Análisis
14/11/2019
“Un total de 737 accionistas -un 0,123%- controlan el 80% del valor
de más de 43.000 compañías multinacionales.”
Narciso Pizarro
“Robar un banco es delito. Pero más delito aún es fundarlo.”
Bertolt Brecht
Las recientes
revueltas populares en diversos países del mundo (Irak, El Líbano, Egipto,
Francia, Haití, Honduras, Chile, Ecuador) podrían hacer creer que los modelos
neoliberales vigentes están en crisis, están siendo derrotados. En realidad,
más que estar en crisis, están produciendo estragos inconmensurables en las
poblaciones, pero para quienes los implementan y se benefician de ellos, no
están en ninguna crisis. Por el contrario, están sumamente saludables.
No caben
dudas que los pueblos que sufren esas políticas ya están hartos, hambreados,
empobrecidos como nunca antes, hastiados de los engaños de los políticos,
faltos de proyecto alternativo. Están desesperados, evidentemente, lo cual los
hace salir a protestar en forma visceral. Pero esa energía, ese tremendo
descontento, además de ilusionarnos y hacernos creer que las cosas están
cambiando -estamos esperando ese cambio en forma ansiosa- no encuentra los
canales adecuados para transformar la realidad. Los cacerolazos se enfrentan a
balas reales, y sin una conducción revolucionaria con proyecto claro, no puede
haber revolución. Puede haber cambios importantes desde las casas de gobierno
con planes de contenido social, como los que promovían el MAS en Bolivia, o el
PT en Brasil. Pero por la vía de las democracias formales no se pueden
consolidar las transformaciones. Con esos dos ejemplos podemos ver cómo
terminan las cosas. Pero sí, como hay mucho malestar en la gente,
definitivamente hay ebullición, hay protestas, hay movilizaciones.
Como bien lo
dice Susana Merino: “El planeta se ha transformado en
una enorme caldera donde se cocina un guiso para pocos y en la que sin orden ni
proporción se mezclan los más insólitos e imprevistos ingredientes creados por
el ser humano: divisas y otros muy diversos derivados financieros tales como
SWAPS, acuerdos a futuro (forward) OTCs (operaciones “over de counter”), CDS
(Credit Default Swaps, o permutas de incumplimiento crediticio), los CFD, los
contratos de futuros, los bonos estatales, los fondos de inversión y las
opciones, calificados todos como armas de destrucción masiva, instrumentos en
suma puramente especulativos y en permanente ebullición que según el premio
nobel de economía Maurice Allais han convertido al mundo en un “enorme casino”
destinado a sustentar la “pleonexia”, como llamaban los griegos al insaciable
apetito de riquezas que Platón calificó como verdadera “enfermedad moral”,
generando un potaje en permanente ebullición al servicio de un reducidísimo
núcleo de seres humanos.”
Para saber
dónde estamos parados y qué procede en consecuencia, es importante no perder de
vista la situación real. “Análisis concreto de la realidad concreta”, podría
decirse. Es decir: análisis muy exhaustivo de cómo están las cosas, cómo marcha
el mundo, y qué se puede -o qué se debería- hacer para intentar cambiar su
curso.
Por lo
pronto, la globalización neoliberal que se ha impuesto estas últimas décadas,
definitivamente está muy viva, no ha muerto. “Los muertos que vos matáis gozan
de buena salud”. Los megacapitales financieros que manejan buena parte del
mundo (excluidas China y Rusia, y algunos otros países que no caen bajo su
égida: Cuba, Norcorea, Irán, Irak y Libia cuando lo intentaron) están cada vez
más robustos. El monstruoso, infame y vil golpe de Estado en Bolivia (principal
fuente mundial de litio, gran reserva de hierro, de zinc, de gas natural, tras
todo lo cual van esos capitales) lo demuestra en forma palmaria.
Seamos
racionales en el análisis y no nos dejemos ganar por la pasión espontánea: las
protestas que se dieron en buena parte del mundo fueron importantes rebeliones
que marcan el camino, sin dudas, pero que no lograron conmover los cimientos de
la estructura capitalista mundial. Ningún presidente fue removido de su cargo
(Evo Morales sí), y los megacapitales globales no perdieron un centavo (y ahora
caerán como buitres sobre las reservas minerales del Estado Plurinacional de
Bolivia).
¿Qué son
esos megacapitales que establecen los planes neoliberales de los que casi nada
puede escapar? Son los verdaderos dueños del planeta, de sus recursos naturales
y de sus poblaciones. El mundo del libre mercado (el “mundo libre” se le
llamaba durante la Guerra Fría, en oposición al “reino de las tinieblas del
infierno socialista”) se mueve en torno al dólar. Irak, con Saddam Hussein a la
cabeza, y la Libia de Mohamed Khadafi (a la sazón, país con el menor índice de
pobreza en toda África) intentaron salirse de la esfera del dólar vendiendo su
petróleo en otra moneda, y ahí están los resultados: muertos ellos, sus países
invadidos y sus sociedades en crisis.
El dólar es
fijado por el llamado “Banco Central” de Estados Unidos, que es el país donde
oficialmente se imprime esa moneda. Pero en realidad, ese Banco Central es otra
cosa; toma el nombre de Sistema de la Reserva Federal (en inglés: Federal
Reserve System, también conocido como Reserva Federal o, más comúnmente, como
FED), aunque… ni es reserva ni es enteramente federal. No es Reserva, porque
por ley no mantiene ningún fondo en reserva, y no es estrictamente Federal, por
cuanto es un banco público-privado, con participación de la gran banca
empresarial privada.
La FED es
quien fija la política monetaria de Estados Unidos y, por extensión, del mundo,
emitiendo dólares a mansalva, con el respaldo, finalmente, de las fuerzas
armadas (las de Estados Unidos y las de la OTAN).
Los
megacapitales que fijan la marcha del mundo, es decir: el ámbito financiero
global, tiene hoy día un poder pavoroso, inconmensurable. Mientras que la masa
mundial de bienes se ha cuadriplicado en estos últimos 30 años, la masa
monetaria se multiplicó por 40. Es decir: los bancos, los megabancos con poder
mundial, tienen un control desmedido del planeta. Desde hace varias décadas el
capitalismo productivo fue dando lugar a un capitalismo basado crecientemente
en la especulación financiera. El mundo del dinero especulativo fue desplazando
en su desarrollo a la industria, así como la industria dieciochesca desplazó a
la producción agropecuaria -fuente principal del modo de producción feudal- en
tanto dominadora de la escena sociopolítica.
Hoy día esos
capitales financieros tienen una preponderancia definitoria, marcan el rumbo
planetario, definen la arquitectura del sistema global. Son transnacionales, se
mueven a velocidades de vértigo, invierten en lo que dé ganancias, no tienen
sentimientos ni espíritu solidario (¿acaso el capitalismo podría tenerlo?).
Manejan sectores cada vez más crecientes del mundo, invirtiendo muchas veces en
el aparato productivo de bienes fácticos -industria, servicios, comercio-
controlando integralmente los circuitos capitalistas (materias primas,
elaboración, distribución, mercadeo), siendo quien aporta las grandes sumas de
dinero necesarias para generar la producción en su conjunto.
La OTAN es
la instancia militar mundial (de Estados Unidos y de Europa Occidental) que
sostiene a todo el sistema del petrodólar, obligando bajo amenaza militar a los
diversos países a comerciar en esa moneda. Quienes se salen de ese sistema son
declarados miembros del “Eje del mal” (y eventualmente destruidos). Es por este
motivo que más de tres millones de soldados estadounidenses están acantonados
en casi 1,500 bases militares dirigidas por Washington a lo largo y ancho del
globo, en 120 países. ¿Para qué? ¡Para cuidar a esos megacapitales y a los
ostentosos privilegios de sus propietarios!
Esos
inconmensurables capitales tienen nombre y apellido: son los poderosos grupos
económicos que dirigen las finanzas mundiales, y a través de sus bancos, con
los llamados fondos de inversión, manejan incontables empresas multinacionales
dedicadas a todos los rubros: energéticos, armamentos, alimentación,
comunicaciones, transportes, industria química. Entre los más connotados se
encuentran Goldman Sachs, Rockefeller, JP Morgan, Loeb
Kuhn, Lehman, Du Pont, Rothschild, Warburg, Lazard, Israel Moses Seifs.
Manejando
las finanzas internacionales del mundo capitalista (ahora enfrentados a los
grandes capitales chinos), tienen como organismos operativos a los brazos
técnicos de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
El dólar intenta seguir mandando, y las políticas neoliberales que vienen
aplicándose desde los 70/80 del siglo pasado, siguen impertérritas, más allá de
las protestas que actualmente vemos. “Los imperios económicos están
interesados en promover el endeudamiento de los gobiernos. Cuanto más grande es
la deuda, más costosos son los intereses. Pero además pueden exigir al
presidente de turno privilegios fiscales, monopolios de servicios, contratos de
obras, etc. Si este gobierno no acepta, provocarán su caída, promoviendo
disturbios y huelgas que al empobrecer a la nación los obliga a claudicar ante
sus exigencias”, tal como perfectamente lo dijera el historiador
estadounidense Carroll Quigley. Se mueven con pasos muy finamente estudiados,
saben lo que hacen y dónde quieren llegar y, de momento, parecieran tener casi
todo el planeta bajo control.
El
neoliberalismo, lamentablemente, no está derrotado, no está de salida. Los
pueblos están diezmados, sin dudas; los capitales no. Aunque apoyemos
fervientemente todo alzamiento popular, no podemos decir que esas políticas
están derrotadas, ni en vías de serlo muy prontamente. Los recursos naturales
del mundo siguen siendo saqueados por ese capitalismo voraz, y cuando se
intenta defenderlos con espíritu nacionalista: golpe de Estado, como el recién
acontecido en Bolivia, o ahogo insoportable, como en Venezuela. Con China y con
Rusia no se meten porque el poder militar de estas potencias se los impide.
Pero ganas no le faltan.
Cuando en
1963 el presidente de Estados Unidos John Kennedy, que no era socialista
precisamente, intentó transformar la FED con un famoso decreto presidencial (Executive
order number 11110), evitando que fuera ese banco quien emitiera los
dólares, para pasar a hacerlo el gobierno central (ahorrándose así los
intereses que Washington debe pagarle a esa banca privada al contraer
créditos), al poco tiempo fue asesinado. Y todavía no existían formalmente lo
que ahora llamamos neoliberalismo.
Con todo lo
dicho no se quiere restar importancia a las protestas populares que se han
encendido recientemente. Por el contrario, ese es el camino: la insurgencia
popular, el levantamiento de los pueblos. Pero sin proyecto organizado y conducción
certera no se pasa de los cacerolazos, no se conmueven las políticas trazadas.
El neoliberalismo, mal que nos pese, está demasiado firmemente enraizado. Pero
la lucha sigue.
Marcelo
Colussi
https://www.alainet.org/es/articulo/203253
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