18/10/2019
Introducción
La
Perestroika Soviética (1989-91) dio inicio a la caída del bipolarismo
este-oeste resultante de la segunda guerra mundial (1929-1944). El Bipolarismo
Occidente-vs-Oriente tuvo sus inicios en la guerra/crisis financiera global de
1929 y concluye en el pacto de Bretton Woods, donde las potencias vencedoras
impusieron su orden mundial, un bipolarismo. Por fuera del bipolarismo de las
potencias vencedoras, el Tercer Mundo, la el Programa de Bandung de 1956.
Este
Bipolarismo, o nuevo orden estratégico de poder, resultante del modo en que se
resolvió la crisis financiera de 1929 y la guerra mundial 1939-1944, es el que
inicia su fin con la Caída de la Unión Soviética en 1989-91. En el inicio de su
fin, ya estaba emergiendo el unipolarismo globalista de cities financieras, lo
que dio sustrato al Consenso “Unipolar” de Washington de 1989. Un acuerdo y
tregua entre unipolarismos financieros, continentalista y globalista, para
asegurar la Caída de la URSS y la transición del Bipolarismo al Unipolarismo.
Una tregua que se rompe con la asunción del Globalista Bill Clinton a la
presidencia de Estados Unidos en enero de 1994.
Con la
crisis financiera de 2001-2008, que manifiesta el inicio de la Caída del
Unipolarismo Continentalista de EEUU, entramos claramente en la etapa de la
caída del último actor del bipolarismo. Si el Globalismo unipolar ya había
mostrado su presencia en el Consenso de Washington de 1989, previo a la
Perestroika Soviética, será recién en enero de 1994 cuando llegue a la
presidencia de los EEUU con Clinton y muestre todo su programa estratégico
globalista.
El
globalismo financiero que implicó un salto de escala y de forma en el
capital financiero, también significó una ruptura política y estratégica.
Porque abandonó su posición dominante en el partido republicano y copó el
partido demócrata por su cúpula, subordinando a la histórica alianza demócrata
entre el gran capital industrial y el movimiento de trabajadores organizados
sindicalmente. Por su cúpula el Partido demócrata expresó a partir de ese
momento los intereses del Globalismo unipolar y ya no los de Estados Unidos. Y
desde su cúpula sus grandes oponentes estratégicos pasaron a ser el gran
capital industrial y los trabajadores organizados y formalizados. Para el
Globalismo Financiero ya era una realidad desde 1979, que el mundo desplazaba
su centro de gravedad industrial desde Estados Unidos al Asia pacifico con
centro en la China de Hong Kong, que fue colonia británica desde 1840.
A lo largo
de la historia, el colapso de las grandes potencias de cada época coincidía
justo, en un tiempo histórico donde creían que eran invencibles, lo creían
justo antes de su desastrosa caída que denominan Reestructuración (Perestroika)
integral sistémica.
Sin
pretender hacer un análisis histórico aquí, lo cual hicimos ya (Dierckxsens
1982), esto lo hemos visto ya en la Antigüedad con el Imperio Romano, lo vimos
con la descomposición de la Unión Soviética hace treinta años y lo vemos hoy en
Estados Unidos. Observamos, que rara vez se percibe el borde del acantilado, o
incluso el fondo del abismo, antes de que éste se haya tragado un imperio
entero y, aun así, tampoco lo ven hoy.
Es
interesante señalar que las encarnizadas luchas de poder entre intereses
estratégicos en el Imperio Romano no se dieron al final del Imperio, sino en su
período de mayores triunfos en guerras y con una consecuente elevada capacidad
de reemplazo, una cantidad importante de vidas jóvenes listas para reemplazar a
los muertos y viejos, de la mano de obra esclava. Son los tiempos de Esprtaco.
El Imperio
sucumbe cuando las guerras cada vez más lejanas geográficamente ya no son
sostenibles por su gasto, que se tornó visiblemente improductivo, es decir
no-reproductivo. La escasez de disponer de nuevos esclavos hizo bajar la
capacidad de reemplazo de dicha mano de obra, lo cual llevó a que no hubiera
otra solución que otorgar la libertad a los esclavos (Libertos), para
garantizar la reproducción biológica de fuerza de trabajo. Lo anterior implicó
una mayor descentralización de la economía, y las provincias periféricas
profundizaron sus reclamos por una mayor autonomía a costas del centro de
poder, Roma. Este fue el fin del régimen esclavista y el fin del Imperio
Romano.
Por lo
anterior, parece que la guerra resulta ser un trabajo improductivo a menos que
se pueda transferir dicho gasto a terceros: naciones y/o pueblos. Nos
preguntamos si la afirmación anterior vale solo para la Antigüedad o también es
válida para los tiempos de hoy. El gasto militar visto desde la perspectiva de
la economía política es un gasto improductivo y lo anterior es válido sin
importar las relaciones de producción dominantes, ya sean éstas
pre-capitalistas (como el Imperio Romano), socialistas (URSS) o capitalistas
(EEUU y Occidente) (Dierckxsens, Piqueras, Formento, et al, 2018).
La
producción de armas es también una actividad improductiva en nuestros tiempos,
ya que en lugar de alentar el crecimiento de la economía civil, de masas, el
gasto de defensa tiende más bien a limitar la expansión de la misma y por ende
el crecimiento de la economía en su conjunto. Las armas producidas en un ciclo
económico no se encadenan con el próximo ciclo, y en el mejor de los casos no
son utilizadas, ya que el uso de las mismas es trabajo destructivo. La
exportación de armas podrá beneficiar a su productor pero el comprador asumirá
el gasto improductivo, en otras palabras para las economías en su conjunto
sigue siendo un gasto improductivo.
Veamos a
continuación el final de la Unión Soviética que cayó, al menos para Occidente,
como un hecho que sorprendió a todos. Luego veremos a EEUU, si la decadencia
actual del país como Imperio se puede explicar, al menos de forma análoga y con
la misma sorpresa previa.
La caída de
la Unión Soviética -1989- como bloque continentalista expansionista fue una
sorpresa completa, al menos para Occidente. El final de EEUU, como Imperialismo
Continental, se está dando ante nuestros ojos desde 2017, pero no lo percibe la
ciudadanía ni la gran mayoría de los intelectuales y probablemente tampoco los
empresarios y políticos. Esta falta de pre-visión, hoy no es culpa del público.
Es, más que todo, la consecuencia de una manipulación de la información
fundamental que no está disponible para el gran público por responsabilidad de
los gobiernos y, por sobre todos, por los “estamentos financieros” de poder
profundo y sus grandes plataformas de incomunicación y desinformación.
En setiembre
de 2019, el Global Europe Anticipation Bulletin (GEAB) publicó un artículo
titulado EEUU 2020: Una Perestroika americana. Donde advierten que la
reciente “expulsión” del “asesor” de Trump en seguridad, el neoconservador John
Bolton, es un acontecimiento histórico de la misma envergadura simbólica que el
“planteo” de la perestroika por Gorbachov. Al expulsar abiertamente a este
halcón neoconservador, afirman: “Trump marca el fin del ya imposible
imperialismo americano”. Señalando incluso muy claramente incluso que es el
primer presidente anti-imperialista.
Desde antes
del triunfo en las elecciones de Trump de noviembre de 2017, hemos señalado que
Estados Unidos está en medio de una gran crisis estructural, interna entre las
fuerzas globalistas*, continentalistas** y Trump expresando un nacionalismo de
país central que es principalmente anti-imperio globalista[1]. Ya hemos
señalado, en otros artículos, que esta crisis interna, luego de la “Batalla de
Alepo”[2] donde se
derrota militarmente a las fuerzas de la OTAN en Siria, ya no puede exportarse
hacia otras naciones (Ej.: India, Rusia y China) y por lo tanto solo puede
profundizarse dentro de los Estados Unidos.
Por lo que
significaría, a la vez, el fin del Imperialismo unipolar norteamericano –que
denominamos: Washington- y, probablemente, el fin de la civilización
imperialista anglo-occidental. Esta afirmación es tan profunda y fuerte para el
bloque occidental capitalista, como lo fue la perestroika y la desintegración
de la URSS hace 30 años para el bloque oriental. Porque las consecuencias para
los Estados Unidos y el “Occidente angloamericano” serán tan profundas, como lo
fueron para el Imperio Romano en la Antigüedad y para la URSS en los tiempos de
la modernidad. La Perestroika de “Washington” es el último hecho de la
modernidad. Revisitemos por un momento los tiempos de la Perestroika.
La
Perestroika revisitada
Hace 25 años
(Dierckxsens 1994[3]) ya habíamos
anticipado “La Perestroika en Occidente” y sobre la base de la Economía
Política. En nuestro libro “Las Relaciones Sur-Sur y el desafío de un nuevo
proyecto de civilización” (2017) hicimos una renovada referencia a las
condiciones ya dadas para una Perestroika en Occidente, necesidad que tiene que
ver con el gasto militar insoportable y ya no transferible a otras naciones u
otros pueblos como fue el caso del Imperio Romano, de la Unión Soviética en los
ochenta y de EEUU hoy. Los fundamentos de la economía política que tantas veces
aciertan, también nos dan la razón hoy. Queremos retomar y proyectar este
análisis a la crisis de EEUU como Imperialismo y de la civilización occidental
anglosajona hoy.
El gasto
militar visto por su contenido constituye un gasto improductivo y lo anterior
es válido sin importar las relaciones de producción, ya sean
pre-capitalistas (como en el Imperio Romano), socialistas (la URSS) o
capitalistas EEUU, como ya describimos. En vez de alentar el crecimiento de la
economía civil, el gasto de defensa tiende más bien a limitar la reproducción.
Toda riqueza sacrificada en el altar de la ‘economía de guerra’ significa un
falso costo de (re)producción, es decir, es una inversión que no vuelve a
pagarse a sí misma en el próximo ciclo de producción y en el mejor de los casos
ni se utilizan sus productos finales. La capacidad distributiva interna del
gasto militar mediante impuestos significa restar dinámica a los sectores de la
economía civil. La transferencia de este gasto improductivo a terceras naciones
mediante la exportación de armas o la obtención de pagos por la ‘protección
militar’ ofrecida (OTAN), significa transferir el costo improductivo y una
consecuente reproducción más limitada a terceras naciones en beneficio del país
productor de armas y su complejo industrial y militar.
Ahora bien,
EEUU y sus aliados europeos organizados en la OTAN contaban, en los años
ochenta, con más o menos 600 millones de habitantes, mientras la URSS bajo el
Pacto de Varsovia no llegaba a 400 millones. Para poder mantenerse a la par en
la carrera armamentista, la simple diferencia demográfica significaba que la
URSS necesitaba invertir $150 dólares per cápita por cada $100 que invertía
EEUU para sostener cierta competencia en la carrera armamentista. El PIB de
EEUU era el doble del de la URSS (calculo sobreestimado por la CIA por tratarse
de un archienemigo). EEUU pudo transferir sus gastos de defensa a terceras
naciones, incluso más allá de sus socios del Pacto Atlántico como fue el caso
del tercer mundo latinoamericano, mientras que Rusia que exportaba menos, a
menudo ni cobraba a los suyos.
Poder
sostener el ritmo en la carrera armamentista que inició EEUU en los ochenta con
la administración Reagan, significaba para la URSS probablemente triplicar la
inversión militar para poder mantenerse en competencia. Si EEUU invertía, por
ejemplo, el 5% del PIB en la carrera armamentista, la URSS tendría que invertir
el 15% y esto solo era posible al costo de debilitar más la economía civil, con
austeridad y un consumo contraído, y por ende un crecimiento negativo de la
economía y la perspectiva del colapso del sistema.
Sabemos que
EEUU gastaba en 1955 más del doble en defensa que la URSS, para ser alcanzado
en 1975 y superado a principios de los ochenta. En el período de Reagan
(1981-1989), el gasto de defensa sube con respecto a 1980 (5% del PBI),
llegando a 6,3% en 1986. Luego de la caída de la URSS baja, pero en los años
siguientes vuelve a subir con las intervenciones militares a Irak y Afganistán.
Luego del estallido de la gran crisis financiera global del 2008, en 2010 y
2011 cae al 4,7% y en 2015 representó solo el 3,3% del PBI (https://rolandoastarita.blog/2017).
En otras
palabras si los EEUU gastaban más de 6% de su PBI en gasto de defensa, la URSS
debería haber gastado más o menos entre 12 y 18% de su PBI. Con un
soporte económico dos a tres veces más pequeño y una menor capacidad de
transferir ese costo a terceras naciones, vía exportaciones y/o recibiendo
aportes económicos externos, se comprende por qué el crecimiento de la economía
civil, y de la economía en su conjunto, tendió a la baja en la URSS y
finalmente conllevó al colapso a finales los ochenta.
Su carrera
armamentista, hasta cierto punto respondió a la necesidad de defender la
reproducción de las relaciones socialistas de producción. La carrera
armamentista en la Guerra Fría, sin embargo, también era una competencia
sistémica, pero se volvió cada vez más una carrera de la URSS hacia el abismo
económico. Las necesidades populares quedaron desatendidas y el proceso
deslegitimado al interior. La Guerra Fría significaba para la URSS, la
imposibilidad de un desarrollo sostenible y, por lo tanto, su decadencia
estructural económica, social y político. Las propias relaciones de producción
socialistas entraron en cuestión. Debido a la crisis económica y política, la
Perestroika hizo su entrada y la nación se volvió hacia adentro para poder
sobrevivir, que es cuando emergen las contradicciones internas que habían
quedado subordinadas y las contradicciones internacionales de poder penetran
con mayor facilidad y contundencia.
Con la
Perestroika o Reestructuración integral, la atención debería poder ser dirigida
a incrementar la (re)producción civil y a adecuar a ella las relaciones
sociales necesarias. El complejo industrial-militar era el eje medular de la
planificación centralizada. Re-organizar la economía civil en función del
crecimiento de la economía en su conjunto implicó descentralizar la toma de
decisiones en materia de economía política en las Repúblicas. Al delegar así
mayor autonomía a las repúblicas soviéticas, la perestroika tuvo como efecto no
esperado, el fomento de sentimientos nacionalistas que fortalecieron los
poderes locales en las repúblicas y con ello las empujaron hacia la separación
del poder central. El rechazo a la planificación centralizada en torno al
complejo industrial-militar condujo a la independencia de las repúblicas.
La “caída” del Muro de Berlín simbolizó la desintegración del Bloque
socialista y con ello se sella la caída del socialismo real.
Con la caída
del socialismo real, “todo” parecía indicar que el capitalismo era el único
sistema posible para la humanidad, que por naturaleza parecía ser eterno. Esta
perspectiva, impulsada por el estado profundo y expresado a través de un
pensador reaccionario de Washington (Francis Fukuyama), significaba que se
cerraba cualquier alternativa de desarrollo para los países del Sur. Teniendo
como consecuencia su virtual subordinación al EEUU tri-continentalista, a sus
corporaciones y a la OTAN.
En este
marco, es que el Consenso de Washington dio marco a la era de globalización
neoliberal (1991) que hizo entonces su entrada con fuerza. EEUU se presentó
como el glorioso triunfador de la Guerra Fría, pero en realidad ya el Consenso
de Washington mostraba la poderosa fractura en EEUU, fruto de la puja entre el
Continentalismo unipolar financiero norteamericano y el globalismo unipolar.
Una conflicto estratégico se abría paso en y desde EEUU, pero era de carácter
global pues implicaba a las grandes potencias europeas, Japón y al actor
estratégico que emergía de las grandes inversiones que en el sudeste de China
(Hong Kong, Shanghái, Taiwán, etc.) habían desarrollado las Empresas
Transnacionales Globales deslocalizadas.
El imperio
norteamericano
La
dominación estadounidense de la economía mundial desde 1920 hasta 1960 se basó
en su posición de acreedor. Su dominación desde la década de 1960, en cambio,
proviene de su posición deudora. Su influencia como principal economía deudora
del mundo, sin embargo, fue tan fuerte como la que antes reflejaba su posición
de acreedor neto. En el periodo entre el final de la Segunda Guerra Mundial
-1944- y 1950, cuando estalló la Guerra de Corea, EEUU acumuló más del 75 por
ciento del oro monetario del mundo, ese fue el respaldo para el dólar como
moneda internacional de reserva desde Bretton Woods en 1944. Estados Unidos con
superávit comercial en ese periodo y con sus grandes reservas en oro, podían
comprar y reconstruir las grandes industrias de la Europa derrotada y de la
América Latina periférica y dependiente.
A partir de
1958, cuando el sistema de Bretton Woods se hizo realmente operativo, los
países liquidaban sus operaciones de comercio internacional en dólares al mismo
tiempo que esos dólares eran convertibles por oro para los bancos centrales
participantes del sistema. Los países acordaron mantener tipos de cambio fijos,
pero ajustables en circunstancias excepcionales, en el cual el dólar y el oro
podían intercambiarse entre sí a un tipo fijo de 35,20 dólares por onza.
En los años
sesenta, las exportaciones sobre todo desde Alemania y Japón[4], que incluían las
de las corporaciones multinacionales norteamericanas radicadas en Europa y
Japón, sobrepasaban sus importaciones desde EEUU, lo cual hizo que disminuyeran
su demanda de dólares, que más bien cambiaban por oro. La orden de
presidente Nixon en agosto de 1971 fue cerrar la ventana de cambio de oro por
dólares de los bancos centrales del mundo. En ese momento el Sistema
Monetario Internacional se convirtió en un sistema de dinero
fiduciario (o sea dinero sin respaldo de un bien tangible).
En 1974 el
precio del petróleo se disparó por acuerdos entre los países de la OPEP. En ese
momento, EEUU obtuvo un acuerdo con Arabia Saudita (principal productor de
petróleo) que podía cobrar lo que quisiera por su petróleo, pero tenía que
reciclar todas sus ganancias netas en dólares, ya sea bajo la modalidad de
compra de armas o mediante la compra de bonos del tesoro de EEUU. Luego, EEUU
determinó que el precio del petróleo se define y paga exclusivamente en
dólares. Los países que dependían de las importaciones de petróleo tenían que
disponer de reservas en dólares y los países con superávit comercial con EEUU
se vieron obligados a aceptar bonos del tesoro (una especie de pagarés) de
EEUU. Impusieron, en otras palabras, que el resto del mundo mantuviera sus
superávits y ahorros en forma de préstamos a los Estados Unidos. Así EEUU, como
verdadero imperio, pudo instalar bases militares (hoy en día 800) en 40 países,
y los dólares que este gasto militar implica se los “prestan” los países del
mundo. Los países que no cumplen con este requisito corren el riesgo concreto
de una invasión.
El Crédito
Internacional nueva forma de dominación
A nivel de
una determinada nación, el desarrollo de los contratos de crédito se presenta
como una cadena de pagarés en las que el dinero sólo aparece abstractamente
como moneda de cuenta. Cuando las deudas no se compensan es preciso saldar
cuentas. Para ello es necesario haber constituido fondos de reserva de valor.
Una fuga de reservas se manifiesta en la balanza de pagos. Esta contabilidad es
necesaria para prevenir la separación de la circulación de la producción y su
tendencia hacia la especulación. Las autoridades de los bancos centrales (del
grupo de los diez) y las autoridades financieras internacionales, lograron
neutralizar presiones especulativas hasta mediados de los sesenta. La expansión
de la banca privada, a partir del crédito, se desarrolla después de 1965. Hasta
esa fecha, el origen principal de los préstamos y créditos internacionales
provino de organismos multilaterales o bilaterales.
La unidad de
los procesos de producción y circulación (comercialización y financiarización)
contiene la posibilidad de la crisis y hasta la confrontación. La interrelación
entre la producción y la circulación es alcanzada a través del dinero. Esta
interrelación, sin embargo, es menos transparente cuando interviene el crédito,
el cual predomina hoy cada vez más en el mundo. El dinero no es externo a la
reproducción del capital y así tampoco lo es el crédito. El crédito, sin
embargo, permite la reproducción temporal de la ganancia sin que se reproduzca
el capital productivo.
El acto de
préstamo en dinero se distingue del crédito. El préstamo es el empleo de un
capital monetario previamente reunido a partir de riqueza creada en el pasado y
atesorado, para poder crear más riqueza en el futuro. El crédito, en cambio, es
un título o derecho sobre la propiedad de mercancías futuras a generar con
trabajo futuro. La expansión del crédito sin ahorro previo y sobre la base de
deuda, significa creación de dinero que no garantiza una inversión productiva
futura. El surgimiento de la banca de inversión privada fue clave para este
desarrollo.
La creación
de la Banca de Inversión, y su fusión con la banca comercial, será vetada por
Roosevelt en 1933, y nuevamente implementada en 1999 por Bill Clinton. Hasta la
crisis financiera global de 2008, cuando será vetada nuevamente por Ley
Dodd-Frank, firmada por Barack Obama en 2010 veta la fusión como en 1933 la
Glass Steagall. La banca privada de inversiones se especializa en fusiones y
adquisiciones y en obtener dinero para que las empresas privadas puedan
realizar inversiones, productivas o no.
En la medida
en que el alza nominal de estos títulos se traduce en expansión del proceso de
reproducción de la economía real, creando más riqueza, su valor también es
real. El carácter improductivo y ficticio de la acumulación sustentada por el
crédito llega a primer plano, cuando la cuasi-validación de la ‘plusvalía’ se
afirma en una acumulación de títulos o derechos sobre el trabajo futuro. La
emisión de bonos del Tesoro para financiar el gasto de defensa no crea riqueza
a futuro. Las acciones constituyen más que todo un derecho a participar en las
ganancias futuras de la empresa. Si es invertido en expansión y desarrollo es
capital real. Las acciones de una empresa son títulos que en principio
reflejan el capital (valor de equipo y maquinaria en libros contables)
realmente invertido en la empresa. El capital accionario es ficticio, ya que no
se puede contar dos veces el capital al contabilizar también el capital real
(maquinaria, edificios, etc.) de una empresa y su valor en libros. La recompra
de acciones por los propios consorcios hace incrementar su precio en el mercado
pero no así la riqueza real de la empresa. Es capital ficticio.
Recién a
partir de 1965, la Banca Internacional Privada comienza a operar realmente en
el mercado internacional con una notable expansión del crédito no controlado
por los gobiernos y tuvo su desarrollo precisamente cuando la tasa de ganancia
tendía a la baja en la economía real. En un primer momento esta expansión surge
a partir de las inversiones extranjeras directas (IDE) en la esfera productiva.
El desarrollo de las IDE productivas genera un creciente flujo financiero
privado más allá de las fronteras. En 1964, tales créditos no representaban más
del 20% de las reservas internacionales, magnitud todavía perfectamente
controlable por la banca central nacional. En 1970, esos créditos representaban
ya el 70% de las reservas internacionales y la presión por la especulación
aumentó con ello.
Al perder el
banco central el control sobre los créditos privados internacionales,
observamos una creciente inestabilidad monetaria que culmina a partir de 1971,
cuando termina la convertibilidad de dólares en oro. En 1975, los créditos
internacionales superaban ya las reservas internacionales, y en 1980 más que
duplicaba el nivel de esas reservas. En los años noventa, las reservas de los
especuladores resultaban ilimitadas a la par de las reservas internacionales
oficiales. A mediados de los noventa, la economía financiera en su conjunto
manejaba 50 veces más dinero que la economía real. A partir de entonces,
podemos decir que la banca privada de hecho gobierna en el mundo.
Entre 1970 y
1990, el volumen de las deudas de la banca privada internacional se multiplicó
por doce y el de los créditos bancarios transnacionales a destinatarios no
bancarios por 32. Las reservas internacionales se han vuelto ridículas a la par
de la fuerza alcanzada por el dinero privado. Las autoridades monetarias de los
países (Bancos Centrales) ya no tienen ningún poder para defender su tipo de
cambio frente al libre juego del mercado y la especulación. El sistema
monetario internacional se ha tornado privado, especulativo e inestable. En
este sistema monetario privado (de la banca transnacional) domina el imperio
del dólar ya que la especulación se efectúa en dólares.
El Imperio
Norteamericano y la Triada
En la
disputa por el mercado mundial, las IDE (Inversiones Extranjeras Directas)
originan tejidos de propiedad más allá de las fronteras. A partir de ello se
reestructura la producción y distribución de bienes y servicios cada vez menos
entre naciones y cada vez más entre Consorcios Financieros Privados
transnacionales.
Del flujo de
las IDE que tuvo lugar hasta 1990, el 75% tuvo lugar en el triángulo EEUU, UE y
Japón, y solo un 20% fluyó hacia países periféricos. En cada país, el 1% de los
consorcios-corporaciones de origen local detentaba el 50% del stock de las IDE
de ese país en el exterior, que se dirigieron sobre todo a fusiones y
adquisiciones, o sea, hacia actividades improductivas pero muy rentables. A
raíz de las fuertes inversiones directas extranjeras (IDE) en los diferentes
polos de la Triada se desarrolló progresivamente un comercio intra-empresarial
revelando cada vez más una cadena de producción (cadenas de valor) con
planificación a nivel planetario. Los consorcios se transforman en grandes
Multinacionales con múltiples filiales por el mundo.
La disputa
por el reparto del mercado mundial restante comenzó en los años ochenta dentro
de la Triada. Al término de la década, Japón emergió como la potencia victoriosa
a costas de EEUU por sobre todo, hecho que generó fricciones entre ambas
naciones no solo a nivel de comercio sino también para la inversión
extranjera. En la primera mitad de los años noventa se constituyen los
bloques económicos regionales (la Unión Europea y el NAFTA) que frenan la
expansión de las IDE entre los bloques de la Triada. Este es el momento en que
la expansión de la IDE se reorienta hacia la periferia, en cuyo proceso EEUU
toma el liderazgo. A partir de este momento se observa un doble movimiento,
neoproteccionismo en el Norte, los países centrales que van dejando lugar a las
transnacionales globales, y la apertura simultánea y forzada del Sur, la
periferia emergente. La desintegración de Unión Soviética permitió, sin mayores
reparos políticos, llegar a un nuevo reparto del mundo entre las
Transnacionales de los Bloques Económicos centrales.
La
transición a la globalización
El traslado
deliberado de capacidades productivas hacia China se inició en la década de los
ochenta del siglo XX, cuando Japón realizó un firme proceso de reconversión
industrial en medio de una política sectorial asistida por el gobierno. Esta
iniciativa comenzó con la subcontratación en países de bajos salarios,
básicamente en el Este de Asia, de actividades manufactureras intensivas en
fuerza de trabajo y tecnológicamente estandarizadas. De forma tal que Japón
creó un sistema transfronterizo de sub-contratación, incorporando una gran masa
de fuerza de trabajo barata y capaz de detonar el desarrollo del archipiélago
del Este asiático. El primer grupo de países que se benefició de este proyecto
fueron las nuevas economías industrializadas del Este de Asia (NEIS): Hong
Kong, Singapur, Corea y Taiwán; luego, también Indonesia, Filipinas, Tailandia
y Malasia; y más recientemente, China y Vietnam.
La causa de
la ’sorpresiva’ crisis especulativa en el sudeste asiático de 1997, no reside
en Asia ni en algunos especuladores sin escrúpulos, sino en la guerra económica
mundial que estalló entre las grandes corporaciones multinacionales y
transnacionales globales. La crisis monetaria comenzó algo antes de Hong Kong,
con un ataque aparentemente aislado contra la moneda tailandesa. Los
especuladores desestabilizaron su moneda, y la misma situación se dio en
Malasia y la podemos observar obviamente también en América Latina. La
explicación es que a EEUU le convenía la crisis en esta región asiática para
subordinarla al Fondo Monetario Internacional. Para poder luego penetrar con
las transnacionales norteamericanas sus mercados desplazando a las
multinacionales japonesas sobre todo. Es el final del milagro económico japonés
1997-1999 y su parálisis desde entonces. Es este el momento en que entró en
escena un capital global, que está haciendo de todos los países “neo-colonias emergentes”.
Finalizada
la Guerra Fría, era de suponer que la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN) perdiera su función y que desapareciera. Sucedió todo lo
contrario. En 1999, la OTAN inició una intervención militar contra la ex
república de Yugoslavia, sin consulta previa del Consejo de Seguridad de la
ONU. Este hecho inauguró una nueva etapa en la historia de las relaciones
internacionales y fue el principio de un nuevo orden internacional. La OTAN
acompaña el proceso de globalización económica de las transnacionales globales,
que se constituyen desde la década de 1990 en los actores
económico-estratégicos con capacidad para imponer la dinámica económica
dominante, hecho que continua durante las primeras dos décadas del siglo XXI.
Porque requería ser completada con un proyecto estratégico global en materia
geopolítica para limitar estructuralmente las soberanías nacionales de todos
los países, la guerra de Kósovo fue la oportunidad para ello y la OTAN fue
esencial en esa tarea.
En la primera
mitad de los años noventa, se observa un creciente flujo de las IDE hacia la
periferia, a la par que se da un freno brusco al flujo Norte-Norte. Las IDE en
Asia se concentran, aunque no exclusivamente, en la industria orientada a la
exportación y constituye en este aspecto un complemento de la inversión a
partir del ahorro interno en el sector industrial, especialmente en China.
Ambas inversiones juntas permitieron hacer crecer al sector entre un 10% (Corea
del Sur) y un 20% (China) al año. Esta tasa de crecimiento sin igual revela que
el ascenso de la economía china no dependía en alto grado de las Inversiones
Directas Extranjeras, como a menudo se interpreta en Occidente, sino que tenía
también un fuerte desarrollo previo desde la década de los setentas, como ya
hemos señalado antes (Dierckxsens y Piqueras, 2008).
Con este
estímulo externo al sector productivo, la tasa de crecimiento en el Pacifico
Asiático alcanzó niveles históricos. Este empuje revela que la inversión estaba
orientada de manera productiva a la economía real. Esto desarrolló una nueva
locomotora de la economía mundial que acrecentó de manera excepcional sus
exportaciones baratas entre 1979 y 1992 y luego se tornan cada vez más
tecnológicamente avanzadas especialmente hacia EEUU.
Avance
globalista a costo de los continentalistas
Al final del
siglo XX se manifiesta una nueva forma de capital financiero, el global. El
capital financiero global opera ya por sobre las naciones, las centrales e
incluso por encima de EEUU. Y lo hace desde los centros financieros de Wall
Street y la City de Londres, más toda la red de cities financieras en el mundo,
con su punto de apoyo en los bancos centrales de cada país, cuyo presidente
disputa con éxito contra los presidentes electos democráticamente. La City
Financiera en cada país emerge como la nueva institución G-Local clave
alternativa a los históricos gobiernos nacionales.
Al manejar
esa escala global transnacional, una fracción del gran capital financiero
disputa su propio espacio a costa del capital financiero multinacional. La
proyección defensiva de la gran banca multinacional se da desde EEUU como país
central, proyectándose con la creación del NAFTA desde fines desde 1992, y del
bloqueado ALCA[5], delimitando
Estados Continentes. La creación de la Unión Europea fines de 1993 es otro
caso.
Cuando se
deroga la Ley Glass Steagel en 1998, el continentalismo inicia se fase de declive
y de decisiva perdida de la iniciativa estratégica. Por ello su primera gran
contraofensiva fue la “Caída” de las Torres del Wall Street Center en
septiembre de 2001. La Ley, introducida durante la crisis financiera en 1933,
estableció una separación entre la banca comercial y la banca de inversión, que
recién el poder globalista pudo derogar en 1999 durante la presidencia de Bill
Clinton. La derogación dio lugar a un período de mega-fusiones. Los nuevos seis
bancos de mayor importancia aumentaron sus activos del 20% del PIB en 1997, a
más del 60% del PIB en 2008. A partir de ello, la gran banca global y
transnacional abre el enfrentamiento desigual con la gran banca multinacional
de EEUU como país central.
La banca
global transnacional (Citygroup, HSBS, Barclays, Lloyd’s, ING Bahrings,
Santander, etc.) proyecta instaurar poder global desde la red de cities
financieras transnacionales como forma dominante y a costa de los megabancos
multinacionales (JPMorgan-Chase, Bank of America, Goldman Sachs, etc.) con sus
corporaciones multinacionales relacionadas sobre todo con el gran complejo
industrial militar, el Pentágono, Y Washington. En 2001, esta fracción responde
a la defensiva con la demolición de las Torres Gemelas, en tanto asiento del
World Trade Center (centro del comercio financiero global). La confrontación es
seguida en 2008 por otra ‘caída’, la de Lehman Brothers banco de inversiones
que era controlado por Citygroup globalista.
A pesar de
ello, el globalismo avanzaba y el continentalismo seguía a la defensiva, lo
cual se observa con el Globalista Obama en la presidencia de EEUU desde enero
de 2009, por dos periodos, con sus iniciativas de legitimar la política de
“emisión de dólares sin respaldo en la economía real” desplegadas por la gran
banca globalista desde el Reserva Federal para rescatar a sus propias bancas.
Los
globalistas frente a una Nueva formación social multipolar
En el nuevo
milenio, se observa el ascenso constante de la participación de EEUU, y también
de la Unión Europea, en la inversión extranjera directa (IDE) en China a costa
de Hong Kong, Taiwán y Japón. Microsoft entró en el mercado chino en 1992 y
luego entraron otros gigantes, particularmente aunque no exclusivamente, las
corporaciones tecnológicas de la información y comunicación como Amazon, Apple,
Google, Facebook, Intel, Oracle, Netflix, IBM, Cualcomm, Alphabet, PayPal,
Cisco, entre otros. En el periodo 1990 y 2017 las empresas globales, de origen
estadounidenses, invirtieron más que 250 mil millones de dólares en China sobre
todo en tecnologías de la información y comunicación.
A la par de
las transnacionales globales, se desarrollan también los gigantes conglomerados
nacionales chinos (que denominamos Pekín). Hace años que China compite en casi
todos los sectores de alta tecnología con las empresas globales procedentes de
Norteamérica. A principios de este milenio, Estados Unidos exportaba tres veces
más que China en productos tecnológicos a los mercados mundiales. Con el
tiempo, Estados Unidos se convirtió en un importador masivo de productos
tecnológicos hechos en China que antes producía en tierra propia, generando una
balanza comercial cada vez más negativa.
En la actual
década, los estadounidenses solo mantienen un amplio liderazgo en los sectores
compuestos por la industria automotriz y la aeronáutica. Desde 2010, Pekín
asumió el liderazgo de las exportaciones, superando a las transnacionales
‘norteamericanas’ en renglones como información y comunicación. Asimismo, acaba
de igualar las ventas de instrumentación científica y está cerca de emparejar
las ventas de plantas de generación de energía. Hoy Pekín es uno de los
fabricantes más grandes del mundo de productos de alta tecnología como robots industriales,
chips y máquinas herramienta. Los titanes estadounidenses ven cada vez más
complicada la competencia con los gigantes chinos.
Durante la
última década, la IDE de Occidente muestra una tendencia al estancamiento en el
ámbito productivo y retrocedió a los niveles alcanzados inmediatamente
posteriores a la crisis de 2007/08. Este estancamiento se atribuye a la baja de
las tasas de ganancia de la IDE en la economía real. Las IDE se hacen cada vez
más especulativas en activos, con la recompra de acciones propias. En una lista
confeccionada por la UNCTAD de las 100 principales empresas multinacionales en
2018, se aprecia un descenso de las industriales, algunas de las cuales incluso
han salido de dicha lista.
Gráfico:
Entradas de inversión extranjera directa y tendencia subyacente, 1990-2018
(Índice 2010 = 100)
(Índice 2010 = 100)
Fuente:
UNCTAD, Informe sobre las Inversiones en el Mundo 2019.
Después de
la crisis global de 2007-08, hay una aceleración de los volúmenes de las IDE
(Inversiones Extranjeras Directas) de China hacia el mundo que revela la
decisión de la internacionalización de empresas chinas, el aumento de la
inversión china en la economía de otros países y la decisión estratégica. Lo
anterior mucho tiene que ver con el desarrollo de un sistema de instituciones
financieras diferentes al de Bretton Woods y la denominada Nueva Ruta de la
Seda –NRS-. Esta iniciativa NRS está asociada a las políticas de inversión
regional de “Ir al Oeste”, en el propio territorio chino, y ha
evolucionado hasta incluir acuerdos y proyectos de conectividad por
construcción de infraestructura con Europa, Asia, África y América Latina,
principalmente en energía, alimentos, minerales y transporte comercial. La NRS
incluye acuerdos con organizaciones ya establecidos entre China y otros países
hacia un mundo multipolar. El proyecto de inversión de enorme magnitud de
recursos a más de 60 países, así como acuerdos bilaterales y multilaterales de
inversión y cooperación. En primer lugar, estaría el impulso a la mayor
internacionalización del yuan como moneda para transacciones de capital.
China.
Inversión extranjera directa (miles de millones de dólares)
La geopolítica
actual: hacia una Perestroika en EEUU
En el cuadro
geopolítico de hoy, tenemos que las fuerzas del capital financiero globalizado
procuran imponer un Estado global con su propia moneda global y concretamente
una cripto-moneda (Libra). Este proyecto implica el desplazamiento del dólar y
consecuentemente el fin del imperio norteamericano. El Estado global se plantea
por encima de las naciones y de la Organización de las Naciones Unidas -ONU-,
incluso por encima de EEUU. Con una fuerza militar propia basada en la OTAN,
pero nutrida de fuerzas provenientes de todas las naciones y pueblos como ya es
realidad y sucede en general.
Sin embargo,
para poder lograrlo definitivamente tendrían que poder subordinar a China,
Rusia e India a su esquema, hecho que no sería posible sin un conflicto
militar. Ya estuvimos muy cerca de una conflagración mundial a finales de 2016
y el mundo se puso a salvo, al menos por un tiempo, de ese escenario al ganar
Trump las elecciones presidenciales y derrotando al Globalismo, al estamento de
poder del Partido Demócrata y sus cuadros, los Clinton y Obama.
No solo los
globalistas quieren otro sistema monetario internacional, también lo quiere el
multipolarismo China-Rusia-India-Sudáfrica-Sudamérica. China es el principal
acreedor de EEUU debido a su enorme déficit en la balanza comercial con esta
nación. Desde 2013, China ha parado de acumular bonos del Tesoro norteamericano
e incluso disminuyó su tenencia. El país ha tratado de deshacerse de estos bonos
mediante la compra de empresas y, bienes y raíces en EEUU, que muy pronto
bloqueó el gobierno de ese país.
También la
Unión Europea se ha puesto difícil para que China compre empresas u otras
riquezas tangibles. Para mayor reaseguro contra una brusca caída en el precio
de los bonos del Tesoro, China desde hace años está comprando oro al igual que
Rusia y la India. Es más, China y Rusia junto otros países de la Nueva Ruta de
la Seda, apuestan por un nuevo sistema monetario internacional multipolar con
naciones soberanas, donde opere el dólar en igualdad al Yuan con soberanía, es
decir sin subordinación a la economía globalizada y su sistema monetario
manejado directamente por los grandes consorcios y su criptomoneda.
Cuanto más
tiempo Trump permanezca en la presidencia, más opciones tiene la China
multipolar para avanzar con su proyecto multipolar. Con la administración
Trump, observamos que su contradicción principal es con las fuerzas globalistas
y solo secundariamente con las fuerzas conservadoras continentalistas que
luchan por ‘Otro Siglo Americano’. Esta última no es una opción viable, ya que
no cuenta con el apoyo de las fuerzas globalistas ni con las de China y Rusia
que luchan por un mundo multipolar. Por esto, queda claro que a pesar de las apariencias
de la guerra comercial con China, el mejor socio de los Estados Unidos de Trump
son Rusia y China, o sea, el proyecto de un mundo multipolar. Aunque Trump sí
tiene una guerra encarnizada con el Globalismo financiero que se proyecta desde
la City Financiera de Hong Kong.
El proyecto
de ‘Otro Siglo Americano’ ya no tiene quién lo sostenga, los globalistas no
quieren sostener un sistema monetario internacional basado en el dólar, tampoco
lo quieren sostener China y Rusia. China, Rusia y los países de la Nueva Ruta
de Seda, se están des-dolarizando y paulatinamente optando por el
Yuan-multipolar como moneda de intercambio cada vez más internacional. China y
Japón intercambian sus productos y servicios en Yuanes o Yenes, por fuera del
dólar, que, en tanta moneda de intercambio internacional, ya ha perdido mucho
espacio. No solo los países vinculados con la Nueva Ruta de la Seda –NRS- han
comprado grandes cantidades de oro, en los últimos años también muchos bancos
centrales en Occidente están comprando oro ante la inseguridad del dólar como
moneda internacional de reserva.
La fracción
conservadora de los Republicanos se aferra al dólar como moneda internacional
de cambio y de reserva, y para ello recurren a la fuerza bruta. Halcones como
Tillerson y Bolton ya han tenido que dejar el gobierno de Trump por optar por
la guerra y la fuerza bruta. Actualmente están asfixiando a grandes productores
de petróleo como Venezuela e Irán mediante el bloqueo de transferencias
interbancarias internacionales vía el sistema SWIFT y lo hacen para mantener la
oferta de petróleo por debajo de la demanda, a fin de mantener el precio
artificialmente alto y sostener así la demanda de petrodólares. Fueron también
estos dos países los que más claramente se alinearon con Rusia y China a favor
de la desdolarización en el pago del petróleo y con ello están también más
comprometidos con la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda –NRS-.
Trump tiene
claro que la era del dólar está en sus últimos momentos antes de pasar a ser
historia, aunque éste no caerá por la ley de la gravedad ni los intereses
continentalistas lo entregarán. Trump no apunta a la fuerza para imponer ‘Otro
Siglo Americano’ para el continentalismo americano. El presidente sí apuesta al
paulatino desmantelamiento de las 800 bases militares en 40 países, un gasto
insostenible que al perder espacio el petrodólar y al sustituirse el dólar por
el oro, como ‘moneda’ de reserva internacional, pierde también el
financiamiento de dicho complejo industrial y militar.
A Trump no
le quedará de otra que asociarse cada vez más con Rusia y China, para
sobrevivir como una nación que sea parte de un mundo que ya viene siendo. No lo
manifiesta abiertamente, más bien las apariencias nos muestran que su conflicto
principal con China es por la guerra comercial. Quiere que las empresas
transnacionales que deslocalizaron sus inversiones e instalaciones hacia China
(Hong Kong, Shanghái, etc.) regresen al país. Para lograrlo, Trump ha bajado
los impuestos a las empresas (transnacionales) radicadas en Estados Unidos. Si
bien ha entrado mucha inversión directa extranjera a EEUU en los últimos años,
ha sido sobre todo el ‘capital golondrina’ que apuesta por ganancias
especulativas de corto plazo y que en cualquier momento, cuando estalle la crisis
se dará a la fuga.
Trump
apuesta a otro período presidencial más y, de lograrlo, podrá ayudar a parar
nuevamente a las fuerzas globalistas en su delirio oligárquico-belicista y el
mundo podría estar a salvo nuevamente de una conflagración mundial. La lucha de
los demócratas-globalistas por un nuevo impeachment, iniciativa de destitución,
contra Trump es reflejo de su desesperación.
En síntesis,
la crisis interna de EEUU está llegando a su clímax, con mucha corrupción y
ninguna transparencia. El año 2020 podría tomar forma hasta de guerra civil más
que de campaña electoral. Si gana Trump, o no, de todos modos el panorama para
el año 2020 es de una gran crisis económica en el país y a nivel mundial. Queda
clara la necesidad de otro sistema monetario internacional donde EEUU como
nación ya deje de ser el centro.
Si los
globalistas ganan, lo más seguro es un fraccionamiento del mundo en dos
sistemas monetarios internacionales en pugna y muy probablemente el
fraccionamiento de EEUU en diferentes economías regionales-locales. Si Trump
logra un segundo período lo más probables es una derrota tanto de los
globalistas así como de los continentalistas y la posibilidad real de la
construcción de un mundo multipolar sin nuevo imperio. Ambas alternativas
tienen en común una Perestroika para EEUU.
[1] Clinton vs. Trump: Globalismo, Continentalismo y Crisis. Walter
Formento, Wim Dierckxsens. ALAI. https://www.rebelion.org/noticia.php?id=234860
[2] Trump enfrentado al Estado Profundo, Wim Dierckxsens, Walter Formento,
16/08/2018. ALAI. https://www.alainet.org/es/articulo/194756
[4] Los grandes derrotados en la gran guerra, ocupados y reconstruidos a
partir del Plan Marshall como países vasallos y que prácticamente no podían
invertir en armas.
[5] ALCA: Lanzado en 1994, en la Primera Cumbre de las Américas realizada en Miami, cuando el
presidente estadounidense invitó a 33 jefes de gobierno - a todos menos Cuba - para crear una
agenda común para el futuro de las Américas. La prioridad fundamental en esta
agenda fue el libre comercio y la expansión a toda América de la experiencia
del TLCAN (Tratado de Libre Comercio para América del Norte, conocido además
por sus siglas en inglés, NAFTA) que incluye a Canadá, Estados
Unidos, y México.
https://www.ecured.cu/ALCA
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