27/04/2020
¿Usurpación
semántica para derrotarnos con nuestras propias banderas?
Transformar
al mundo es una consigna de los pueblos. Está en disputa (renovada) la
hegemonía semántica sobre la idea de “Nuevo Orden”. No es la primera vez que
una “crisis” internacional produce el antojo de esconder la basura, generada
por la opresión, bajo la alfombra de lo “Nuevo”. Como si fuese un conjuro para
saltar, sin solución de continuidad, de una estadio económico-político-social a
“otro” idéntico pero desmemoriado∫. Aunque la vida no se comporte así. Un
personaje de teleserie dijo: “el pasado nunca se queda donde lo dejas”.
Por ejemplo,
las viejas manías reformistas, pertinaces e irritantes, pretenden anestesiarnos
con una invocación “reloaded” hacia un “Nuevo Orden”. Añejo truco desvencijado
que sólo tiene seguidores a sueldo o desprevenidos. Si los poderes fácticos
hablan de otro “Nuevo Orden” hay que fijarles una agenda de mínima y de máxima,
con los pies bien puestos sobre a realidad, objetiva y subjetiva, vigentes. Ya basta
de “buenos propósitos” efímeros. Lo único Nuevo es el Socialismo; la comunidad
organizada, por ella misma para poner como interés social supremo la vida
buena, el buen vivir, inclusivo y diverso, en sociedades igualitarias. Lo único
nuevo es la emancipación de los oprimidos, asumiendo su papel como dirección
transformadora. Nada hay nuevo en el capitalismo, incubadora repetitiva de
desorden y anarquía.
Avejentado
el modelo económico que tiene al 1% de la población como poseedor del 99% de
las riquezas mundiales… lo “nuevo” será crear un sistema riguroso de
distribución equitativa, por ejemplo. Distribución nueva: a cada cual, según
sus necesidades, de cada cual según sus capacidades. Avejentado el modelo de
valores, que impone respeto y pleitesía al aparato jurídico dominante, donde la
ley pesa como maldición contra los pobres y la corrupción inclina la balanza de
la “justicia” siempre hacia la impunidad de los adinerados… lo nuevo exigiría
un modelo de Justicia Social capaz de impedir la apropiación de las riquezas en
unas cuantas manos y eso implica las riquezas naturales, comunicacionales,
artísticas, científicas, éticas… lo nuevo sería salir derrotar al capital. Y
así con la educación, la salud, la ciencia… No es la pandemia lo que acelera en
“Nuevo Orden”, tampoco es una liturgia.
Decir
“avejentado” aquí, no implica amor por el novedosísimo. Tampoco es emboscada
para echar a la basura la experiencia y mucho menos la historia que siempre
debe ser analizada críticamente. Implica enfatizar el peso de una injusticia
cometida contra la humanidad, en un plazo específico, y que hoy sólo tiende a
empeorar los daños contra el planeta y contra la especie humana. Un modelo
económico e ideológico que sólo hace felices a unos cuantos privilegiados y a
algunos subalternos con el cerebro lavado. El capitalismo envejeció y hoy es un
catálogo macabro de inmoralidades y peligros del que urge salir en consenso,
con un plan superador. Sin amos, sin patrones, sin clases sociales, sin
humillaciones ni desprecios. Nuevo, radicalmente…desde las raíces, pues.
Invocar una
“Nuevo Orden”, así nomás con “buena voluntad”, además de ilusionista resulta
sospechoso. Es necesaria una definición dialéctica del “Nuevo Orden” basada en
un trabajo minucioso sobre los núcleos mismos de las contradicciones que
hicieron posible al capitalismo. Lo “nuevo” está anidado en las luchas
emancipadoras de los pueblos, está en cada una de las contiendas que disputan
su emancipación -en condiciones asimétricas- pero que crecen dinámicamente
desde el seno mismo del aparato de dominación. En ese campo de lucha está el
debate capital-trabajo y de ahí hay que entender cómo ascender hacia lo
“nuevo”. El “Nuevo Orden”, que no pude ser otra cosa que la aniquilación
definitiva de la explotación, exige la reivindicación del trabajo como fuente
suprema de la riqueza y la revaloración histórica de la producción de la
riqueza, politizándola hasta en las tareas de su distribución democrática,
justa e irrestricta.
Ese “Nuevo
Orden” no puede ser un repique de cencerros para regresarnos al “buen camino”
de la mansedumbre. No importa que tan suculentas sean las mesas servidas con
más de la misma nadería. No nos prestemos a ese juego. Tengan el apellido que
tengan. La situación mundial es inobjetablemente difícil y no hay lugar para
más payasadas mesiánicas ni ilusionistas. Hay que discutir el “Nuevo Orden” en
clave de transformación profunda del mundo y con el ánimo más decidido a
derrotar las viejas manías del engaño y todos los resquicios fabricados por el
reformismo. Eso incluye a los trepadores, a los oportunistas y a los que medran
siempre para agitar las banderas ajenas. La nausea misma. Ya se escuchan las
alharacas en los tugurios de los prestidigitadores burgueses como Mr.
Kissinger.
Es inútil
esperar el “Nuevo Orden” como caído del cielo. Y eso no implica despreciar los
aportes paridos con las mejores metas. El “Orden” que la humanidad reclama, lo
impondrán los trabajadores con las fuerzas y los tiempos que logren ir
ganándole a las condiciones concretas, pero con su agenda propia. Sin
espejismos ni retóricas especializadas en idealizar soluciones o en fabricar
conjuros mágicos. Transformar al Mundo es una bandera proletaria que sintetiza,
en su riqueza semántica, la fuerza de la organización y la consciencia de
clase. No es un “buen propósito” para decorar discursos ni una estratagema para
anestesiar la rabia producida por la esclavitud. Transformar al mundo debe ser
un programa humanista, minucioso e inclusivo, fincado en la convergencia de las
ciencias, la ética y la moral de la lucha de los pueblos a lo largo de su
historia, o será nada. No vamos a permitir que ahora, los mismos viejos
artífices de las peores desgracias planetarias, resulten ser adalides de lo
“Nuevo”, mientras ganan tiempo para reordenar el desastre producido por ellos
mismos y se las ingenian para que nosotros paguemos, una vez más, los platos
rotos de la pachanga burguesa. Ellos olfatean el hartazgo de los pueblos y
necesitan tiempo para reordenarse. Cueste lo que cueste. A su espejismo le
llaman “Nuevo Orden”. Ahí tenemos un escenario crucial para la Batalla de las
Ideas, ascendiendo a la Praxis.
Dr. Fernando
Buen Abad Domínguez
Director del
Instituto de Cultura y Comunicación
y Centro
Sean MacBride
Universidad
Nacional de Lanús
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