Alfredo Serrano Mancilla, Guillermo Oglietti
Análisis
20/09/2019
La gestión
de Evo Morales ha conseguido desdolarizar la economía de Bolivia gracias a un
contundente pragmatismo y voluntad soberanista, no a un “milagro económico”.
Bolivia era
un país bimonetario. Justo antes de la llegada de Evo Morales, en el año 2005,
sólo el 15% de los depósitos estaban en moneda nacional; en materia de crédito,
únicamente el 7% se otorgaba en pesos bolivianos. En esos años, siempre bajo
gobiernos neoliberales, todo el mundo usaba el dólar para refugiarse de la
desvalorización del peso. Aquellos que podían compraban dólares mensualmente y
los vendían a medida que necesitaban gastar. La economía estaba más dolarizada
que la de la Argentina actual. Sin embargo, después de algo más de una década,
en apenas unos 13 años, la situación se revirtió completamente. En 2019 el 99%
de los depósitos y el 87% de los préstamos son en pesos bolivianos. En la
actualidad, todos prefieren prestar en pesos y tomar depósitos en pesos porque
es una moneda fuerte y rentable.
Esta
transformación económica no tuvo lugar por arte de magia. En economía, los
milagros no existen. Todo tiene que ver con todo. Cada resultado económico es
la consecuencia de un gran conjunto de decisiones que poco o nada tienen que
ver con la creencia “paranormal” de que los mercados, por sí solos, nos
llevarán a un equilibrio virtuoso. No. La economía no funciona así. Ni mucho
menos.
Evo logró la
bolivianización del sistema financiero al mismo tiempo que hacía crecer la
economía más que nadie en toda Latinoamérica. Supo, además, combinar el
bienestar macroeconómico con el bienestar microeconómico de las familias, algo
diferente a lo que sucede en Perú, Colombia o Paraguay, que sólo pueden
presumir de buenos indicadores macroeconómicos, y muy diferente de Argentina,
que no disfruta bienestar macro ni microeconómico.
¿Cómo lo hizo?
He aquí una breve enumeración de las principales acciones:
1.
Evo recibió el Gobierno con un tipo de cambio de 8
pesos por dólar, a poco de asumir “apreció” la moneda a 7 pesos y, actualmente,
se mantiene estable (cotiza en 6,95). Le generó una pérdida a los tenedores de
dólares con la que rompió la inercia y mandó la señal de que no siempre el que
apuesta al dólar, gana.
2.
Desalentó la compra-venta de divisas ampliando el
diferencial cambiario entre compra y venta de divisas hasta una diferencia de
10 centavos.
3.
Aumentó a un 66,5% el encaje líquido que los bancos
deben tener por cada depósito en dólares, mientras que el encaje para los
depósitos en pesos es de 11%. La medida encarece el costo de los créditos en
dólares.
4.
Se ofrecieron tasas ligeramente más altas a los
ahorristas en pesos.
5.
Se estableció un impuesto a las transacciones
financieras en dólares, que afecta sólo a las cajas de ahorros con más de 2 mil
dólares y a los depósitos a plazos menores al año
6.
Se aumentaron los requisitos para otorgar créditos
en moneda extranjera y se facilitó el crédito en moneda nacional, por lo que
aumentó mucho la preferencia a otorgar préstamos en pesos.
7.
Se utilizó la Unidad de Fomento a la Vivienda,
unidad de cuenta actualizada con la inflación local, como instrumento para
realizar todo tipo de contratos en moneda local y desalentar el uso del dólar
como unidad de cuenta.
8.
Se emitieron títulos públicos en moneda nacional y
desaparecieron los títulos en dólares.
9.
Se emitieron títulos especiales en pesos para
pequeños tenedores.
10.
Usando varios instrumentos, en especial los
coeficientes de reservas y cupos máximos, se orientó el crédito bancario a las
actividades productivas, especialmente vivienda, vivienda social, empresas,
microcréditos y Pymes, expandiendo la cartera de créditos en casi 7 veces. Los
tipos de interés que resultaron de esta política son envidiables: por debajo
del 10% para los créditos hipotecarios, por debajo del 7% a los créditos de
vivienda social, cercanos al 20% para el consumo, por debajo del 5% si es
crédito empresarial y de 7% cuando se trata de Pymes.
11.
Se prohibió indexar las tarifas en función de la
evolución del dólar.
12.
Se creó un fondo contracíclico de reservas
internacionales que ronda el 25% del PIB.
13.
Implementó una política deliberada de control del
monopolio y abuso de posición dominante, con seguimiento casi diario y control
directo por parte de Presidencia sobre precios relevantes de la economía.
14.
Se llevó a cabo una obsesiva política de apoyo a la
producción, con crédito dirigido a la inversión productiva y una vasta
inversión en infraestructura que tuvo el efecto de extender el área geográfica
desde donde se provee a las grandes ciudades, por lo que la oferta productiva
se amplió y, con ello, muchos precios cayeron.
Y por si
todo esto fuera poco, se hizo en un contexto de nacionalizaciones que, según un
informe
de Celag, tuvo un impacto en la economía boliviana de generación de riqueza
por 74.000 millones de dólares (dos PIB del año 2017), 670.000 puestos de
trabajo, ahorro de divisas del 45%, aumento de consumo del 125% y subida de la
inversión hasta 11,2 mil millones de dólares (29,9% del PIB). Además, ello tuvo
lugar en un clima de inflación a la baja; 1,5% en el último año, igual o más
baja que la de EE. UU. a pesar del fuerte ritmo de crecimiento sostenido y de
la mejora en absolutamente todos los indicadores de bienestar social y
económico.
Después de
todo lo expuesto, y mirando lo sucedido con Macri en Argentina, ¿quién se
atreve a decir que no hay alternativa ni pragmatismo en esta propuesta
económica boliviana?
Dr. en
Economía Aplicada (UAB). Sub Director de CELAG (Argentina)
Dr. en
Economía Aplicada (UAB). Director de CELAG (España)
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