Análisis
29/11/2019
Chile bajo el
terror pinochetista ha sido el campo experimental para el neoliberalismo
ideado por el académico de la Universidad de Chicago, Milton Friedman, y puesto
en práctica por los Chicago boys. Previendo que el régimen que tanto
benefició a tan pocos podría no ser eterno, especialmente después que él mismo
saliera de la escena, Pinochet decidió amarrar el sistema por medio de una
Constitución Neoliberal. La Constitución de Pinochet de 1980 fue redactada a
puertas cerradas por Jaime Guzmán, ideólogo de la Dictadura, y se impuso a un
pueblo chileno silenciado por la fuerza. En este caso no hubo engaño. No fue
más que una de las tantas formas de avasallar al pueblo chileno. Sirva este
escrito de aviso para navegantes. El tan publicitado milagro chileno, no era
tal. El neoliberalismo más que liberar, destruye a los pueblos y a sus
territorios.
Primer
engaño
La Transición
a la Democracia – transición resbaladiza porque aún no se concreta una
verdadera democracia en Chile – se llevó a cabo gracias a una negociación
secreta, a espaldas del pueblo, entre militares y partidos de la derecha con
los partidos que constituyeron la Concertación por la Democracia y el Partido
por la Democracia (PPD). Esta fue una verdadera traición al pueblo porque los
“demócratas”, incluidos los antiguos “socialistas marxistas”, se comprometieron
a acatar la Constitución de Pinochet que amarraba el modelo neoliberal
permitiendo el saqueo de los recursos naturales y la explotación del pueblo, y
que garantizaba la impunidad a los crímenes de la dictadura. Las leyes
electorales además aseguraban a estos “negociadores” que ellos y sólo ellos
constituirían la clase política en el ejecutivo y en el legislativo,
manteniendo así los candados que impuso el régimen dictatorial.
La
aprobación de 54 reformas a la Constitución de 1980, que permitían el inicio de
la “Transición” pero que no alteraron su esencia autoritaria y neoliberal,
formó parte de esta negociación. El plebiscito del 30 de julio de 1989 que
acordó poner fin a la Dictadura, fue engañoso porque en la realidad incluía
legitimar a la Constitución Pinochetista y al modelo neoliberal, dirigido y
auspiciado por un Estado subsidiario. En opinión de algunos analistas, por el
contrario, debió insistirse en derogar la Constitución de 1980 y volver a la de
1925 – vigente hasta antes del golpe de Estado y que no había sido derogada por
órgano competente alguno - mientras se convocaba a una Asamblea Constituyente o
se hacían las reformas necesarias para actualizarla a la demanda del nuevo
milenio. Muchas de las cuestiones que se discuten hoy día, ya estaban
prescritas en ese cuerpo legal. (Murialdo, 2019). https://elclarin.cl/life-styles-2/item/1547-la-concertacion-bucaneros-de-la-politica-prepara-una-nueva-felonia-el-golpe-blando-2-0
Contribuyó
al engaño el hecho de que el pueblo, que fue mantenido al margen de las
negociaciones, desconocía la vocación neoliberal y la naturaleza traidora y
corrupta de los partidos de la Concertación quienes aseguraban que se haría de
la Constitución de 1980 un texto legal más democrático. Sin embargo, la mayoría
de esas reformas fueron cosméticas y las que realmente importaban, sólo
sirvieron para hacer más dificultosa cualquier reforma que se quisiera
introducir con posterioridad. Se aumentaron los quorum para aprobar la
legislación ordinaria a mayoría absoluta en las dos cámaras, pero manteniendo a
los senadores designados y al propio Pinochet como Senador Vitalicio. Así la
Concertación, contribuyó a asegurar la pérdida de su propia mayoría
parlamentaria, cuando el Congreso volviera a estar en funcionamiento. La
Concertación tampoco aprovechó los breves periodos en que tuvo mayoría en el
Congreso para abolir leyes injustas como la Ley de Amnistía, la Ley Laboral, la
Ley de Educación y las leyes represivas. (Portales 2019) http://piensachile.com/2019/11/chile-desnudo/
Segundo
engaño
En tanto se
consolidaba y desarrollaba el neoliberalismo y la economía del abuso durante
los gobiernos pseudo- democráticos, la Concertación en 2005 volvió a introducir
algunos cambios a la Constitución de 1980, haciéndola propia al firmarla el
Presidente Lagos y todos sus ministros. Estas reformas nuevamente dejaron
intacta la impronta autoritaria y neoliberal de la Constitución y, entre otras
cosas, mantuvieron la imposibilidad del pueblo de efectuar plebiscitos; la
semi-autonomía de las Fuerzas Armadas y Carabineros; y un Tribunal
Constitucional que en la práctica se ha establecido como un poder con virtual
derecho a veto en la aprobación de leyes por parte del Congreso (Portales,
2019). Todo mecanismo que se propusiera para llegar a una Constitución legítima
y democráticamente elaborada fue rechazado sistemáticamente.
Tercer
engaño
Después de
años de lucha ciudadana por una Constitución legitima, en abril de 2017 la
Presidenta Bachelet, en su segundo mandato, impulsó un proyecto de reforma
constitucional, habilitando al Congreso para definir el mecanismo para redactar
una nueva Constitución. Eso sin tomar en cuenta de que un gobierno saliente y
un Congreso sin legitimidad no tenían la autoridad moral para legislar sobre
los mecanismos para llegar a una nueva Constitución. La ilegitimidad del
Congreso emanaba del hecho de que había sido elegido con el excluyente sistema
binominal. Además, la mayoría de sus miembros respondían a los intereses
del yerno de Pinochet, el ahora magnate Julio Ponce Leroux, y a los de otros
grandes empresarios que los habían financiado en sus campañas y a quienes
pagaban con decisiones parlamentarias que los beneficiaban.
Este proceso
fraudulento intentó hacer participar al conjunto de la sociedad en “cabildos
abiertos”, cuyos resultados, sin ser vinculantes, habrían sido articulados por
mediadores designados por el gobierno para generar finalmente un proyecto de
nueva Constitución. A pesar de que hubo participación de muchos incaustos, el gobierno
de Bachelet terminó con bajísimos índices de aceptación y sin que este proyecto
hubiera llegado a ningún puerto. El gobierno entrante de Sebastián Piñera,
tenía aún menos interés en sacarlo
adelante.
Resultados
de 4 décadas de neoliberalismo y 3 de pseudo democracia
- La mayoría de los criminales violadores de derechos humanos siguen sin ser castigados. El dictador fue rescatado de un juicio internacional y finalmente murió en su cama dejando en herencia familiar una cuantiosa fortuna mal habida
- Los militares se integraron a la actividad empresarial. Si bien ya no agredían físicamente al pueblo, salvo al pueblo Mapuche en una Araucanía militarizada, torpedeaban la labor de los organismos de derechos humanos
- Siguiendo el ejemplo de Pinochet, su Comandante en Jefe, los altos mandos militares se lanzaron de lleno a actividades ilícitas, enriqueciéndose
- Ya no era necesaria la fuerza. Al pueblo se lo sometió por la vía de la explotación, las leyes laborales, las privatizaciones, la fiscalidad injusta, etc. etc.
- El capital, incluso el capital extranjero, exprimió al pueblo chileno privándolo de sus derechos sociales y económicos, reduciendo su rol al de mano de obra barata y consumidor endeudado de servicios públicos privatizados, a los que antes tenía derecho de forma gratuita
- La clase empresarial que cada día se entremezcla más con la clase política, tomó las riendas del Estado, corrompiéndolo y enriqueciéndose
- Se pusieron en marcha formas inéditas de traspaso de recursos desde la ciudadanía al empresariado
- Los chilenos perdieron la confianza en las instituciones públicas o privadas. No se salva nadie. Se alejaron igualmente de los partidos políticos tradicionales aunque tampoco encontraron en la izquierda atomizada, una propuesta sólida y convincente.
- Se consolidó a la relación servil con los EE.UU
- Se consolidó la des-nacionalización del cobre – “el sueldo de Chile” - que había nacionalizado el gobierno del Presidente Allende, con unanimidad parlamentaria.
- Se entregó la explotación del litio al yerno de Pinochet incrementando su enriquecimiento personal y legitimando a un gran corrupto
- Chile consolidó su posición vulnerable en la economía mundial como país extractor y exportador de materias primas
- Se transgredieron tratados internacionales respecto a los derechos políticos, económicos, sociales, ambientales y relativos a los pueblos indígenas.
- Se produjo una des-politización y una pérdida de valores - la primacía del dinero y del individualismo por sobre todas las cosas.
- Aumentaron las disparidades a unos niveles estremecedores
- La ruptura entre representantes y representados se torna insalvable
El listado
podría ser interminable. El Estado chileno cual heredero de Pinochet, con su
abuso sin límites, ha plantado la semilla de su propia destrucción. El pueblo
ha despertado y dicho Basta! La rebelión social es la única alternativa que
queda.
A menos de
una semana de vanagloriarse en el extranjero de que su país era “un oasis de
paz”, públicamente el Presidente Piñera declaró la guerra a los chilenos.
Impuso Estado de Sitio y Estado de Emergencia, militarizando el
conflicto. Ahora, el pueblo en lucha no tiene miedo. Caen muertos, heridos,
detenidos, violentados sexualmente, mutilados, etc. pero el pueblo sigue en la
calle día y noche. Se dispara con armamento de guerra a las alumnas dentro de
un establecimiento escolar, se lanzan bombas de gases lacrimógenos al interior
de un hospital público, se hace blanco sobre el personal de emergencia que
atiende a los heridos. En lugar de amedrentar, el Gobierno sólo consigue
desprestigiarse aún más, y miles más se unen a las filas de la rebelión.
Que no
cuentan con un liderazgo claro, ni con una estrategia, es verdad. Sin embargo,
se van conformando día a día formas inéditas de hacer política partiendo de los
Cabildos y de las calles donde la ciudadanía se auto convoca. En las distintas
regiones del país se están articulando y uniendo las distintas asambleas
territoriales para conformar Asambleas Provinciales o Regionales. Se prevé que
a partir de estas surja la constitución de una Asamblea Nacional que represente
al movimiento popular convirtiéndose en poder constituyente.
Lo que está
meridianamente claro son los objetivos que surgen de esas convocatorias. Ya no
se trata sólo de terminar con el robo en los fondos de pensiones, ni de la
lucha por un salario digno, ni tampoco por recuperar la dignidad pisoteada del
pueblo mapuche, ni de la lucha por un medio ambiente sin contaminación, ni por
la recuperación de los recursos naturales. Se unen todas las luchas con una
visión más sistémica de la sociedad. Surge una Unidad Social que incluye la
Mesa Sindical, la Feminista, la Ambientalista, la Educativa, la Poblacional y
la Académica. También se ha identificado el enemigo principal. Ya no es el
Presidente Piñera como en algún momento pensaron algunos, tampoco algún
empresario en particular, sino el sistema en su conjunto. Por eso es que el
objetivo de mayor consenso es el llamado a una Asamblea Constituyente para dar
fin a la Constitución del 1980 y con ella a la lacra del neoliberalismo y
su poder destructivo.
Que ha
habido vandalismos, también es verdad. Lo que no está nada de claro es su
autoría. El pueblo en lucha no tiene ningún interés en destruir la
infraestructura que les es necesaria para su vida diaria y que han pagado con
sus impuestos. Son otros los interesados en crear una crisis para justificar
más poder de represión con el objetivo de salvar el status quo. Son
otros los que tienen la tecnología y la organización para destruir a esa
escala. La verdadera violencia ha estado en la represión desmedida que ha
dejado al Estado Chileno muy mal parado frente a los organismos
internacionales. Sin embargo, Piñera no renuncia a la violencia y paralelamente
se prepara para un nuevo engaño.
Cuarto
engaño
De momento,
mientras se desarrollan los acontecimientos, este cuarto engaño se mantiene
sólo a nivel de intento. A casi un mes de la rebelión social, el Presidente
anunció un Acuerdo por la Paz, la Justicia y por una nueva Constitución
Política, con la intención de calmar la situación y someter al pueblo en lucha
a la vía político-institucional gatopardista. El Parlamento aprobó con los
votos de todos los partidos, esos partidos que ya no representan a nadie, un
procedimiento para dicho efecto. Así, los que pudieron haberlo hecho antes,
incluso aquellos que insisten en considerarse “progresistas” recién ahora se
avienen al cambio constitucional. Fiel a su naturaleza tramposa, el “Acuerdo”
aprobado, elaborado sin consulta alguna a la ciudadanía, es profundamente anti
democrático. Nada nuevo tratándose de partidos agrupados en dos coaliciones,
habituadas a la política de los consensos entre ellas. Sólo se manifestaron en
contra de la aprobación, los parlamentarios de los muy minoritarios partidos
Comunista, Progresista, Humanista y Regionalista Verde. El Frente Amplio que en
algún momento representó una esperanza para algunos, mostró su verdadera
inclinación política al aliarse con los neoliberales.
Para
comenzar, el “Acuerdo” es anti-democrático porque es totalmente objetable que
sea el poder instituido el que se ha permitido establecer las reglas del juego
que marcarán los límites al poder constituyente, el pueblo soberano. Más aún
cuando el poder instituido no tiene legitimidad para conducir proceso democrático
alguno al tratarse de instituciones desprestigiadas que no cuentan con la
aprobación popular en las encuestas. El Presidente, que respondió a las
demandas ciudadanas con toda la fuerza de la violencia estatal, al más puro
estilo Pinochetista, está incapacitado moralmente para liderar el proceso.
Para seguir,
el “Acuerdo” propone un Congreso Constituyente con una cierta representación de
la ciudadanía. No se refiere en ningún momento a la figura de una Asamblea
Constituyente que es la única forma verdaderamente democrática de cambiar una
constitución. Para peores, propone un sistema de elección de los asambleístas
basado en el mismo mecanismo que la elección de los actuales diputados con lo
que se reproduciría el esquema de representación partidaria, dejando fuera al
movimiento ciudadano.
Para mayor
abundamiento, el “Acuerdo” es anti democrático porque perpetua el vicio de la
Constitución de 1980 al establecer en ⅔ el quorum necesario para que el
Constituyente apruebe sus acuerdos, con lo que se le otorga a la derecha y
demás neoliberales el derecho al bloqueo de las demandas de las grandes
mayorías populares, con el objeto de mantener sus prebendas. La mayoría de las
demandas explicitadas por el movimiento popular serían sofocadas. La validación
final de la nueva constitución estaría sujeta al mismo quorum, con lo que lo
más probable es que no se lograra cambio constitucional alguno, para gran
tranquilidad de las elites y del “gran hermano del Norte”.
El poder
mediático concentrado en manos empresariales, ha emprendido una campaña del
terror en contra de los manifestantes adjudicándoles y magnificando el tema del
vandalismo. Un pequeño sector de la ciudadanía muy bien servido por el sistema,
comienza a organizarse y a armarse para defender sus propiedades, aunque estas
nunca hubieran estado en peligro. Este mismo grupo también presta oídos al
falso rumor originado por el propio Presidente respecto a intervenciones de
gobiernos extranjeros en los disturbios. Los grandes medios de comunicación
informan en detalle de las posibles consecuencias macroeconómicas, de la baja
en el valor del peso chileno y de los desplomes en la bolsa, asuntos que entre
las elites alimenta esta campaña pero que poco han preocupado a los
desposeídos. Las palabras “recesión” y “desempleo” se emplean como arma
arrojadiza.
Nada de esto
contribuye a bajar el tono del conflicto. Piñera ha anunciado que
volverán los militares a las calles, aun sin el contexto de un Estado de Excepción,
y esta vez respaldados por un decreto ley que les otorga inmunidad. El Gobierno
apaga el incendio con gasolina. Tanto es así que el Séptimo Juzgado de Garantía
de Santiago declaró admisible una querella presentada contra el Presidente y
quienes resulten responsables por permitir la violación a los derechos humanos
durante las últimas semanas tras el estallido social del pasado 18 de octubre.
El auge y el fortalecimiento del movimiento ciudadano avanzan de forma paralela
a la decadencia del gobierno, a su falta de capacidad de respuesta a su
desprestigio y a la desconfianza ciudadana.
La realidad
es que el verdadero colapso no está en la economía sino en la hegemonía
neoliberal. El Chile insumiso ofrece una contracultura que emerge y se refuerza
desde las comunidades (Walder, 2019). https://radio.uchile.cl/2019/11/06/elogio-a-la-insumision/)
La energía
social transformadora que hoy está en las calles sabrá reconocer la trampa y
exigir dignidad. ¡Esta vez, el engaño no pasará!
https://www.alainet.org/es/articulo/203575
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