por El
Porteño
Vivimos un
momento de inflexión en la lucha. El Gobierno ha desplegado una intensa campaña
de terror criminalizando la protesta y está logrando aislar a la vanguardia de
la Primera Línea y a la izquierda que está fuera del Acuerdo por la Paz. Toda
la institucionalidad se ha dispuesto para dar un golpe represivo en marzo y
mientras se escriben estas líneas la represión sobre la protestas contra el
Festival de Viña ha servido de laboratorio. El centro de la ciudad está
sobrevolado por helicópteros y ocupado militarmente por las FFEE de Carabineros
los que detienen, golpean y disparan a todo aquél que se disponga a protestar o
a detenerse en el sector. La corrupta alcaldesa Reginato, el Intendente
Martínez y hasta el -hasta ahora desconocido- Comandante en Jefe de la Armada,
Julio Leiva, han alzado la voz para pedir mayor represión contra la
«delincuencia». El mismo Leiva llama a «defender el honor de los chilenos bien
nacidos» y el General de Zona de Carabineros, Hugo Zenteno, ha salido a
amenazar directamente a la población: «ni hablemos de DDHH». Estas
declaraciones deben entenderse como explícitos actos de deliberación amparados
por el Gobierno de Piñera.
Los
alarmantes hechos han sido observados con indigno silencio por la oposición
burguesa en el Congreso (ex Nueva Mayoría y Frente Amplio), preocupada como
está por el plebiscito y el levantamiento de candidatos para la eventual
Convención Constitucional. Esta oposición, lo mismo que la burocracia sindical
agrupada en la Mesa de Unidad Social, ha guardado silencio y como mucho alguno
de sus voceros ha salido a condenar los «excesos». Después del Acuerdo por La
Paz ni la oposición ni la burocracia han llamado a una movilización de alcance
nacional, comprometidos como están por el restablecimiento del «orden público»
capitalista.
El mecanismo
es bastante sencillo. El Gobierno despliega una feroz represión que ha seguido
costando la vida, la mutilación y la libertad de miles de compañeros; la prensa
destaca los «destrozos» de la movilización», luego de esto, los Ministros salen
a emplazar a la oposición para que condene las movilizaciones, las que son
catalogadas de «violencia», «delincuencia» y hasta «narcotráfico». Ante esto la
oposición aparece sin discurso que valide el movimiento y su única respuesta es
la esperanza de un cambio por la vía institucional.
Es
rigurosamente, el mismo libreto de la Dictadura. El mismo que pavimentó de 1983
al 86, la llamada Transición Democrática», un libreto que persigue como
cuestión prioritaria la desmovilización en base al terror, el desgaste y el
aislamiento de los sectores movilizados. La situación es clara, si el proceso
de movilizaciones abierto en octubre hubiese sido sostenido en un plan de
lucha, Piñera ya hubiese caído hace mucho. Después de la Huelga General del 12
de noviembre Piñera ya estaba completamente derrotado, sin el apoyo de sus
partidos ni de las FFAA, el Gobierno asesino de los «Tiempos Mejores» volvió a
la vida gracias al «Acuerdo por la Paz», el que como hemos repetido
incansablemente tiene como primera finalidad la desmovilización y
estabilización del régimen, en ningún caso la apertura a un proceso de
imposición de las reivindicaciones que levanta el movimiento de masas.
No hay contradicción
entre el proceso constituyente y la represión piñerista, ambas acciones
políticas desplegadas desde el régimen confluyen en el fin de la defensa del
orden capitalista y de los intereses del imperialismo. Si bien es cierto que el
imperialismo, empujó a los partidos del régimen para salvar a Piñera, no es
menos cierto que desde el propio Gobierno se articula simultáneamente un plan
de autogolpe para aplastar el movimiento. Piñera ha presentado, hasta hoy, 504
querellas por Ley de Seguridad Interior del Estado todas ellas invocando
desacato y apología de la violencia. A esta fecha hay cerca de 2600 presos
políticos, en prisión preventiva. De los 31 asesinados, más de 300 mutilados
oculares, 15.000 detenidos y cerca de 34.000 violentados por las FFEE, no hay
ni una sola formalización en contra de Carabineros, PDI o Militares. En las
pocas que hay -como en el asesinato del barrista de Colo-Colo Jorge Mora
(Neco)- los represores han quedado en libertad. A mayor abundamiento, en el
insufrible espectáculo del Festival de Viña se allana a los miles de asistentes
impidiéndoseles llevar cualquier cartel de protesta y se edita el sonido del
público para que nos se escuche el hit del varano, «Piñera conchetumadre…»
Decimos esto
porque en la medida que los partidos en el parlamento han acordado el proceso
constituyente y se fortalecen los rasgos de un régimen de unidad nacional, la
política represiva se vuelve de mayor alcance. El Decreto Supremo de Piñera que
regula el uso de la fuerza por parte de las FFAA en el control del orden
público, del que recientemente tomó razón Contraloría General de la República,
es una manifestación de esta tendencia. Lo mismo puede decirse de las llamadas
leyes anti barricadas, anti saqueos y anti «el que baila pasa» (aunque suene ridículo,
es así).
Todos estos
elementos, de conjunto, marcan una tendencia clara, la burguesía se prepara
para asestar un golpe. Pero esto no es instantáneo ni han madurado aún las
condiciones para ello. Sin embargo, este proceso que se observa comandado por
la oligarquía y el imperialismo, no tiene su contrapartida del lado de los
trabajadores. El escenario en el campo obrero es desolador. No hay dirección
política, no hay programa y se presenta una multiplicidad de instancias y
organizaciones que las más de las veces no tienen la capacidad de materializar
sus políticas o acuerdos. Esto no sólo alcanza a la izquierda, es extensivo a
los sindicatos y demás organizaciones de trabajadores. El movimiento de masas,
es un poderoso gigante sin cabeza.
Ha
contribuido en este fenómeno el aislamiento, propiciado por el régimen, de la
vanguardia, el sector de la Primera Línea y las organizaciones de base
movilizadas. Este hecho se observa sensiblemente en el volumen de las
movilizaciones a escala nacional. La inminencia de un marzo movilizado es el
resultado del coraje y el combate sostenido en las calles durante este durísimo
verano y en ningún caso, del accionar de las direcciones políticas o
sindicales.
En este
marco resulta prioritario construir un puente entre la vanguardia y el conjunto
de los trabajadores. Es necesario ir a todos los frentes de masas a disputar la
política con la cual se resolverán las reivindicaciones del movimiento. No
podemos conceder ni un milímetro, porque cada espacio político ganado se ha conquistado
con la sangre de los caídos, con la sangre de la clase trabajadora. Para
realizar esta tarea -luego de una ardua discusión- hemos resuelto sumarnos a la
campaña por el Apruebo en el Plebiscito del 26 de abril. Un Apruebo clasista
que parte de la base de que el proceso constituyente es un fraude y que la
única forma de garantizar la unidad del movimiento y la continuidad de la lucha
es peleando por una Asamblea Constituyente desde las Bases, libre y soberana.
Una Constituyente con Piñera en la cárcel y con los presos políticos
amnistiados. Una Constituyente que exprese la voluntad de las organizaciones de
masas que ha protagonizada la heroica lucha iniciada el 18 de octubre.
Este
proceso, de lucha contra el fraude y por la Asamblea Constituyente, pasa por
votar Apruebo y marcar AC en el voto. Pero tal acto es insignificante si no va
ligado a un plan de lucha que incorpore el conjunto de las reivindicaciones
democráticas y sociales que ha planteado el movimiento. Esta posición
electoral, no sirve de nada si no va ligada a la tarea de hacer una Huelga
General el mismo 27 de abril, una vez que Piñera haya sido derrotado
simbólicamente en las urnas. Decimos simbólicamente porque a Piñera se le ha
derrotado en Plaza Dignidad y en todas las plazas liberadas a lo largo de
Chile. Decimos Apruebo para preparar la Huelga General, para unir a los
trabajadores y para contribuir a generar un polo clasista que se proyecte como
la dirección política de los explotados en lucha.
Sabemos que
la burguesía prepara una carnicería, lo vociferan todos los días desde La
Moneda. Frente a ello los trabajadores debemos preservar la unidad y la
movilización, con una clara vocación de poder. Llamamos a los militantes de las
organizaciones en lucha, a los de la izquierda revolucionaria y al conjunto de
los trabajadores a prepararnos para mayores enfrentamientos. Este 8 y 9 de
Marzo, Día de la Mujer Trabajadora y de la Huelga Feminista, será un primer
paso en esta tarea. Son los trabajadores como clase organizada y movilizada la
única clase con capacidad y poder para cambiar esta sociedad desde sus bases.
Esa es nuestra Asamblea Constituyente una concreta expresión de gobierno obrero
y revolución de los explotados. A eso llamamos Socialismo, esa es nuestra
respuesta.
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