22/04/2020
Introducción
En octubre
del año 1999 utilicé por vez primera el término “Globafascistización”,
en un artículo publicado en la prensa escrita en un país centroamericano (1),
texto que precisamente intitulé con ese concepto.
La síntesis
de este escrito se relacionaba con el planteamiento de que, en el siglo XXI, la
única forma en la cual el neoliberalismo podría sostenerse, sería a través del
establecimiento de un régimen fascista de carácter global o
semi-planetario.
Este término
creado a propósito del “nuevo desorden internacional” post-1989, era una
derivación lógica del análisis del curso que tomaría la profundización del
modelo económico neoliberal, brutal y deshumanizante, que a partir de los años
noventa, se mostraba alentado y envalentonado por la extinción/desaparición del
“mundo socialista” (la URSS y sus países satélites), y propulsado por la agenda
imperial que anunciaba el triunfo y establecimiento sin contendientes de un
orden hegemónico global centrado en los EEUU.
Varios años
después, a raíz de las graves crisis financieras y bursátiles de inicios del
siglo XXI (la crisis de las Punto.com y la Enron), y posteriormente, a
partir de la crisis financiera de los años 2008-9 (la crisis de las
“hipotecas basura”), continué desarrollando la noción de “Globafascistización”,
a través de un segundo artículo, publicado esta vez en la revista Alainet (en
el año 2008), el cual puede ser consultado en sus archivos digitales (2).
En ese contexto
general, el planteamiento central detrás del concepto de “Globafascistización”,
es que las crisis cada vez más profundas, recurrentes y sistémicas del
capitalismo neoliberal, son provocadas en gran medida por el desenfreno
especulativo del sistema financiero de EEUU y Occidente, en acción articulada
con esa modalidad de “Keynesianismo pentagonista” (expansión ilimitada
del gasto militar por todo el planeta), que a la postre llevarían a la
humanidad entera a un punto tal de ingobernabilidad, que este modelo económico
desquiciante y antisocial solo podría sostenerse en base a la fuerza bruta, la
represión institucionalizada, el autoritarismo y el control social extremo.
La actual
coyuntura mundial pareciera mostrar un panorama similar al descrito hace 21
años a través del concepto arriba citado. Hoy el fenómeno de las cada vez más
recurrentes crisis financieras globales, en combinación con la creciente
militarización de la sociedad global no parece ser pasajera ni
circunstancial.
El propio
Fidel Castro (por cierto, una singular mente brillante con la cual era o es
difícil compararse), en algunos de sus últimos artículos publicados poco antes
de su muerte, desde el reposado retiro en su hogar, advirtió al mundo entero de
la posibilidad de que el sistema sufriera un repentino y brutal “Shock
financiero global”, que pusiera en grave peligro la existencia misma de la
humanidad. Gracias a la internet esos artículos también pueden ser
consultados y revisados por los interesados.
Si Wall
Street falla, ahí está la FED; si ambos fallan, ahí está el Pentágono.
Todo indica
que “está planificada destrucción de la economía global” (según lo
califica Peter Koening) (3), disfrazada u oportunistamente utilizada a través
de la pandemia, en realidad esconde un violento remezón a las estructuras más
sensibles del capitalismo global, que bien sabemos se incubó mucho tiempo antes
en la Fed y la banca internacional y no en Wuhan.
Como bien se
sabe a partir del estudio de las experiencias históricas del capitalismo
central (ante todo anglo-norteamericano), en particular, en base al análisis de
las más importantes crisis sistémicas que el sistema ha enfrentado al menos
durante el último siglo, sucede que cuando el sistema financiero no puede ya
resolver sus propios problemas, como aquellos causados por el estallido de las
burbujas financieras que la compulsiva especulación desenfrenada desata, el
banco de la Reserva Federal (FED), acude en auxilio.
Por su
infinita capacidad para emitir papel moneda la FED no puede quebrar. Una de sus
principales funciones es inyectar liquidez al mercado, y ello incluye rescatar
bancos y corporaciones en quiebra (en particular, las entidades públicas o
privadas de mayor peso e influencia política), ya sea a través de bonos,
préstamos de emergencia a muy bajo interés y mediante garantías especiales, o a
través de la emisión de “papelitos de colores”, como Lenin solía llamar
al papel moneda inorgánico, al papel moneda sin ningún respaldo en algún valor
real de aceptación general.
Si bien es
cierto que estas operaciones económicas y financieras de emergencia (o de
“contención bomberil” si se quiere), en el largo plazo no resuelven los
problemas de fondo del sistema (la tendencia recurrente a la desenfrenada
especulación con valores ficticios, o a insolubles contradicciones
estructurales propias de la naturaleza inherente del capitalismo, relacionadas
con su modelo de acumulación y reproducción), en efecto, en el corto y mediano
plazo (al menos en “recesiones normales”), logran la reactivación parcial de
segmentos importantes de la economía.
La historia
económica de los Estados Unidos y Europa Occidental nos muestra que cuando la
recesión es demasiado severa y se torna en una profunda depresión (como la de
1929 y años subsiguientes), al punto que ni Wall Street ni la FED pueden
resolver, entonces aparece el Pentágono, para poner en marcha la maquinaria de
guerra como medio de reactivación de la economía.
De hecho,
como bien se sabe y está plenamente estudiado y documentado, las dos grandes
guerras del siglo pasado estuvieron antecedidas por fuertes problemas recesivos
de la economía mundial, y por una intensa pugna entre potencias por el dominio
de mercados internacionales. Es la guerra interviniendo en (y resolviendo a su
manera) problemas de mercados. ¿Alguna coincidencia con el momento actual?
Sin lugar a
dudas, el capitalismo se asienta y re-estabiliza en/ y a partir de la
violencia, sea esta monetaria, especulativa, estructural o militar. Dados estos
poderosos “instrumentos operativos” de los cuales históricamente ha echado mano
el sistema, no podemos ni debemos subestimar la capacidad del viejo capitalismo
para “resetearse”, para reestablecer su frágil estabilidad. Por
ello, suena precipitado anunciar su pronto final.
Al menos por
ahora, pareciera que una parte de estos “instrumentos operativos” clave del
capitalismo global arriba citados, aunque están parcial y temporalmente
agotados, aún pueden dinamizar ciertas “cosas”, ciertas “externalidades” como
dicen los economistas.
Si bien es
cierto que el problema fundamental del capitalismo global en estos momentos, es
la incapacidad del sistema financiero especulativo para reconectarse con la
esfera real de la economía, con esa dimensión real y concreta del trabajo
productivo (la cual Wallerstein diferencia del supra-capitalismo al denominarle
el “mercado”), el sistema puede echar mano de laviolencia estructural (la
quiebra en serie de numerosas empresas y del desempleo masivo; el masivo
endeudamiento de economías nacionales en apuros a cambio de más privatización y
más extractivismo de recursos naturales), así como también echar mano del ya
mencionado pentagonismo, bajo la forma de despliegue del
expansionismo militarista, en términos presupuestarios y de presencia operativa
a través de bases y movilizaciones de tropas en múltiples regiones del
mundo.
Y en efecto,
el acrecentamiento de ambos fenómenos está ya presente. Solo en los EEUU
la OIT reporta un número alarmante de personas que han perdido sus empleos
formales en las últimas semanas (22 millones de trabajadores al 15 de abril del
presente año) (4). Y esta entidad prevé que a nivel mundial los números de
desempleo asciendan a más de un centenar de millones en los próximos
meses.
Pareciera
que estamos a las puertas de un violento y creciente proceso de derrumbe de
capitales de distinta magnitud (donde los medianos y pequeños sufrirán sin duda
alguna la peor parte), en esta especie de “autofagia” o “canibalismo
capitalista”.
¿Portaaviones
o bitcoins?
Mientras
tanto, el otro recurso estratégico e instrumento predilecto de salvataje del
sistema (el pentagonismo), renueva en medio de la presente crisis su
protagonismo, con el inicio de una movilización de gran escala de portaaviones
y buques de guerra, diverso arsenal ofensivo de gran alcance, y tropas a lo
largo y ancho de distintas regiones del mundo, incluyendo la frontera
colombo-venezolana, el sureste asiático y el caribe latinoamericano.
De momento,
aquí en nuestras vecindades, Venezuela es el pretexto inmediato para tal
despliegue militarista. El gobierno ruso ha elevado ante Washington su
protesta (5). Irán y el Oriente Medio también son “puntos calientes”, y por muy
“novedosas” que parezcan las aparentes “alianzas tácticas” entre Trump, Putin y
el gobierno de China, la solidez de esta “entente” no pareciera estar
garantizada, ante todo, por la agudización de la recesión económica, y ante los
agudos antagonismos comerciales y geopolíticos entre estos bloques de poder
antagónicos, el Euro-Asiático y el Occidental.
En estos
momentos es muy difícil ser optimista, y menos sobre acuerdos (públicos o
secretos), entre potencias que luchan abiertamente por agendas opuestas.
Occidente está en una grave situación. Su moneda histórica – el dólar-
está en crisis terminal. La Fed y la banca internacional pueden intentar paliar
la crisis lanzando –aún más- cantidades diluvianas de papel moneda (o peor aún,
derivados financieros), pero eso solo será como apagar un incendio con
gasolina.
Europa está
muy limitada por si sola para liderar la gestión efectiva de la crisis
internacional. ¿Transición hacia una moneda digital? ¿Con qué respaldo?
Esta no parece una salida realista, pues no soluciona el verdadero problema de
fondo, que es la sobresaturación del sector financiero con valores ficticios
(entre 20 y 40 trillones de dólares según calculan analistas especializados)
(6), no resuelve el problema del enorme déficit fiscal de EEUU, calculado solo
para este año en 3.8 billones de dólares adicionales, ascendiendo en total a la
astronómica cifra de $ 984 billones (7), en camino de representar alrededor del
18.7 del PIB de EEUU, la tasa de déficit público más alta desde la Segunda
Guerra Mundial (8), y más importante aún, una moneda digital tampoco resolvería
la pronunciada desconexión del sector financiero-especulativo con el sector
productivo.
En síntesis,
Occidente, con todas las contradicciones internas de sus élites y sus diversos
bloques de poder, nuevamente requiere de guerra, pero no de una guerra
cualquiera. Como en 1914 y en 1939, requiere de un conflicto de grandes
proporciones. Si no acuden a ese expediente tan extremo, parece que lo más
seguro e inminente es la implementación del “shock estructural”, una
medida igualmente desastrosa; dejar que la bancarrota en serie desplome
numerosos sectores de la economía mundial, como ya está ocurriendo ahora en
numerosos países con el sector del turismo, restaurantes, aerolíneas, hotelería
y el mercado petrolero, entre muchos otros segmentos.
De cualquier
forma, el capitalismo neoliberal no pierde. Como dice el profesor Chossudovsky,
“la evidencia ampliamente confirma que el neoliberalismo no ha sido derrotado.
Es totalmente lo opuesto”. Lo que se viene, según su perspectiva, es una
virtual reprivatización (por la vía del re-endeudamiento masivo ante el
FMI/BM), pero esta vez de mayor escala. Es lo que él denomina “del ajuste
estructural al ajuste global” (9).
Por todo
ello, inquieta saber si el actual confinamiento planetario al cual se somete a
gran parte de la humanidad, tiene únicamente como principales objetivos, el
evitar levantamientos masivos ante la quiebra en cadena de empresas de toda
escala, el desempleo y el hambre rampante, “arrodillar” a gobiernos y empresas
privadas ante la banca internacional prestamista, o si, además, se trata de
prepararnos para otros eventos de gran magnitud, como podría ser, un “ataque
nuclear preventivo”.
Notas:
1. El artículo en mención fue publicado en 1999 en “El Nuevo Diario”,
Nicaragua.
2. Este texto fue publicado el 23/06/2008 y lleva por título “Globafascistización:
un concepto nuevo para un problema viejo”. Puede consultarse en el
siguiente enlace virtual; https://www.alainet.org/es/active/24868
3. “IMF Projects Global Economy in 2020 to Contract by Mere 3 %. Is this
a joke?; Peter Koening, Global Research, April, 15 2020. https://www.globalresearch.ca/imf-projects-global-economy-2020-contract-3/5709691
4. “Más de 22 millones de trabajadores estadounidenses solicitan
prestaciones por desempleo en solo cuatro semanas”. Democracia Ahora;
16/04/2020: https://www.democracynow.org/es/2020/4/16/titulares
5. Moscú (Sputnik): “El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia rechazó
el bloqueo que impuso Estados Unidos a Venezuela bajo el pretexto de
operaciones antidrogas. 14.04.2020.
6. “Understanding Great Recessiones. The Dynamics of Epic Recession”
(Part 1): Dr. Jack Rasmus; Global Research, April 13, 2020.
7. “All levels of goverments habe been precipitated into a debt
stranglehold. The debt cannot be rapaid. In the US, the federal déficit “has
increased by 26 % to $ 984 billion for fiscal 2019, highest in 7 years”. And
that is just de beginning”;“Towards A Ney World Order? The Global Debt
Crisis and The Privatization of the State”; Prof. Michel Chossudovsky,
Global Research, April 17, 2020 https://www.globalresearch.ca/towards-a-new-world-order-the-global-debt-crisis-and-the-privatization-of-the-state/5709755
8. Democracy Now: Boletín del 15/04/2020:
9. M. Chosudovsky, artículo citado.
Sergio
Barrios Escalante
Científico
social e investigador. Editor de la Revista virtual RafTulum.
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