martes, 4 de agosto de 2020

EL FRACASO DE LA CUARENTENA, EL ESTADO Y LA POLÍTICA EN EL PERÚ: CAUSAS, IMPLICANCIAS Y ALTERNATIVAS



Apreciados lectores:

 

El Movimiento Nacional de Innovación Política – MNIP inicia una segunda campaña de comunicaciones y conectividad en el Perú, consistente en 10 o 12 artículos sistémicos durante 45 días calendario, en relación con las tendencias y coyuntura globales. Prioritariamente seguiremos sosteniendo enfáticamente que la pandemia del coronavirus no se puede enfrentar sin cuarentenas, que estas no se pueden realizar sin inyección de liquidez en la base de la pirámide social de la PEA, que el Gobierno y la llamada clase política se equivocan gravemente, a nivel de lesa humanidad, al considerar que tal shock fiscal sería un gasto irreversible y no una inversión totalmente recuperable por recaudación tributaria, y que, frente al vacío de poder inminente, no habría otra alternativa que la desconexión local por innovación estratégica, autogestión social y creación de liderazgo en defensa de la vida, sobre todo de los más indefensos y vulnerables.


Fecha: 03 de agosto de 2020

Artículo: El fracaso de la cuarentena, el Estado y la política en el Perú: causas, implicancias y alternativas

Autor: Ramón Espinoza Guerrero

www.mnip.pe


El rotundo fracaso de la cuarentena en el Perú, a pesar de su aplicación temprana para controlar la expansión de la enfermedad del COVID-19, no ha develado tan solo la naturaleza y la incapacidad del Gobierno y el Estado peruanos, así como de la “clase política” peruana en general; ha develado algo más grave, sistémico y profundo: la obsolescencia de las teorías económicas, políticas y de la Administración provenientes del siglo XX, que son las que guían las estrategias y acciones de los líderes y ejecutivos de la economía, la sociedad y la política en todos sus ámbitos geográficos, sectores y niveles socioeconómicos.

 

La teoría económica, el PBI y el Estado Corporación

 

La teoría económica convencional considera el crecimiento del PBI* como el indicador universal del desarrollo económico de un país; considerando implícitamente que este PBI es consecuencia, fundamentalmente, de la inversión extranjera y las exportaciones consiguientes que se realizan en y desde el territorio nacional. Este viejo paradigma explica las estrategias y la actuación fallidas del Estado y la “clase política” (*PBI: valor monetario del total de bienes y servicios producidos en un país).

 

En el Perú, el total de bienes y servicios producidos por las grandes y medianas empresas privadas, públicas y paraestatales (como Odebrecht, el Club de la Construcción, constructoras y subcontratistas), es equivalente al 75% del PBI global del país, configuran los niveles socioeconómicos A-B (18% de la población) y emplea al 25% de la PEA nacional. Lo que implica que los niveles socioeconómicos C-D-E (82% de la población) solo producen el 25% del PBI global de Perú, a pesar que emplean al 75% de la PEA (que es casi totalmente informal como pequeños emprendimientos autogestionarios de todo tipo). Esta realidad económico-social actual, en lo fundamental y como proceso, demuestra:

 

1. Que, el Estado Nación del Perú, desde la década de 1990, se ha transformado velozmente en un Estado Corporación (Andrei Fúrsov: 2013). Es decir, en un Estado cuya dedicación fundamental es la creación de “condiciones competitivas” para el arribo del capital de las grandes corporaciones supranacionales[1], que supuestamente resolvería el crecimiento económico, el  empleo y la vida económica masiva de mercado (donde todos serían parte de la oferta y la demanda de bienes y servicios); pasando a segundo plano las responsabilidades centrales del Estado de Bienestar de posguerra (1945): educación, salud, empleo, vivienda y protección social. En tal situación no habría nada qué esperar del Estado Corporación en sí.

 

2. Que, las políticas del Estado Corporación para la “reactivación de la economía” están en íntima relación con la defensa y recuperación del PBI A-B o PBI corporación, el 75% del PBI global de Perú; del cual depende el presupuesto público y la economía estatal/paraestatal. El Estado peruano, en tal sentido, no dependería del PBI C-D-E o PBI Mype, aunque ocupe este el 75% de la PEA. Este PBI y PEA Mype, consiguientemente, no tendrían por qué ser el centro de sus preocupaciones. Los Estados Corporación y la teoría económica consideran a este sector como algo no rentable, sobrante, siendo su preocupación más bien el cómo librarse de estas “capas sociales innecesarias”.

 

3. Que, sin embargo, las cuarentenas anti-coronavirus, sobre todo en los países no desarrollados como Perú, solo tendrían éxito sanitario y de contención del empobrecimiento masivo si son sostenidos con inyección de liquidez por parte del Estado en la PEA C-D-E, reponiendo los ingresos que esta PEA empobrecida deja de producir o percibir a diario. Esta inyección de liquidez, en los países desarrollados, se conoce como “dinero helicóptero”, shock fiscal en la base de la pirámide social o renta básica temporal.

 

Las cuarentenas con “dinero helicóptero”, desde el punto de vista de un Estado Social, se convertirían en un periodo de tiempo de programación de un segundo shock de creación de trabajo temporal en infraestructura física, así como de un tercer shock de oferta agropecuaria a base de microcrédito rural. Todo ello para crear el tiempo suficiente de recuperación de la economía C-D-E por autogestión social y autosuficiencia territorial. Sin embargo, teniendo en cuenta que el Estado Corporación peruano no tendría la capacidad institucional[2] para aplicar un shock fiscal de liquidez en la base de la pirámide social de la PEA, la autogestión social y la autosuficiencia local sería la alternativa, si cuentan con un liderazgo de innovación política e innovación social.

 

La autogestión social y la autosuficiencia local

 

El diseño, liderazgo y autogestión de una revolución de la pequeña propiedad y el trabajo de la PEA total en comunidades periféricas urbanas, y distritales de la sierra como de la Amazonía, que se iniciarían como emprendimientos locales piloto, sería la base del desarrollo económico social en el siglo XXI; considerando que la directriz sería la autosuficiencia local progresiva, consistente en una cada vez menor dependencia de los bienes y servicios estandarizados del mercado global, y, una mayor producción y excedente ecosostenible, de tal forma que todo ello genere un proceso de acumulación originaria de capital dinero y capital saber técnico científico.

 

Teniendo en cuenta que, finalmente, el desarrollo local, regional y nacional no es por potencialidades y capacidades productivas sino por potencialidades y capacidades de liderazgo y distribución de la riqueza social. Veamos:

 

La importancia de la distribución de la riqueza social rara vez la entienden los economistas, mucho menos los políticos y los gobiernos. Sin embargo, la distribución más que la producción es el principal motor del desarrollo económico (Peter Drucker). La teoría económica del desarrollo impulsado por la inversión de capital, está dando menores resultados cada vez. Está produciendo cada vez más tecnología pero cada vez menos puestos de trabajo y potencial humano. El desarrollo impulsado por la distribución, por el contrario, crea muchas pequeñas empresas y justamente por eso recursos y competencia humanos.

 

No existe una fórmula única para enfrentar el reto del desarrollo masivo de pequeñas empresas familiares, pero sí se plantea que lo más importante de todo es la creación de una nueva cultura organizacional para que trabajen a través de asociaciones de pequeñas empresas independientes eficazmente lideradas (los sistemas asociativos de MYPEs en el Perú, por falta de creación de un liderazgo eficaz, tienen una casi nula capacidad de gestión). Todo el problema radica en tener una buena orientación y no equivocarse del objetivo de luchar contra el desempleo y el subempleo (actualmente las economías nacionales globalizadas no crean empleo masivo sino de remuneraciones mínimas, consiguientemente caen los ingresos familiares y el consumo de la población, que es el motor de la economía real).

 

Pero, ¿estamos en condiciones de asumir tal desafío?

 

Sin duda, si nos ponemos al servicio de la creación y gestión de nuevos prototipos de consorcios de pequeñas empresas por mitosis y liderazgo empresariales.

 

El desarrollo por mitosis. Los sistemas sociales grandes y complejos no se cambian desde arriba, salvo estén en medio del desastre. Pero el desarrollo desde abajo significa comenzar de cero otra vez. En el período actual del desarrollo tecnológico, significa crear una multitud de pequeñas empresas de todo tipo (de negocios, culturales, sociales, y/o políticas) que permitan a la gente ver el fruto de sus esfuerzos. Consiste en crear embriones que crecen a través de un proceso de división celular: una única célula se convierte en dos, luego en cuatro, ocho, 16, y así sucesivamente. Algunas células se convierten en pulmones, otras en dedos de los pies, en huesos, en tendones y en todos los demás órganos y estructuras del cuerpo. División y diferenciación, esa es la esencia del crecimiento. Lo mismo ocurre con las economías y las organizaciones. Cuando estas dejan de dividirse y diferenciarse, la innovación muere y el crecimiento se frena (Hamel, 2007).

 

El desarrollo por creación de liderazgo. Los nuevos pioneros y profesionales de la asociatividad moderna deberán ser formados y entrenados en el seguimiento de tendencias de la autogestión y la construcción de cadenas de pequeñas empresas modernas, lo cual preparará a los futuros ejecutivos en la creación de prototipos empresariales replicables, la gestión estratégica de la mitosis empresarial, el planeamiento conjunto y el trabajo a escala.

 

Todo ello teniendo en cuenta la sentencia de Peter Drucker sobre los líderes:

 

Los líderes más eficaces son, en primer lugar, modelos de liderazgo centrados en los principios; se han dado cuenta de que todos estamos sujetos a las leyes naturales o a los principios rectores de la sociedad que obran independientemente de que los conozcamos o los obedezcamos. Nuestra eficacia social se funda en el alineamiento con esos principios inviolables: las leyes naturales de la dimensión humana, que son simplemente tan reales y tan invariables como en la dimensión física son las leyes de la gravedad. Estos principios están entrelazados en el tejido de cada sociedad civilizada y constituyen las raíces de toda organización que ha perdurado (Drucker, 1989).



[1] Las grandes transnacionales, a partir de la década de 1980, rompen sus lazos nacionales y se convierten en supranacionales. Actualmente serían más de 88 mil corporaciones que actúan a nivel nacional-global con 600 mil subsidiarias aproximadamente; controlando alrededor del 80% del comercio internacional, contando con sus propios paraísos financieros, sus propios servicios de inteligencia científico-técnica así como de contratación de talentos y consecución de patentes (capital saber). La dinámica supranacional crea así la necesidad de una legislación y un ambiente competitivo nacionales para la realización de sus inversiones. Todo ello generó la configuración del PBI corporación y el Estado Corporación como una unidad. Uno no puede sostenerse ni crecer sin el otro.

[2] El Estado peruano no tendría la capacidad institucional ni siquiera para llevar adelante el programa Arranca Perú, equivalente a 6 mil 450 millones de soles, para crear un 1 millón de puestos de trabajo temporales, o por último ni para proveer de oxígeno a los contagiados críticos por el coronavirus, dejando morir impasiblemente a miles de compatriotas. Menos aún tendría la capacidad suficiente para cumplir con su obligación ineludible de masificar una renta básica (sueldo mínimo / 930 soles), en una población de 10 millones de personas económicamente activas durante un período de tiempo de 4 a 6 meses (la inversión sería equivalente a 3 millones de dólares mensuales), que sería totalmente factible para una macroeconomía como la del Perú que es todavía la más sólida del subcontinente andino según el FMI, el Banco Mundial, la OCDE, etc. por tener la menor deuda pública, las mayores Reservas Internacionales Netas y el menor déficit fiscal en este subcontinente


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