04/06/2020
Una vez más
los acontecimientos recientes en Estados Unidos han sido expresión de una
diversidad extrema de comentarios en los medios de comunicación y en las redes,
una vez más las opiniones van desde las más apocalípticas hasta las que suponen
que todo ha sido una táctica de Trump para salir de la catástrofe en la que ha
sumido a su país tras el desastroso manejo de la pandemia del Covid 19.
Se menciona
que Estados Unidos ha entrado en una etapa “de revolución indetenible” y que el
“pueblo” se cansó del sistema y ha salido a las calles a manifestarlo. De la
misma manera, se asume que la violencia es expresión del hartazgo de los
ciudadanos por un “sistema que los oprime”. Me parece que esos puntos de vista
exponen excesos en el análisis o incluso expresión del deseo de que el imperio
sufra un remezón en sus entrañas.
Pero hay que
ser objetivo, las rebeliones de los negros de Estados Unidos o afroamericanos
como se denominan ellos a si mismos son recurrentes a través de la historia. La
independencia obtenida en 1776 no cambió la institución de la esclavitud
presente desde los inicios de la colonia a comienzos del siglo XVII, aunque ya
los españoles habían traído negros de África para ser esclavizados en sus
territorios coloniales que después pasaron a formar parte de Estados Unidos.
Tampoco la constitución de 1787 trajo modificaciones en la “corporación
esclavista”. Al contrario, legalizó y legitimó la opresión contra los negros.
Las primeras
y más importantes rebeliones de negros esclavos vinieron a tener lugar apenas a
comienzos del siglo XIX. Fueron las dirigidas por Gabriel Prosser en Richmond,
Virginia en agosto de 1800, Denmark Vessey en Charleston, Carolina del Sur en
junio de 1822 y la de Nat Turner, en Southampton, Virginia en agosto de 1831.
La
esclavitud vinculada al feudalismo se transformó en un freno para el desarrollo
capitalista de un país que ambicionaba ser una gran potencia imperialista
mundial. Fue necesaria una guerra, llamada de “secesión” porque los once
estados que defendían el esclavismo quisieron crear un nuevo país. El triunfo
de los estados de la Unión y del capitalismo que propugnaban legitimaron el
racismo, la exclusión, la represión y el menosprecio de los negros como
atributo del modelo económico y político que había vencido, aunque se otorgaron
algunos derechos civiles a los negros que por obra de la guerra habían sido
liberados de la esclavitud.
Como
recuerda el historiador estadounidense Morris Berman en su obra ”Las raíces del
fracaso americano”, incluso Abraham Lincoln, considerado el apóstol de la lucha
contra la esclavitud en Estados Unidos dijo en su discurso de la sesión
especial del Congreso el 4 de julio de 1861, que no tenía “la intención directa
e indirecta de interferir con la esclavitud en Estados Unidos donde quiera que
exista”. De manera que es falso que la guerra se haya librado para liberar a
los esclavos como lo señala la historia oficial, sino que respondía a la clara
intención de evitar el plausible objetivo de evitar la secesión. Berman señala
que Lincoln ya había dejado claro que no era favorable a la igualdad social y
política de los negros “de ninguna forma”. Si esa fue la opinión del presidente
que “abolió” la esclavitud, podríamos preguntarnos entonces ¿qué se puede
esperar de otros?
Desde ahí hasta
la muerte de George Floyd el pasado el 25 de mayo de 2020, en Powderhorn,
Minneapolis han pasado más de un siglo y medio de continuos levantamientos de
los negros americanos en su lucha contra la exclusión y la discriminación.
Pero salvo
en casos muy específicos, la lucha racial no ha pasado de ser eso: movimientos
espontáneos de rechazo desesperado cuando el abuso pierde incluso la cordura
que la formalidad de la sociedad blanca les impone.
Ayer, en una
entrevista para “la iguana.tv” el periodista venezolano Clodovaldo Hernández
expresaba que: “Hay quienes dicen que esta ola de disturbios y
protestas hunde definitivamente a Donald Trump, quien se encamina a perder las
elecciones. Otros aseguran que lo fortalece porque radicaliza las posiciones y
él vive del radicalismo” y me preguntó cual era mi criterio respecto de si
Trump ganaba o perdía con este giro inesperado de la campaña.
He aquí mi
respuesta:
“Lo primero
que hay que considerar es que los negros en Estados Unidos representan 13% de
la población. Y ese segmento es abrumadoramente votante del Partido Demócrata.
Entonces, en términos electorales, Trump está agrediendo a un sector opositor,
que ya no le favorecía antes de estos eventos”.
Por otro
lado, en términos más estructurales hay que decir que el racismo es un fenómeno
permanente en EEUU, es intrínseco a ese país. Yo era un niño entonces, pero
recuerdo que en los años 60 estaba aquel movimiento de Panteras Negras, que
incluso asumió la lucha armada y llegó a adquirir gran fuerza, sobre todo en
las Olimpíadas de México de 1968, cuando los atletas estadounidenses negros
ganadores de medallas alzaban el puño y miraban al piso mientras sonaba el
himno. Eso demostraba la raigambre del movimiento. Pero siempre estuvo
circunscrito a los negros.
Cada cierto
tiempo, cuando ocurre este tipo de hechos, como el que acaba de pasar ahora,
sucede lo mismo con mayor o menor fuerza. Esta vez ha sido muy fuerte, mucha
gente lo compara con lo que ocurrió después del asesinato de Martin Luther
King. Pero sigue siendo un movimiento racial, no tiene ninguna otra
connotación. Se circunscribe a un sector minoritario de la población de EEUU.
No hay que
confundirse. Hay gente hablando de revolución en EEUU y de crisis del sistema
político. No hay que equivocarse pensando que esto lleva a las puertas de una
rebelión social que vaya a producir cambios sustanciales. Por otro lado, hay
que tener en cuenta que los negros en EEUU votan por el Partido Demócrata, pero
en las internas se inclinan por la derecha demócrata. En esta ocasión, le
dieron el apoyo a Joe Biden en contra de Bernie Sanders.
Así que
tampoco podemos engañarnos pensando que se trata de negros libertarios,
antisistema. No. Son negros que están luchando, y es bueno que lo hagan, en
función de los intereses de su raza, que es discriminada, explotada, expoliada,
lo cual se manifiesta en la pandemia, cuando, siendo apenas 13% de la población
global [de EE.UU], son entre 24% y 25% de los contagiados, es decir, el
doble de la proporción.
En EEUU han
creado una serie de mitos sobre el supuesto fin del racismo. El tercer lunes de
enero celebran el Día de Martin Luther King, que es feriado a escala nacional;
en el béisbol, el 15 de abril todos los peloteros usan el número 42, por Jackie
Robinson, que fue el primer afroamericano al que le permitieron jugar en las
Grandes Ligas. Pero, finalmente, a esos mismos negros los montan en un barco y
vienen a invadir a Venezuela sin problema. Ninguno de sus líderes tiene la
entereza, la estatura moral, la fuerza de ideas que tuvo Muhammad Alí, que
siendo el boxeador más grande de la historia, renunció al título mundial, fue a
la cárcel y fue sometido a persecuciones porque se negó a participar en una
guerra en la que no creía, la de Vietnam.
Tampoco
olvidemos que Obama es negro y fue el que inició la persecución contra
Venezuela en las dimensiones que tenemos ahora. ¿Dónde están Obama y otros
negros, como Condoleezza Rice y el general Colin Powel? Están en el bando de
los poderosos, del sistema, de los opresores. Entonces, creo que la respuesta
de Trump es calculada, en el sentido de que está golpeando a una población que
no le favorece y está incentivando acciones que son bien recibidas por ese
sector de la población, los WASP (blancos, anglosajones y protestantes, el
segmento más conservador [de la sociedad]).
Los negros
en EEUU, además, no tienen ningún tipo de conciencia de clase, están en contra
de los latinos, persiguen a los inmigrantes. No estamos hablando de una
revolución social o política, sino, si acaso, de una rebelión racial. Al único
que he escuchado planteando esto en términos políticos sustanciales, en
términos de clase, es al director de cine Spike Lee. Hizo un planteamiento
sólido. Todos los demás lo han hecho en términos de la marginación de los
negros, pero no en términos del sistema y de la estructura del capital.
Entonces, insisto, no va a significar grandes cambios sociales y políticos
porque para ello tendrían que incorporarse los marginados, las mujeres, los
inmigrantes y los desempleados, que son millones, pero obviamente no han estado
en estas protestas”.
Ante otra
pregunta del periodista agregué que: “…Ayer [Joe] Biden se reunió con unos
líderes negros y su propuesta fue que, si llega a la presidencia, dará
instrucciones para que la policía no les dispare [a los manifestantes] al
pecho, sino a las piernas. Y dijo que buscará el control del armamento de los
ciudadanos. Esa es una jugada electorera de un candidato mudo, que no ha
aparecido en todo el Covid-19.
Yo creo que
todo eso es calculado [por Trump] porque sabe que en EEUU hay un gran fervor
por el uso de las armas y es una mayoría tan aplastante la de los blancos que
nadie se atreve a desafiarla. Además, a ese grupo se sumarán seguramente los
latinos y otros, en el caso de que haya un conflicto violento racial. Por eso,
en esa hipótesis, los negros serán aplastados, a un costo de miles o de cientos
de muertos. Si Trump dijo que era aceptable que por el Covid-19 murieran 200
mil personas, que mueran 100 mil negros no es una cosa que le pueda preocupar
mucho”.
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