28/04/2020
Desde el 31
de diciembre del 2019, que formalmente China le anunció a la OMS que tenía un
virus gripal nuevo y le mostró su cadena molecular, el mundo ha pasado de tener
unas predicciones de disminución de crecimiento/recesión económica a estar
enfrentado a la primera contracción económica mundial desde los años 30. Cuando
ocurrió la crisis del 2008, se apuntó a hacer la analogía con la de los años
30, pero fue finalmente una inmensa recesión y no una depresión propiamente.
Una década más tarde enfrentamos un congelamiento de la economía en el mundo
entero, fenómeno nunca antes visto. Las caídas proyectadas del PIB en todo el
mundo son inéditas, precios del petróleo negativos, y bolsas de valores
volátiles en extremo, hay una crisis económica mundial escondida de dimensiones
no calculadas aún.
Nunca se
había visto en tiempos de paz que un país cerrara sus fábricas y no embarcara
sus productos ya terminados. Esta vez se congelaron la fabricación y el
comercio exterior en China. La idea de cadenas globales de valor que permiten
líneas de producción encadenadas globalmente es una creación de fin del siglo
XX y tiene como punto de inicio la producción en China. El resultado fue que
cuando cerraron las fábricas en China, se cerraron las fábricas en todo el mundo
por falta de suministros y el comercio internacional se desplomó. Este es un
notable primer efecto inesperado. El impacto negativo en la producción de China
llevó a la caída mundial.
Tampoco se
había visto nunca que todos los servicios de todos los países, unos más que
otros, cerraran en simultáneo, menos Estados Unidos, Gran Bretaña y México que
cerraron después o no cerraron. Esto ha conllevado que los pequeños negocios,
los restaurantes, panaderías, tiendas de conveniencia, tiendas por
departamentos, cierren. Campos deportivos, clubes diversos, teatros, salas de
conciertos, cinemas y espacios de socialización masiva quedaron vacíos, y con
ellos, la actividad económica que se movía en ese espacio. La idea que esto
pasa en simultáneo en todo el mundo es impensable y al mismo tiempo es una
llamada de atención de la naturaleza.
El planeta
está sobrepoblado, con la naturaleza sobre explotada, con el clima cambiado,
vivimos en ciudades congestionadas, producimos bienes haciéndolos cruzar los
océanos, consumimos agua de otros continentes y al hacerlo, bienes van y vienen
cargando virus. Hay un hábitat para que los virus muten más agresivamente y
hagan lo que han hecho siempre en la historia: ajustar a la población y llamar
la atención sobre los modos de vivir. La gripe bubónica en el siglo XIV mató
más del 50% de la población en las zonas afectadas que es casi todo el espacio
comprendido entre la península de Crimea y el norte de España (Navarra y
Cataluña). Fue un ajuste poblacional muy importante que cambió la idea de las
ciudades y la forma que deberían de tener y las maneras de controlar las
poblaciones de ratas y roedores.
Fue en las
últimas cuatro décadas que se han observado la pandemia del VIH, del Ébola, de
la fiebre aviar y porcina y ahora del COVID 19. Que en cuatro décadas haya más
muertos por epidemias que en el resto de la historia dice algo sobre sobre la
temperatura del planeta, sobre el movimiento de personas y bienes por el mundo,
y de las maneras como se han bajado las defensas de los ciudadanos. Lo novedoso
ahora es que viviremos esperando la llegada de la próxima epidemia.
La lección
societal contemporánea será tener nuevas formas de contacto humano, nuevas
formas de trabajo, de transporte, de hacer las compras, de tener clases y
seguramente, de tener vida cultural. Las cadenas globales de valor deben de ser
repensadas y las políticas de industrialización también. La salud pública como
un bien público debe de regresar.
¿Es posible
que los trabajos de investigación los hagan laboratorios que trabajan para la
ganancia cuando lo que se está investigando es cómo prevenir enfermedades
inexistentes aún, como el coronavirus hace un semestre, o existentes con pocos
pacientes como la esclerosis lateral amiotrófica? Se trata de prevenir, y eso
no es un negocio privado lucrativo sino un bien público. Igualmente debe de
regresar la idea de la seguridad alimentaria, como concepto. La
desprivatización del transporte terrestre con energía limpia es una tendencia
inevitable que tiene impulso. Para el sector privado es más rentable el
transporte masivo a gasolina y diésel, pero para la humanidad es más saludable
el transporte limpio, más caro.
Un efecto
ambiental inesperado fue que, con la suspensión del tráfico de vehículos
terrestres a gasolina, de barcos a diésel y de aviones a jet fuel, la
contaminación ambiental mejoró.
Ciudades tan
contaminadas como Santiago, San Paulo y Lima, de pronto vieron renacer la
naturaleza y aclararse el aire. Las playas se ven más limpias y la fauna
regresa a sus árboles. Las noches están estrelladas nuevamente. Los delfines
nadan en Venecia y los ríos bajan de los Andes transparentes. Esta ha sido una
llamada de atención de que, si no cambiamos nuestro modo de vivir, producir y
consumir, la siguiente pandemia será peor.
El colapso
del mercado de petróleo indica que dicha fuente de energía ya no es una apuesta
sólida para el futuro. Quizás indique que el cambio de matriz energética está
más avanzado de lo que se viene percibiendo. Las proyecciones son de
recuperación a fines del año. ¿Será? No volveremos nunca más al mundo de antes
de esta epidemia. Ahora es el momento de pensar el futuro desde otro sitio.
- Oscar
Ugarteche es investigador titular “C”,
IIEc-UNAM, SNI III CONACYT, Coordinador del obela.org
Nota publicada en: http://www.otramirada.pe/qué-ha-cambiado-desde-la-aparición-del-coronavirus, 27-04-2020
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