Escribe: Milcíades Ruiz
No hay acción sin reacción ni efecto sin causa. Esta fue siempre la
clave de los primigenios filósofos cuyas reflexiones perduran. Lo señalo a raíz
de la pandemia que asola la humanidad, concibiéndola desligada del proceso
general de nuestro planeta y del proceso histórico social. En esta nota,
resalto el principio universal de la proporcionalidad, intentando visualizar lo
que se viene políticamente, en la perspectiva de que todo efecto se convierte a
su vez, en causa de otro efecto posterior.
Al patriarca
de la medicina, Hipócrates, se le atribuye la célebre frase: “A grandes
males, grandes remedios”, y esta manera de pensar nos dice que “no
podemos tapar el sol, con un dedo”. Si aplicamos este razonamiento a la
situación que vivimos en torno a la pandemia, con sus efectos en todos los
aspectos de nuestra vivencia, podríamos deducir por analogía, que la solución
sostenible, está en su proporcionalidad estratégica.
Insistir en
reactivar el hígado de un cadáver no es inteligente. Después de la pandemia,
todos los países quedarán destrozados y sobre los escombros no se puede
reanudar las relaciones comerciales anteriores. El volumen de comercio mundial
ha colapsado: la Organización Mundial del Comercio (OMC) estima que caerá entre
un 13% y un 32% en 2020. El mundo habrá cambiado en mucho porque la pandemia ha
hundido lo que ya se venía a pique. Tenemos ahora una pandemia económica
determinante de otras pandemias en los diversos aspectos de la vida humana.
Todo está
relacionado con la globalización y no podemos gastar pólvora en gallinazos
dispendiando recursos que lo necesitaremos más tarde. Subvencionar empresas que
están quedando afuera por las roturas en la cadena de trasmisión económica
internacional, no es lo más indicado. Tenemos que aceptar la realidad. Todos
los países entrarán en reorganización de planes, pasando de la emergencia
sanitaria a la emergencia nacional. No habrá vuelta a la “normalidad” pre
pandemia. Sería una anormalidad planificar en contrario.
Si el mundo
cambia, estamos obligados a cambiar. Si las compuertas internacionales se
cierran, no nos queda sino trabajar alternativas endógenas, potenciando el
mercado interno intensamente. Trabajar sobre los circuitos económicos internos.
Si no tenemos pan de trigo importado, tendremos que volver a consumir “cancha”,
que es más saludable. Trabajar en la sustitución de importaciones, cubriendo
nuestras necesidades por nuestros propios medios, es una alternativa que cobra
actualidad.
El gobierno
no parece ser de este criterio. Aprovechando que estamos confinados emite
decretos de urgencia sin autorización ni fiscalización, sin lugar a protestas.
La suspensión “perfecta” y otros favoritismos empresariales, tienen otra
óptica. Ya nos metió la yuca con los bonos soberanos por 3,000 millones de dólares
de endeudamiento, puestos en subasta, hasta por el
plazo de 10 años, a una tasa superior a la que viene cayendo por la crisis: 2,39% para el vencimiento al 2026, y 2,78% al 2031.
Los grandes beneficiarios de esta subasta han sido las transnacionales,
cuando no. Si bien es para financiar la emergencia sanitaria lo que preocupa es
la manera fácil de pasarnos la factura sin que podamos hacer nada. ¿Quiénes
pagarán esa deuda? Nosotros. Quién más pues. Pero así es como empezamos a
hundirnos en el pantano de la deuda pública, hasta que nos llega al cuello,
como sufre ahora Argentina. Sin dinero para pagar las deudas ni para invertir
en desarrollo.
Pero
volviendo al tema, creo que la proporcionalidad estratégica es esencial. Una
enfermedad grave no se cura con una aspirina. Pretender afrontar este gran
problema de desarrollo mundial, con paliativos que cuidan preservar la causa,
sin afectar la codicia capitalista, significa presionar el dique de contención
social, hasta el punto de desborde de la ira popular, como sucedió en la
revolución francesa. Si no hay un cambio trascendental, equiparable en
proporción al riesgo, lo lamentaremos.
A una
pequeña crisis se la resuelve con poco esfuerzo, pero no a una gran crisis. Ya
no se trata de resucitar muertos, sino de salvar a los sobrevivientes. Millones
caerán bajo la línea de pobreza extrema, en situación desesperante, queriendo
arrasar con todo. Esta gran crisis nos da la oportunidad para plantear la
reorganización nacional, con planes para la emergencia y planes de desarrollo
sostenibles. Obviamente, resulta imprescindible una nueva constitución de la
república, en términos de una nueva concepción de desarrollo equitativo.
Sobre esto
tenemos que trabajar políticamente. Reorganización económica bajo una nueva
concepción de equidad, reorganización política bajo una nueva concepción de
democracia, reorganización administrativa con un nuevo tipo de Estado y
reivindicación de lo nuestro, de nuestros valores ancestrales. Los socialistas
sabemos a dónde vamos, pero necesitamos trabajar mejor. También la izquierda en
general. O no.
Abril 21,
2020
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
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