Por: Claudio Fabian Guevara
La agenda guerrerista del Pentágono anticipó hace 15 años que una gran
parte de América Latina iba a engrosar las zonas del mundo bajo guerra y caos.
Publicado 31 diciembre 2019
Un
plan explícito y documentado se enfoca a encender una conflagración en América
Latina en torno a Venezuela y la cuenca del Caribe. Ahora se agrega la
transformación de Bolivia en un nuevo estado sicario que colabore con la
generación de la guerra. En el horizonte, un caos de larga duración y la
subdivisión política del continente en unidades más pequeñas.
“Estados Unidos, en vista de su
retroceso mundial, quiere reordenar su espacio geopolítico …() y sumir a
Nuestra América en un caos sin fin de odios ideológicos externamente
implantados”.
Miguel Angel Barrios
“América Latina es una vez más el
territorio de la dialéctica geopolítica de la colonización / descolonización.
En todas partes - Bolivia, Chile, Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay y así
en el mismo patrón: los liberales pro-EE. UU. (+ liberales de extrema derecha)
vs las fuerzas de descolonización, en su mayoría de izquierda”.
Alexander Dugin
Las
piezas se van armando. Con el desmentelamiento
del UNASUR y las instituciones multilaterales que cimentaban la paz y los
proyectos de integración entre las naciones sudamericanas, todas las fichas
están moviéndose en dirección a una guerra inducida en América Latina.
En
las últimas semanas, todas las variables se han acelerado.
Las
principales hipótesis de conflicto parten del cerco multidimensional en torno a
Venezuela. Ahora se agregan los peligros de una ruandización de Bolivia, y su
transformación en un nuevo estado sicario que colabore con la generación de la
guerra, junto a Colombia, Perú, Ecuador, Brasil y Guyana.
Las
naciones latinoamericanas no tienen motivos históricos reales para entrar en
guerra. Un potencial conflicto bélico sólo puede engendrarse artificialmente a
partir de falsos positivos, atentados de falsa bandera, o decisiones
gubernamentales que inmolen al continente en el altar de una entelequia de
origen extranjero, como la “defensa de la democracia” en Venezuela, o la “lucha
contra el terrorismo” que ahora enarbola el régimen usurpador de La Paz.
Un
plan detallado para involucrar a un grupo de naciones latinoamericanas en un
conflicto de este tipo salió a la luz el año pasado, y sus primeros pasos están
a la vista.
La agenda profunda del “Golpe Maestro”
A
principio de 2018, un artículo de la periodista argentina Stella Calloni sacó a
la luz un documento de 11 páginas con la firma del almirante Kurt Walter Tidd,
entonces comandante en jefe del Comando Sur (SouthCom) estadounidense: “Plan to
overthrow the Venezuelan Dictatorship – Masterstroke”. Allí se esboza la
agenda profunda de la guerra contra Venezuela, que en su etapa más avanzada
prevé una operación multinacional.
El
documento llama ejecutar pasos prácticos con vistas a erosionar el gobierno de
Maduro y forzar su caída:
-En
el plano económico, incrementar la inestabilidad interna, intensificando la
descapitalización del país, la fuga de capital extranjero y el deterioro de la
moneda nacional, mediante la aplicación de medidas inflacionarias que
incrementen ese deterioro. Obstruir todas las importaciones y desmotivar a los
inversores foráneos. Sabotear la industria del petróleo. Generalizar el
desabastecimiento de comida, medicinas y bienes básicos. Contribuir a hacer más
crítica la situación de la población y fomentar el descontento. Todas las
calamidades vividas por la población serán explotadas para “culpar al
gobierno”.
-En
el plano social, apelar a aliados internos y agentes externos implantados en el
país, para provocar protestas y actos violentos, generar inseguridad, saqueos y
robos. Promover los secuestros de embarcaciones para desertar del país.
Estructurar un plan para lograr la deserción de los profesionales más calificados
del país. Promover la fatiga entre los miembros del partido gobernante y sus
seguidores.
-En
el plano mediático, ridiculizar la figura de Maduro, hacerlo caer en
incontinencias verbales y equivocaciones para provocar desconfianza hacia su
figura. Acosarlo, ridiculizarlo y ponerlo como ejemplo de torpeza e
incompetencia. Minimizar su importancia internacional. Exponerlo como una
marioneta de Cuba. Exacerbar las diferencias entre los miembros del grupo en el
gobierno.
-En
el plano militar, fogonear un golpe de Estado, continuar el fuego continuo en
la frontera con Colombia, multiplicar el tráfico de combustible y otros bienes,
el movimiento de los paramilitares, incursiones armadas y tráfico de drogas.
Provocar incidentes armados con las fuerzas de Seguridad de la Frontera.
También reclutar paramilitares mayormente de los campos de refugiados en
Cúcuta, la Guajira y del Norte de Santander.
En
un primer nivel de lectura, el plan es una explícita declaración de guerra y de
injerencia desembozada, que explica gran parte de los padecimientos de
Venezuela hoy.
En
un segundo nivel de lectura, el documento puede interpretarse como un manual
para el acoso y control de la población de las colonias. Este conjunto de
estrategias se aplican en otros escenarios, contra otros pueblos.
En
un tercero, es un instructivo ideológico para los centros generadores de
noticias. Los estereotipos y construcciones discursivas que propone el
documento para desacreditar al “líder enemigo” permean transversalmente la
cobertura noticiosa sobre la Venezuela actual.
Preparación de una coalición internacional
A
la par del fomento de la inestabilidad interna, se traza un plan para obtener
la cooperación de las autoridades aliadas de “países amigos”: Brasil, Argentina,
Colombia, Panamá y Guyana.
-Las
provisiones de las tropas, apoyo logístico y médico se realizarán desde Panamá.
Se hará uso de las facilidades de la vigilancia electrónica y las señales
inteligentes; de hospitales y dotaciones desplegadas en Darién (selva
panameña), el equipamiento de drones del Plan Colombia, como también las
tierras de las antiguas bases militares de Howard y Albroock (Panamá) así como
las pertenecientes a Río Hato.
-Además
se utilizará el Centro Regional Humanitario de Naciones Unidas, diseñado para
situaciones de catástrofe y emergencia humanitarias, que cuenta con un campo de
aterrizaje aéreo y sus propios almacenes.
-Se
desarrollará la operación militar bajo bandera internacional, patrocinada por
la Conferencia de los Ejércitos Latinoamericanos, bajo la protección de la OEA
y la supervisión, “en el contexto legal y mediático, del secretario general (de
la OEA) Luis Almagro” (SIC).
-Se
prevé una Operación Multilateral con contribución de Estados, organismos no
estatales y cuerpos internacionales, anticipando especialmente los puntos más
valiosos en Aruba, Puerto Carreño, Inirida, Maicao, Barranquilla y Sincelejo en
Colombia, y Roraima, Manaos y Boavista en Brasil.
-Se
unirá a Brasil, Argentina, Colombia y Panamá para contribuir al mejor número de
tropas, con la presencia de unidades de combate de Estados Unidos y de estas
naciones, bajo el mando general del Estado Mayor Conjunto liderado por Estados
Unidos.
Este
plan -razona Stella Calloni- “hace comprensibles las recientes maniobras
militares de Estados Unidos en esta región en la frontera de Brasil con
Venezuela (Brasil, Perú Colombia), en el Atlántico Sur (Estados Unidos, Chile,
Gran Bretaña, Argentina), en el caso argentino sin autorización del Congreso
nacional”.
El
“Golpe Maestro” preveía acelerar los acontecimientos antes de las elecciones de
mayo de 2018. No logró sus objetivos en los plazos anunciados. El almirante
Kidd fue retirado pocos meses después de las revelaciones periodísticas.
Pero
el plan continúa su marcha.
Ultimas novedades en el frente venezolano
En
el orden interno, Venezuela vive todos los ingredientes del plan previsto en el
Golpe Maestro: al boicot de la economía, se suma un cúmulo de acciones
desestabilizadoras. Durante 2019, cinco conspiraciones violentas de la derecha venezolana
lograron ser desactivadas. El último incidente ocurrió el 23 de
diciembre,con el ataque de un grupo armado al Batallón 513 en el sureño
estado fronterizo de Bolívar, donde murió un miembro de las FANB. El Gobierno
venezolano informó del robo de armamento de guerra, supuestamente con el
propósito de realizar una acción de bandera falsa para propiciar una
intervención militar de EEUU contra Venezuela.
Los
gobiernos de la región, lejos de obstaculizar la propagación de la violencia,
muestran una convergencia con las líneas de acción previstas en el plan del
Comando Sur. El ministro de información de Venezuela, Jorge Rodríguez, dijo que
Colombia, Perú, Ecuador y Brasil facilitaron los movimientos del grupo armado
responsable del ataque al Batallón 513. Los hechos parecen darle la razón.
El
presidente Maduro exigió a Brasil la captura de los militares responsables, que
sin embargo fueron recibidos en territorio brasileño en el marco de la
“Operación Bienvenida”. La cancillería brasileña anunció que los desertores
solicitaron asilo, y fue concedido.
Es decir que por un lado, hay un fomento a la emigración, una recepción
“amigable”, incluso si se trata de elementos violentos.
Por
otro lado, se agita el éxodo de los venezolanos como un motivo de “alarma
internacional”. El 11 de septiembre de 2019, 11 países de las Américas
(Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala,
Haití, Honduras, Paraguay, República Dominicana) resolvieron convocar una
reunión del TIAR (Tratado Inter Americano de Asistencia Recíproca), con el
argumento de que la situación actual en Venezuela tiene un "impacto
desestabilizador" y plantea una "amenaza para la paz y la seguridad
en el Hemisferio".
Esta
reunión puede ser la antesala de una operación militar conjunta.
Las venas abiertas de América Latina
La
guerra ya empezó hace muchos años, con epicentro en Colombia. Hace más de medio
siglo que la patria de Gabriel García Márquez se desangra, con el Estado
ausente en muchas zonas rurales, hoy en manos de narcotraficantes y
paramilitares. Colombia en las últimas décadas registró al
menos 260 mil muertos, 60 mil desaparecidos y más de siete millones de desplazados.
Desde la firma de los acuerdos de paz en 2016, se registró el asesinato de 620 líderes sociales.
En
este clima, se teme que el presidente Iván Duque se aventure en una guerra
contra su vecino, Venezuela. Duque se sumó a la campaña contra la patria
bolivariana, a principios de año con la operación de “asistencia humanitaria”
en Cúcuta, y en septiembre con un show lastimoso en la ONU donde denunció a
Venezuela de proteger a guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Pero Duque presentó como “prueba” fotos falsas, y quedó en ridículo
cuando la Agencia France-Presse lo dejó en evidencia.
La
frontera colombiano-venezolana es una zona de permanentes fricciones. Desde
junio en Cúcuta y Maicao, poblaciones fronterizas con Venezuela, se encuentra un
contingente
de “Cascos Blancos” de la cancillería argentina. En Siria y otros
escenarios, los Cascos Blancos han sido responsables de operaciones de falsa
bandera y fraudes noticiosos. La misión, más que una acción de asistencia
sanitaria, forma parte del cordón de presión contra Venezuela y puede detonar
episodios que sirvan de pretexto para el inicio de las operaciones.
Centroamérica
es otra zona de tensiones. Cuba y Nicaragua han sido advertidas una vez más que son un
target militar del Pentágono. La fortaleza militar de la isla no parece
haber menguado, pero Nicaragua dio muestras de haber sido infiltrada con el
ensayo de guerra híbrida de abril del 2018. La NED y la USAID le dieron un respaldo explícito a los
estudiantes/paramilitares nicaraguenses que el año pasado movilizaron
protestas violentas que arrojaron centenares de muertos y heridos.
Bolivia
es otro ariete contra la paz regional. El desgobierno de facto de Jeanine Añez
empieza a hacer el papel de “perro rabioso”, al estilo de Israel en Medio
Oriente. Hace semanas hubo una incursión ilegal de militares bolivianos en territorio
argentino. Ahora se anuncia la potencial invasión de la embajada de México en La Paz, y
la expulsión de la embajadora mexicana y diplomáticos españoles. Este incidente
sigue la matriz de la crisis de las embajadas venezolanas, y el descrédito
creado a partir del reconocimiento en algunos estados de los falsos
representantes diplomáticos de Guaidó.
La
política de Bolivia hoy es funcional al deterioro de la institucionalidad de la
región, una línea de acción persistente del Pentagonismo. Se trata de
ridiculizar el orden jurídico de los países de la zona “no integrada”,
entronizar líderes de papel, desconocer normas elementales de convivencia entre
las naciones y confundir a la población con falsos debates.
Conclusiones: los piromaníacos que se arrojan al fuego
Un programa guerrerista de largo aliento, acuñado por el
Pentagonismo, tiene estrategias bien definidas para encender una
conflagración en América Latina. El nuevo mapa del Pentágono se va perfilando
con preparativos en el terreno, condiciones sociales largamente abonadas y una
narrativa que lo justifica en los noticiarios. Se trata de una miríada de
elementos de gran dinamismo, con diferentes actores capaces de entrar o salir
de escena según el curso de los acontecimientos.
Esta
receta para incendiar América Latina no arrojará vencedores entre las naciones
latinoamericanas. El diseño de la guerra tiene por objeto una ruina
generalizada, la imposición de un caos de larga duración, que facilite la
reconfiguración de la región, y la subdivisión política del continente en
unidades más pequeñas (la secesión de Santa Cruz, la balcanización de Venezuela y el desmembramiento
de la Argentina figuran en la agenda globalista).
Así
lo ve Stella Calloni: "Estados Unidos está armando un escenario de guerra
en Latinoamérica, que luego amenazará a todos los países de la región, incluso a los
que hoy se prestan para los planes contra Venezuela".
En
Caracas se librará una batalla decisiva. Como lo ha dicho Atilio Borón,
Venezuela es la nueva Stalingrado.
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