por
Francisco Torres
I
Partamos
señalando algo claro: el Plebiscito es un subproducto de la rebelión –es decir,
de la lucha de clases- y como tal, por un lado empalma con el impulso genuino
de poder, de decisión que atraviesa al pueblo, pero, bajo el alero y los
resguardos del régimen del 15N: ¿hasta qué punto el Plebiscito y su
camino son parte de un desvío y una distorsión? ¿Hasta qué punto la
izquierda va al carnicero (nuevamente, como el 89´)?
Señalemos,
por ahora, una cuestión hipotética pero cierta: si se reabre una situación
revolucionaria al estilo 18 0CTUBRE -15 NOVIEMBRE durante el transcurrir de
este año, la izquierda no estará preparada en ningún caso para el desafío de
poder, puesto que su energía y su programa están subordinados al calendario del
régimen del 15N y encaminados a un proceso de “reforma” (o “poder constituyente
derivado”, si utilizamos la expresión de Renato Cristi).
Una pregunta
que surge, entonces, es qué imagen ideal tienen nuestros girondinos (y no solo
ellos) de la Convención Constitucional, y cuál es la que pregonan para
movilizar de tal manera.
Si como
indica Sergio Grez (en un ejercicio imaginario), llegada “la hora”, el nuevo
órgano replicaría sustancialmente, las mismas relaciones de fuerzas pero bajo
una nueva resolución, y si la izquierda como la derecha tienen el poder de veto
en el tercio, se replicarían, fundamentalmente, las mismas contradicciones,
entonces: ¿hasta qué punto puede ser un real inicio…? ¿hasta qué punto el fin,
si –además- no es una asamblea soberana? ¿Van las izquierdas, el activismo y
los intelectuales arrastrados bajo su lógica, al carnicero?
El problema
es que no hay discusiones sostenidas de estrategia, de perspectivas o
trayectorias. En medio de un mar de tempestades, hay más bien una sensación de
inercia en las izquierdas, de estrechez en algunos, y parálisis, en otros, como
si la situación histórica estuviera más adelante que sus propios programas y
propias consignas. Como si la rebelión no trastocase los focos.
Es necesario
que surjan, a mi parecer, frente a la amenaza de una tautología clara: si no se
produce en el mediano plazo una diferenciación política con el “reformismo”,
con el “proceso constituyente derivado”, se otorga una sobrevida al régimen
político y a los grandes empresarios que actualmente gobiernan
el país y son parte del problema.
Algunos,
rápidamente, creen que esta diferenciación ya existe, y razonan que si la
dinámica de la rebelión “en si” es revolucionaria, lo es igualmente el
movimiento. Falso enlace. Lo justo sería plantear, al menos como lo vemos, que
esta diferenciación entra en el orden del factor subjetivo, es decir, que está
por verse, en primer lugar lo que dice relación a la conducción, la
orientación, la resolución, el simulacro o el desvío que pueda tomar el proceso
político.
Una parte
mayoritaria de la Izquierda derechamente irá al carnicero, a introducir a las
masas en el camino y el calendario de la reforma, en base a las expectativas de
éstas y a genuinos impulsos y expectativas de participación, poder, y decisión
que atraviesan por el pueblo:
1.- Sabemos
que el PC va por la vía del «proceso constituyente derivado» (Cristi). Ya no
dice Fuera Piñera, estando en este nivel, fundamental, en
contradicción con la calle. Sería fuera de toda posibilidad “objetiva” (y, en
razón directa, el PC se resta en la cuenta de las relaciones de fuerza como
“factor”). Traigo a colación un registro de Teillier (donde quedaría claro está
negación “absoluta”, La Tercera (22/12/2019): “Periodista:
También se han puesto en duda las credenciales democráticas del PC, como por la
acusación al Presidente. ¿Qué le parece? GT: No hay ninguna actitud
antidemocrática. Está perfectamente establecido en la Constitución que los
parlamentarios pueden acusar constitucionalmente al Presidente de la República.
Nosotros no hemos llamado a derrocar el gobierno de Piñera, en absoluto. Ni
hemos incitado a nadie hacia esa situación”. Se sabe muy bien que el presidente
del PC, utiliza y cuida muy bien sus expresiones. Habría que destacar entonces:
“En absoluto”.
2.- Otra
parte clara de la izquierda asociada al FA, en su transversalidad, derechamente
irá al carnicero a introducir a las masas en el camino de una reforma,
apostando a mediano plazo, por abrir una vía socialdemócrata en Chile, para
equilibrar este neoliberalismo salvaje bajo un tipo de capitalismo con estado
de bienestar (no lejos, como vemos, de una formula anticipada por Lavín
-16/12/19).
3.- Otra
parte de la izquierda (ligada a un programa “anticapitalista y socialista”),
hace como el niño que tira la pelota para poder ir al mar, ejercitando un
desplazamiento para evitar enfrentarse directamente a la “Cosa”.
II
Abramos
brevemente una discusión respecto a la política de La Izquierda Diario,
órgano de difusión fundamentalmente del PTR, partido de vindicación trotskista,
en proceso de legalización. Recientemente uno de sus dirigentes, Dauno Tótoro,
contra el cual el gobierno tempranamente se querelló por “incitación a la
subversión”, sintetiza en un artículo en www.rebelión.org el programa
del PTR para este momento. Allí, el programa máximo es la AC Libre y soberana.
Invitamos al lector a leerlo y comprobar si es o no así (cf. Que no nos
engañen: La Convención Constitucional no es una Asamblea constituyente
realmente libre y soberana ) .
Pero
querríamos ir a lo fundamental como critica inmanente:
1) El PTR no
interpela a las masas con tareas que se desprenden de la caída de Piñera, con
Huelga General, método que ellos mismos plantean.
2) Vendan
los ojos respecto a todo idea de un Gobierno de Trabajadores posible (como
borrada también una perspectiva de gobierno provisional revolucionario)
3) se
limitan a indicar fantasmagóricamente que desde la AC –según se sobreentiende,
conquistada popularmente por una insurrección, suponemos, victoriosa- habría
que avanzar “en perspectiva de gobierno de los trabajadores”. ¿Cómo así?
Ante la
sencilla pregunta del obrero al partido: ¿Quién gobernará si cae Piñera? ¿Quién
sostendrá la caída de Piñera, o como evitar que la recaída sea en los brazos
del Parlamento?…., no habría respuesta.
De manera
que tampoco desde el PTR tendríamos una alternativa política coherente que esté
a la altura de la magnitud de la crisis, y que sea capaz de imprimir otra perspectiva
a la marcha de acontecimientos [1] .
Según
pensamos, la izquierda debe recuperar y dotarse de un programa revolucionario
que se diferencie de una política en base a escenarios y equilibrios estables,
y ponerse a la altura de los saltos, de los cambios bruscos, de los fenómenos fluidos,
de las transiciones, es decir, a la altura de la época revolucionaria que se
está abriendo (mundialmente) en esta década, y que Chile inauguró como el
eslabón más débil de la cadena.
Por
supuesto, que esto involucra reconocer la primacía política (y analítica) de la
lucha de clases (digamos, de todo lo que sea hoy exterioridad al régimen) por
sobre el régimen y sus instituciones, a la hora de elaborar y pensar la
política, considerando que la resolución –hacia un lado o hacia el otro- del
conflicto de clase abierto, así como los limites o los campos posibles
objetivos, dependen y se abren o cierran, primeramente en este orden.
Entonces:
¿Cómo pensar la lógica de las consignas, en una época revolucionaria, en una
época de “transición”?
[1] En
este sentido, me permitiré señalar que Dauno Tótoro piensa sobre la estabilidad
de su figura, que pareciera ser, en el fondo, política para situaciones
estables. Podemos considerar que la idea de conquistar escaños para hacer de
“tribunos del pueblo” (Lenin) e ir hacia las elecciones como eje -en tiempos en
que las instituciones y su legitimación casi llegan al grado 0- en lo
fundamental, es un exabrupto (las bancadas “obreras y socialistas”
conquistadas, como defensas en fortalezas del régimen, como muestran las
experiencias históricas resultan nimias, secundarias, en relación a la magnitud
y a la serie de fenómenos que estallan fuera del Parlamento y al régimen en
crisis).
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