miércoles, 22 de abril de 2020

CAMINO A LA SALIDA: REACTIVAR O REORGANIZAR


Escribe: Milcíades Ruiz

No hay acción sin reacción ni efecto sin causa. Esta fue siempre la clave de los primigenios filósofos cuyas reflexiones perduran. Lo señalo a raíz de la pandemia que asola la humanidad, concibiéndola desligada del proceso general de nuestro planeta y del proceso histórico social. En esta nota, resalto el principio universal de la proporcionalidad, intentando visualizar lo que se viene políticamente, en la perspectiva de que todo efecto se convierte a su vez, en causa de otro efecto posterior.

Al patriarca de la medicina, Hipócrates, se le atribuye la célebre frase: “A grandes males, grandes remedios”, y esta manera de pensar nos dice que “no podemos tapar el sol, con un dedo”. Si aplicamos este razonamiento a la situación que vivimos en torno a la pandemia, con sus efectos en todos los aspectos de nuestra vivencia, podríamos deducir por analogía, que la solución sostenible, está en su proporcionalidad estratégica.

Insistir en reactivar el hígado de un cadáver no es inteligente. Después de la pandemia, todos los países quedarán destrozados y sobre los escombros no se puede reanudar las relaciones comerciales anteriores. El volumen de comercio mundial ha colapsado: la Organización Mundial del Comercio (OMC) estima que caerá entre un 13% y un 32% en 2020. El mundo habrá cambiado en mucho porque la pandemia ha hundido lo que ya se venía a pique. Tenemos ahora una pandemia económica determinante de otras pandemias en los diversos aspectos de la vida humana.

Todo está relacionado con la globalización y no podemos gastar pólvora en gallinazos dispendiando recursos que lo necesitaremos más tarde. Subvencionar empresas que están quedando afuera por las roturas en la cadena de trasmisión económica internacional, no es lo más indicado. Tenemos que aceptar la realidad. Todos los países entrarán en reorganización de planes, pasando de la emergencia sanitaria a la emergencia nacional. No habrá vuelta a la “normalidad” pre pandemia. Sería una anormalidad planificar en contrario.

Si el mundo cambia, estamos obligados a cambiar. Si las compuertas internacionales se cierran, no nos queda sino trabajar alternativas endógenas, potenciando el mercado interno intensamente. Trabajar sobre los circuitos económicos internos. Si no tenemos pan de trigo importado, tendremos que volver a consumir “cancha”, que es más saludable. Trabajar en la sustitución de importaciones, cubriendo nuestras necesidades por nuestros propios medios, es una alternativa que cobra actualidad.

El gobierno no parece ser de este criterio. Aprovechando que estamos confinados emite decretos de urgencia sin autorización ni fiscalización, sin lugar a protestas. La suspensión “perfecta” y otros favoritismos empresariales, tienen otra óptica. Ya nos metió la yuca con los bonos soberanos por 3,000 millones de dólares de endeudamiento, puestos en subasta, hasta por el plazo de 10 años, a una tasa superior a la que viene cayendo por la crisis: 2,39% para el vencimiento al 2026, y 2,78% al 2031.

Los grandes beneficiarios de esta subasta han sido las transnacionales, cuando no. Si bien es para financiar la emergencia sanitaria lo que preocupa es la manera fácil de pasarnos la factura sin que podamos hacer nada. ¿Quiénes pagarán esa deuda? Nosotros. Quién más pues. Pero así es como empezamos a hundirnos en el pantano de la deuda pública, hasta que nos llega al cuello, como sufre ahora Argentina. Sin dinero para pagar las deudas ni para invertir en desarrollo.

Pero volviendo al tema, creo que la proporcionalidad estratégica es esencial. Una enfermedad grave no se cura con una aspirina. Pretender afrontar este gran problema de desarrollo mundial, con paliativos que cuidan preservar la causa, sin afectar la codicia capitalista, significa presionar el dique de contención social, hasta el punto de desborde de la ira popular, como sucedió en la revolución francesa. Si no hay un cambio trascendental, equiparable en proporción al riesgo, lo lamentaremos.

A una pequeña crisis se la resuelve con poco esfuerzo, pero no a una gran crisis. Ya no se trata de resucitar muertos, sino de salvar a los sobrevivientes. Millones caerán bajo la línea de pobreza extrema, en situación desesperante, queriendo arrasar con todo. Esta gran crisis nos da la oportunidad para plantear la reorganización nacional, con planes para la emergencia y planes de desarrollo sostenibles. Obviamente, resulta imprescindible una nueva constitución de la república, en términos de una nueva concepción de desarrollo equitativo.

Sobre esto tenemos que trabajar políticamente. Reorganización económica bajo una nueva concepción de equidad, reorganización política bajo una nueva concepción de democracia, reorganización administrativa con un nuevo tipo de Estado y reivindicación de lo nuestro, de nuestros valores ancestrales. Los socialistas sabemos a dónde vamos, pero necesitamos trabajar mejor. También la izquierda en general. O no.

Abril 21, 2020


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