viernes, 8 de mayo de 2020

EL SENTIR DE JAVIER HERAUD





Escribe: Milcíades Ruiz

El próximo 15 de mayo, se cumple un aniversario más de la súbita desaparición del poeta revolucionario Javier Heraud Pérez, ocurrida en una incursión guerrillera desde la selva boliviana, en la frontera con Puerto Maldonado, en 1963. Eran tiempos de fervor revolucionario despertado por la Revolución Cubana que emprendió Fidel Castro. Eso es lo que Javier, soñaba para el Perú.
Con sus veinte años a cuestas, iba camino a la universidad. ¡Espera! Espera. ¿Escuchas? Sí, viene de las profundidades. Es el sollozo de los pobres. ¡Pero hombre, tenemos que ayudar! No, Javier. Es muy peligroso. Los torturadores, te perseguirán, te darán con todo y te matarán. Dirán que eres subversivo. ¡Pero, caramba, es un clamor! ¡Por favor! ¡Yo sí tengo que ir! No los puedo abandonar. No tengo miedo de morir.
Era lo mismo que le pasó al poeta José Martí que, a los 17 años fue enviado a prisión, lo sometieron a trabajos forzados y lo deportaron por escuchar el clamor del pueblo cubano que, buscaba liberarse del coloniaje español. Pese a ello, regresó y fundó el Partido Revolucionario Cubano y se alzó en armas, siendo abatido por las fuerzas realistas.
Los tiempos de revolución remueven conciencias y conmueven a los más sensibles. Poetas hay muchos, pero pocos los que escuchan el clamor popular y asumen los retos de su tiempo histórico. Eso fue lo que hizo sin dudar, el poeta Mariano Melgar, al alistarse en las huestes de Pumacahua, cuando la revolución cusqueña de 1814, enarboló las banderas de la revolución liberal constitucionalista. Murió fusilado en el campo de batalla de Umachiri, Ayaviri, Puno, el 12 de marzo de 1815.
Aunque parezca paradójico, los poetas revolucionarios van a la guerra por amor. No por ella en sí, que solo es un paso obligado a su reverso, donde florece el amor en todo su esplendor, libre de depredadores. Tienen el instinto del salmón. Regresan a sus orígenes, yendo contra la corriente en agua dulce, escalando pasos letales, para llegar a la fuente del amor donde desovando, se alcanza la dicha plena.
Aquellos poetas revolucionarios, eran los héroes del amor, a los que Javier admiraba. Mientras los opresores nos ponían como paradigma a “Superman”, él se regocijaba con los versos de Antonio Machado, el poeta antifascista de las filas republicanas en la guerra civil española. Este, había escrito sobre “El poeta y el pueblo”, “El hombre que murió en la guerra” y alusiones a las hazañas del legendario Cid Rodrigo Díaz de Vivar. Ello, caló en el sentimiento de Javier y de allí, tomó más tarde su “nombre de combate”.
A inicios de la gloriosa década de 1960, Javier estaba en la encrucijada revolucionaria que convulsionaba los claustros de San Marcos, por el auge justiciero de la Revolución cubana y sus figuras legendarias. Mientras el gobierno de la oligarquía, rompía relaciones diplomáticas con Cuba por mandato imperialista, la isla revolucionaria ofrecía ayuda a los estudiantes peruanos que quisieran seguir carreras profesionales.
Esta fue la oportunidad que Javier aprovechó en 1962, cuando con otros estudiantes accedió a dichas becas universitarias. Aún recuerdo aquellos días juveniles, que han quedado grabados en mi memoria del siguiente modo:
Un estruendo/remeció América/asustando oligarquías. /Era Fidel justiciero. / ¡Patria o muerte! / ¡Venceremos!
El pueblo aplaudía/algarabía estudiantil. /De pronto escuchamos/ “Esta es,… Radio Habana Cuba”,/becas universitarias para peruanos./Allí estaba Javier Heraud.
Tras la muerte del verano, /el otoño de 1962 había llegado. /Había que partir/hacia el país solidario/que nos brindaba, /lo que el nuestro, nos negaba.
Cerraron el aeropuerto/por maldad imperialista/Arica era una ventana. /Por ahí, nos descolgamos. /La bandada de tórtolos,/ estaba alborozada.
Fotos para el recuerdo, /y de nuevo a volar, /como aves migratorias/de instinto socialista. /Gorjeando a lo Mozart/queríamos llegar ya.
Los andes quedaron atrás. /Nos zambullimos en el Caribe, /al fondo estaba Cuba. /Bulliciosa en el ensueño, /de una revolución increíble. /Inmensa nuestra felicidad.
No era un viaje cualquiera/Javier Heraud lo sabía. /La consciencia nos conminó. /Hicimos la barca de regreso, /Ejército de Liberación Nacional, /y nos evaporamos.
Fuimos rocío de otoño, /en la selva boliviana. /Camino a la frontera, /iba Javier, rio arriba, /entre pájaros y árboles, /sin tener miedo de morir.
Pisando suelo peruano, /se escucharon disparos. / “A mi patria la defiendo/con mi vida. /No me importa lo que digan/los traidores”.
Su lecho fue un río, /como él lo fue, /y lo sigue siendo. /De sus aguas bebemos, /por sed de justicia. /Irriga nuestros ideales, /reverdece esperanzas.
Javier no se ha ido, /está siempre con nosotros, /como lo está en este instante. /Te lo digo Javier, en presente, /quienes hablan de tu muerte/no te conocen.
No saben que vives, /en la memoria del pueblo, /que sigues escribiendo/a través de otros poetas, /que sigues luchando/alentando juventudes.
Estás, en toda protesta social, /en cada rebeldía popular. /Lo conseguiremos Javier/y el pueblo será feliz. /No más, injusticias. /No más, sufrimientos.
Gracias por lo que hiciste, /por lo que estás haciendo. /Por lo que sembraste. /Volveremos a encontrarnos, /andando sobre tus huellas, /hasta siempre, compañero “Rodrigo”.
Mayo 8, 2020

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