Opinión
15/01/2020
El Centro de
Investigación en Economía y Política (CEPR) denunció que la Organización de
Estados Americanos (OEA) no ha presentado evidencias de que haya habido fraude
en las elecciones de Bolivia a partir de la investigación de los sucesivos
informes de la Misión de Observación Electoral (MOE) de la OEA y luego la
auditoría del propio organismo en el país.
Un
exhaustivo informe final del CEPR sobre la observación electoral de la OEA en
las elecciones presidenciales bolivianas del 20 de octubre se publicará en los
próximos días.
Para
analizar el informe, Nodal entrevistó a Guillaume Long, investigador del CEPR
de Washington DC, un “tanque de pensamiento” con larga trayectoria en el
estudio de políticas económicas y sociales que incluye a América Latina. Long
fue canciller durante el gobierno del expresidente de Ecuador Rafael Correa
(2007-2017), así como ministro de Cultura y Patrimonio y ministro de
Conocimiento y Talento Humano. En 2018 renunció como embajador antes la ONU en
Ginebra por sus profundos desacuerdos con el gobierno de Lenin Moreno.
-El CEPR
viene insistiendo desde finales de octubre 2019 que los hallazgos de la Misión
de Observación Electoral de la OEA en Bolivia han sido problemáticos y que la
OEA no ha presentado evidencias de fraude en las elecciones. El CEPR dijo que
“la auditoría final de la OEA no prueba -ni siquiera argumenta de manera
convincente- que los resultados de las elecciones fueron manipulados”. ¿Por qué
el CEPR hace esta denuncia y cuándo empezaron a dudar de la idoneidad de la
observación electoral llevada adelante por la OEA?
-Sin duda,
el elemento que despertó nuestra sospecha inicial fue el comunicado de prensa
de la Misión de Observación Electoral (MOE) de la OEA del 21 de octubre, el día
después de la elección. Nos sorprendió el tono del comunicado: agresivo, sin
ningún elemento técnico, pero llamando a que se respete la voluntad de los
electores e insinuando que había algo fraudulento.
El único elemento
que comunicó la MOE fue un supuesto “cambio de tendencia” de los resultados
electorales, después de la interrupción del TREP [conteo preliminar de los
votos] con el 84% de los votos contados. Entonces nos pusimos a estudiar si
realmente se había dado ese “cambio de tendencia”. Pudimos mostrar que no hubo
cambio de tendencia desde el principio, empezando con nuestro comunicado de
prensa del 22 de octubre y que toda la premisa de la OEA sobre la cual la
oposición boliviana y los medios de comunicación basaron su relato defraude era
básicamente una mentira.
-¿A qué se
refieren cuando dicen que no hubo cambio de tendencia?
-Es muy
sencillo. Con el 83,85% del conteo preliminar, había 7,9 puntos de ventaja para
Evo Morales sobre Carlos Mesa, es decir una diferencia insuficiente para ganar
sin segunda vuelta. Pero ya con el 95% del conteo preliminar, Morales había
sobrepasado el umbral de los 10 puntos para ganar en primera vuelta. [NDE: en
Bolivia, las elecciones presidenciales se pueden ganar en primera vuelta si un
candidato ha alcanzado el 50% de los votos, o un 40% con 10 puntos de
diferencia con el siguiente candidato].
La
diferencia se explica porque faltaba contabilizar una gran cantidad de votos en
zonas donde ya existían tendencias de votación muy favorables a Evo Morales.
Era obvio que, al ingresar esos votos, la diferencia entre ambos candidatos se
iba a agrandar.
-¿Cree que
esto era “obvio”, como dice, que saltaba a la vista de que faltaban los votos
de estas áreas por contar?
-Sí. Muchas
zonas de gran apoyo a Morales y al MAS no habían sido computadas. Zonas donde
Morales ganaba con 30 puntos o más de diferencia y donde solamente se había
contado un pequeño porcentaje de los votos. Era obvio que al legar al 100%, iba
a cambiar el resultado. De hecho, no es la primera vez que sucede esto en
Bolivia. En ocasiones anteriores, Morales y el MAS obtuvieron un incremento
importante de votos en la fase final del conteo.
-¿Cómo por
ejemplo en qué elección?
-Por
ejemplo, en el famoso referéndum sobre la reelección presidencial de enero del
2016, que de hecho fue observado por la OEA. Con el 83,1% de los votos
contados, el Sí a la reelección perdía con 46,2%, cuando finalmente el Sí acabó
perdiendo, pero con el 48,7%; un incremento en la fase final del conteo aún
mayor que en las elecciones presidenciales del 2019. Esto es un antecedente que
la OEA no podía ignorar.
-Y, sin
embargo, esta denuncia de la MOE de la OEA sobre un supuesto cambio de
tendencia tuvo consecuencias graves para la democracia boliviana…
-Así es. Esa
falacia dio cabida a un relato sobre un posible fraude, lo que conllevó una
auditoría de las elecciones por parte de la OEA, lo que a su vez abrió la
puerta para que la OEA concluyera sin presentar pruebas que hubo una “manipulación
intencional” de los resultados electorales, y que llamara a elecciones con un
nuevo Tribunal Supremo Electoral. Es decir que sin esta denuncia inicial de la
MOE es probable que no hubiese podido prosperar el golpe de Estado que se
desencadenó posteriormente.
-El
argumento del cambio de tendencia fue lo que abrió la puerta a la auditoría
posterior. ¿Pero no cabe el argumento de que el pretexto inicial para la
auditoría pudo haber sido falaz, pero finalmente encontraron muchos elementos
que pusieron en entredicho la idoneidad del proceso electoral?
-No, no
cabe. Vayamos por partes. En primer lugar, creo que no es menor que la
auditoría haya surgido de una mentira. Cuando se miente una vez, ¿qué garantía
se tiene de que el resto del proceso no va a seguir siendo una mentira?
En esencia,
lo que hizo la auditoría de la OEA fue hacer un listado de la mayor cantidad de
irregularidades posibles para vender la idea de que el resultado electoral
había sido alterado. Creo que cabe preguntarnos si la auditoría de cualquier
elección latinoamericana – y no solo latinoamericana – con este nivel de
escrutinio, también hubiera arrojado irregularidades parecidas. No lo sabremos
porque la OEA no suele llegar a estos niveles normalmente. Por eso, no debemos
menospreciar la importancia de la mentira inicial, porque es la que permitió
abrir una caja de pandora para todo lo posterior.
Más allá de
esto, es importante tener claro que hacer un listado de irregularidades no es
demostrar un fraude. Y aquí, lo fundamental que hay que entender es que la OEA
no pudo desarrollar una teoría del fraude.
-¿Qué
entiende por “teoría del fraude”?
-Una tesis,
una explicación de en qué consiste el fraude, de cómo se lo realizó.
-¿La OEA no
presenta ninguna explicación del fraude?
-Lo que hace
la OEA es explorar varias posibilidades, pero ninguna de las pistas que sigue
prospera. A ver. Un fraude se puede realizar de varias maneras. Una posibilidad
es intervenir a nivel del cómputo, es decir, cambiar en el sistema informático
los resultados de las actas físicas. De hecho, la OEA exploró ese camino con su
denuncia del famoso servidor oculto.
-¿La
detección de un acceso no autorizado al sistema informático?
-Sí. Pero no
presentó evidencias de que este servidor haya sido usado para alterar el
resultado de la elección. De hecho, sin justificar su existencia, puede haber
varias razones por las cuales se pudo haber instalado otro servidor. La
auditoría dela OEA debía demostrar que el servidor había sido utilizado para
este propósito.
-¿Y no
existe forma de verificar si el servidor fue usado para este fin, si lo que
está en el sistema es lo mismo que lo que dicen las actas físicas?
Claro que se
puede. Y creo que era legítimo esperar que una auditoría de la OEA realice un
trabajo así. Lo increíble es que recién nos enteramos en una nota de pie de la
página 84, que la OEA realizó una muestra de más de 2800 actas, de las cuales
se analizaron casi 900, para cotejar con el material electoral original.
La nota nos
dice que los auditores se trasladaron a cinco departamentos para realizar ese
trabajo y que 230 de esas actas habían sido quemadas en protestas de la
oposición. ¿Pero y el resto de las actas? ¿Las que fueron analizadas? ¿Fueron
iguales al cómputo o no? Increíble el informe de la OEA no nos dice nada de
cuál fue el resultado de este análisis.
Es obvio que
si hubiesen encontrado diferencias, este dato no estaría en una discreta nota
de pie sino que sería la prueba madre del fraude en el informe.
El hecho de que la auditoria de la OEA sí revisó las actas, pero escondió sus
hallazgos, es sumamente deshonesto y grave. Para mí, solo este hecho amerita
una investigación a fondo.
-Habló de
varias maneras de realizar un fraude. ¿Cuáles son las otras?
-Bueno, otra
manera es falsificando las actas en sí, es decir generar actas físicas falsas.
-Se refiere
a la falsificación de las actas que dan fe de los votos en cada una de las mesas
de votación.
Así es. Y la
OEA también exploró esta avenida. De nuevo, escogieron una muestra, en este
caso de casi 4700 actas. Había varios criterios para la selección de actas,
pero uno era que sean actas “sospechosas”, es decir que favorezcan desproporcionalmente
a Morales. De hecho, esto también es impensable para una auditoria imparcial.
Si haces una
auditoría de un proceso electoral no puedes estar buscando perjudicarle a uno
de los candidatos más que al otro. Pero así fue. No se revisaron actas con una
votación inusualmente favorable a Mesa.
La OEA
realizó hizo varias revisiones, incluyendo un análisis de caligrafía de estas
4700 actas, y determinó que, en el caso 226 actas, una misma persona había
llenado dos o más actas, lo que es irregular: cada acta debe ser llenada por
una sola persona. Un medio boliviano llegó incluso a informar que las 226 actas
habían sido llenadas por una misma persona, lo que es falso y habría sido mucho
más grave.
En realidad,
fueron 85 personas que llenaron 226 actas, es decir, dos o más actas llenadas
por una misma persona, pero en todos los casos en los mismos recintos.
-¿Estamos
hablando de centros de votación en zonas rurales?
-Casi el 80%
de estas 226 mesas corresponden a centros de votación muy pequeños de máximo
cuatro mesas, en muchos casos de menos. Estamos hablando de lugares donde puede
haber una persona que ha llenado los números en el acta de su mesa y en el acta
de la mesa de en frente. Es esto de lo que estamos hablando. Claro que es una
irregularidad. ¿Pero fraude? Esto denota una falta de comprensión hasta
antropológica de ciertas realidades. O simplemente mala fe.
-Una falta
de comprensión antropológica dice…
-Sí. Se me
ocurre la imagen de la chica o del chico con la letra bonita para que llene los
números en las dos hojas. De hecho, no es el único aspecto en que la OEA no
tiene lecturas antropológicas finas, o sí las tiene, las esconde. El voto
masivo a favor de Morales en comunidades indígenas no tiene por qué ser
necesariamente sospechoso. Es desconocer los procesos de toma de decisión
colectivos en muchos lugares de los Andes, donde el voto a menudo se decide en
la comunidad.
-¿Qué otras
irregularidades son señaladas por la auditoría?
-Realmente,
no hay mucho más. La auditoría hace mucho énfasis en la presencia de imágenes
de actas del conteo preliminar, el famoso TREP, en los resultados del conteo
final, cuando debieran ser procesos separados. Pero luego, el mismo informe de
auditoría nos informa que el 91% de las actas del conteo preliminar que fueron
incluidas en los resultados del cómputo final provienen de centros de votación
fuera de Bolivia, que es lo que estipula la ley.
Y en el 9%
de los casos restantes, este uso de actas del TREP es porque las actas físicas
fueron quemadas – además e irónicamente– por la oposición. Entonces usaron las
fotos de las actas del conteo preliminar. Es decir, una vez más, no hay nada.
Puros fuegos artificiales, ¡pero con qué consecuencias para Bolivia!
-Usted ha
sido observador de la OEA, incluso fue jefe de MOE de la OEA en la propia
Bolivia en las elecciones judiciales del 2017. Por lo tanto, conoce como
funcionan estas misiones. ¿Según usted, quién tomó la decisión de atacar la
legitimidad de las elecciones bolivianas a pesar de la ausencia de evidencias
contundentes de que se trate de un proceso viciado?
-Bueno, el
CEPR no se ha dedicado a analizar los procesos de toma de decisión dentro de la
OEA, los cuales no son para nada transparentes. En esencia, hemos analizado la
validez de su trabajo técnico. Mi experiencia personal de las MOEs, tanto como
país anfitrión cuando era canciller y tuvimos elecciones observadas por la OEA
en Ecuador, cuánto como observador, no ha sido mala.
Es
claro que las MOEs cuentan con importantes capacidades técnicas. En el caso del
Ecuador, creo que el comportamiento de la MOE en las elecciones presidenciales
del 2017 fue técnico. Fueron elecciones apretadas en las que el candidato
presidencial perdedor quiso apelar a la posibilidad de un fraude, como suele
suceder cuando hay pocos votos de diferencia…
-¿Se está
refiriendo al candidato Guillermo Lasso y las elecciones que ganó Lenin Moreno
en el 2017?
-Así es.
Lasso quiso desvirtuar las elecciones y logró movilizar a una parte de su
electorado en las calles de Quito. Pero la OEA se mantuvo firme y validó el
proceso electoral. Pocos meses después, una MOE de la OEA fue muy crítica con
el referéndum constitucional orquestado por Lenin Moreno en el 2018.
Denunció la
ausencia de filtros de constitucionalidad, el direccionamiento de las
preguntas, y básicamente cómo el gobierno ecuatoriano se había saltado la Corte
Constitucional para reformar la Constitución.
Ahora
también es cierto que ha habido ocasiones en que las MOEs de la OEA no han
realizado un buen trabajo; por ejemplo, en la elección presidencial haitiana de
2011, que es recordada como una página oscura en la historia de la observación
electoral. Y creo que es el destino que tendrá el caso boliviano, pero pienso
que, con mayores consecuencias sobre la OEA y su legitimidad, dadas el
desenlace político que tuvo y el contexto político sudamericano que está más en
disputa.
El punto, y
esto me parece muy importante, es que las MOEs no pueden ser serias, rigurosas
e imparciales algunas veces, o la mayoría de las veces, ni siquiera casi
siempre. Tienen que ser rigurosas e imparciales en todo momento, sin excepción
alguna. Y lo que ha sucedido con la MOE en Bolivia es muy preocupante.
Esto debió
haber generado una grave crisis de institucionalidad. Deberíamos estar
presenciando una investigación exhaustiva de lo ocurrido, con una revisión de
todos los procesos, pedidos de los Estados miembro para mayor transparencia,
etc. Y, sin embargo, nada de esto está sucediendo.
-¿Y los
observadores electorales desplegados son, de alguna manera, copartícipes de
esta manipulación por parte de la OEA?
-No. Es
importante entender cómo funciona una MOE. En la misión en Bolivia, se
desplegaron 92 observadores electorales. La gran mayoría de estos observadores
son contratados por la OEA para la MOE. Suelen venir del mundo de la política,
de la academia o tener competencias técnicas específicas que necesita la MOE.
Estos observadores suelen ser muy buenos profesionales y realizan un gran
trabajo. Cada cual tiene su función. Algunos tienen que analizar la parte
legal, otros el tema informático, otros están desplegados en territorio para
observar lo que sucede en los lugares de la votación. Cada cual reporta desde
su rol, está atento a los requisitos del jefe de misión, y al finalizar el
proceso manda su informe con todo lo que ha observado. Por supuesto que todos
deben señalar las irregularidades que han detectado.
El rol de
una observación electoral es justamente el de recopilar y sintetizar toda esta
información para hacer importantes recomendaciones. En varios casos, las
observaciones electorales han sido muy útiles para que las autoridades
electorales de los países puedan mejorar sus procesos.
Pero también
es importante entender que la elaboración de los informes es un proceso muy
centralizado. La gran mayoría de los observadores no participa de ello. Mandan
sus insumos y punto. El proceso de redacción del informe está, en teoría, en
manos del jefe de misión.
Pero a
menudo son los especialistas del Departamento para la Cooperación y Observación
Electoral (DECO), es decir el personal de planta de la OEA, el que redacta al
menos un primer borrador para consideración del jefe de misión, quien a su vez
es una persona externa a la organización, invitada para la tarea de liderar el
equipo.
Dependiendo
de qué tan experimentado o listo sea el jefe o jefa de misión, el control sobre
el informe y qué se incluye o excluye de él, lo tiene esencialmente el DECO, es
decir la OEA. Eso está bien siempre y cuando no hagan trampas.
-¿Cree que
hubo injerencia del Secretario General de la OEA en el proceso de observación
de las elecciones en Bolivia?
-Es posible.
Esto es justamente lo que debería determinar una investigación, una auditoría
interna. Averiguarlo también debería ser el trabajo del periodismo
investigativo. Lastimosamente ha habido poco interés.
Ahora es
evidente que la hostilidad de Almagro con Morales, el hecho que no le importó
el papel de los militares en la “transición”, ni las violaciones de los DDHH,
todo eso nos lleva a sospechar más. El resultado final de todo esto es que
tiene al menos un voto más para su candidatura a la reelección en marzo. Y es
evidente que los dobles raseros en esto son terribles. Con Honduras, donde hubo
un claro fraude, Almagro no dijo ni una palabra, y aquí donde no lo hay, atacó
con todo.
-¿Fue un
ataque planificado con antelación?
No
necesariamente. Sospecho que las cosas fueron surgiendo poco a poco. Pudieron
aprovechar el hecho de que el margen de los 10 puntos fue apretado – cerca de
40,000 votos por encima del 10% de diferencia para Morales. Y esto, sumado a la
fuerte polarización política en Bolivia, generó condiciones favorables para un
cambio de régimen apoyado además por los EEUU.
Hay que
recordar que Almagro fue muy atacado por la derecha latinoamericana cuando en
junio del 2019 fue a Bolivia y ofreció una MOE para las elecciones
presidenciales. Ahora Almagro está en paz con una parte de la derecha regional
con la que se había distanciado y ha conseguido el apoyo de la administración
Trump, cuando sabemos que en el Departamento de Estado había mucha resistencia
a su reelección.
Pero más
allá de Almagro, es probable que varios factores hayan confluido. Lo de ponerle
freno a la reelección presidencial se ha vuelto un importante leitmotiv para
muchos funcionarios en la OEA. Es uno de los grandes temas en la organización,
y aparentemente de mayor preocupación que los golpes de Estado que se dan
impunemente en nuestra región.
-Se refiere
al rechazo que hay en la OEA a la interpretación que dan algunos países de que
la reelección es un derecho…
- Exacto.
Esta idea de que el artículo 23 de la Convención Americana de Derechos Humanos
significa que la reelección es un derecho de participación política.
-Y en el caso de Bolivia, esa molestia con lo de la reelección fue
agudizada por la decisión del Tribunal Constitucional Plurinacional de permitir
la reelección a pesar de los resultados del referéndum de enero de 2017…
-Sin duda.
Esto ha generado mucha indignación. Y es probable que, hasta cierto punto, de
forma más o menos subrepticia, esta indignación haya mermado la imparcialidad
de la MOE en las elecciones bolivianas. Una hostilidad de origen si se quiere.
Pero insisto, son sospechas y especulaciones. Esto se debería probar o
descartar con una investigación a fondo de lo sucedido.
El punto es
que cualquiera que sea el sentir sobre el tema de la reelección en Bolivia, una
MOE no puede generar dudas sobre los resultados electorales sin tener
evidencias de que se haya irrespetado la voluntad popular expresada en las
urnas.
Una cosa es
señalar que hay malestar por parte de ciertos sectores de la población con lo
de la reelección. (De hecho, la MOE que yo dirigí en Bolivia en el 2017 señaló
claramente que era probable que ese malestar haya tenido un impacto sobre el
alto porcentaje de voto nulo en las elecciones judiciales de ese año). Otra
cosa es generar un relato sobre un fraude sin evidencia alguna, especialmente
cuando este relato se convierte en un factor determinante en el
desencadenamiento de un golpe de Estado.
-¿La OEA ha
reaccionado ante los informes del CEPR?
-Oficialmente,
nada. Extraoficialmente: hay mucho nerviosismo. Saben que técnicamente lo que
han hecho no tiene defensa alguna, y que es muy grave. No contestan preguntas
de la prensa. Ni siquiera han contestado un pedido de preguntas que les
hicieron llegar formalmente varios congresistas de los EEUU, un país miembro de
la organización. Se han encerrado sobre sí mismo.
-¿No han recurrido a ningún argumento para contrarrestar sus críticas?
-Ninguno. Su
estrategia ha sido escudarse tras el argumento de que son la OEA, los únicos
detentores del conocimiento, los únicos técnicos. De hecho, el informe de
auditoría final está hecho para ahuyentar y confundir a cualquier lector y
repeler el escrutinio de periodistas. Adjuntaron centenares de páginas de
anexos para dar la impresión de que existen muchas evidencias, cuando no las
hay.
Si algo
hemos logrado desde el CEPR en esta ocasión, es demostrar de que es hora de que
los Estados miembro de la OEA, y los medios de comunicación en general, ejerzan
su derecho a pedir que la organización rinda cuentas y transparente su actuar.
Pedro
Brieger
Sociólogo,
analista internacional argentino, Director de nodal.am
https://www.alainet.org/es/articulo/204217
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