El “modelo chileno” como lo calificaron los
economistas a nivel mundial, ya venía dando alertas de la debacle que se cernía
sobre este país. Foto: AFP.
23 diciembre
2019
En Cubadebate
Tanto se
hablaba de Chile. Que era el milagro, el modelo a seguir, el ejemplo mundial,
el crecimiento en democracia. En fin, no
faltaron los adjetivos para mostrar al país del cobre como la bonanza del
tercer mundo. Y lo hacían ver hasta la majadería que los chilenos y buena parte
de latinoamericanos se creyeron este cuento.
En efecto,
se había integrado a la OCDE como país casi desarrollado. Ya no era una nación
en vías de desarrollo, eso era para otros países de la región, pero nunca para
Chile. Todas esas alabanzas se coronaron con la frase del desprestigiado presidente
chileno, el neopinochetista Sebastián Piñera (tiene un 13% de aprobación) al
catalogarlo como un “oasis” en nuestra convulsionada América Latina.
Llamaba al
coro mundial de inversionistas y saqueadores a invertir en Chile, como el
modelo de estabilidad mundial. Pero como la vida nos da sorpresas y nos enseña
siempre que más vale ser humilde que arrogante, toda esta maravilla se vino
abajo una semana después de tildar a este modelo neoliberal implantado en
dictadura a sangre y fuego como exitoso.
Al final la
crisis le explotó en la cara y no tenía más argumentos que la represión y
muerte. Todo se tradujo al declararle la guerra al pueblo chileno y tildarlo de
“enemigo poderoso e implacable”.
El “modelo
chileno” como lo calificaron los economistas a nivel mundial, ya venía
dando alertas de la debacle que se cernía sobre este país. Todas las alertas
estaban a mano y no pueden desconocer o a estas alturas repetir con ingenuidad
de que no se habían dado cuenta.
Todos lo
sabían, pero no lo querían reconocer. Ya hace más de dos años que la Cámara
Chilena de la Construcción había advertido que los precios de las viviendas y
departamentos habían alcanzado su máximo precio, lo cual hacían inalcanzables
para las futuras familias.
Avisaba que
había que regular pronto el mercado inmobiliario para que después no se hiciera
insoportable el precio desmedido. Nadie quiso hacer nada, aunque las
advertencias estaban a mano. Todos los agentes relacionados con el rubro lo
sabían.
Los
trabajadores y obreros de la construcción repetían hasta el cansancio que todos
los productos más esenciales y básicos que componían su vida diaria iban
subiendo sin ninguna regulación y su sueldo cada mes le alcanzaba para menos. Los
sueldos se congelaban año tras año, mientras las constructoras e
inmobiliarias sumaban utilidades muchas veces obscenas que terminaban por
violentar la conciencia de los trabajadores.
Dentro de
esos productos de primera necesidad estaba la locomoción colectiva y para
paliar esta merma en su economía familiar cada vez se hacían evasiones. Las
estadísticas del gobierno señalaban que cuando empezó el Transantiago hasta
este año casi un tercio de los santiaguinos no pagaba su pasaje. ¿No era esto
también una advertencia para las autoridades? ¿No lo vieron o no lo querían ver?
Todas las
respuestas ante lo afirmado era más represión, más control de la policía y
nunca se vieron las causas del problema. Era una crisis social en ciernes.
Ante la evasión de los pasajes del Transantiago pusieron controladores y
carabineros y más multas. Algo que por supuesto no iban a pagar ya que si no
había dinero para cargar las tarjetas BIP, menos iba a ver dinero para pagar
las multas.
A nivel de
jóvenes que habían egresado de alguna Universidad con CAE (Carga Anual
Equivalente, es un índice que se utiliza en Chile para comparar las
alternativas de créditos ofrecidos por distintas entidades financieras bajo las
mismas condiciones), estos al estar endeudados no podían entrar al sistema
financiero o no se podían bancarizar.
Cada año
ingresaban cerca de un millón de ellos buscando trabajo, pero al estar
endeudados por años debían buscar alternativas en el mercado informal o pedir
prestadas las tarjetas de crédito a su círculo cercano. No podían comprar una
casa o departamento o no podían comprar en el retail.
Estas cifras
de cesantes ilustrados y no ilustrados crecían año a año, pero los
“economistas y los expertos” no se daban cuenta o mejor dicho no querían darse
cuenta.
A nivel
familiar las mujeres postergaban su maternidad y hasta renunciaban a ella por
la carestía que significa tener hijos en este ‘paraíso neoliberal’ llamado
Chile. Cada año disminuía el número de hijos por familia. En el año 1960 el
promedio era 6,7 hijos y el año 2018 fue de 1,3 hijos por familia.
Es decir, ni
siquiera existía la tasa de reemplazo de los padres. Esto significaba que el
país envejecía y se estancaba, pero dale con los “expertos” que Chile es una
economía sana, robusta y exitosa. Todos estos indicadores nos decían que
íbamos derecho al despeñadero, pero hay que volver a repetir, no lo sabían o no
lo querían saber.
El 25 de
octubre, miles de manifestantes abarrotaron las calles de Santiago en la que ha
sido una de las protestas más multitudinarias a la fecha. Foto: The New York
Times.
Las
pensiones cada vez se hacían más miserables. Los adultos mayores tenían
jubilaciones en promedio de $110 mil y cada año ingresaban más adultos al
sistema informal de préstamos para salir de su miseria. Cerca de dos millones
de chilenos salieron a marchar hace años por el término de las AFP en
concentraciones familiares, multitudinarias, llenas de alegría y esperanza.
Marchas
pacíficas por supuesto, tal como les gusta a la derecha y a la clase dirigente de las tendencias políticas de centro (derecha
disimulada) ¿Que sucedió después de este clamor popular? Nada. Se rieron de
todos y siguieron defendiendo lo indefendible. Las famosas Administradoras de
Fondos de Pensiones (AFP) fueron las verdaderas saqueadoras de los sueños y
esperanzas de los chilenos y por cierto las creadoras de la miseria de los
adultos mayores.
Si después
hasta el Estado tuvo que lanzarles un salvavidas al crear la pensión solidaria,
es decir lo que no pudieron hacer la “eficiencia” de la empresa privada lo
suplió el Estado. Estado del que tanto reniegan los “economistas y expertos”.
Toda esta alerta se había conocido, pero seguían con su porfía de salvar a las
tristemente célebres AFP.
Todos, desde
la Concertación (coalición de partidos de izquierda y centro-izquierda) hasta
la derecha, todos se mimetizaron y se camuflaron en el tejido del engaño. Por
supuesto que se daban cuenta y no hicieron nada y no han hecho nada hasta
ahora.
Como todo en
la historia existe un punto de inflexión, tuvieron que ser los jóvenes los
que mostraron el camino nuevamente. Con la evasión masiva como protesta por
el alza de los pasajes del metro, demostraron que no eran 30 pesos, eran 30
años de contubernio entre la derecha y la Concertación.
Eran 30 años
de saqueos de los recursos naturales, eran 30 años de represión y muerte, tanto
a los chilenos como a los indígenas mapuche. Eran 30 años de rabia contenida.
Al final tal
como los exploradores, los beduinos o los viajeros necesitaban encontrar un
lugar en el desierto donde recobrar sus fuerzas y beber agua, empezaban a
perder la conciencia y deliraban. Asimismo se encontraron los chilenos, con
este espejismo que ha durado largos 30 años.
(Tomado de Cronicón)
No hay comentarios:
Publicar un comentario