Escribe: Milcíades Ruiz
El planeta está enfermo, pero no es atendido terapéuticamente pese a su
febrilidad. Los síntomas son muy claros y el agente patógeno está identificado,
sin que se actúe contra este. Por el contrario, este aplica represalias contra
quienes lo señalen. Se busca otros culpables y entonces enfocamos la pandemia
como un problema humano solamente. Las víctimas inocentes caen por millares y
se espera la vacuna salvadora, más no, para el planeta ni contra el depredador.
Parafraseando
a Vallejo podríamos decir entonces a nuestro planeta: “¡No mueras, te
amo tanto! Pero el cadáver ¡ay¡, sigue muriendo. No obstante, el modo
de producción capitalista ha llegado a un extremo que ya es incompatible con lo
racional. Todo en el universo tiene un límite y si no se respeta esto, la
colisión es inevitable. La porfía puede ser fatal, como lo que estamos
viviendo.
Un andino
podría decir: ¿Y yo, qué culpa tengo? ¿Por qué me quitan la vida si no hice
daño a nadie? No sabe cómo funciona el sistema. Sus ancestros, sí sabían el
sistema del repartimiento en el virreinato cuyo bicentenario de su
independencia será festejado. Los corregidores repartían mercadería entre los
nativos pues estaban obligados a comprarla. Así, el de Lampa, les hizo comprar cuadernos de táctica militar, aunque no sabían leer ni escribir. En ese entonces, el abuso era personal. Ahora
no se ve al abusador.
¿Por qué,
tenemos que pagar culpas ajenas? Por la globalización del sistema. Se nos pasa
la factura y estamos obligados a pagarla. No podemos evadirla porque la
globalización nos tiene capturados y digitalizados. Veamos.
El sistema
actual de dominación, funciona sobre la base del dinero. Este se usa de manera
no equitativa en el intercambio de bienes y servicios. Esta desigualdad hace
que por un lado se acumule mucho dinero, y por el otro se carezca de él. El uso
de dinero acumulado en forma de capital, es una potente arma de dominación y de
succión de dinero ajeno. En el sistema capitalista unos pocos acumulan a costa
de los demás. El que acumula más es el que predomina.
Esta es la
ley general, sobre la que se sustenta la estructura económica, social, jurídica
y cultural del dominio capitalista. Libertad de comercio, libre mercado, libre
competencia, significa reconocer que el más fuerte económicamente, el que tiene
más dinero, es el que manda sobre los demás. Si ocurre una crisis, una guerra,
una epidemia, se salvan lo que más tienen, mientras el resto muere en las
calles. Esa es la ley.
Pero cada
vez que el afán de lucro excede sus límites, desequilibra el sistema, cayendo
todo el andamiaje y las ruinas toman forma de crisis económica. Pero aquí
también, los adinerados, son los primeros en recuperarse. Eso pasó a fines del
2007 cuando el afán de lucro hipotecario excedió sus límites y la globalización
nos hizo pagar la factura. En el 2020, el mundo empezó a entrar en nueva crisis
cuando de pronto nos cayó encima el COVI19 como cardiopatía coronaria del
sistema capitalista poniéndolo en estado grave.
Estamos
concentrados en la epidemia, pero el huayco del desastre económico ya viene y
nos agarra muy debilitados, porque el maldito virus nos está haciendo gastar
las reservas. Algunos países ya agotaron sus recursos y hacen cola ante el FMI
solicitando endeudamiento. Ya no se trata solamente de una crisis de salud,
sino también de una crisis de abastecimiento, producción, empleo, de ingresos,
crisis financiera, empresarial, etc.
Ya se nos
dice que el PBI mundial tendrá un descenso de -3%, pero a la población le es
indiferente porque no es consciente de lo que esto significa. No sabe que nos
pasarán la factura de las perdidas globalizadas. Que la menor producción
mundial hará que los países que compran nuestros productos ya no podrán hacerlo
como antes, haciendo caer nuestra economía. Y lo que el MEF dijo que nuestro
país crecería +4% ahora se convierte en -4,5%, según el FMI. La recesión es innegable y todos la pagaremos como en el
virreinato.
¿Qué
significa la caída del PBI? Que la suma total de lo que producimos en bienes y
servicios será mucho menor que el año pasado y en vez de crecer, estamos
decreciendo. Por consiguiente, las pérdidas económicas las asumiremos todos los
peruanos. ¿Cómo?
Pues, a
menor producción habrá menos empleo. Si no hay salarios tampoco habrá dinero
para comprar, y si nadie compra, los negocios fracasan porque las fábricas
tienen que parar por falta de demanda de sus productos y tampoco habrá para
pagar los servicios de luz, agua, comunicaciones, etc. Ni que decir de las
empresas de otros servicios, como comercio, transportes, restaurantes,
hotelería, y más.
Si no hay
ingresos para comprar, las ventas caen y con ellas, la recaudación del IGV y
del impuesto a la renta, con lo cual los ingresos estatales se reducirán. Eso
quiere decir que el presupuesto para cada ministerio se ajustará en contra de
proveedores y empleados públicos, muchos de los cuales tendrán que irse. El
déficit no solo será estatal sino, generalizado, y los bancos tomarán medidas
para no correr riesgos haciendo más difícil la recuperación.
Muchos
tendrán que comerse el capital que poseen y la descapitalización del país le
quitará oxígeno como el coronavirus. Ya empezamos a comernos los fondos
sociales y seguramente acabaremos con lo que queda de nuestros ahorros. El
deterioro traerá mayor conflictividad social y la falta de liquidez hará crecer
el pillaje y la corrupción. Las estafas serán más comunes y la represión
policial y militar arreciará, Las cárceles rebasarán su capacidad y el
descontento generalizado ocasionará inestabilidad política que, de no ser bien
manejada, el panorama podría ser funesto.
De todas
maneras, querámoslo o no, pagaremos la factura, aunque seamos inocentes. Los
autores mediatos de la pandemia económica, trasladarán las pérdidas a los
estratos de menor poder económico y en cascada le llegará la factura a los más
indefensos que, al no tener a quien trasladar, tendrá que asumirla haciendo que
la familia coma menos, que los hijos trabajen desde pequeños y no vayan a la
escuela, que se olviden de enfermarse, etc.
Muchos ya no
se acuerdan, y los jóvenes lo ignoran, el shock que nos aplicó nuestro
gobernante japonés, para enrejarnos dentro del neoliberalismo. Pero ahora será
peor y las elecciones políticas del bicentenario serán cruciales. Los paquetes
económicos de los reajustes serán drásticos como ya lo pide la CONFIEP, planteando
el despido masivo de trabajadores.
¿Cuán
conscientes somos de esto? ¿Se están tomando las medidas preventivas? ¿Podemos
confiar en el manejo del nuevo congreso y en el ejecutivo? En este caso, ya no
es un asunto del gobierno solamente. Es un problema de todos los prisioneros
del sistema. Tenemos que estar preparados y listos para actuar como lo demanden
las circunstancias. Cómo quisiera que lo dicho, fuese solo un desvarío. Ojalá
lo sea.
Abril 14,
2020
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
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