3 AGOSTO, 2020
Por Yanis Iqbal
La pandemia de
COVID-19 está causando estragos en Chile a una velocidad sin precedentes.
Hay más de 300.000 casos confirmados y tiene una
de las tasas de infección per
capita más altas, 13.000
casos por
cada millón de personas. La economía está experimentando las graves
repercusiones de las restricciones provocadas por la COVID-19 y un indicador de
ello es la históricamente alta tasa nacional de paro del 11.2
% . Las y los chilenos han tomado las calles para protestar por
el mal funcionamiento del gobierno de derecha del multimillonario presidente
Sebastian Pinera y las fuerzas de policía han respondido agresivamente matando
a tiros a un joven manifestante.
En medio del caos
provocado por el coronavirus el sector del litio chileno está preparado para
expandirse económicamente ya que se prevé un aumento de demanda. Albemarle, una
corporación con sede en Carolina del Norte y una de las dos empresas que
extraen litio del Salar de Atacama junto con la Sociedad Química y Minera
(SQM), afirmó que
“la actual caída de los precios asegura un próximo déficit de oferta, sobre
todo debido a que la crisis retrasa los proyectos de expansión”. TDK, una
multinacional japonesa de empresas electrónicas y gigante de las baterías,
predice que el mercado global va a ser testigo un auge de la demanda de litio.
El director general de la empresa Shigenao Ishiguro declaró en
una entrevista que la “transformación digital es una enorme oportunidad para
nosotros y no tenemos duda de que el coronavirus llevará al mundo a ir en esa
dirección a un ritmo más rápido”.
A pesar de la
pandemia de COVID-19 se espera que el mercado de las baterías crezca “a
una tasa de crecimiento anual compuesta de aproximadamente el 7 % durante
2019-2024. Se prevé que el mercado de cátodos para baterías de iones de litio,
la batería recargable de coches más común, pase de 7.000 millones de dólares en
2018 a 58.800 millones de dólares en 2024”. Según Bloomberg, la pandemia puede
ser una oportunidad para el mercado del lito “con al menos algunos gobiernos,
incluidos los de Alemania y Francia, que utilicen los fondos destinados a la
recuperación del virus a ayudar a acelerar una transición desde motores de
combustión interna a alternativas alimentadas por baterías. Francia ofrecerá
unos 8.000 millones de euros (9.000 millones de dólares) a su sector del
automóvil para fomentar el apoyo a los vehículos eléctricos; el paquete de
estímulo de Alemania incluye unos 5.600 millones de euros para el sector y
requerirá que las gasolineras instalen unidades de carga”.
Una probable
intensificación de la explotación del litio en Chile no augura nada bueno para
la clase obrera ni para las innumerables comunidades indígenas como los
atacameños, licanantay, colla, aymara y quechua que viven en el desierto de
Atacama. La manifestación más reciente de las prácticas de explotación de las
empresas mineras de litio ha sido el mantenimiento de la “continuidad operacional”
para lograr un
impacto mínimo en la producción. Esto se traduce básicamente en una política de
maximización de los beneficios, brutalmente indiferente a las condiciones
existenciales de las personas trabajadoras. En la región minera de litio de
Antofagasta el índice de casos positivos de coronavirus fue un descomunal 46.1 %. Además de
esta pura imposición de la violencia necropolítica a la clase obrera, el pueblo
indígena también se tambalea bajo las presiones de la extracción de litio en
forma de una crisis
de agua. Aunque se ha dedicado especial atención a los problemas de
escasez de agua en las zonas urbanas, es importante recordar que las
comunidades indígenas que viven en el Salar de Atacama también se enfrentan a
una grave escasez de agua provocada artificialmente por las operaciones de
[extracción de] litio. En esta región minera las actividades relacionadas con
la extracción de litio han consumido el 65
% del agua, uno de los muchos daños medioambientales que sufre
el ecosistema del desierto de Atacama debido al imperialismo del litio que
actúa sin trabas.
En vez de
considerar un fenómeno aislado la constante presión a la que se somete a la
clase obrera y a las comunidades indígenas de Chile hay que contextualizarlo en
la estructura global del imperialismo del litio. El imperialismo del litio se
instaló como una fracción del capital global y de la producción de productos
básicos primarios debido a dos acontecimientos importantes: la mina planetaria
y el extractivismo verde. En primer lugar, la mina planetaria, como afirmó Martin
Arboleda, “designa un terreno intrincado en el que coexisten las vallas, los
muros y las fronteras militarizadas con extensas cadenas de suministro y
complejas infraestructuras de conectividad”. Esto denota el establecimiento de
un exoesqueleto económico extractivo a escala planetaria por medio del uso
simultáneo de técnicas violentas y militarizadas de opresión y control.
En segundo lugar,
el extractivismo verde se refiere a “la
subordinación de los derechos humanos y los ecosistemas a la extracción sin fin
en nombre de «solucionar» del cambio climático”. El litio funciona como una
importante modalidad para sustituir el extractivismo de combustibles fósiles
por el extractivismo ecológico y mantener constantemente un sistema implacable
de mercantilización. En vez de “abordar
la hinchazón sistémica de las economías del Norte y las excesivas exigencias de
los recursos del mundo que supone”, el extractivismo verde del litio permite a
los capitalistas estabilizar la desigual arquitectura imperialista entre los
países centrales y periférico. Por ejemplo, Tesla utiliza el discurso de los
vehículos electrónicos para encubrir su matanza
capitalista de
América Latina con las apariencia cosmética de cambio climático.
El imperialismo del litio indica la
amalgama cohesiva de la minería planetaria con un discurso de extractivismo
encubierto del cambio climático. La fusión de estas dos estrategias diferentes
inicia un reinado de hiperexplotación, extracción, violencia y desposesión en
nombre del cambio climático. Pero el bombo propagandístico de una transición
energética que en realidad se alimenta del cuerpo de las personas trabajadoras
oprimidas del Sur Global ensombrece sórdidamente esta opresiva parte más baja
del negocio del litio. Por consiguiente, el imperialismo del litio implica la
perpetuación de las relaciones núcleo-periferia bajo el régimen discursivo del
cambio climático.
Chile es una
víctima del imperialismo del litio contemporáneo debido a sus vastas reservas
de litio. Este país cuenta con un 48
% de las reservas totales de litio del mundo, lo que equivale a
7.5 millones de toneladas, de las cuales 6 millones de toneladas están en el
Salar de Atacama. Chile forma parte de la zona rica en litio que la burguesía
ha bautizado y mercantilizado como el “Triángulo de litio”, que está formado
por el norte de Chile, el norte de Argentina y el sur de Bolivia, y contiene
un 70
% de los depósitos de salmueras de litio del mundo. Aparte de
la abundancia de litio, Chile también es atractivo para
los neoconquistadores del litio “debido a que cuesta entre 2.000 y 3.800
dólares por tonelada extraer el litio de la salmuera, frente a los entre 4.000
y 6.000 dólares por tonelada que cuesta en Australia, donde el litio se extrae
de la roca”. El costo de capital para la exploración y la construcción es menor
en la extracción de salmuera que en la de roca dura debido a las diferentes
ubicaciones de los lagos de salmuera y de las reservas de litio
de roca dura: “Un proyecto de [extracción de] roca dura en un lugar montañoso
remoto con acceso limitado a la infraestructura de transporte y de energía
requerirá mucho más dinero en el presupuesto de exploración que un salar en
terreno llano […] con carreteras mineras bien establecidas y conexión a la red
eléctrica”. Por lo que se refiere a la calidad el
Salar de Atacama “tiene las reservas de litio de mejor calidad en términos de
concentración de litio a potasio, así como una baja proporción de magnesio a
litio”.
Los depósitos de
salmuera de litio de bajo costo y alta calidad han supuesto la perdición para
la población indígena que vive en el Salar de Atacama. Aunque para los
capitalistas la extracción de salmuera de litio es viable económicamente, tiene
unos efectos nocivos respecto a la disponibilidad de agua y, por lo tanto, es
perjudicial para el metabolismo social de las comunidades indígenas. En
la extracción
de salmuera de litio “se pierde por evaporación hasta el 95 %
del agua salada extraída y no se recupera”. Además, para extraer una tonelada
de litio de la salmuera se necesitan 500.000
galones de
agua. Se han concedido licencias
a las dos empresas que operan en el Salar de Atacama, Albemarle y SQM, “para
extraer casi 2.000 litros de salmuera por segundo”. Además del agua salada
las empresas mineras “necesitan
agua dulce para limpiar la maquinaria y las tuberías, y también para producir
un producto auxiliar de la salmuera (potasa) que se utiliza como fertilizante”.
Un indicador del uso de agua dulce que hacen las empresas mineras es el hecho
de que entre 2000 y 2015 la cantidad de agua que se extrajo de Atacama fue
un 21
% mayor que
el flujo de agua a esa zona.
Según un
informe del Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina, “el mayor
impacto socioambiental de la minería de litio radica en el gasto indiscriminado
de agua para la evaporación de las salmueras y la producción de las faenas
necesarias. Teniendo en cuenta que el Salar de Atacama se encuentra en una de
las regiones de mayor aridez del mundo, en el desierto de Atacama la extracción
a gran escala de agua y el procesamiento básico de las salmueras de litio
generan graves daños a los frágiles ecosistemas que dependen de esas fuentes”.
En el mismo informe se señala que “las comunidades originarias de los salares
altoandinos sufren graves daños ambientales por la extracción indiscriminada y
escasamente controlada desde los depósitos hidrosalinos de los salares, lo que
refuerza así su histórico lugar de marginación, explotación y subordinación”.
Esto indica que la
escasez de agua no es un fenómeno localizado, limitado a un mero agotamiento de
los niveles de agua, sino que la escasez de agua contribuye a un empobrecimiento generalizado de los pueblos
indígenas y degrada drásticamente su vida
cotidiana. El deterioro de las condiciones de vida se produce, entre otras
cosas, por la degradación del suelo y de las cubiertas vegetales. En la región
de Atacama las colectividades indígenas cultivan quinua y cuidan llamas. Para
que las plantas de quinua crezcan se necesita un suelo
uniformemente húmedo y para el cuidado de las llamas se necesita una cubierta vegetal adecuada de la que
puedan alimentarse. Pero la actividad con litio ha socavado ambas condiciones
previas y la Escuela de Sostenibilidad de la Universidad del Estado de
Arizona informa de
que “se ha descubierto que ampliar la superficie de extracción de salmuera de
litio un kilómetro cuadrado supone una disminución significativa del nivel
medio de vegetación y de humedad del suelo”.
Mediante la
desorganización deliberada de las configuraciones ocupacionales tradicionales
las empresas de litio pueden colonizar culturalmente y proletarizar las
prácticas espirituales y agropastorales de las comunidades indígenas. En las
cadenas de valor internacionales del litio se oculta cruelmente el sometimiento
total de los pueblos indígenas a las deformadas lógicas de la movilidad
electrónica y, como afirma el
Observatorio Plurinacional de Salares Andinos, “la incesante producción de
aparatos electrónicos desechables y el creciente mercado de autos eléctricos
para la transición energética de los países del Norte Global […] se está
transformando hoy en la principal amenaza para la subsistencia de cualquier
forma de vida en las cuencas que albergan estos depósitos mineros [de litio]”.
La población
indígena chilena no ha consentido las operaciones económicamente destructivas y
culturalmente catastróficas de las empresas mineras y han reaccionado
firmemente contra el imperialismo del litio. En 2019 protestó
contra los mecanismos de extracción de salmuera de litio que requieren un uso
intensivo de agua y, paradójicamente, el Estado respondió acusando a
algunas comunidades de “robar agua”. El desencadenante inicial de las protestas
fueron los poco
limpios acuerdos de SQM según los cuales “la Corporación de
Fomento de la Producción (CORFO) de Chile firmó un contrato con SQM que le
permitía triplicar la extracción de litio en los años siguientes y prolongar
hasta 2030 su acceso a la minería en el Atacama”. El hecho de triplicar la
extracción de litio hasta 2030 aumentó la
cuota de extracción de litio de SQM a 350.000 toneladas. No es totalmente
casual que un mes después del acuerdo Eduardo Bitran, presidente de CORFO, se
reuniera con Tesla para proponerle
“un proyecto según el cual SQM proveería salmuera, la materia prima con la que
se produce el litio, al fabricante de automóviles para refinarlo en Chile como
el componente de baterías, el hidróxido de litio”.
Los pueblos
indígenas protestaron para mostrar su oposición a este intrincado complejo de
imperialismo del litio. Estas protestas se sincronizaron fácilmente con las más
amplias protestas
antineoliberales que
se produjeron en Chile y fomentaron la alianza entre la clase obrera u la
población indígena. Pero este movimiento de la clase trabajadora y de las
personas indígenas fue pronto suprimido por el Estado chileno que, con el fin
de estabilizar el neoliberalismo y el imperialismo del litio, reprimió las
protestas por medio de detenciones rápidas, la declaración del estado de
emergencia y el despliegue de más de 9.000 soldados. Gracias a la protección
que le proporcionó el Estado el director general de SQM, Ricardo Ramos,
pudo afirmar que
las protestas no “serán un problema fundamental para nuestros objetivos
empresariales a medio y largo plazo”. Además añadió que
“a pesar de la situación en Chile vamos a entregar nuestros productos a
nuestros clientes según nuestras previsiones anteriores”. De las declaraciones
de Ramos inferimos que existe un acuerdo estructural para consolidar el
imperialismo del litio: empresas como SQM explotan económicamente y hegemonizan
culturalmente las zonas ricas en litio; la población indígena se enfrenta
combativamente a los mecanismos depredadores de estas empresas; el Estado
chileno interviene finalmente para regularizar las operaciones mineras mediante
la desactivación violenta de las protestas.
Aunque puede
parecer que las protestas de 2019 contra la extracción de litio fueron una
erupción espontánea de ira, debemos examinar brevemente los antecedentes
históricos contra los que tuvo lugar. Aparte de firmar un acuerdo sospechoso
sin consulta alguna, “se ha investigado a SQM debido
a varios casos de evasión de impuestos, lavado de dinero y financiación ilegal
de campañas. En un gran escándalo público en 2014 se descubrió que políticos de
todo el espectro habían recibido grandes cantidades de dinero para velar por
los intereses de la empresa”. SQM también tiene el dudoso honor de haber
causado importantes conflictos y, por ejemplo, en 2007 hubo
un enfrentamiento entre la empresa y la comunidad de Toconao debido a que esta
empresa había aumentado de la extracción de agua de pozos no autorizados y
contaminado las fuentes de agua al descargar aguas residuales. También
Albemarle también ha ido avanzando hacia un imperialismo del litio sin lucha de
clases y en 2017 CORFO modificó el
acuerdo de la corporación de modo que Albemarle obtuvo “litio suficiente para
producir más de 80.000 toneladas anuales de sales de litio técnicas y de grado
de batería durante los próximos 27 años en sus instalaciones de fabricación de
baterías en expansión en La Negra, Antofagasta”.
El rápido aumento
de la producción de litio por parte de dos empresas en Chile ha beneficiado a
importantes empresas electrónicas como Samsung, Apple y Panasonic. En el sector
automovilístico Toyota, General Motors, Tesla, Volkswagen y BMW son algunas de
las empresas que están obteniendo ventajas económicas de las fuentes de litio
de Chile. Las figuras 1 y 2 muestran el circuito múltiple y laberíntico del
litio en el mercado internacional. Para saciar la ávida sed de litio que tienen
diferentes empresas ha habido un aumento global de la producción y la
expansión contemporanea de la producción chilena de litio respecto a su
producción mundial indica el papel que desempeña Chile en
saciar el hambre de litio de la “fiebre del oro blanco”: “El valor de la
producción chilena de carbonato de litio aumentó a 200 millones de dólares en
2007, a 500 millones de dólares en 2012 y a más de 800 millones de dólares en
2017. Superó los 1.000 millones de dólares en 2018. Hubo un aumento paralelo
del valor de la producción mundial de litio de primera etapa, que alcanzó los
484 millones de dólares en 2007, 998 millones de dólares en 2013 y 2865
millones de dólares en 2017”
Figura 1,
fuente: Washington Post, Indigenous people are left poor as tech world takes lithium from under their feet
Figura 2, fuente: Danwatch, “There’s probably Chilean lithium behind the screen you’re reading this on”
Dado que se espera que
la demanda de litio aumente en el mercado global, la población indígena y la
clase trabajadora pueden empezar a tener importantes dificultades para subsistir
a medida que se erradican los ecosistemas indígenas y aumenta sin piedad la
productividad laboral. Durante la XI
Conferencia de Suministro y Mercados de Litio de Fastmarkets en
Santiago, “los productores Albemarle, SQM y Tianqi [que tienen una
participación del 23.77% en SQM] […] coincidieron en que la flexibilidad en la
producción sigue siendo vital para hacer frente a los diferentes retos
industriales y tecnológicos”. Era una manera coloquial de decir que los
trabajadores deben estar dispuestos a ser explotados, expulsados y denigrados
como meras mercancías. Se van a deteriorar las condiciones económicas de la
población indígena de Chile mientras en el Norte Global se produce la transición
energética y los magníficos vehículos Tesla funcionan silenciosamente con sus
baterías de litio manchadas de sangre.
Tenemos que
recordar que esta distopía de valores de empresa que obtienen de forma parásita
el litio de las venas abiertas de Chile es evitable y, como dijo Thea
Riofrancos, “un mundo en el que bullen cientos de millones de Teslas (o peor,
e-Escaladas) elaborados con materiales extraídos ávidamente sin el
consentimiento de las comunidades locales, fabricados en un régimen laboral
represivo en fábricas contaminantes, en otras palabras, un mundo no muy
distinto del nuestro, pero alimentado por el viento y el sol, no es una
realidad inevitable”. Para alejarnos de este imperialismo del litio debemos
escuchar las voces silenciadas del Sur Global. Un modelo económico ecológico
basado en los cimientos antiimperialistas del Sur Global es radicalmente
diferente de los modelos capitalistas de extracción. En vez de conceptualizar una “alternativa
de desarrollo”, las masas oprimidas del Sur Global imaginan una “alternativa al
desarrollo”. En los intersticios de esta
“alternativa al desarrollo” se pueden localizar las semillas de la resistencia
al imperialismo del litio.
Fuentes: Dissident Voice, por Yanis
Iqbal.
https://rebelion.org/los-estragos-de-la-extraccion-de-litio-en-chile/
https://attac.es/los-estragos-de-la-extraccion-de-litio-en-chile/
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