Diario
UNO. domingo 22 de septiembre 2019
Por
Gustavo Espinoza M.
El
conflicto surgido en la Ciudad Universitaria de San Marcos se resolverá,
presumiblemente, pronto. Y autoridades académicas y otras, darán la razón a los
estudiantes. No sólo porque ella los asiste, sino también porque la experiencia
viva ha estado siempre del lado de quienes –sin esperar nada a cambio-se han
lanzado a una acción generosa, con todos sus riesgos.
La
lucha de los estudiantes de hoy, tiene larga data. San Marcos fue siempre una
cuna de ideas libertarías y una indiscutida plaza de victorias, incluso bajo
los años del dominio español. Figuras del pensamiento nacional, como José
Baquíjano y Carrillo, Pablo de Olavide, Vicente Morales Duárez, Hipólito
Unanue, y otros; nos legaron una herencia cargada de altos ideales, que
convivieron con las expectativas libertadoras de nuestro pueblo.
Ya
en el siglo XX, asomaron los hálitos de la reforma universitaria iniciada en el
Cusco en 1909, y que alcanzara particular relieve en Córdoba diez años más
tarde. La fundación de la Federación de Estudiantes del Perú, que data de 1916,
con la participación de Fortunato Quesada; y el Congreso universitario del
Cusco, en 1920; marcaron hitos en la historia del Perú.
Desde
la década del veinte los estudiantes combatieron contra sucesivas dictaduras.
Leguía, Sánchez Cerro, Benavides, a incluso Odría; vivieron una guerra
permanente contra los estudiantes y la juventud. A partir de este periodo
figuras descollantes, como José Antonio Encinas, Jorge Basadre y Raúl Porras,
iluminaron el pensamiento peruano.
Y
es que desde los años treinta, el Directorio Estudiantil jugó un papel
aglutinador de primera importancia y dio sustento a vigorosas acciones. José
María Arguedas, Manuel Moreno Jimeno, José Ortiz Reyes y Genaro Carnero Checa
fueron protagonistas de valerosas acciones que marcaron la presencia del Grupo
Rojo Vanguardia.
Estuvo
allí el antecedente histórico de otras luchas. En ellas, el movimiento universitario
pasó a formar parte de los segmentos más progresistas, y lucidos, de la
sociedad peruana. En las aulas sanmarquinas –pero también en otros claustros-
las ideas más avanzadas hicieron carne en multitudes, y golpearon la conciencia
de millones.
Las
heroicas huelgas estudiantiles ocurridas en 1960 y 1964, sentaron cátedra de
valor, dignidad y consecuencia; y fueron fuente de cuadros y esperanzas que
nutrieron buena parte del proceso peruano en las últimas décadas del siglo
pasado. Hoy los estudiantes sanmarquinos recogen toda esa herencia cargada de
leyenda, y que fuera honrada por la sangre de combatientes de la talla de
Pompeyo Herrera y Luis Mac Lean Bedoya.
La
causa, ahora, enarbola otras banderas. Se trata de exigir respeto a la
integridad territorial de los espacios universitarios, y enfrentar un intento
de extensión del bypass construido por la Municipalidad de Lima en la Avenida
Venezuela. Pero esta acción enfrenta dos ofensivas adicionales: la agresión
policial injustificada dispuesta por el ministro Carlos Morán; y la campaña de
desprestigio desatada contra la juventud por parte de “la prensa grande” y sus
aliados de siempre. Ella, tratará siempre de contraponer a los jóvenes con las
autoridades arguyendo las hueras frases alusivas a la disciplina y el orden.
No
se necesita ser comunista, extremista o revolucionario para tener una idea
clara del tema. Ni siquiera citar a Carlos Marx o a Federico Engels para saber
qué suelo se pisa. Nos basta acudir a un filósofo español insospechado de cualquier
radicalismo, don José Ortega y Gasset, que en su “Misión de la Universidad”,
nos dice sin tapujos:
“Es
absurdo que, como hasta aquí, se considere el edificio universitario, como la
casa del profesor, que recibe en ella a sus discípulos, cuando debe ser lo
contrario: los inmediatos dueños de la casa son los estudiantes, completados en
cuerpo institucional con el claustro de profesores. Es preciso acabar con el
bochorno de que sean los profesores, con la guardia suiza de los bedeles,
quienes impongan la disciplina corporal dentro de la Universidad, dando lugar a
esas batallas vergonzosas en que aparecen, de un lado, los catedráticos y sus
subalternos; y del otro, la horda escolar. Solo la estupidez puede
tranquilizarse con echar la culpa de problemas tales a los estudiantes… Son los
estudiantes, quienes previamente organizados para ello, deben dirigir el orden
interior de la Universidad, asegurando el decoro de los usos y maneras, imponer
la disciplina material, y sentirse responsables de ella”
En
este contexto, los estudiantes tienen el deber de preservar la intangibilidad
de sus claustros, pero también velar por la calidad educativa, el nivel
académico, la responsabilidad social y el cumplimiento de la Misión de la
Universidad al servicio de su pueblo.
La
movilización activa de estudiantes de la Universidad más antigua de América y
de otras de nuestro país; y la presencia de jóvenes de diversos centros
académicos, dice mucho de la importancia de esta acción, que debe ser saludada
y apoyada con jubilosa alegría.
¡En
buena hora los jóvenes ocupan masivamente un puesto de combate! ¡San Marcos,
sigue siendo Plaza de Victorias! (fin)
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