27/04/2020
Mucho se
habla y escribe ahora sobre el surgimiento indetenible de un nuevo orden
multipolar y pluricéntrico, el cual vería al poder mundial redistribuido en
grandes áreas de influencia que representarían tres polos comandados por EEUU,
China y Rusia; cada polo incluiría una serie de potencias regionales y locales
en alianza con las superpotencias, por lo que en lugar de tres centros
geopolíticos tendríamos una pluralidad de centros en cada área. Ahora bien, los
Estados Unidos no están muy felices con esa perspectiva por lo que están
haciendo lo que consideren necesario para evitarlo o retrasarlo, o al menos
quedarse con la mayor porción y una ventaja significativa en el nuevo orden
mundial, no importa si para ello deba violar abierta y descaradamente todos los
principios, valores y derechos humanos, o la soberanía y la libre
autodeterminación de los pueblos del mundo.
La política
exterior de los Estados Unidos bajo la administración Trump (que internamente
vive lo que algunos llaman ya una guerra civil fría) asume un carácter
ofensivo y agresivo que ya no se preocupa por disimular su verdadera naturaleza
imperial, ya no disfraza su relación con sus socios del occidente colectivo y
el norte global como alianzas, simplemente les deja claro que son sus vasallos
y deben obedecer, seguirlo y callar, aún a costo de su propia seguridad y
bienestar, una realidad que está abofeteando a la orgullosa Europa en su
aristocrático rostro; al mismo tiempo rompe con cualquier atadura legal del
derecho internacional que pueda limitar en sus propósitos, así abandona la
UNESCO, rompe unilateralmente con el pacto nuclear con Irán y los 5 + 1, se
retira de los tratados de regulación de la armas nucleares como el INF y crea
las condiciones para romper el Start-III el próximo año, sanciona a la CPI y
retira su contribución a la OMS en medio de la pandemia, acusándola además de
complicidad complaciente con China, responsable de todo según la tesis
imperial.
En el
terreno propiamente geopolítico y militar, así como deja claro el papel de los
aliados, también establece quienes sus rivales y enemigos, demonizados por
todas las razones posibles que el discurso oficial pueda argumentar o
simplemente inventar, y además por todas las que la maquinaria cultural
hollywoodense ha venido construyendo en el imaginario colectivo de occidente en
forma de la liga del mal; acusaciones de terrorismo (siendo sus principales
promotores y financistas históricos), o de narcotráfico (aun cuando es el
principal consumidor y protector de los principales productores que son sus
socios estratégicos); incluso supuestos reclamos de libertad de navegación en
el mar de China, el golfo pérsico, el mar negro o el ártico sirven para
justificar su presencia militar extraterritorial en aguas y cielos ajenos.
Sanciones unilaterales e ilegales, leyes extraterritoriales que sustentan la
competencia desleal en el comercio de bienes y servicios, e incluso de armas;
medidas de máxima presión dicen ellos, que lejos de flexibilizarse en tiempos
de coronavirus se incrementan y agudizan aun en contra del clamor mundial por
solidaridad.
Ante la
arremetida imperial el mundo mira expectante las reacciones de los llamados
nuevos polos de poder, es decir, tanto a la Rusia Reemergente como a la China
creciente e indetenible, la razón es muy sencilla, y es que siendo honestos son
los únicos estados con el poder disuasivo suficiente para desafiar a los EEUU,
otras potencias regionales y algunas naciones dignas y soberanas pueden
plantear una seria resistencia a la agresión imperial, e incluso pasarle una
alta factura, pero únicamente rusos y chinos pueden intimidar al gigante con el
único argumento que este parece entender: La Fuerza. Al respecto, mientras los
EEUU asumen una estrategia a lo Mike Tyson, sabiéndose dueños de una ventaja de
tamaño, peso y gran pegada, va hacia adelante a aplastar a su rival, sin
compasión, espera incluso ganar antes de entrar al rin, sembrando el miedo en
su contendor para luego derrotarlo y humillarlo llevándolo a lona, sin
descartar la posibilidad de arrancarle algún pedazo de oreja; Rusia en cambio
es como el boxeador experimentado y técnico, cuenta con la experiencia y la
sabiduría de una historia de lucha y defensa permanente por su supervivencia,
sabe que ya no tiene la misma mano de piedra de antes, pero se mueve con
elegancia, esquivando los golpes y marcando puntos importantes, recibe golpes
pero los asimila, lo más importante es que no se amilana ante la diferencia de
tamaño y poder, parece frío, es sereno y firme, no deja ofensas sin respuesta y
se gana el respeto de los espectadores; por su parte China me recuerda un poco
a Rocky, aún no es el favorito pero es muy fuerte y cada vez se fortalece más,
tiene una extraordinaria capacidad de resistencia, tal vez le falta experiencia
y técnica boxística, pero es paciente y observador, recibe unos golpes y los
asimila, devuelve algunos, bloquea otros, es prudente, quizás demasiado, aun
así espera su momento Rocky, ese en el que dará el golpe decisivo que lo
convierta en el indiscutible ganador a pesar de que aparentemente puede estar
perdiendo en las papeletas.
Creo que
Tyson, digo Estados Unidos está convencido de poder vencer a sus retadores uno
por uno, por esa razón es que su mayor pesadilla se traduce en una alianza real
y completa Ruso/China, no sólo política y económica sino también militar, ahora
bien ¿qué tan posibles es esto?, ¿acaso no existe ya?, ¿qué favorece y qué
obstruye esa posibilidad? Para comenzar debemos decir que Rusia y China hasta
hora comparten algunos objetivos geopolíticos comunes como la necesidad del fin
del orden unipolar estadounidense y la obligación de defenderse de un enemigo
común, eso los hace coincidir en sus posiciones en el CSNU, en los BRICS y otros
organismos multilaterales, así como hacer causa común en algunos aspectos de la
política exterior, sin olvidar los lazos económicos y energéticos; no obstante,
coincidir en el lugar de destino no significa compartir el camino y caminar
juntos lado a lado; es decir que no, una alianza como tal aún no existe entre
ambas potencias. Las razones que hasta ahora lo han impedido son en primer
lugar las distintas realidades de las que cada uno parte y las diferentes
estrategias adoptadas por cada quien, amén de sus particulares cosmovisiones,
culturas, tradiciones y características de sus sistemas políticos y económicos;
incluso la historia y la geografía juegan un papel aquí, por cuanto siendo
vecinos hay algunos diferendos por resolver, e incluso han ocurrido conflictos
armados y relaciones tensas en el pasado en diferentes momentos de la historia
contemporánea. Finalmente, ninguno aceptaría una alianza en los términos de la
OTAN, por ejemplo, es decir que, por orgullo nacional ni Rusia, ni China
aceptaría ser el socio menor del otro, con todas las implicaciones del caso.
Planteado
este escenario, la arremetida imperial y la pandemia han lanzado un desafío de
proporciones globales que las potencias emergentes y reemergentes no pueden
eludir, si este reto los encuentra divididos, y EEUU cuenta con eso, es
probable que un imperio que declina obtenga un triunfo que le permita extender
su hegemonía por más tiempo, o al menos asegurarse que en un orden multipolar,
continúe conservando el indiscutible título de número uno mundial. La apuesta
de Estados Unidos (no sólo de Trump y su administración) ya está sobre el
tablero: La feroz y multifactorial guerra desatada contra China desde múltiples
frentes, oficial, civil, legal, seguida fielmente por los socios europeos y
sionistas, para responsabilizar y hacer pagar a los chinos por la pandemia y
sus consecuencias globales, a través de sanciones, suspensión del pago de la
enorme deuda de EEUU con China, e incluso el pago de indemnizaciones
estratosféricas al occidente colectivo; sumemos el apoyo descarado a Taiwán y a
la subversión de Hong Kong, así como los reclamos de Vietnam y otros países del
mar de China, la presencia constante de barcos de guerra y aviones militares en
las aguas disputadas, todas estas líneas rojas para los chinos.
Con los
Rusos, la OTAN se empeña en estrechar el bucle de la anaconda para estrangular
las fronteras del oso ruso, estrategia que implica la constante presencia
armada en el mar negro y báltico, los reclamos de libertad de navegación en la
ruta ártica, el apoyo abierto con recursos y equipos a Ucrania en el Dombas y a
Japón en las islas Kuriles, la intención de prolongar indefinidamente el
conflicto sirio, la aplicación de la ley extraterritorial para contrarrestar
enemigos a cualquier país que pretenda comprar armas rusas y la descarada
campaña desatada contra los gasoductos Nord Stream II y Turkish Stream que
llevan el gas a Europa; al igual que las consabidas acusaciones contra Rusia
por Crimea, Skripal, injerencia electoral en EEUU y un montón de cosas más que
alimentan la rusofobía en la sociedad estadounidense y europea, tan necesaria
para mantener el miedo que justifique las acciones económicas y militares
contra el pueblo ruso.
Adicionalmente
las campañas contra Irán y Venezuela, sólo retrasadas por la pandemia y sus
terribles efectos sobre la sociedad y las fuerzas armadas estadounidenses,
constituyen un desafío directo a los intereses de Rusia y China en el Oeste de
Asia y en América Latina; el caso venezolano alcanza unas dimensiones que aun
algunos no alcanzan a ver: Perdido de facto el Brasil como aliado geopolítico
del BRICS, atraído este a la esfera política y militar de EEUU, renunciando a
su oportunidad histórica de convertirse en la potencia emergente del sur y a un
lugar protagónico en el escenario global, a rusos y chinos sólo les queda un
enclave para mantener una presencia importante en suelo americano, y ese
enclave es Venezuela; de esta forma la agresión contra los venezolanos no sólo
es para apropiarse de sus enormes riquezas a través de la imposición de un
gobierno títere como en Brasil, Ecuador y Bolivia, sino que de hecho persigue
como objetivo global dar una dura lección a sus rivales geopolíticos y
demostrarle al mundo que Latino américa seguirá siendo su patio trasero y su
hacienda, mina y pozo particular de uso exclusivo.
La realidad
hasta ahora expuesta justifica el título de este artículo, Rusia y China están
frente a una decisión histórica con implicaciones globales; deben decidir qué
hacer ante el desafío imperial vigente; por un lado pueden seguir cada uno con
su estrategia particular y asumir la confrontación en solitario, u optar por el
control de perdidas cediendo ante las pretensiones estadounidenses para evitar
la amenaza de un conflicto armado de consecuencias inasumibles; por otra parte
está la opción de hacer una alianza real y completa, no sólo para confrontar el
desafío sino para salir victoriosos sin necesidad de llegar a las armas, lo
cual nadie en el mundo desea; por esta razón es ahora o nunca, es necesario
sentarse y llegar a acuerdos, ceder en algunos puntos específicos en las
diferentes aspiraciones llegando a lugar intermedio que satisfaga a ambas
partes; se requiere reconocer las fortalezas y debilidades de cada uno que
pueden ser complementadas por la fortalezas y debilidades del otro alcanzando
un nivel de fortaleza que disuada al imperio y lo obligue a ceder en la mayoría
de sus ambiciones.
Una alianza
política y económica de Rusia y China, por ejemplo entre el potencial
energético ruso y la enorme capacidad industrial china tendría alcances que le
quitaría el sueño a Estados Unidos, pero lo que realmente le causaría
pesadillas sería una alianza militar real Rusia/China; todos los expertos
militares estadounidenses en publicaciones especializadas estadounidenses
coinciden en que sería imposible ganar una guerra contra esta alianza, tal cual
lo demuestran todos los juegos de guerra y simulaciones realizadas por ellos;
es decir que la alianza militar puede disuadir efectivamente al imperio,
impidiendo al mismo tiempo la prolongación de su hegemonía unipolar y una
guerra de proporciones globales.
Pongamos
sólo algunos ejemplos del alcance militar de la alianza: Rusia heredó la flota
soviética que en su mayoría ha envejecido y está desactualizada, siendo hasta
hora imposible sustituir los grandes navíos oceánicos (Destructores, Cruceros,
Porta helicópteros y Porta aviones), aun así los rusos conservan una ventaja
considerable en tecnología de misiles crucero de despliegue naval de largo alcance
y altísima velocidad contra objetivos terrestres y marítimos, el problema es
que sus barcos más nuevos no son lo suficientemente grandes y sus barcos más
grandes no son para nada nuevos; por su parte China tiene una gigantesca
industria naval militar que produce grandes barcos de guerra oceánicos a una
velocidad mayor que la de los propios EEUU, los misiles de esos barcos son
buenos y temibles, pero aún son menos rápidos y con menor alcance que sus
contrapartes rusas; siendo metafóricos es como decir que Rusia tiene las
mejores balas pero pocas y pequeñas pistolas, mientras China tiene las pistolas
grandes y numerosas con buenas municiones, pero no necesariamente las mejores;
un acuerdo de construcción naval conjunto que permitiera a ambas potencias disponer
de grandes barcos chinos armados con los mejores misiles anti arreos y anti
buque rusos sería aterrador para EEUU; concretamente: Un Destructor/Crucero
tipo 055 de 13 mil toneladas de desplazamiento, con sus 112 celdas de
lanzamiento vertical armadas con misiles anti aéreo navales S-400, y de
crucero Caliber (2.500 Km de alcance a tierra), anti buque Ónix (velocidad mach
3 y 600 Km de alcance) y los hipersónicos Circón (velocidad mach 9 y 1000 Km de
alcance), se convertiría automáticamente en la nave de guerra más poderosa del
planeta; únicamente este acuerdo ya plantea el escenario de pesadilla para
Estados Unidos, y eso sin mencionar lo que se pueda hacer con las fuerzas
áreas, terrestres y misilísticas.
Rusia, China
y las potencias regionales emergentes están ante una disyuntiva histórica,
planteada por el doble desafío de la arremetida imperial y la pandemia del
Covid-19, bien pueden optar por continuar con estrategias individuales, para
alegría de los estadounidenses, o por el contrario buscar el dialogo y la
traducción necesaria para coordinar esfuerzos, crear vínculos y alianzas que
respetando la soberanía y la libre determinación de los pueblos, permitan hacer
un frente común contra la pretensión de quienes se asumen como los amos del
planeta de continuar reproduciendo un modelo imperial explotador que atenta
contra la naturaleza, la humanidad y la vida como un todo. Finalmente, también
los pueblos del mundo y del sur global debemos aprovechar las lecciones de la
pandemia para hacer un verdadero cambio cultural, por cuanto como bien decía
Silvio Rodríguez hace algunos días en una entrevista con el hermano José Negrón
“Los complejos de superioridad y desmanes de algunos países son parte de una
naturaleza, de una cultura. Nada de eso se va a abolir por decreto, porque no
sólo creen en ello quienes mandan, también están convencidos muchos de los que
son mandados”.
Oswaldo
Espinoza
Pltgo. MSc.
Docente UBV.
Investigador
CEPEC-UBV.
Investigador
Colaborador CIM
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