos de
los trabajos académicos presentados a los banqueros centrales en Jackson Hole
están marcados por el pesimismo. Uno argumenta que los banqueros necesitan
coordinar la política monetaria en torno a una «tasa natural de interés
mundial” para todos. El problema es que “existe una considerable incertidumbre
acerca de cuál es la tasa neutral precisamente” en cada país, y mucho más a
nivel mundial. Como dijo un orador: “Soy prudente a la hora de utilizar este
concepto imposible de medir para estimar el grado de divergencia política en
todo el mundo (o incluso sólo el G4)”. ¡Así están los fundamentos de la
política monetaria de la mayoría de los bancos centrales de los últimos diez
años!
Otro papel
señala que “la divergencia en políticas monetarias vis-a-vis los EE.UU. tiene
efectos indirectos más importantes en los mercados emergentes que en las
economías avanzadas. ”Por lo tanto ‘transmisión de la política monetaria
interna es imperfecta, y en consecuencia, las medidas de política monetaria de
los mercados emergentes diseñadas para limitar la volatilidad del tipo de
cambio pueden ser contraproducente”. En otras palabras, el impacto de la tasa
de política de la Reserva Federal y del dólar en las economías más débiles es
tan grande que los bancos centrales más pequeños no pueden hacer nada con su
política monetaria, ¡excepto empeorar las cosas!
No es de
extrañar, que el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, aprovechase
la oportunidad en su discurso antes de abandonar su puesto para sugerir que la
respuesta debía ser poner fin a la hegemonía del dólar en los mercados
comerciales y financieros. Los EE.UU. suponen sólo el 10 por ciento del
comercio mundial y el 15 por ciento del PIB mundial, pero asimismo la mitad de
las facturas comerciales y dos tercios de la emisión de valores a nivel global,
según el gobernador del Banco de Inglaterra. Por ello, “mientras que la
economía mundial está siendo restructurada, el dólar sigue siendo tan
importante como cuando se derrumbó en 1971 el sistema de Bretton Woods. Causa
demasiados desequilibrios en la economía mundial y es un peligro para las
economías emergentes más débiles, que no pueden obtener suficientes
dólares. Ha llegado la hora de un fondo mundial de protección contra la fuga de
capitales y más tarde de un sistema monetario mundial ¡con una moneda mundial!
¡Qué ilusiones! Pero es una muestra de la desesperación de los bancos
centrales.
La inminente
recesión global también ha concentrado las mentes de la teoría económica
dominante. Hay división de opiniones entre los economistas ortodoxos sobre que
política económica hay que adoptar para evitar una nueva recesión global. El
ortodoxo keynesiano, Larry Summers, ex secretario del Tesoro de Estados Unidos
con Clinton y profesor de Harvard, ha argumentado que las economías
capitalistas están en ‘estancamiento secular’. Así
que él cree que la flexibilización monetaria, ya sea convencional o
no, no funcionará. Se necesitan estímulos fiscales.
Por otra
parte, Stanley Fischer, ex gobernador adjunto de la Reserva Federal de Estados
Unidos y ahora ejecutivo del mega fondo de inversión, Blackrock, reconoce
que los estímulos fiscales no funcionarán porque no son
‘suficientemente ágiles’, es decir tardan demasiado tiempo en tener efecto.
Además, se corre el riesgo de que aumente la deuda pública y los intereses
hasta niveles insostenibles. Por lo tanto, las medidas monetarias son mejores.
Los
post-keynesianos y los partidarios de la Teoría Monetaria Moderna están muy
emocionados porque Summers parecía estar de acuerdo con ellos, finalmente, – a
saber, porque el estímulo fiscal a través de los déficits presupuestarios y los
gastos del gobierno pueden frenar el colapso de la ‘demanda agregada’. Parece
que el consenso entre los economistas comienza a ser que los bancos centrales
pueden hacer muy poco o nada para apoyar a las economías capitalistas en
2019.
Pero en mi
opinión, ni los ‘monetaristas’ ni los keynesianos/TMM tienen razón. Ni
una mayor flexibilización monetaria ni estímulos fiscales podrán detener la
recesión que se aproxima. Esto se debe a que no tiene que ver con la
débil ‘demanda agregada’. El consumo de los hogares en la mayoría de las
economías es relativamente fuerte porque la gente sigue gastando más, en parte,
a través de un mayor endeudamiento a tasas muy bajas de interés. La otra parte
de la ‘demanda agregada’, la inversión empresarial es débil, cada vez más
débil. Pero eso es debido a la baja rentabilidad y ahora, más en el último año
debido a la caída de las beneficios en los EE.UU. y en otros lugares. De hecho,
los márgenes de beneficio empresarial en los Estados Unidos (beneficios como
porcentaje del PIB) se han reducido (desde su nivel récord) durante más de
cuatro años, la mayor contracción de postguerra.
Los
keynesianos, post-keynesianos (y los partidarios de la TMM) creen que los
estímulos fiscales a través de más gasto público y el aumento de los déficits
presupuestarios de los gobiernos es la manera de poner fin a la Larga Depresión
y evitar una nueva recesión. Pero nunca ha habido la menor prueba de que tales
medidas de gasto fiscal funcionan, excepto
en la economía de guerra de 1940, cuando el grueso de la inversión fue
pública o dirigida por el gobierno, y la capacidad de decisión sobre la
inversión industrial arrebatada a las empresas capitalistas.
La ironía es
que el mayor gasto fiscal a nivel mundial ha sido el de Japón, que ha tenido
déficits presupuestarios durante 20 años, con poco éxito a la hora de conseguir
un crecimiento económico por encima del 1% anual desde el final de la Gran
Recesión; y el de los EE.UU de Trump, con sus recortes y exenciones de
impuestos corporativos en 2017. La economía de Estados Unidos se está
desacelerando rápidamente, y Trump está hablando de hacer más recortes de
impuestos y exigiendo a Powell que recorte las tasas de interés. En Europa, el
Banco Central Europeo está preparando una nueva ronda de medidas de
flexibilización monetaria. E incluso el gobierno alemán juega con la idea de
aumentar el gasto público mediante el déficit fiscal.
Así
probablemente tengamos una nueva ronda de flexibilización monetaria y de
medidas de estímulo fiscal, para satisfacción de todas las escuelas de teoría
económica ortodoxas y heterodoxas. Pero no va a funcionar. La
guerra comercial y tecnología es el detonante de una nueva recesión global.
(Tomado de The Next Recession)
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