Opinión
16/12/2019
El pueblo chileno no tiene claro cuál es el alcance
de un cambio de estructura jurídico-política; pero si sabe, que la estructura
económica se sirve de ella para regular su funcionamiento.
De ahí entonces, no se debe centrar la movilización
o la desmovilización en la redacción de una Constitución como un acto
transformador per se. Lo que está en juego, es la apropiación de poder político
de un pueblo que lo disputa diariamente.
El pueblo chileno tiene claro que no quiere
relaciones socio-políticas que lo instrumentalicen, como la representatividad
y/o democracia representativa usada para fines personales y familiares; ello
por la desconfianza provocada, por los abusos, la corrupción, el engaño y todo
el arrebato de soberanía popular que ha llevado al pueblo a un proceso de
transformación.
En ese contexto, ¿por qué el pueblo que ha perdido
el miedo y ha batallado por sus vidas en la calle, terminaría validando una
Asamblea Constituyente, entendida para estos efectos, como un grupo de personas
elegidas para redactar una Constitución? Es decir, ¿por qué ella le daría más
confianza para redactar una Constitución que el Congreso, que ha sido elegido
de igual manera?; ¿cuál sería la diferencia sustancial?; ¿cambiaría la forma de
hacer política o de relaciones socio-políticas excluyentes y dominantes que
existen en la actualidad?; ¿qué relevancia tienen los cupos de mujeres o
pueblos originarios, si al momento de votar, ese porcentaje reducido no podría
ni siquiera defender su propuesta?. ¿No será acaso una estrategia de control
social que facilita un escenario de cambios no esenciales?
Finalmente, en este sentido, la Asamblea
Constituyente puede ser un mecanismo que otorgue una posibilidad de salida para
quienes pretenden calmar al “monstruo que despertó”; Sin embargo, ello no está
ni cerca de responder a sus necesidades. La superestructura jurídica-política,
como tal, jamás lo ha hecho, no es su fin, no surge para satisfacer los
requerimientos de los pueblos, sino para las elites.
Primero solo participaban los que tenían
propiedades, los hombres y los adultos, pero en la medida que se fue
masificando ese tipo de participación, la estrategia fue cambiando; ahora todos
podrían votar, pero solo algunos podrán ser elegidos, por ejemplo, los que logran
competir en listas partidistas y costosas campañas. Inclusive no importa que
sean los políticos tradicionales, puede ser cualquier persona famosa, lo
relevante, es que su participación pueda ser anulada, ya sea por pactos,
presión, porcentaje de su votación en relación a la maquinaria política u otras
formas.
Una Asamblea Constituyente compuesta por más o
menos 300 personas: ¿podría garantizar lo que el pueblo de Chile necesita? Cómo
una sola persona interpretaría a 17 o 18 millones de chilenos. Cuáles son las
razones que tiene el sector político dominante para promover una Asamblea
Constituyente.
Por el contrario, lo que se debe hacer, es
interpretar el sentido profundo y revolucionario de la movilización chilena y
no buscar una salida a la crisis. Esta última porta su propia solución según su
profundidad, y lo hará hoy o mañana. La movilización no se desgasta, porque el
hambre no se desgasta, la pobreza no se desgasta, lo único que la desgasta, es
el engaño, la manipulación y la semilla de la duda.
El pueblo chileno que está en la calle, recién ha
leído la Constitución, pero no necesita ser experto, ni invitarlos para saber
que el propósito político que ella encierra, es dominación y ganancia para los
dueños del capital. El pueblo chileno, como el pueblo latinoamericano, lo que
quiere, son nuevas maneras de expresar y ser escuchado; nuevas maneras de
concebir el Estado y por sobre todo, nuevas relaciones económicas y políticas.
El pueblo chileno quiere una Constitución, pero
como fruto de nuevas formas de relaciones sociopolíticas. Es decir, como
resultado final de un proceso realmente participativo y no como parte del
actual representativo (incluyendo la propuesta de la Asamblea Constituyente).
Es decir, que provenga de nuevas relaciones de participación popular
vinculante, con la capacidad real de cambiarlo todo, dado su titularidad de
poder constituyente originario.
Ahora bien, si hay necesidad de denominar Asamblea
constituyente al proceso constituyente en Chile…, pero que sean muchas las asambleas
constituyentes; que estén en todos los barrios, recogiendo el mandato
manifestado en los cabildos constituyentes vinculantes….
Entonces, lo que hay que hacer ahora, es exigir que
la autoridad disponga de nuestros recursos públicos, al servicio de la
organización del proceso de base deliberante y vinculante; un tejido que se
construya con todos, una democracia directa, con mandatos claros y delegados.
El pueblo puede y quiere organizarse, y el que diga
que no, aludiendo a un caos, nunca ha entendido lo qué es el ejercicio de la
soberanía
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