domingo, 5 de abril de 2020

A PROPÓSITO DEL CORONAVIRUS: EXISTENCIA Y ESENCIA




sábado, 4 de abril de 2020


Hoy les hablo como trabajador y no como intelectual, hoy les hablo desde la particularidad y no desde la generalidad. Aunque soy Ingeniero Técnico y Licenciado en Filosofía, toda mi vida, desde los 22 años, he trabajado en el mundo de la pequeña empresa privada. Como estoy dentro de la población de riesgo no me ha quedado más remedio que trabajar desde mi casa. Me sigo levantando a las cinco y media de la mañana y desde esa hora tengo que pensar en la empresa. En mi empresa se ha aplicado un ERTE. Muchas trabajadoras y trabajadores querían entrar en el ERTE por miedo al virus y por estar cerca de su familia. Todos los que han entrado en el ERTE han perdido el 25 por ciento de sus ingresos mensuales. Y todos ellos, los que están trabajando y los que no, están atenazados por el miedo al futuro: sobre sus conciencias pesa la posibilidad de perder el trabajo.

Todos los días llamo a mis compañeros de trabajo, a los jefes de departamento de compra y facturación, pedidos y comercial, empaquetado y producción, para animarlos, para darles esperanzas, para dotarlos de una visión estratégica o de medio plazo. Nuestra empresa está altamente endeuda y como todas las pequeñas empresas es financieramente muy frágil. Durante tres meses tendremos que trabajar con pérdidas. Esto supone que nos tendremos que endeudar aún más. Alivio a mis compañeros de trabajo argumentándoles que como nos vamos a financiar con créditos ICO, al tener un año de carencia, el peso de esa deuda la enfrentaremos en abril de 2021; y de aquí allá tendremos tiempo de cambiar el rumbo de la empresa y pasar de tener pérdidas a tener beneficios. Hay que saber que si la empresa no arroja beneficios, los bancos no te renuevan las pólizas de crédito y te las transforman en créditos a pagar en tres años. Y si esto ocurriera, la empresa entraría en quiebra técnica y desaparecería del mapa. Vivimos con la esperanza de que a partir de julio se reactive la economía. Hasta ese entonces la incertidumbre mina las ilusiones de mis compañeras y compañeros de trabajo. Les pregunto sobre sus parejas, sobre sus padres y sus hijos. Y me cuentan anécdotas de sus hijos que nos hace reír y liberar tensiones. Sufro por ellos cada día. Pero no puedo demostrarles nunca desaliento.

Nuestras ventas han bajado un 73 por ciento. Todos los restaurantes que cerraron y eran clientes de nuestra empresa han congelado sus pagos. Algunas de las cadenas hoteleras que cerraron también han congelado sus pagos. Igualmente lo han hecho algunas pequeñas cadenas de supermercados que han tenido que cerrar una parte importante de sus tiendas. Nuestra empresa trabaja en una zona turística y la contracción de la demanda ha sido enorme. El problema estructural de esta empresa está en que se encuentra explotada por las grandes cadenas hoteleras y las grandes cadenas de supermercados. Su poder de compra es tan grande que nos imponen unos precios muy bajos. Así que la situación que se cierne sobre nuestra empresa, sobre sus empleados, es angustiosa. Así y todo trabajo día a día para ver cómo podemos mejorar nuestra financiación y cómo aumentar nuestras ventas. Día tras día me esfuerzo, con argumentos objetivos, en transmitirles a mis compañeros de trabajo esperanzas y alegrías. Y en todas esas comunicaciones no se me ocurre hablar ni por un instante de las contradicciones esenciales y universales del capitalismo. Aquí el problema está en la existencia y el ser y no en las esencias abstractas. Y lo que esperan mis compañeros de mí es futuro: asegurar el empleo.

Estas condiciones sociales de mi existencia me hacen ser radicalmente diferente de la mayoría de los teóricos marxistas y de la izquierda radical. Casi todos son profesores de Universidad, de Enseñanza Media o de  Educación General Básica. En su inmensa mayoría, aunque lleguen las crisis, primero la de 2008 y ahora la del coronavirus, tienen sus empleos y sus ingresos asegurados. Están tan alejados de las condiciones de existencia particulares de la mayoría de los trabajadores que son muy dados a hablar siempre en términos conceptuales abstractos y de las contradicciones indisolubles del capitalismo universal. No alivian a los trabajadores, los asustan y en ocasiones oscurecen sus mentes.

Las condiciones de la existencia social de los teóricos marxistas y de la izquierda radical son las que explican sus formas ideológicas. Escuchemos a Marx en La ideología alemana: “La división del trabajo solo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. –Los profesores constituyen la parte fundamental de los que se dedican al trabajo intelectual en sus condiciones más enajenantes– Desde este instante,puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante, se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría pura,…”. Lo que le sucede a una buena parte, sin duda la más hegemónica, de los teóricos marxistas y de la izquierda radical es que viven en un mundo donde la esencia de los conceptos ha sido separada de la existencia de la distintas formas de la práctica social. De ahí que sean muy tendentes no a comparar unos hechos con otros hechos, sino los hechos de la existencia con los hechos de su conciencia. Su concepto de socialismo no está basado en las formas embrionarias del socialismo en las sociedades capitalistas sino en el socialismo puro. Ni Hegel creía en los conceptos puros. Así que en este sentido muchos marxistas son más idealistas que el propio Hegel. (Como muchas personas pueden dudar de que sea cierto lo que afirmo de Hegel, les transcribo una cita contenida en su obra Filosofía de la religión que acredita que lo que afirmo es cierto: “Por lo tanto, con el saber inmediato ocurre que no se da en absoluto y cuando se nos dice que el saber inmediato es el saber verdadero, entonces hay que ver lo que se quiere decir, y ahí se pone en evidencia que es una abstracción vacía: la del saber puro”).

Mi corazón está partido en muchos trozos. La situación personal de mis compañeras y compañeros de trabajo me apena y no me deja dormir tranquilo. Los conceptos me alivian. Pero no vivo bajo el dominio de la enajenación conceptual. Y la enajenación conceptual se produce cuando la esencia se presenta separada de las condiciones de existencia de las personas. Este es el error en el que a mi juicio incurren una buena mayoría de teóricos marxistas y de la izquierda radical. Y esto me desalienta y me enfada. No hay que olvidar que el concepto primigenio de ideólogo se aplica justamente a aquellas personas que gracias a la división del trabajo en físico y espiritual se dedican al cultivo de los conceptos y a la elaboración de las teorías sociales puras. Esto que ocurre con los ideólogos marxistas ocurre igualmente con los ideólogos del viejo y nuevo liberalismo.

(No quiero desaprovechar la ocasión de hablarles de Pablo Iglesias como paradigma de lo que he argumentado. Hasta hace poco era un profesor de universidad que actuaba como puro ideólogo, lanzando esencias discursivas totalmente desligadas de las condiciones de existencia de la sociedad española. Ahora, en su calidad de Vicepresidente, actúa como un pragmático político, sus esencias discursivas radicales se han volatilizado, quedando su conciencia totalmente sometida a las condiciones de existencia de la sociedad española bajo la fuerza arrolladora del coronavirus. Este tipo de político produce un daño irreparable a la izquierda radical, pues la sociología vulgar presenta las cosas así: cuando joven era un idealista comunista, pero con la madurez comprendió que aquellos ideales carecían de verdad y fundamento e irremediablemente ha tomado conciencia de que no hay mejor sistema económico social que el capitalista)



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